Archivo por meses: abril 2016

Recarte injuria a Abril Martorell

“Hay circunstancias en las que callarse es mentir”, dijo Unamuno al escuchar el grito legionario de “Viva la muerte” y “Muera la inteligencia”. Esa frase ha golpeado mi cabeza al leer, el domingo (10/4/16) en ABC, la reseña de un libro de Emilio Contreras sobre la caída de Adolfo Suárez. El periodista almeriense recoge, sin contrastar con ninguna otra fuente, unas declaraciones de Alberto Recarte sobre el vicepresidente del Gobierno, Fernando Abril Martorell, que considero, cuando menos, cobardes, absurdas e injuriosas.

Fernando Abril Martorell, vicepresidente del Gobierno Suárez.
Fernando Abril Martorell, vicepresidente del Gobierno Suárez.

Este es el párrafo del ABC que leí, no sin pesar, un par de veces:

“Un día de finales de abril de 1980 Fernando Abril, vicepresidente del Gobierno, llamó a Alberto Recarte. «Vente a verme», le dijo y el joven asesor de Suárez acudió convencido de que iban a hablar de algún tema económico delicado. Pero su sorpresa fue mayúscula, porque cuando Fernando Abril le recibió no se anduvo con rodeos y, con su estilo claro, directo y cortante, le planteó el relevo de Suárez. «Adolfo ha hecho más que nadie por este país pero ya es un arroyo seco por el que no corre nada, y no hay más remedio que sustituirle -le espetó-. Todos los que le rodean son unos inútiles y el único que se salva eres tú, y eres el único de su entorno en el que yo confío. Hay que sustituirlo y la única persona que puede sustituirlo soy yo», insistió Abril. «Y añadió una serie de argumentos que me sorprendieron», recuerda Recarte.”

Bien aconsejado por mi edad, dejé pasar unos minutos, para tomar aire y calmar el enfado, antes de responder lo siguiente a mi colega y paisano Emilio Contreras:

Hola Emilio:
He leído hoy en ABC, con mucha pena, lo que te dice Recarte en su ajuste de cuentas contra Fdo. Abril. Es una lástima que no hayas contrastado su información con José Luis Leal, tal como te recomendé.
Las calumnias de Recarte traerán cola para él y te desprestigiarán a ti después de una carrera brillante. Lo siento mucho, paisano.
En cuestiones de venganzas contra personas muertas, que no pueden defenderse, Recarte ha mostrado su calaña de hombre ruin y miserable. Personalmente, sentado frente a Abril, en enero de 1980, escuché una conversación telefónica en la que Abril comunicaba a Suárez su dimisión y que sólo aguantaría en el Gobierno hasta el verano. Hice gesto de salir del despacho cuando María Jesús le pasó la llamada de Adolfo. Fernando me pidió que me quedara allí. Conocí a ambos lo suficiente como para saber que Recarte miente y abusa de ti.
¡Qué lastimica!
Jose

Quienes formamos parte, en Castellana, 3, del equipo del vicepresidente económico del Gobierno Suárez reaccionamos, furiosos y perplejos, contra el ajuste de cuentas del ya viejo, siempre envidioso y retorcido, Recarte. Habíamos compartido con Abril Martorell varios años de trabajo, en plena transición de la Dictadura a la Democracia, y cientos de tertulias mensuales hasta poco antes de su muerte, tan prematura. Le conocimos bien. Lo suficiente para saber que Recarte no fue una fuente fiable para Emilio Contreras sino un charco turbio lleno de fango.

Alberto Recarte fue director de la Oficina Económica de Presidencia mientras Fernando Abril fue vicepresidente económico del Gobierno. Entre el asesor de Suárez y su vicepresidente no había color. Éramos conscientes de la ambición frustrada, del hábito conspirador y de la envidia que corroía a Recarte en los asuntos económicos del Gobierno. Las decisiones estaban, obviamente, en manos de nuestro jefe, el vicepresidente, y de José Luis Leal, su ministro de Economía.

