Archivo por meses: junio 2014

¿No es el fiscal el defensor del pueblo frente a presuntos delincuentes?

Veo la Justicia al revés. ¿Acaso no es el fiscal el defensor del pueblo frente a presuntos delincuentes? Lo vemos continuamene en películas y series de televisión.

Es el fiscal quien defiende la Ley y, frente al abogado defensor, habla en nombre del pueblo contra los presuntos delincuentes. Rara vez un fiscal sale en defensa de un acusado o presunto delincuente. El fiscal es el acusador en nombre de la Ley. Y el abogado defensor, pagado por el acusado, es el encargado de defender a quien le paga.

Es más, según Hollywood –y yo lo he visto en la realidad- los pleitos en Estados Unidos se conocen como «El pueblo de los Estados Unidos contra Fulanito o Menganita…»

El rey-padre con su hija y su yerno.
El rey-padre con su hija y su yerno.

Aquí vemos el caso de un fiscal, pagado por nosotros, convertido en abogado defensor de una Infanta (hermana de Rey e hija de Rey) quien, a juicio del juez instructor, es una presunta delincuente que merece ir a juicio oral.

Hoy se ha producido un duro y extravagante enfrentamiento entre el juez instructor de caso Undargarín/Infanta Cristina y el fiscal correspondiente.

Rajoy está de acuerdo con lo que, en este caso, dice el fiscal. Faltaría más. El juez Castro le dice al fiscal que si cree lo que dice debería haberse querellado contra él. Vaya circo.

Casi todo lo relacionado con la Justicia y los peces gordos va en España al revés que en las democracias avanzadas ya sean monarquías o repúblicas.

¿Cual es el problema?

 

 

 

 

Monárquicos conversos: militantes pero no creyentes

gil calvo articuloCuando alguien empieza diciendo «yo soy republicano, porque así me lo dicta la razón, pero…» ya sabemos lo que viene detrás.

En desacuerdo con nuestros intelectuales monárquicos conversos, yo prefiero una república laica como la de Francia antes que una monarquía islámica aluita como la de Marruecos.

España, no lo olvidemos, está entre Francia y Marruecos. Por eso, a la hora de copiar, prefiero mirar a nuestros vecinos más próximos. No tenemos que irnos a Suecia o Arabia Saudita, para buscar monarquías, ni a Siria o Latinoamérica, para repúblicas.

La verdad es que ya no se hacia donde mirar ni a que maestro agarrarme.  ¿Tendré que irme a China, como Papini, para orientarme un poco?

Portada autocensurada de El Jueves
Portada autocensurada de El Jueves

Acabo de leer, no sin estupor, en la página de Opinión (antes llamada «noble«) de El Pais, el artículo de Enrique Gil Calvo titulado Sobreactuación republicana. Llevo años leyéndole no sin cierta admiración. Pero hoy se me cayeron los palos del sombrajo. Mirad lo que, tras caerse del caballo, se atreve a decirnos hoy este profesor demagogo por no decir frívolo:

«Las democracias de más elevada calidad (como las nórdicas) son monarquías mientras que las de peor calidad, que tienden al autoritarismo (como las latinoamericanas), son repúblicas».

¿Pero qué me dice usted? Yo no soy nórdico ni lationamericano. Semejante profundidad no podía habérsele ocurrido a él solo.  Hace dos semanas, el gran Javier Cercás (otro de mis admirados intelectuales) se anticipó con este mismo argumento, tan simplista como  indigno de él:

«Prefiero mil veces vivir en una monarquía como la sueca que en una república como la siria»

Esto fue lo que escribió Cercas (sí, Cercas) el 2 de junio en El País  en su articulo  Sin el Rey no habría democracia. Me dan ganas de responderle:

!Anda! Y yo, ¿no te jodes? ¿Me tomas por gilipollas? Yo no soy ni sueco ni sirio. En todo caso, medio francés y medio marroquí». 

Sin llegar a Siria ni a Suecia, me ha dolido más aún el recurso localista, pegado al terruño, del mismísimo Javier Marías (otro santo laico que se me cae del pedestal). En su artículo Ecuanimidad o histerismo (el título ya lo dice todo) escribió en El País Semanal del pasado 22 de junio:

«Me parece mucho más deseable que la Jefatura del Estado recaiga en alguien en verdad apolítico (que no pertenezca a “la casta”, como dicen ahora copiando el viejísimo apodo italiano), que en cualquier individuo severo, poseído de su verdad y proclive al sermoneo y la riña, se llame Anguita o Rouco Varela».

Sobractuación policial. Nunca vi la Puerta del Sol tomada por tanta policía como el día de la coronación.
Sobractuación policial. Nunca vi la Puerta del Sol tomada por tanta policía como el día de la coronación.

Ahí va otro que tal baila… ¿Anguita o Rouco Varela? ¡Válgame dios!  Podría haber elegido para presidente de la III República a algún político del estilo de Adolfo Suarez o a un clérigo del talante del cardenal Tarancón. Digo yo. Aunque no tendría nada que decir si fueran Zapatero o Aznar presidentes de la República. Si no lo hacen bien, podriamos cambiarlos tranquilamente en las siguientes elecciones presidenciales, lo que nunca podrá ocurrir con un rey vitalicio e inviolable salvo por su abdicación voluntaria cuando le plazca.

El historiador Santos Julíá se ha trabajado un poco más su servicio al nuevo monarca y ha hurgado en las raíces marxistas prerepublicanas del PSOE. Nos recuerda en El País (19 de Junio,  Una tradición inventada) que Julián Zugazagoitia llegó a decir que «un socialista solo podía ver la idea de la República “con indiferencia” por la muy sencilla razón de que a quien se había educado en las convicciones marxistas “le tiene perfectamente sin cuidado el trastueque que se opera en un país al pasar de la Monarquía a la República”.

Mas fino y ponderado, como es él, también le echa un cable a Felipe VI, el prestigioso y querido historiador Juan Pablo Fusi, en su artículo De la democracia en España (El País, 10 de junio):

«Para la democracia, la Monarquía fue en España, en 1931, el problema; y en 1975, la solución. El historiador Hobsbawm pudo decir con razón en 2011 que la Monarquía había sido un marco solvente para el liberalismo y la democracia en lugares como Holanda, Bélgica, Gran Bretaña y, añadía, como España. Por eso que reabrir la cuestión Monarquía-República parezca, ante todo, un error. Peor aún: un error innecesario.»

mafalda monarquiaPuedo estar de acuerdo con Fusi si nos referimos a la primera mitad del reinado de Juan Carlos I. Agradezco los servicios que prestó a la democracia aunque ello no me ata a Juan Carlos de Borbón para el resto de mi vida. En la segunda mitad, por la corrupción y la mala cabeza del Rey, la monarquía volvió a ser más problema que solución para la consolidación de la democracia en España.

Mafalda lo resumen muy requetebien. En 1978 la mayoría de los españoles votamos a favor de la Constitución. Yo mismo puse la bandera constitucional en la puerta de mi casa y guardé temporalmente la republicana. La elección era entonces muy clara entre futuro y pasado, entre democracia en forma de monarquía parlamentaria o dictadura militar. Eran lentejas. A la fuerza ahorcan.

«¿Cómo se puede sostener que la forma de Estado es un problema urgente?», se pregunta E. Gil Calvo en su articulo citado «Sobreactuación republicana».

 

Recorte de El País. La policia tiene orden de retirar la tricolor de los balcones.
Recorte de El País. La policia tiene orden de retirar la tricolor de los balcones.

Pasado el miedo generalizado del final de la Dictadura, emerge, cada día con más claridad, la necesidad de legitimar, de una vez, la monarquía parlamentaria en la próxima reforma de la Constitución. Sin prisas pero sin pausa. Ahora mismo, estoy casi seguro de que Felipe VI tendría el aprobado mayoritario. Pero el tiempo juega en su contra. Sobre todo si los intelectuales republicanos, recién convertidos en fervientes monárquicos, siguen dandole coba a discreción a Felipe VI.

Sobreactuación monarquica del Banco Santander: "Te quiero Felipe". Vamos anda.
Sobreactuación monarquica del Banco Santander: «Te quiero Felipe». Vamos anda.

No hubo tal cosa como «sobreactuación republicana» sino todo lo contrario. Hubo sobreactuación policial pro monárquica.  Y tal abuso antidemocrático pasará factura al joven Rey. La Policía no puede subir a un piso, sin orden del juez, a pedir que retiren una bandera republicana del balcón.  Tampoco puede impedir el paso a una joven por llevar un pin tricolor en la solapa. Sencillamente, es intolerable. pero nadie ha dimitido aún por esta sobreactuación policial. Y sobre esto me gustaría saber la opinión de mis intelectuales favoritos, esos que muestran tanto fervor en el aplauso al nuevo Rey y tan escaso en la defensa de la libertad pisoteada.

Para compensar el exceso de coba que están dado al nuevo Rey por doquier, recominedo la lectura refrescante de este artículo publicado por Rafael Reig en eldiario.es:

Al Rey Nuestro Señor

Exactamente, ¿para que está tan preparado?

