Ninguna quiebra podía rendir a mi padre, convertido, otra vez, en héroe que cae y se levanta, cae y se levanta. Un día nos dijo: “Ya lo tengo. No más obras públicas con las que solo ganan los ladrones o quienes tienen buenos enchufes con el Régimen”. Recuerdo un proverbio suyo de entonces: “De contratista a ladrón/ no hay más que un escalón/ y es tan bajo/ que lo salta un escarabajo”. Y nos lanzó su nueva idea: “Ya que tienen agua, ahora es el momento de vender los plásticos para construir invernaderos. Es el paso siguiente a las acequias que hice en el Campo de Dalías.” Hoy lo cuento en mi blog de 20 minutos y en el diario La Voz de Almería.
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