El martes (12/4/2016), José Luis Leal envió una carta al director de ABC que el diario tituló como “ACLARACIÓN” y que decía lo siguiente:

Sr. Director, he leído en la edición del domingo pasado una recensión del libro de Emilio Contreras en la que se hace referencia a una supuesta conversación que Fernando Abril, a la sazón Vicepresidente del Gobierno de Adolfo Suárez, habría tenido con Alberto Recarte en la que se habría propuesto como sustituto de Adolfo Suárez en la Presidencia del Gobierno. Obviamente yo no asistí a todas las conversaciones de Fernando Abril pero lo que puedo decir es que una afirmación como la que aparentemente se contiene en dicho libro es, además de absurda, injuriosa para la memoria de quien fue siempre el más cercano y leal colaborador de Adolfo Suárez. A lo largo de tres años tuve un estrecho contacto con Fernando Abril primero como Secretario de Estado de Economía y luego como Ministro y me precio – y ha sido siempre un honor para mí – haber colaborado con uno de los mejores políticos y una de las personas más íntegras que he conocido en mi vida. Nunca le oí a lo largo de las casi diarias conversaciones que tuvimos, la más leve crítica hacia el Presidente. Muy al contrario, a medida que arreciaban las críticas externas contra él lo defendió siempre, a veces en circunstancias difíciles. Entendía que justamente una de sus tareas como Vicepresidente era la de proteger al Presidente para que éste tuviera el mayor margen posible para tomar decisiones. Carece de sentido pensar, como se dice en la recensión aludida, que la primera persona a la que informó de la pretendida conspiración fuera alguien en quien nunca depositó su confianza.

Le saluda atentamente,

José Luis Leal

El ex ministro de Economía lo ha dejado muy claro en ABC.

Fernando Abril Martorell nunca depositó su confianza en Alberto Recarte. Todo lo contario. El asesor de Suárez no era, para nosotros ni para Fernando Abril, hombre de fiar. Por eso, nos repugnan tanto estas mentiras e injurias al final de su vida. ¿Qué pretende el vengativo Recarte al engañar así al ingenuo Contreras? No lo entiendo. Hay personas que envejecen bien y otras, mal. Será eso.

Luego resultó que Recarte se hizo muy amigo de José María Aznar y de las tarjetas black de Caja Madrid. Se le vio el plumero.

Trabajar junto a Fernando Abril Martorell, de la UCD siendo yo entonces votante del PSOE, fue un gran honor y un tremendo aprendizaje en favor de los intereses generales de España. Desde que me jubilé disimulo mucho menos que cuando era activo. Y escribo como si fuera libre.  Por eso, contra la insidia del envidioso Recarte, tengo que recordar que Fernando Abril Martorell, maestro y amigo, fue una de esas pocas personas que te reconcilian con la condición humana y con los políticos cabales que, por encima de todo, sirven a los demás.  ¡Qué bien nos vendría hoy tener cerca a personas como Abril Martorell! Mal que le pese al insignificante Recarte y a su pandilla de extrema derecha en Libertad Digital.

Bueno. Ya me desahogué. Ahora a cocinar.

 

 

 

 

 

 

 

Guerra elogia a Suárez

Hace casi 40 años, nadie lo hubiera imaginado. Alfonso Guerra arrancó un largo aplauso del público, mayoritariamente conservador,  que asistió el miércoles al homenaje a Adolfo Suárez, en el segundo aniversario de su muerte.  ¿Cambió Suárez, cambió Guerra, cambiamos todos nosotros?

Homenaje a Adolfo Suárez en el segundo aniversario de su muerte.
Homenaje a Adolfo Suárez en el segundo aniversario de su muerte.

El retrato, casi literario, que Guerra nos hizo el ex vicepresidente del Gobierno socialista sobre aquel a quien dicen que llamó  “tahúr del Misisipi” fue magistral.