Rafael Reig 

23/06/2014 – 20:49h

«Felipe, no sé por qué narices me tuteas, pero ya que te empeñas, me tomaré las mismas confianzas. Habrás oído que en la barra de los bares te llaman el Preparao. A veces, con la tercera ronda, el Súper-preparao o el Proto-preparao. Si fueras astronauta, opositor a Notarías o actor porno, se entendería a la primera de qué va esa espectacular preparación. En tu caso resulta un enigma. Sobre todo porque, si no estuvieras preparado, si fueras (un suponer) corto de luces y escaso de estudios, también serías rey igual, ¿verdad? ¿No es ese precisamente todo el busilis de la monarquía? A un rey no se le exige gran cosa, sólo tiene que ser el primer hijo varón (de momento) de un señor. ¿Alguien duda que no tengas esa preparación?

Pues el caso es que sí, porque parece que por ahí anda alguna demanda de paternidad, supongo que lo habrás oído. Si esa demanda prosperara (otro suponer), entonces ya no estarías tan preparado. Pero despreocúpate, que por algo a tu padre le llaman en los bares el Aforado y, con la tercera ronda, el Aforado-a-toda-pastilla. En cuanto él esté blindado (igual incluso antes de que te llegue esta carta), tu preparación ya no se podrá poner en duda.

Lo curioso es que, como la monarquía no tiene más cimiento que el ADN y la primogenitura, si tuvieras un hermano mayor, sólo por eso, ya estaría más preparado que tú y tendría que ser el mejor de los reyes posibles. Porque, si nos pusiéramos a elegir entre dos hermanos con algún otro criterio, a la monarquía se le caen los palos del sombrajo. Ya puestos a elegir al más capaz y prescindiendo del ADN o la fecha de nacimiento, pues para eso  mejor una república, ¿verdad?

Por otra parte, no te lo tomes a mal, pero ser licenciado en Derecho tampoco es una preparación tan supersónica. Ya sé que, para el nivel de estudios de tu familia, te parecerá la bomba, pero mira a tu alrededor: ¿tú sabes cuántos licenciados en Derecho están en la cola del paro? Seamos serios, ¿un título universitario, algún máster, idiomas, servicio militar cumplido, informática a nivel usuario y vehículo propio? Con ese currículum a muchos españoles les cuesta conseguir un empleo de cajera-reponedora o controlador de accesos (o sea portero de discoteca).

En resumen, puesto que cada vez que sale tu nombre al pedir unas cañas siempre hay alguien, el más timorato por lo general, que afirma con voz solemne que estás súper-preparado, tengo que hacerte una pregunta: exactamente, ¿para qué estás tan preparado, Felipe?»

 

 

 

 

 

 

 

Carta a los Reyes: Mas integridad y menos impunidad

Hoy mismo leo en El País que el jefe de prensa del nuevo Rey puede ser el periodista Jordi Gutiérrez, actual jefe de prensa del imputado Arturo Fernández, presidente de la patronal madrileña CEIM desde que sustituyó en el cargo a Gerardo Diez Ferrán ( ex presidente de la CEOE, que está en la cárcel).

Arturo Feernández, imputado, con el padre del rey Felipe VI.
Amistades peligrosas: Arturo Feernández, imputado, con el padre del rey Felipe VI.

Arturo Fernández, promotor de las miles de banderitas bicolor regaladas el jueves al público de Madrid, está imputado por la Justicia por el caso Bankia y ha sido denunciado por sus trabajadores por pargarles en negro. Por tanto, a Jordi Gutiérrez, posible próximo jefe de prensa de Felipe VI no le falta experiencia en lidiar con escándalos de corrupción de su jefe actual. Por si acaso.

Conozco poco personalmente a Jordi Gutiérrez pero profesionalmente, cuando estuvo en La Zarzuela antes de ser reclutado por Arturo Fernández, siempre me pareció un colega eficiente y amable. Le deseo mucha suerte, aunque su procedencia de la CEIM le perjudica mucho. Como le dijo don Luis a don Juan Tenorio (refiriéndose, claro, a doña Inés): «Imposible lo dejáis para vos y para mi». 

Sin embargo, no están los tiempos como para dar pasos en falso. La nueva Casa Real, como la mujer del César, no solo debe ser honrada sino también parecerlo. Las amistades del rey-padre con Arturo Fernández, un empresario típico de antesala, maestro en manejar influencias políticas para obtener licencias, no ayudarán al Rey hijo a reducir la corrupción rampante.

Arturo Fernandez y su Vpte en la CEIM muestran las 50.000 banderitas y carteles para celebrar la llegada de Felipe VI.
Arturo Fernandez y su Vpte en la CEIM muestran las 50.000 banderitas y carteles que regalan para celebrar la llegada de Felipe VI.

En el Reino de la Impunidad que es España, el Rey es una figura inviolable (con impunidad total) y prácticamente decorativa. Afortunadamente, reina pero no gobierna.

Por eso, me sorprende que abunden las personas que, de buena fe, mantienen aún la esperanza de que Felipe VI pueda cambiar algo relevante en la política española. Cuando la expectativa de conseguir algo es alta y el resultado es muy inferior a lo esperado, la diferencia se llama frustración y resulta inevitable y dolorosa.

El nuevo Rey es decorativo, como lo fue su padre, una vez aprobada la Constitución. Pero le quedan, al menos, la palabra y los gestos. Su frío y comedido discurso de coronación ante Las Cortes fue decepcionante en fondo y forma. Una oportunidad perdida.  Pasó de puntillas, o dando saltos de rayuela, por el paro y la pobreza insoportables, la corrupción generalizada, la desigualdad rampante, el separatismo de una parte creciente de los catalanes, la incrustación parasitaria y cínica de la Iglesia Católica en el Estado aconfesional, el deterioro abrumador de los partidos políticos, convertidos en chiringuitos de colocación de amigos y parientes más que de atender al interés general, la destrucción paulatina del estado del bienestar (educación, sanidad, vivienda…) y sobre tantos otros problemas que tiene pendientes la sociedad española. Hizo un discurso limpito y monocorde. Sin pasión alguna. Para salir del paso. Pero aún es pronto para juzgar sus intenciones. La sombra de su padre es alargada…

Jordi Gutiérrez, candidato a jefe de prense de Felipe VI
Jordi Gutiérrez, candidato a jefe de prensa de Felipe VI

Puestos a escribir una carta a los nuevos reyes (y gracias a lo que han debido aprender de la anterior familia real) yo les pediría únicamente que incitaran a los poderes públicos a reducir la impunidad y aumentar la integridad en nuestro país.  Esa es, a mi juicio, la mejor forma de defender la Democracia, es decir, de imponer y respetar el imperio de la Ley igual para todos. ¡Casi na!. Para eso, Felipe VI tiene que ser muy claro en su lucha contra la injusticia y contra la ignorancia. Paro, pobreza, corrupción, separatismo, desprecio de los partidos tradicionales y políticos golfos, financiados ilegalmente, hay en todos los países de nuestro entorno europeo. La diferencia fundamental que tenemos con ellos es que en los paises del Norte tratan de cumplir las leyes en mayor grado que en España. O, quizás, lo aparentan mejor. Aquí, los poderosos se las saltan a la torera. Y, para decepción y desesperación de la gente honrada, a los delincuentes de alta cuna no les suele pasar nada.

España es diferente, desgraciadamente, insisto, por la falta de integridad y el exceso de impunidad. Y esa impunidad reinante, tan escandalosa, es lo que deteriora la confianza de los ciudadanos en las instituciones del Estado, cada día menos democráticas.

Ya se que, en la práctica, los ricos y los pobres no son iguales ante la Ley en ningún país del mundo, y en ninguna época. Para empezar, los ricos pueden pagar a mejores abogados y, si nada se lo impide, sobornar a jueces, legisladores y gobernantes. Pero, en la teoría, en la letra de la Ley, sí que somos iguales. Solo nos falta que se aplique mejor la Ley y se reduzcan los niveles asfixiantes de impunidad.

Decimos que el que la hace la paga. No es cierto en España. Aquí hay demasiada manga ancha con la golfería de cierto nivel y excesiva mano dura con los débiles. Esta doble vara de medir es un misil contra la línea de flotación de la Democracia. Tarde o temprano pagaremos tan flagrante injusticia.

Que Felipe VI, por su bien y el nuestro, vaya tomando nota.

 

Homenaje a Juan Marichal: ¡Maestro!

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Nuestros más afamados escritores e intelectuales (Cercas, Marías, Elorza…) corren ahora en auxilio de Felipe VI, el vencedor. Salvo honrosas excepciones (Millás, el Roto, Forges, Boyero, Jordi Soler, Estefanía…) nuestros referentes políticos, incluso éticos, ya bien instalados, parecen cagados de miedo tan solo porque una instititución tan desprestiada como la Monarquía muestra cierta fragiliadad -como todos los seres vivos- al cambiar de piel. Hasta el gran Sabater anda callado como un somormujo o, como hoy, escribe solo de caballos.

¿Donde están ya esas plumas que andaban por el monte solas? ¿Tiritando bajo el polvo? ¡Ay Federico García!

Esta pérdida repentina de referentes intelectuales y éticos en la España actual me ha llevado a recordar a uno de mis maestros más queridos: Juan Marichal. Participé en el libro homenaje que, hace un par de años, le dedicó la Institución Libre de Enseñanza. Don Juan me ratificó en algo que me había enseñado mi padre: amar los ideales de la República. Recupero, copio y pego aquí aquel artículo.

Marichal: Homenaje de la Institución Libre de Enseñanza

04 marzo 2012

Me ha dado un ataque de nostalgia. El libro-homenaje no salda la deuda que tenemos con Juan Marichal pero algo es algo.

