El juez Baltasar Garzón (que pronto será repuesto en su juzgado por orden de la ONU) cabalga de nuevo. Y no se calla. Anoche, en 24 Horas de TVE, me emocionó verlo acusar de presunto genocidio a Israel por sus crímenes insoportables en Gaza. Faltan voces como la de Garzón para defender la justicia universal e impedir que se repita el Holocausto de los nazis contra los judíos y que ahora comente, sin compasión, el gobierno de Israel contra los palestinos. Con balas, bombas y hambre, Netanyahu mata, impunemente hasta ahora, por la cobardía y el cinismo de la Unión Europea y la complicidad culpable de Donald Trump. Mientras mi colega Xabier Fortes entrevistaba a Garzón, aparecían a la vez en la pantalla imágenes terribles, escalofriantes, del genocidio de Hitler y del genocidio de Netanyahu. Una junto a otra. Crímenes contra la Humanidad en color y en blanco y negro. TVE debería repetir esa entrevista en horas de máxima audiencia.

Mientras Garzón, sin pelos en la lengua, llamaba a los crímenes de Gaza por su nombre, recordé aquel Día de Acción de Gracias («Thanksgiving») de hace años cuando compartimos nuestro pavo con él, con mi maestro Juan Marichal, su esposa Solita Salinas, mi paisano Ángel Berenguer, mi colegas y amigos David White (de FT) y Al Goodman (de CNN) y otros corresponsales de la pandilla de mi chica. Por edad y sabiduría, le correspondió al profesor Marichal decir unas palabras de Acción de Gracias. Levantó su copa y dio las gracias principalmente al juez Garzón porque, en fechas hechas recientes, había conseguido detener al general Pinochet, cruel dictador de Chile, por sus crímenes contra la Humanidad. Las palabras de Marichal en defensa de la Justicia universal me estremecieron, me pusieron la piel de gallina. También a Garzón y a todos los presentes. Lamento no haber grabado o anotado el breve discurso de mi maestro. Como solía hacer en sus clases de Harvard, nos dejó a todos con la boca abierta y el corazón encogido.