Empezó con lord Byron (“el único profeta verdadero es el pasado”) para defender la necesidad de mantener los valores que hicieron posible la transición en paz de la dictadura a la democracia. Siguió con la crítica a los nuevos “adanes” que consideran que antes de ellos no hubo nada. Y concluyó con la mejor valoración que se puede hacer de una persona: “Suárez marcó una línea en la Historia».

Ha aquí algunas de las pinceladas que Alfonso Guerra dio al  retrato de Adolfo Suárez:

Ni timorato ni temerario, el presidente Suárez fue un ejemplo de reflexión y decisión, de tolerancia y de educación. El hombre es duda que busca seguridad, se mueve entre la tentación de dudar y la necesidad de decidir.

Suárez no buscó la auto redención. Fue numerario desclasado de un régimen oprobioso. En él ascendió a la cumbre de lo que quiso derribar. Nadie le comprendió. Los suyos desconfiaban de él como jefe del Movimiento. «Qué error, qué inmenso error», escribió La Cierva, uno de los suyos, cuando el Rey le encargó formar Gobierno. Sin ningún rencor, Suárez le hizo ministro.

Tuvo que navegar entre la descomposición desde arriba y la presión y alta conflictividad social desde abajo. Atrajo a los conservadores a la democracia. Sobre el pilar del consenso, todos cedieron para conseguir el acuerdo el 78. La ayudaron grandes personajes: Felipe González, Santiago Carrillo, Fernando Abril Martorell, Gutiérrez Mellado, el Rey y otros.

Portada del semanario DOBLON, 10-16 de Julio de 1976. Nadie dada un duro por Suárez.
Portada del semanario DOBLON, 10-16 de Julio de 1976. Nadie dada un duro por Suárez.

En aquellos años difíciles de incertidumbres, crisis, víctimas, libertad y consenso, todos tenemos una nómina de las renuncias que hicimos para restaurar la democracia sin venganzas. Se limitaba la libertad de recordar de los vencidos. Objetivo: que los nietos no sufran nunca más la guerra civil ni la dictadura.

Hubo muchas críticas erradas. Para unos, no se llegó todo lo lejos que se debía. Para otros, fuimos demasiado lejos. Se hizo lo que convenía a todos para que fuera aceptado por todos. Con ese punto medio, Adolfo Suárez cambió la Historia.

A menudo se ha destacado que yo tenía animadversión hacia Suárez. No hagan caso. No es cierto. Durante muchos años, he mantenido una intensa relación con él. Tengo, eso sí, una conciencia culpable porque el 10 de abril de 2002 no le creí. Le pregunté cómo llevaba sus memorias. Me replicó: «No habrá tal cosa, Alfonso, porque estoy perdiendo la memoria». Yo no le creí.

En enero de 1981 me anunció su dimisión. Once meses después del golpe de Estado, en diciembre de 1981, le pregunté el por qué de su dimisión: «Al final, estaba solo», me dijo.

La soledad del corredor de fondo: líder y nada. Comprendí que la amistad es la relación inconclusa de dos soledades.

Guerra terminó su elogio a Adolfo Suárez con esta frase: «No ha dejado de pensar en España».

En mi opinión, desde que le conozco, Alfonso Guerra, tampoco.

Al ex vicepresidente socialista le pasa como al buen vino. Mejora con la edad. Aplaudí, con gusto, su elogio de Suárez.

Abundaban en el público las canas y las calvas. Pocos jóvenes. Lástima. Echamos de menos a la joven duquesa de Suárez, Alejandra Romero, que se excusó por un viaje. Los salones del Instituto de Estudios Constitucionales estaban a rebosar. Presidió el acto mi paisano almeriense el teniente general Andrés Casinello, presidente de la ADVT (Asociación para la Defensa de los Valores de la Transición). De la vida y la obra de Suárez habló también uno de sus ministros: Rafael Calvo Ortega.

En un país de desagradecidos, el homenaje póstumo al presidente Suárez nos reconcilia con un puñado de españoles.