Portada del libro-homenaje del BILE a Juan Marichal

Acabo de recibir el número especial del BILE (Boletín de la Institución Libre de Enseñanza) dedicado al profesor de Harvard y me ha llenado de emoción.

Antes que los ensayos de los intelectuales, he leído las crónicas afectuosas de dos colegas: Miguel Angel Aguilar y Juan Cruz. Luego, las cartas inéditas del maestro, hilvanadas por su hijo Carlos Marchal Salinas, y ahora he concluido un artículo magistral de su discípulo y amigo Christopher Maurer de la Universidad de Harvard.

Estoy feliz por haber tenido la oportunidad de participar (entre gente tan principal) en este homenaje a un hombre tan sabio, tan querido y a quien tanto debo.

Para mis hijos, amigos y discípulos de Juan Marichal (para mi archivo, ¡cómo no!), con la venia del director del BILE, y con la del director de www.20minutos.es, copio y pego, a continuación, mi contribución a este homenaje (que, además, es la única que tengo escrita en mi ordenador).

Es un artículo-crónica largísimo. El que avisa no es traidor. Pero es lo que me pidieron los amigos del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, a cuyo Consejo de Redacción pertenezco, desde hace años, por encargo de Marichal. Y, aunque es largo, por el afecto y la deuda personal que tengo con el profesor Marichal, creo que me he quedado corto con este obituario incompleto.  Los restos de Marichal reposan en el cementerio de Cuernavaca (México) junto a los de su esposa Solita Salinas, la hija del poeta Pedro Salinas.

Ahí va mi artículo:

(3.400 palabras para el BILE dedicado a Juan Marichal)

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Marichal saca petróleo de Góngora

Los alumnos de “Humanities 55” le aplaudían siempre al término de sus clases; caso único en la historia de la Universidad de Harvard.

José A. Martínez Soler

(Periodista, profesor titular de Economía Aplicada y, sobre todo, alumno de don Juan en Humanities 55, Universidad de Harvard)

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¿Galdós, el garbancero? ¿Machado, el comunista? Asignaturas manipuladas, bibliotecas amputadas, tertulias con las ventanas cerradas, miedo al conocimiento, librerías clandestinas, maestros represaliados… ¡Válgame dios!

Tuve que ir a Estados Unidos en 1976 –huyendo de las torturas, de mi secuestro por paramilitares franquistas y de amenazas de muerte- para que un profesor republicano exiliado, con España a cuestas, me descubriera quién soy y de donde vengo. Y, lo que es mejor, para reconciliarme pacífica y orgullosamente con mis raíces históricas, literarias, culturales y sociales.  Una asignatura prodigiosa, de apariencia inofensiva, me cambió la vida. Y no soy el único que lo dice. Muchos otros alumnos de Juan Marichal (durante los casi 30 años de Humanities 55) comparten mi opinión.

¿Cómo consigue el profesor Marichal ese milagro de transformar el repudio en amor, la vergüenza en orgullo, el pasado triste y oscuro en futuro luminoso? Trataré de explicarme mediante la crónica de los hechos tal como aún los recuerdo.

Don Juan Marichal, boina, bufanda, gabardina larga, antigua, y cartera de cuero con brillo de décadas, camina cabizbajo y a paso lento desde su casa de Cambridge hasta el Harvard Yard, el centro del campus. “¡Ahí viene!”, avisan desde la puerta del Hall. Más de doscientos alumnos (entre oficiales y oyentes) de toda escuela, raza y condición nos acomodamos en una enorme aula que se abre desde el estrado y asciende como anfiteatro en forma de medio cono invertido.

Allí nos enseña don Juan la asignatura más famosa y aplaudida entre los hispanos e hispanófilos de la Universidad de Harvard: “Humanities 55. La literatura de los pueblos de habla española”. Y allí acudimos, dos veces por semana, los enamorados de la literatura, de la historia y de la vida española, tal como nos la enseña y contagia el profesor Marichal.  Procedemos del Harvard College, de la Kennedy School of Government, de la Law School, de Ingeniería, de Ciencias y hasta –¡quién lo diría!- de la mismísima Harvard Business School quienes se redimen cruzando el Río Charles para oír al maestro con fruición y recogimiento.

Al entrar en el aula, don Juan nos saluda en voz muy baja y sonríe con timidez. Para repartir, deja en la primera fila un montón de fotocopias con el texto del día, ya sea “Aldebarán”, “Escrito está en mi alma vuestro gesto”, “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones…”, en inglés y en español.

Sube torpemente al estrado y, ya sin gabardina ni boina, comienza su clase magistral, su transformación. Con tiza, garabatea en la pizarra unas palabras sueltas y desordenadas, para subrayar el tema del día: “noche oscura”, “Juan de la Cruz”, “Orlando furioso”, “sentimiento trágico de la vida”, “sor Juana Inés”, “soledades”, “vasallo”, “Inquisición”, “Machado”, “Borges”, “destierro”, “liberal”…

Se hace el silencio y es otro hombre el que toma la palabra.

Contraportada del BILE

Don Juan pasea por el estrado. Habla despacio, voz alta y grave, pronunciación impecable.  Sus silencios son largos, premeditados, sonoros.  Sus clases son aparentemente sencillas y de comprensión fácil para los estudiantes del Harvard College y doctorandos con nivel de español avanzado. Solo en la forma.

En el fondo, bajo esa suave apariencia formal, el profesor Marichal ataca a la línea de flotación de los alumnos y nos cautiva con un contenido profundo y turbador, bellísimo y tremendamente original.

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Juan Marichal tiene, no cabe duda, el don de enseñar y encarna a las mil maravillas el papel de profesor de Harvard, director del Departamento de Literatura Española. Luce el vestuario de rigor para la ocasión: chaqueta de lana a cuadros con coderas gastadas de cuero y corbata aburrida, prudente. Ordena sus tarjetas de apuntes, pasea por el estrado, escudriña al público y saca esa voz potente, grave y profunda, desconocida fuera del aula.

Abrimos los ojos y nos convertimos, de pronto, en discípulos entregados. El profesor, en provocador, en perturbador de aquellos alumnos a quienes mantiene en vilo.  No me extraña que sus clases superen con mucho a sus libros, por excelentes que estos sean. Maestro de la oratoria y de la retórica, don Juan administra sus silencios a la perfección.

La tensión y la atención obedecen al sube y baja de una sonora montaña rusa porque su discurso, con premeditada improvisación, está construido en dientes de sierra, como el minutado de un telediario. Su entonación es un recurso pedagógico muy bien aprovechado. Como también, la pronunciación de las palabras clave, que silabea con parsimonia y traduce cortésmente al inglés.

He dicho que aplaudimos todas las lecciones que daba de esta asignatura (caso único en Harvard). No exagero nada. Un día llegamos a aplaudir –lo nunca visto- a un magnetofón. Les cuento como fue. A las 12:00 en punto aparece en el estrado un ayudante de don Juan llevando un enorme magnetofón y una cinta de un palmo de diámetro. “El profesor Marichal está de viaje y no podrá dar personalmente la clase de hoy. Por eso, les pide disculpas y les deja esta grabación para que nadie se pierda la lección”. Acto seguido pone en marcha el aparato y, en el silencio habitual del aula, resuena la voz de maestro… Al cabo de 50 minutos, oímos su tradicional “muchas gracias” y el clic final de aquella tremenda caja sonora.  Tras unos segundos de desconcierto, comienzan nuestros aplausos de rigor, más fuertes y largos, si cabe, que cuando don Juan está presente.

Texto de Garcilaso repartido a los alumnos de «Humanities 55» en 1976.

Lo que más nos sorprende es la vigencia, la rabiosa actualidad, de lo que nos cuenta. Desde el Mío Cid hasta los poetas de la generación del 27 y el despertar latinoamericano, pasando por el Siglo de Oro, el maestro desgrana la vida y la obra de cada autor en su contexto histórico, filosófico, íntimo, vital.

Con finísima habilidad y sensibilidad, entronca el pasado con el presente y, burla burlando, lo proyecta al futuro.  Cada autor aparece inmerso en su época y nosotros entramos en ella con él. El análisis es, naturalmente, comparativo con todo lo que se cuece, a la vez, en otros países y por otros autores coetáneos de distintas lenguas.

Cada día nos cuenta, nos recrea, una historia. Y convierte en descomunal algún detalle que, hasta ese momento, nos pareció irrelevante. “¡Hay que ver! ¿será posible?”, es nuestra reacción silenciosa. Y nos cruzamos miradas cómplices llenas de sorpresa, de admiración.   Y así va formando una legión de hispanófilos norteamericanos que completan su formación científica o técnica con la fascinación por España y América Latina.  Al cabo de los años, he sabido que miembros destacados de las actuales élites culturales, sociales y políticas latinoamericanas descubrieron sus orígenes y se reconciliaran con su historia gracias a Humanities 55.

Estas clases, preparadas para el gran público universitario, no para especialistas, son una obra de arte escénico, de orfebrería literaria, con una técnica oratoria capaz de hacer soñar, incluso, a un alumno de la Harvard Business School. Si no habláramos de España y de América Latina, cada lección podría muy bien comenzar con el consabido “Érase una vez…”  y concluir con “…y comieron perdices”.  Pero, ¡ay!, en la literatura, en la historia y en la cultura de los pueblos de habla castellana no siempre acaban los autores ni los personajes “felices y comiendo perdices”. 

Él se preguntaba si no tendríamos los españoles, a lo  largo de los siglos, un regusto por hurgar en nuestras heridas históricas, por alimentar el unamuniano sentimiento trágico de la vida, por tropezar a menudo en la misma piedra del pesimismo o del fatalismo -¿victoria, acaso, del sino sobre el libre albedrío?- y por lapidar, con frivolidad inmisericorde, a los mejores profetas de nuestra tierra.

Y te hace pensar: ¿Acaso nos viene el despilfarro y liberalidad de los hidalgos arruinados de la influencia de la Inquisición que sospechaba como judaizante toda inclinación al ahorro? ¿Es nuestra envidia una herencia de Al Andalus? ¿Tiene algo que ver el exceso de deuda nacional y nuestra secular incapacidad para el ahorro con la persecución y expulsión de los judíos?

Y así, verso a verso, prosa a prosa, caminando de un lado a otro de la tarima, don Juan nos cuela reflexiones sorprendentes por su originalidad y verosimilitud. De pronto, se para en seco, se regodea en el silencio, recorre el anfiteatro con su mirada y nos suelta una frase corta y explosiva de Cervantes, de San Juan de la Cruz o de Miguel Hernández que nos deja de una pieza.

“La física y las matemáticas son extranjeras en España”, nos dice que escribió el padre Feijóo, un reformador del XVIII –al que dedicó su tesis doctoral, bajo la dirección de don Américo Castro- que atribuía el declive nacional a que “los españoles no han estudiado ciencias experimentales”. A menudo, sus citas, admiraciones e interjecciones son como el rayo, como el relámpago inesperado, que te estremece y te ilumina a la vez.

Con Juan Marichal en casa de su hijo Carlos Marichal Salinas en Cuernavaca, Mexico.

Su discurso penetra dulcemente, sin apenas resistencia. Sin embargo, al cabo de un tiempo, fuera del aula, estalla, a partes iguales, en el corazón y en el cerebro de sus discípulos. Se diría que es capaz de subyugar e iluminar al alumnado diseccionando, desmenuzando, el texto más complejo, oscuro y aburrido de cualquier clásico de la lengua castellana. Así lo resume un alumno venezolano procedente de Geología: “Marichal saca petróleo de las piedras más duras de Góngora”.  Y no le falta razón.

Además, al término de cada una de sus clases, tengo la sensación inquietante de que, bajo la ominosa dictadura de Franco, he vivido casi treinta años engañado acerca de lo que es España y de lo que somos los españoles, de lo que es América Latina y de los que son los latinoamericanos.

Hasta entonces (estudiante de Ciencias), yo no supe que mi lengua madre era tan rica, tan bonita, y que podía expresar sentimientos tan bellos y pensamientos tan profundos. Recuerdo, eso sí, que los maestros perdieron la guerra civil, fueron represaliados, y que los frailes del nacional catolicismo nos enseñaron otra Literatura y otra Historia.  Siento que la lengua, la literatura, la historia de España y mis propias raíces me han sido escamoteadas por falta de maestros auténticos, de referentes intelectuales y morales, como éste que tengo delante de mi en un aula extranjera.

Y me pregunto por qué sus palabras tienen, en la mayoría de los casos, un milagroso efecto balsámico, pacificador, sobre nuestras heridas históricas, sobre “los males de la patria” de Lucas Mallada. Apenas tengo respuesta. Quizá el enigma de Marichal reside en que su investigación histórica, su voluntad didáctica, su habilidad pedagógica y su propia crítica literaria,  en la práctica docente, están llenas de amor; amor al ser humano, en general, y al que se expresa en castellano, en particular.

Su discurso va enriquecido por una pertinaz introspección en la vida y en el alma de los pueblos, en su “intrahistoria”. Siempre que puede, cita de rondón, a don Miguel de Unamuno. Lo cita, si cabe, más que a Ortega o a Giner de los Ríos. Por eso, decimos que don Juan Marichal es nuestro Unamuno particular. Con su doble tragedia personal a cuestas (el largo exilio y la muerte prematura de su hijo Miguel), don Juan “unamuniza” y engrandece todo lo que toca.

En la prodigiosa asignatura Humanties 55 hay una línea argumental finísima, casi imperceptible en el día a día, que deja un poso potente al final del curso. Las lecciones rezuman erasmismo, disidencia, compasión, heterodoxia, amor a la creación, a la imaginación y, por encima de todo, a la libertad. Presenta a los autores casi en parejas antagónicas o complementarias: San Juan de la Cruz y Santa Teresa, Quevedo y Góngora, Lope de Vega y Calderón, Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez, Machado y García Lorca, Borges y García Márquez…

Sólo Cervantes y Unamuno –y no por llamarse ambos don Miguel- le merecen clases únicas, exclusivas. Los apuntes ya amarillentos de esos días me ponen aún la carne de gallina. Don Juan –un día cervantino y otro unamuniano- se debate entre ambos, los vive, los pregona, los goza y los sufre compasiva y agónicamente. Y en ambos ve el dolor y el clamor de las dos Españas: la que vence y la que convence , parafraseando a Unamuno.

Vemos la tensión y el miedo que produce esa dualidad desde el Mío Cid (frontera móvil, exterior) hasta nuestros días (frontera fija, interior):  cristianos y musulmanes, cristianos viejos y cristianos nuevos, eclesiásticos bélicos (inquisidores, en latín) y evangélicos (erasmistas, en castellano), ortodoxos y disidentes, conquistadores y conquistados, católicos y protestantes, dominicos (aristotélicos)  y agustinos (platónicos), conservadores y liberales, nacionales y republicanos …

Y nos pone mil ejemplos. Fray Luis de León (nieto de conversos perseguidos en Belmonte) ganó su cátedra a un dominico (próximo a la Inquisición) que le denunció por ser un profesor “afecto a novedades”.  ¡Qué denuncia tan tristemente española!

Nos desmenuza la lengua y nos sorprende con las influencias de la frontera móvil Norte-Sur, desde Asturias a Granada.  (¿Acaso hay algo más español que el “olé” de las tardes de toros? Pues viene de “Alá”).  Indirectamente, hace guiños a los “WASP (blancos, anglosajones y protestantes, que son mayoría entre los alumnos) con la mezcla de inmigrantes en EE.UU. y su frontera móvil Este-Oeste (“go west!”).  Y también se gana a los judíos y musulmanes norteamericanos con la rica acumulación cultural del “melting pot” de España, Sefarad y Al Ándalus.

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Como buen sabio y erudito de mil disciplinas, don Juan es modesto, muy trabajador y extremadamente austero. Los piropos le turban. Si viviera y leyera esto que escribo hoy, con tanto cariño y nostalgia y a modo de obituario incompleto, me impediría publicarlo y me llamaría “aleluyero” o, peor aún, “¡periodista!” por exagerado. Pero, en lo que a su sabiduría, pedagogía, humildad y timidez se refiere, me quedo corto.

Don Juan tiene arranques de ira, eso sí, pero en defensa de valores –hoy casi desvanecidos- como la integridad, el rigor intelectual, la investigación seria, no sesgada, la exigencia de calidad, el desprecio por la riqueza material, el trabajo duro, sin descanso, o la búsqueda de la excelencia.

Un día, comparando la literatura de Miguel de Cervantes, de Benito Pérez Galdós y de Gabriel García Márquez, exclamó:“Siento una enorme vergüenza al decirles que a García Márquez nunca le permitieron la entrada en los Estados Unidos”. El agradecimiento a su tierra de acogida (tenía pasaporte estadounidense) no le impide criticar con firmeza la política de Washington contra uno de los mayores escritores vivos en lengua castellana.

Claro que don Juan no es perfecto. Es un ser humano excepcional, muy especial, también en el sentido de raro, y, quizás, excesivamente estricto. Marcado por el exilio, “transterrado” lejos de su añorada España, que idealiza sin remedio desde la lejanía, el maestro tiene un perfil algo triste y, a veces, doliente, casi agónico. Le gusta reír, pero es tacaño con la risa. Todo lo contario que su esposa Solita Salinas, una sonrisa viviente.

Don Juan es delgado, enjuto y tiene bastante nervio pero parece físicamente frágil y se mueve con esa torpeza que solemos atribuir a los sabios despistados. Y como catedrático durante más de treinta años, y gran académico, no se priva, desde luego, de sentir los celos típicos de una profesión de envidiosos. Ataca a algunos de sus competidores con ironía compasiva (“cervantina”), no exenta de cierta soberbia intelectual, pese a su modestia aparente. Insobornable y cabal, critica duramente a los intelectuales que cree que se han vendido al poder o a intereses económicos. Tampoco se priva de lanzar contra ciertos colegas anécdotas humorísticas de pellizco de monja, dignas del peor Quevedo, que prometo no contar.

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Juan Marichal y JAMS en Cuernavaca, Mexico.

Por sus enseñanzas compruebo que la guerra “incivil” española nos cortó de raíz los grandes troncos de nuestra cultura: los maestros y líderes intelectuales y morales de referencia. Gruesos olivos poéticos, que acumulaban y trasmitían cultura milenaria, como Antonio Machado, Federico García Lorca o Miguel Hernández, fueron segados de golpe. Otros tuvieron que huir o fueron represaliados.  Perdimos la crema de España. Y volvió, otra vez, la secular tensión interior que Marichal llama “la frontera interior”. ¿Frontera imprecisa entre las dos Españas de siempre? ¿Acaso no sufrieron persecución, destierro o cárcel San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Quevedo, Jovellanos, Goya o Blanco White?

Durante la Dictadura, huérfanos de maestros en aquel prolongado y negro paréntesis de “frontera interior”, vimos, a escondidas, algunos brotes meritorios de aquellos troncos.  Pero en España no pudimos oír, ver ni leer a los exiliados como Pedro Salinas (padre de Solita, esposa y auténtico motor de Marichal), a Américo Castro (maestro de Marichal), a Vicente Llorens, a los tres grandiosos Pablos (Casals, Neruda y Picasso) y a tantos otros grandes.

La Universidad de Harvard cuenta entre sus glorias con el profesor Marichal. Y Marichal, durante décadas, acoge y mima a todos los españoles e hispanoamericanos que acudimos a él. Sus aulas, la Kirkland House (a la que ambos estamos afiliados) y su casa (con bandera republicana, naturalmente, y motivos canarios) son lugar de peregrinación, casi de culto, para quienes buscamos raíces literarias, históricas, políticas, vitales y –como no- el entronque con un pasado más libre, creativo y digno, alejado de la vergüenza, la humillación y la miseria de la Dictadura de Franco o de las dictaduras latinoamericanas.

En privado, don Juan habla poco y pregunta y escucha mucho. Le complace compartir lo que Giner de los Ríos llamó “el santo sacramento de la conversación”. Qué buenas tertulias montan Juan y Solita con invitados de categoría (Octavio Paz, José Ferrater Mora, Raimundo Lida, Josep Lluis Sert o Vicente Llorens) mezclados con jóvenes estudiantes, como yo mismo, o el matrimonio Francisco Ros (más tarde secretario de Estado de Telecomunicaciones) y Clemen Millán (luego profesora titular de Literatura de la UNED).

Por eso decimos que de las manos de Juan Marichal y de Solita Salinas sale otra España y otra Latinoamérica de las que podemos presumir y no sin razón.  Los Marichal-Salinas nos tienen en acogida generosa y cálida, en su particular isla hispana anclada en Cambridge, un refugio para estudiantes en el corazón universitario del imperio norteamericano.

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Después de escucharle, se nos hace muy difícil volver, sin más, a nuestra Facultad. Sus clases nos empujan a hacer novillos en nuestra especialidad.  ¡Qué le voy a hacer! Cuando salgo del aula de Marichal, contagiado por su pasión por los grandes escritores en lengua castellana, cruzo el Harvard Yard, camino de las clases de Federalismo Fiscal, con mi tutor Samuel Beer, y me paro en seco al pie de la escalinata de la descomunal Widener Library. (“Ahí están todas las traducciones del Quijote”, nos ha dicho don Juan, “y hasta el manuscrito de Fortunata y Jacinta”).

Mi duda es razonable: hacer novillos, entrar en la biblioteca y leer al autor del día, elegido por Marichal, o seguir mi camino hacia el despacho del simpático profesor Beer (ex ayudante de Rossevelt, lleno de ricas anécdotas) y mejorar mi tesina de Nieman Fellow.  Más de un día, -lo reconozco- el placer superó al deber y me encerré en aquella inmensa biblioteca, la catedral de los libros, en el área de lengua española. Me di a la lectura. Y a esas lecturas, gracias a la guía del maestro, debo mucho de lo que soy y de lo que pienso.

En la primavera de 2007, tres años antes de su muerte, visité a don Juan en su casa de Cuernavaca, México, con su hijo Carlos. Le encontré, con 85 años, muy delicado de salud. Ambos sabíamos que ese podría ser –como fue- nuestro último encuentro. Al despedirme, le abracé emocionado y le ayudé a sentarse en su sillón. Cuando yo estaba a punto de salir, ya en la puerta de su sala de estar, el profesor Marichal, con la mirada algo perdida en sus estanterías de libros, pronunció con su antigua voz, fuerte y grave -la misma voz, reconocí, que utilizaba 30 años atrás en sus clases de Humanities 55-, las célebres palabras de don Manuel Azaña:

“Paz, piedad, perdón”.  

Nunca sabré a qué se refería, por qué me lo dijo ni en qué pensaba, con esa mirada perdida en los libros y su salud tan frágil.  Pero, como en el curso 1976-77, el profesor Marichal consiguió, una vez más, lo que solía lograr con sus clases. Lo consiguió, sí: me dejó descolocado, perturbado, y, como siempre, … me obligó a pensar.

¡Maestro!

FIN

 

 

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5 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Erik

    Maravilloso. Gracias.

    05 marzo 2012 | 05:07

  2. Dice ser Pacodelcamino

    JAMS,
    muchas gracias por permitirnos leer esta bella página.
    Sólo recordarte que en tu querida Almería, allá en el verano de 1970 durante mis prácticas de IPS en San Viator, un buen librero, del que desgraciadamente no recuerdo el nombre, me permitía en la trastienda de su librería traspasar esa “frontera interior” a la que aludía tu maestro. Así, gracias a ese anónimo librero, pude conocer y poseer libros de autores de los que había oído pero no leído, y cuyos volúmenes luego si fueron leídos por mis hijos con total libertad.

    05 marzo 2012 | 18:47

  3. Excelente artículo, cada vez me deleito con lo que publican en este blog, un saludo

    13 marzo 2012 | 23:01

  4. Dice ser dweb3d

    Muy buen articulo, me gusta mucho la manera en la que escriben, espero visitar su blog mas a menudo

    14 marzo 2012 | 04:08

  5. muy buen articulo amigos… me gusto este y el de baltazar garzon, articulos bastante buenos.. espeor sigan publicando buena informacion en este blog :)

    15 marzo 2012 | 13:46

Los comentarios están cerrados.

Lo llaman Democracia y no lo es. ¡No lo es!

¿Cuando se jodió la Democracia en España?

España está, no solo geográficamente, entre Marruecos y FranciaTenemos una democracia treintañera, joven y débil si nos comparamos con los vecinos del Norte; madura y fuerte, si lo hacemos con los vecinos de Sur. No nos conviene perder la perspectiva. Y estamos infinitamente mejor, en todos los aspectos de la vida, que hace 40 años.

El príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, junto al dictador Francisco Franco
El príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, junto al dictador Francisco Franco

Desde que murió en la cama el ominoso dictador Francisco Franco, en 1975,  hemos ido ido avanzando y ascendiendo. Azaña diría que «adelantabamos la civilización en España».  Con mucho miedo y algo de concordia, convertimos la Dictadura en Democracia. Sin embargo, ahora tengo la impresión, quizás por la edad, de que vamos hacia atrás, como los cangrejos, y hacia abajo, como los perdedores. 

(Recomiendo vivamente el artículo que publica hoy Joaquín Estefanía en la página 33 de El País, «La debilidad de la democracia«)

¿Desde cuando se está debilitando la democracia en España? O bien, como diría Zabaleta, si saliera de la excelente novela «Conversación en la catedral» de Vargas Llosa:

¿Cuando se jodió la Democracia en España?

El día de la abdicación de Juan Carlos I, la Puerta del Sol estuvo llena de jóvenes con banderas repúblicanas.
El día de la abdicación de Juan Carlos I, la Puerta del Sol estuvo llena de jóvenes con banderas repúblicanas.

El día de la abdicación o claudicación de Juan Carlos I, escuché a miles de jóvenes cantar, a grito pelado, en la Puerta del Sol.  Uno de los estribillos más repetidos era éste:

«¡Lo llaman Democracia y no lo es. No lo es!»

Al escuchar anteayer a Felipe González defender tan ardientemente a Vicente del Bosque y a La Roja, tras la derrota humillante en Brasil, tuve la sensación de que el ex presidente hablaba de sí mismo y defendía su propia historia. Está en su derecho.

El líder del PSOE, con los platos que le cocinaba Alfonso Guerra, llevó a España a las más altas cimas de la modernidad y de la democracia. Un ejemplo mundial.  Pero perdió la gracia… y el poder. Y salió corriendo, como gato escaldado, por la gatera del Palacio de la Moncloa… y de la historia.

En 1996, Felipe González, seleccionador de un partido centenario, fue derrotado no por Holanda -gran selección, subcampeona del mundo- sino nada menos que por José María Aznar, ese «hombrecillo insufrible» (como le llama Manolo Saco).

¿Se puede caer más bajo?

Me puse a hacer memoria, esa traicionera. Felipe González levantó la copa de su Mundial en el glorioso año 1992 (Juegos Olímpicos de Barcelona, Expo de Sevilla). Como en la comunión de la niña, tiramos la casa por la ventana, en plena crisis. El cava del 92 perdió las burbujas y nos dejó una resaca espantosa.

Mariano Rubio, aquel que firmaba los billetes del Banco de España, se lo llevaron los guardias a la cárcel por llevarse los billetes a casa. Y Luis Roldán, el jefe de los guardias, también se llevó los billetes … ¡de los huerfanos! La jefa del Boletín Oficial del Estado, robaba el papel. Miguel Boyer Salvador, fue ministro de Hacienda por parte de padre y delincuente financiero por parte de madre. En la cuentas pecaminosas de Ibercorp y Sistemas Financieros aparecía como Miguel B. Salvador y en los decretos del BOE lo hacia como Miguel Boyer.

Estos pequeños detalles eran la punta del iceberg de la corrupción rampante que se extendía también por ayuntamientos y comunidades autónomas gobernadas por el PSOE, el partido de mis padres y en el que yo había depositado tantos votos y tantos sueños…

La financiación ilegal, el trueque de favores por licencias, el nepotismo/enchufismo, las recalificaciones urbanísticas opacas y/o delictivas, el engreimiento/soberbia de las élites, el alejamiento de los ciudadanos, la pérdida de los valores éticos del socialismo solidario, el triunfo del capitalismo de hojalata y del «pelotazo», de Mario Conde, de los Albertos, la descomunal crisis bancaria, la crisis económica de efectos retrasados por los fastos del 92… Desde luego, no hubo una sola causa ni tampoco una fecha exacta.

En las elecciones generales del 93, me tocó hacer las entrevistas a los canditados presidenciales en Televisión Española. Felipe aún parecía imbatible. Se juntó con el juez Baltasar Garzón -mister Proper, le llamabamos- porque prometía limpiar la mierda acumulada en la vida política. Ese año fue la última vez que le voté, tapándome la nariz. Fue un error.

Felipe González, rendido ante la princesa.
Felipe González, rendido ante la princesa.

Si hubiera perdido en el 93, Felipe González aún habría salido por la puerta grande de la historia y a hombros.  ¿Quien sabe? Sin embargo, siguió arrastrándose tres años más por el fango político. En las elecciones generales del 96, la carroza de oro de Felipe ya se había convertido en calabaza. Aznar, el «hombrecillo insufrible», le tumbó.

La derecha tenía hambre de balón. Mucha hambre. Desde la muerte de su admirado dictador había estado agazapada y temerosa, mientras el centro democrático de Adolfo Suárez desmontaba el franquismo y, a la vez, construía los cimientos de nuestra democracia.

Cuando llegaron al poder, los populares se pusieron las botas. «Mientras dure…», debieron pensar. En cuestiones de corrupción política y económica, la derecha es mucho más hábil y sabia, por costumbre, y menos cutre, que la izquierda. Las veredas de la corrupción socialista ya estaban trazadas. Se ampliaron con Aznar, con Zapatero y con Rajoy.

Haceindo la cuenta de la vieja, la Democracia española lleva, más o menos, 20 años haciendo agua. Vamos hacia atrás y hacia abajo. Los jóvenes republicanos de la Puerta del Sol sabían muy bien lo que cantaban en día de la claudicación del Rey:

«¡Lo llaman Democracia y no lo es. No lo es!»

También cantaban, con la música de Guantanamera:

«¿Quién te ha votado/

Felipe, ¿Quién te ha votado?/

¿Quién te ha votado?»

La Policía "escolta" a los republicanos de Montera a Tirso de Molina.
La Policía «escolta» a los republicanos de Montera a Tirso de Molina.

Por si quedaba alguna duda de que, en efecto, lo llaman Democracia y no lo es, anteayer, esos jóvenes republicanos no pudieron cantar el mismo estribillo en la esquina de Montera con Sol, donde la Policía les mantenía «escoltados» para llevarlos a Tirso de Molina, más lejos de la procesión monáquica de Felipe VI.  La razón: «Para evitar conflictos, como se separan a los hinchas del Real Madrid de los del Barça». Pero -¡oiga!- esto no es un partido de fútbol sino el nombramiento del jefe del Estado, de mi Estado, y tengo todo el derecho a opinar, a expresarme y a manifestarme a favor o en contra.

No les dejaron cantar. (Me recuerda mi juventud en tiempos de la Dictadura). Los jóvenes y los viejos se pusieron a silbar la música, tan pegadiza y popular, del Guantanamera. Todoso conocíamos la letra prohibida que yacía bajo los silbidos.

¿Quien te ha votado?

Felipe ¿Quien te ha votado?

¿Quien te ha votado?

Algunos polícias no pudieron evitar guardar la porra y echarse a reir. Debo reconocer -lo cortés no quita lo valiente- que la policía nacional que yo vi el día de la coronación de nuevo Rey se portó bien, dentro de lo que cabe, cumplió las órdenes de Rajoy con su mejor cara. La Policía se portó mejor que el Gobierno que la mandó reprimir la libertad de expresión.

Y la Policía, con la sonrisa en los labios,  dejó silbar Guantamera a los republicanos. Silbaban con tanta emoción como si se tratara del mismísimo himno del Riego.

¿Quien se atreve a poner puertas al campo? No se enteran.

A mi me gusta más escribir con las plumas que me prohiben...
Esta es mi colección de plumas…

Como a Joan Manuel Serrat (que le gusta más cantar en la lengua que le prohiben), a mi me gusta más escribir con las plumas que me prohiben. ¿Y silbar Guantamera? ¡No digamos!

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Algo muy grave. Acabo de escuchar en La Sexta a la delegada de Rajoy en Madrid, Cristina Cifuentes.  Si no fuera por la mala fe y las intenciones políticas premeditadas del Gobierno de Rajoy, al prohibir los derechos constitucionales de expresión y manifestación, pensaría que esta señora es tonta de remate. Resultaba patétcio escuchar sus mentiras patentes, mientras veiamos a la policía prohibiendo el paso a una joven por llevar un pin republicano en la solapa.

Su lenguaje ha sido premeditamente guerracivilista y extremadamente peligroso. Habló de «evitar actitudes que persiguen la confrontación», » de no propiciar el enfrentamiento», «evitar el conflicto». Creo que la señora Cifuentes debería dimitir mañana mismo, sobre todo por haber ultrajado a la Policía, que sigue las órdenes del Gobierno. Ha dicho que la Policia actuó por su cuenta al pedir a los ciudadanos que retiraran «voluntariamente» las banderas republicanas de sus balcones.

Como pienso que los líderes del PP no son tontos de remate, debo admitir que lo que hecen es premeditado, para meter miedo en el cuerpo a los ciudadanos y dar la impresión -como trata Esperanza Aguirre-  de que son los republicanos los violentos que pretenden «volver a las andadas». Afortunadamente, sus pervesas intenciones no han colado.   Los que violentan la Constitución son los gobernantes del PP.

Rajoy contra Felipe VI: No cabemos todos

Con amigos como Rajoy, Felipe VI no necesita enemigos. Menudo favor le hizo ayer el presidente del Gobierno conservador a los republicanos españoles al conculcar la Constitución, en sus derechos fundamentales de expresión, reunión y manifestación. Con estas actitudes represivas, y de marcha atrás en la democracia, crecerán inevitablemente quienes demanden más democracia…

Concentracion-Republicana-proclamacion-Olmo-Calvo_EDIIMA20140620_0117_13Mientras el flamante Rey decía ante Las Cortes con palabras -seguramente de buena fe- que en la España que él quería «cabemos  todos», la policía de Rajoy nos demostraba con hechos, con violencia gratuita e innecesaria, que en su España no cabemos todos.

Rajoy prohibió la concentración republicana pacifica en la Puerta del Sol (que cerró a cal y canto) así como lucir símbolos republicanos. Los siete detenidos por entrar en Sol con símbolos republicanos han salido hoy en libertad con cargos. ¿Qué cargos? Ahora dirán que eran «violentos». Como querían demostrar al cercenar el derecho de reunión y expresión… y, de paso, meter miedo al  público.

Vestringe, ex diputado de Alianza Popular, detenido con camiseta republicana.
Vestringe, ex diputado de Alianza Popular, detenido con camiseta republicana.

¿A qué tienen nuestros gobernantes tanto miedo?

Desde luego, empezamos este nuevo reinado, en el Reino de la Impunidad, con muy mal pie. Para colmo, Rajoy y Rubalcaba le buscan ahora aforamientos extravagantes y urgentes (penal y civil) al ex Rey Juan Carlos I a quien, no se por qué arbitrariedad, siguen manteniendo el título de Rey.

Ya tenemos dos reyes para confusión y menosprecio del auténtico.

La bandera repulbicana no cabe en este Reino.
La bandera repulbicana no cabe en este Reino.

Además, aquí tenemos miles de aforados privilegiados mientras en los paises serios de Europa (Francia, Italia, Alemania, etc.) tienen media docena o ninguno.

¡Pobre Felipe VI con esta herencia envenenadaNo parece mal hombre. Y es de agradecer que haya reconocido que quiere «una Corona integra, honesta y transparente».  Ya veremos. 

Sabemos que su padre ganó muchos puntos al delvover al pueblo los poderes ilegitimos que heredó del dictador Francisco Franco.

La Policía "escolta" a los republicanos de Montera a Tirso de Molina.
La Policía «escolta» a los republicanos de Montera a Tirso de Molina.

Pero también sabemos que, sobre todo en los últimos años, su Corona no estuvo precisamente decorada por las virtudes que ahora pide su hijo para la suya: integridad, honestidad y transparencia. Todo lo contrario.

A las 12:45 pude lucir mi bandera en Sol hasta que vino la Policía a por ella. La guardé a tiempo.
A las 12:45 pude lucir mi bandera en Sol hasta que vino la Policía a por ella. La guardé a tiempo.
A este no le quitaron la bandera inconstitucional con la "gallina" de Franco
A este no le quitaron la bandera inconstitucional con la «gallina» de Franco

¡Qué lástima que le haya tocado reinar con este Gobierno, con estos partidos políticos y con este sistema judicial (al que ni siquiera mencionó) tan desprestigiados. Los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) , del que Felipe VI es el jefe simbólico, están por los suelos. Por eso, su discurso, frío y tedioso, me pareció una oportunidad perdida.

Afortunadamente, Felipe VI no tiene el poder que tuvo su padre para cesar al presidente franquista Carlos Arias y sustituirle por Adolfo Suárez para desmontar el franquismo.

No podemos ni debemos pedirle que se salte la Constitución. Faltaría más. Pero, al menos, tiene legalmente la palabra y tiene los gestos. Si quiere tener un comportamiento distinto a de su padre, podría empezar renunciando, por ejemplo, a su sospechoso privilegio de  inviolabilidad en la próxima reforma de la Constitución

A petición del público, la policia pidió a esta señora franquista que "no provocara y guardara su bandera" en la Plaza de Oriente. Ella respondió que el nuevo Rey estaba allí gracias a Franco. No le faltaba razón.
A petición del público, la policia pidió a esta señora franquista que «no provocara y guardara su bandera» en la Plaza de Oriente. Ella respondió que el nuevo Rey estaba allí gracias a Franco. No le faltaba razón.

 

Una valiente "Mariana Pineda" luce un modelo con lindos colores republicanos en su balcón de la calle Felipe V.
Una valiente «Mariana Pineda» luce un modelo con lindos colores republicanos en su balcón de la calle Felipe V.

El nuevo Rey perdió ayer una oportunidad histórica para para dar esperanza a los desesperados, para emocionar con su palabra y con sus gestos. Todo fue demasiado color rosa y cargado de almíbar. Una coronación empalagosa y con decorados (como los de la zarina Catalina) pagados con dinero público. Todo muy apropiado para la revista Hola y no para los 6 millones de parados y muchos más millones de decepcionados con la deriva que llevan los dos grandes partidos políticos que, en El Jueves, llaman PP-SOE.

No pueden poner puertas al campo. La libertad de expresión se cuela, con imaginación, por las rendijas que dejan sus represores.
No pueden poner puertas al campo. La libertad de expresión se cuela, con imaginación, por las rendijas que dejan sus represores.

El miedo a la libertad lleva a los gobernantes del PP a situaciones tan ridículas como esta: la Policía impide el paso a una joven porque lleva una chapa en la solapa con los colores de la bandera constitucional de la II República Española, aniquilada por un golpe de Estado y una Dictadura militar de casi 40 años. Video publicado por El Intermedio en La Sexta:

http://twitpic.com/e6jrug

 

 

 

 

 

 

Felipe VI, primer militar en el Congreso despues de Tejero

Que el nuevo Rey entre mañana en el hemiciclo de Las Cortes vestido con uniforme militar es un pésimo gesto que, algún día, le pasará factura. Un error garrafal. Basta con recordar que Felipe VI será mañana el primer ciudadano español que subirá a la tribuna del Congreso de los Diputados con ropa militar después de que el 23-F lo hiciera, pistola en mano, el golpista teniente coronel Tejero y su gente

Tte. Ccornel Tejero, último militar en la tribuna del Congreso antes de Felipe VI.
Tte. Coronel Tejero, último militar en la tribuna del Congreso antes de Felipe VI.

Mal precedente. ¿Se quiere recordar precisamente al pueblo español aquel hecho terrorífico luciendo mañana estrellas de capitán general?

El nuevo Rey debería jurar o prometer la Constitución vestido de civil y rodeado de civiles. Es lo suyo. Para empezar con buen pie.

Y luego podría presidir los desfiles o paradas militares o la recepciones cortesanas en el Palacio Real vestido de militar o de lo que le plazca. A cada uno lo suyo.

 

mafalda monarquia

Me gusta más ir a las «manis» que me prohiben

Parece mentira (con lo lista que parece) que la señora Cifuentes, delegada de Rajoy en Madrid, haya prohibido la concentración en la Puerta del Sol solicitada por la JER (Junta Estatal Republicana) para pasado mañana.

Con la camiseta repúblicana del Mundial.
Con la camiseta republicana del Mundial.

¿A qué tienen miedo? Comprendo que desautorice una marcha que pueda cruzarse, a la misma hora, con la comitiva del nuevo rey Felipe VI. Respetando la libertad de expresión y manifestación, conviene que evitar cruces, provocaciones y/o choques innecesarios entre los derechos de unos y de otros. No comprendo, en cambio, que prohiba una concentración republicana en la Puerta del Sol por donde no está prevista la procesión monárquica.  A menos que la señora Cifuentes sea republicana y, con esta prohibición, quiera hacer un favor a nuestra causa.

Yo diré como el grandísimo Joan Manuel Serrat. Las autoridades franquistas le prohibieron cantar en catalán en un concurso intenacional (no recuerdo si fue Eurovisón u otro del estilo). Serrat canta igual de bien en castellano y en catalán. Cuando le preguntaron en qué lengua le gustaba más cantar, respodió sabiamente:

«Me gusta más cantar en la lengua que me prohiben».

Yo digo lo mismo  que Serrat:

«Me gusta más ir a las manifestaciones que me prohiben. Por eso, el jueves iré a la Puerta del Sol con mi camiseta del Mundial. Claro que si, al final, el Gobierno permite la concentración republicana, a lo mejor me quedo en casa. ¿A qué tienen tanto miedo?» 

Como decía J.F. Kennedy, citando F.D. Roossevelt:

«Solo hay que tener miedo al miedo mismo».

Aprendí esa anécdota mi profesor Samuel Beer, tutor de mi tesina en la Universidad de Harvard. Un día preguntó en clase a quien atribuíamos la famosa frase anterior sobre «el miedo al miedo mismo».  Unos señalaron a Kennedy y otros a Roosevelt.

«Ninguno de los dos fue el autor original de tal frase. Y se lo que digo porque fui yo mismo quien la introdujo en aquel celebre dircurso del presidente Roosevelt».

Pues eso: «Solo debemos tener miedo al miedo mismo. ¡El jueves vamos a Sol!». 

Concentración republican en la Puerta del Sol, sin incidentes, el dia de la abdicación del rey Juan Carlos.
Concentración republicana en la Puerta del Sol, sin incidentes, el dia de la abdicación del rey Juan Carlos.

 

Felipe acelera que (sin prisas) viene la Tercera

En vísperas de su coronación, incapaz de atisbar la fragilidad de su inminente empleo, el futuro rey  Felipe VI ya empieza a cometer errores garrafales.  El principal es, sin duda, aceptar el cargo, ante Las Cortes civiles, vistiendo uniforme de gala de capitán general de los Ejércitos. Cuando los seres vivos  (o las instituciones) cambian de piel es cuando más se nota su fragilidad.

Entendí que su padre vistiera de militar ante Las Cortes de Franco, en 1975 . Con el miedo que todos teníamos en el cuerpo, hasta lo celebré y lo aplaudí.  Aquel Ejército de Franco tenía, entonces, la imagen de sostén de la Dictadura y, por tanto, de enemigo del pueblo.  Sin embargo, al cabo de casi 40 años de democracia, el Ejército se ha ganado el afecto de los españoles. En las encuestas aparece como una de las instituciones más valoradas por los ciudadanos, por encima de los partidos políticos y de la propia monarquía. Ya no hay que temer a nuestro Ejército ni, por tanto, hacerle la pelota con uniformes de gala y condecoraciones propias de actos militares y no de actos civiles.

¿A qué viene, entonces, este gesto castrense tan inoportuno como innecesario e inamistoso?

¿Quiere el próximo rey chupar rueda de la popularidad que goza el Ejército o bien decir «aquí estoy yo» que soy útil por si hay otro golpe de Estado militar como el del 23-F?

¿Acaso no tiene el aún príncipe de Asturias quien le aconseje gestos sabios y prudentes, alejados del origen franquista-militar de la corona de su padre? ¿Quien le obliga a presentarse ante la soberanía popular vestido de capitán general? Su padre, que parece más pillo que él, debería aconsejarle que se presentara de civil ante Las Cortes. Para no asustar con  malos recuerdos…

Con la camiseta repúblicana del Mundial.
Con la camiseta repúblicana del Mundial.

Ya no estamos en el 6 de diciembre de 1978. Entre dictadura militar o monarquía parlamentaria, los españoles elegimos entonces esta última. «A la fuerza ahorcan…» dicen en mi pueblo. Era como elegir entre susto o muerte. Y, sabia y prudentemente, con la libertad recién estrenada, elegimos susto. Y, la verdad, es que no nos ha ido tan mal en los casi 40 años que van desde la muerte del dictador. Gracias, eso sí, al espíritu de la Transición y a la complicidad y el empuje de la mayoría de los españoles.

No tengo confirmación (solo rumores) de que la Iglesia Católica quiera también meter la pata ahora en la coronación del futuro Felipe VI con alguna misa, te deum, o cualquier otro «hocus pocus» o abracadabra mágico-religioso o poniendo, quizás, un crucifijo junto al texto de nuestra Carta Magna.  Sería el colmo. En un Estado aconfesional como el nuestro, veríamos otra vez, el altar y el trono, juntos, llevándonos hacia atrás en el túnel del tiempo…  ¿Qué pintan militares y curas  en actos tan puramente civiles como es la jura del futuro monarca ante la Constitución y los representantes del pueblo español?

Estos errores inciales, por muy insignificantes que parezcan,  no harán más que acelerar la llegada de la Tercera República. Si el futuro rey Felipe VI propiciara una reforma constitucional en toda regla y un referendum legal sobre monarquía o república lo ganaría con holgura. Estoy convencido de ello. Y tendría, a partir de entonces, toda la legitimidad que ahora le falta por el pecado franquista-original de su padre.

El día de la abdicación de Juan Carlos I, la Puerta del Sol estuvo llena de jóvenes con banderas repúblicanas.
El día de la abdicación de Juan Carlos I, la Puerta del Sol estuvo llena de jóvenes con banderas repúblicanas.

Cada año que pase, manteniéndose el status quo de desprestigio de la clase política, enquistada en el reino de la corrupción y la impunidad, el empleo del nuevo rey se irá haciendo más y más frágil. Y las esperanzas de cambio de los jóvenes se irán depositanto, sin prisa pero sin pausa, en los ideales siempre vivos de la Tercera República.

En su articulo “Monarquía y referendum”,  el profesor Javier Pérez Royo escribe en El País:

«El referéndum del 6 de diciembre de 1978 fue un acto de liquidación de las Leyes Fundamentales, pero no de legitimación de la Monarquía. Conllevaba la incorporación de la Monarquía a la fórmula de Gobierno que la Constitución establecía, pero no era esa incorporación lo que había sido objeto del debate constituyente y lo que específicamente se sometía a referéndum.

Esta es la razón por la que la Monarquía tiene una posición tan frágil en nuestro sistema político, como la reacción de pánico ante la abdicación del Rey ha puesto de manifiesto. Un órgano constitucional que no dispone de una legitimación democrática inequívoca está permanentemente amenazado de extinción. Y a una magistratura hereditaria, a estas alturas de la historia, la legitimación democrática solo puede proporcionársela un referéndum. La Transición como instancia legitimadora ha tenido una vigencia de 40 años, que no son pocos. Ya no da más de sí.»

Estoy de acuerdo con casi todo lo que dice. Pero no estoy de acuerdo con la afirmación de que la Transición ya no da más de sí. La Transición sigue viva y dará mucho más de sí porque está basada en el espíritu de diálogo, de consenso y de paz entre los españoles que tanta falta nos hizo durante siglos.

Nunca olvidaré el proyecto fabuloso del presidente Aldolfo Suárez cuando tenía que dar agua y, a la vez, cambiar las cañerías del Estado. Se resumía en esta frase, ya histórica: «De la Ley a la Ley, pasando por la Ley».  

Y que no nos diga el futuro rey Felipe VI que no tiene poderes para ello. Josep M. Colomer lo deja bien claro en su artículo «Como Italia», publicado en El Pais:

«De acuerdo con la Constitución española, el jefe del Estado puede destituir al jefe del Gobierno, disolver el Parlamento, convocar elecciones, nombrar un nuevo presidente del Gobierno, así como a los ministros que este proponga, presidir personalmente las reuniones del Consejo de Ministros, expedir los decretos gubernamentales, promulgar las leyes y, de acuerdo con el jefe del Gobierno nombrado por él, convocar referéndums sobre decisiones políticas de especial importancia. Se espera en general que el jefe del Estado use estas capacidades de acuerdo con los resultados electorales. Pero en una situación de emergencia —como sin duda es la española—, los poderes del jefe del Estado están para usarlos —como en el caso italiano— de acuerdo con la letra del texto legal.»

Lindos colores 14 de abril.
Lindos colores 14 de abril.

Así, legalmente, con ese mismo espíritu de la Transición, vendrá la Tercera República si el próximo Rey no espabila y no acierta al propiciar las reformas que su reino (el actual reino de la impunidad) necesita con urgencia.

Aunque soy republicano, no me importaría que acertara.

 

 

 

 

Arriba y abajo en la Inglaterra profunda

(Mis vacaciones en Inglaterra, y II)

Cartel anunciando la carrera de cerdos del domingo
Cartel anunciando la carrera de cerdos del domingo

La «Carrera de Cerdos» (Pig Racing) del próximo domingo es lo primero que ves en un cartel colocado en el pub-cantina-banco-oficina de correos-tienda para todo de Devonshire.

Llegamos con buen tiempo. En lugar de «nubes y claros», como dicen en España, aquí los meteorólogos hablan simplemente de «ratitos de sol«(«suny spells») . Los campos están «moteados por el sol» («sun dappled»). Entiendo por qué la carrera de cerdos se hace bajo techo. Para que la lluvia, tan amiga de estos lares, no estropee la diversión de los escasos pobladores que sobreviven, mal que bien, en la Inglaterra profunda.

Correos-banco-tienda-pub, etc. en Devonshire
Correos-banco-tienda-pub, etc. en Devonshire

Apenas hay montes entre Londres y Devonshire, al noroeste de Nothingham. Abundan los campos de colza. Mantos inmensos de flores amarillas a ambos lados de la M-1 North. Pasamos Leicester donde Ricardo III murió en batalla. Sus huesos reposan en un parking. Los pueblos de las Midlands lucen banderas nacionalistas de Inglaterra: blancas con la cruz roja de San Jorge. No se ven las del Reino Unido. Las casas son de piedra, musgo y ladrillo rojo.

Caballos con mantas frente a la "Vieja Casa del Vicario" de Wetton
Caballos con mantas frente a la «Vieja Casa del Vicario» de Wetton

Pese a saberlo de sobra, me sorprenden los nombres de las aldeas que coinciden con los que tantas veces vi en Nueva Inglaterra (EE.UU.). Claro que aquí no llevan la palabra «New» delante.  También se que los ingleses conducen por la izquierda, al revés que en el continente europeo. Sin embargo, eso no impide que me asusten los coches y camiones que parecen acometernos sin piedad por la derecha. Voy de susto en susto.

El te de las cinco lo tomamos con «scone» (galleta con nata y mermelada) en «The Old Vicarage», la antigua casa del cura de Wetton, convertida en excelente pensión «Bed and Breakfast» (cama y desayuno). La cena, en «Ye Olde Royal Oak», con pintas de Ale, me permite descubrir que en la Inglaterra profunda hay gastronomía propia (y muy buena), distinta de la variada y riquísima cocina india-pakistaní-árabe-africana de Londres. Y no digamos nada de la cerverza Ale a temperatura ambiente… Un cartel del Pub nos advierte que «No se permiten jodidas blasfemias».

Mapa mundi de las cervezas Ale y Lager
Mapa mundi de las cervezas Ale y Lager

Las caminatas por los senderos públicos que atraviesan los campos y los pueblos del duque son un atracón de verdes maravillosos, sorprendentes,

Arroyo en Davonsdale antes de la tormenta.
Arroyo en Davonsdale antes de la tormenta.

Para donde mires hay docenas de verdes distintos, color pastel, verde oliva, verde limón, albahaca… y muros milenarios de piedra serpenteando por los prados plagados de ovejas y vacas.

Muros milenarios en zig zag separan los rebaños.
Muros milenarios en zig zag separan los rebaños.
Verdes ingleses para todos los gustos. Musgo de siglos...
Verdes ingleses para todos los gustos. Musgo de siglos…
No te puedes perder. Hay carteles por los senderos que te avisan: "Pub a media milla"
No te puedes perder. Hay carteles por los senderos que te avisan: «Pub a media milla»
Puerta de entrada a los jardines del duque.
Puerta de entrada a los jardines del duque.

El land lord del Pub «The Devonshire Arms» nos desea «bon apetit» y nos explica un poco de historia.  Casi todo lo que han vistos nuestros ojos (casas, prados, rebaños) son propiedad del XII duque de Devonshire y marqués de Hartington («Cavendo tutus», reza su escudo de armas). Su mansión, que visitamos al día siguiente, sirvió de escenario a la serie «Orgullo y Prejuicio» de Jane Austen.

 

David y yo sobre el puente de Chatsworth. Al fondo, la mansión del duque.
David White y yo sobre el puente de Chatsworth. Al fondo, la mansión del duque.

Naturalmente, me compré una gorra, copia de la que usó el XI duque de Devonshire, muy conveniente para mi calva en el clima lluvioso de la región.

Con la gorra de XI duque. Las caballerizas, al fondo
Con la gorra de XI duque. Las caballerizas, al fondo.

El palacio de los duques (todo es cuidadosamente victoriano) se mantiene con lo que pagan los turistas que lo visitan, y con el alquiler que cobran para bodas, rodajes y todo tipo de reuniones y eventos.

A la entrada del palacio  no puede faltar el "Agua para perros". Es gratis. La embotellada se compra en la caballerizas.
A la entrada del palacio no puede faltar el «Agua para perros». Es gratis. La embotellada se compra en la caballerizas.

 

La aristocracia inglesa ya no es lo que era, pero aún se respira por doquier el clasismo que penetra sutilmente en todas las manifestaciones de la vida en esta Inglaterra profunda.  Pobres abajo y ricos arriba. Como hace tantos siglos. Comprendo que los habitantes de estos pueblos, perdidos entre prados verdes y rebaños sin esquilar, emigren a las ciudades.  Y yo, que procedo de los desiertos de Almería, sin duda volveré a este «verde que te quiero verde…»

arco iris

 

(Mañana no me pierdo el Teatro Globe de Shakespeare en Londres). Vale la pena.