El miedo a ejercer abiertamente la libertad de expresión contra la degradación de la Democracia en EE.UU., por Trump y sus seguidores, lleva a promover una campaña de protesta sutil.
No hace falta decir quién.jams
Camiseta con protesta contra Trump escondida en la taza de café. El miedo al fascismo hace milagros.jams
«Fuck Trump» (Que te den o jódete Trump), en la taza de café.jamsEl famoso Smoky bear tampoco se libra de participar en la campaña contra el fascismo para salvar la Democracia que está en peligro en EE.UU.jams
Fundador de ’20minutos’, El Sol, La Gaceta, Doblón, Buenos Días (TVE). Director de TD-TVE. Redactor jefe de El País y Cambio16. Doctor en Ciencias de la Información por la Complutense. Nieman Fellow’77, diplomado por Harvard University. Profesor titular de Economía Aplicada, Universidad de Almería. Presidente de la J.R. del Parque Natural del Cabo de Gata. Medalla de Andalucía. Con la vista puesta en el retrovisor, como superviviente de secuestro, torturas y un fusilamiento simulado, por agentes armados de la Dictadura, vuelvo con este blog al ruedo periodístico. Pido la benevolencia de los jóvenes que no conocieron mi mundo y que, en ocasiones, creen de buena fe que la Democracia nos tocó en una tómbola.
Heminia Uroz, alcaldesa de Nacimiento (Almería) me invita a dar el pregón de las Fiestas en el pueblo de mi madre
«Hay razones del corazón que la razón no entiende». Creo de lo dijo Pascal. A mi me ha pasado este fin de semana -un golpe de nostalgia- al regresar al pueblo donde fui tan feliz. En Nacimiento (Almería) pasé muchas vacaciones de mi infancia y adolescencia. Al regresar, al cabo de tantos años, me han brotado hermosos recuerdos que me han hecho feliz… por unos días… seguidos. ¡Qué más se puede pedir! He pronunciado un pregón sentimental con palabras que salen del corazón más que del cerebro. Y he abrazado a viejos amigos y parientes. Gracias, vecinos de Nacimiento. Gracias, alcaldesa.
Con mis queridos primos Mati Bretones y Paco Escribano, que me acogieron en su casa de Nacimiento.
Varios vecinos me ha pedido copia del pregón. Con lo presumido que soy, no voy a privarles de ese texto. Ahí va:
Pregón de las Fiestas de Verano de Nacimiento de 2025
(8 de agosto 2025, 24:00 h. en la Plaza)
por José A. Martínez Soler
Ilma. Sra. alcaldesa, señores
concejales, queridos parientes y amigos, vecinas y vecinos del pueblo donde,
como diría Machado, “nací, no a la vida sino al amor”, en las orillas del río
Nacimiento.
Queridos paisanos de Nacimiento:
(No saludo a los forasteros porque
ya se sabe que nadie es forastero en Nacimiento. En cuanto llegan, ya son de
aquí. Tal es la hospitalidad y la generosidad de esta tierra.
Buenas noches a todas y a todos.
Tengo hoy el placer y el honor de
ejercer el viejo oficio de pregonero, para transmitiros un feliz encargo que me
han hecho la alcaldesa, Herminia Uroz Iglesias, y los concejales del
Ayuntamiento. Como dice muy bien la alcaldesa, “estas fiestas son una
oportunidad más para recordar y honrar nuestras raíces”. Y eso es lo que voy a
hacer.
Les agradezco mucho que se hayan
acordado de mí, siendo yo un hijo pródigo que ha pasado tantos años fuera de
Nacimiento.
Por tanto, por orden de la señora
alcaldesa hago saber a los vecinos y amigos de este rincón tan seductor, con
nombre de río y de alumbramiento, situado entre el parque natural de Sierra
Nevada y la alpujarra almeriense, la obligación que tenemos todos de participar
con alegría en las Fiestas de Verano de Nacimiento, cuyas maravillas tengo el
honor y el placer de pregonar hoy.
La verdad es que yo soy de aquí, en
un 50 por ciento. Procedo de los “Maúros” de Nacimiento. Mi otra mitad viene de
los “Camarillas” de Tabernas.)
Os diré que a mis padres les
separaba el agua. Habían nacido a pocos kilómetros de distancia. Sin embargo,
procedían de mundos muy distintos. Mi padre era de secano. Mi madre, de
regadío. Él, de Tabernas, un desierto al pie de la Sierra de los Filabres.
Ella, de Nacimiento, una vega alpujarreña, en el extremo oriental de Sierra
Nevada. El agua, escasa o abundante, marcaba el carácter y los sueños de ambos.
Mis recuerdos infantiles de las
vacaciones en Nacimiento están ligados, inevitablemente, al río que lleva el
mismo nombre que el pueblo y desemboca en el Andarax. Era nuestra principal
diversión. Siempre llevaba agua. Mucha o poca. ¡Qué impresión me ha causado hoy
verlo sin agua! Nunca antes lo había visto tan seco. Los niños hacíamos
barquitos con las hojas del cañaveral. Con palo mayor y vela vegetal. Navegaban
por los meandros del río. Nosotros seguíamos su rumbo corriendo hacia el
Molino.
De vez en cuando, brotaba un chorro
de agua que nacía allí mismo, en el Acebuche, en la Jaquetilla o en el Mojón,
en una u otra orilla, en una fuente casi espontánea, o nos llegaba como
descarte de una acequia. Animaba el caudal principal y aceleraba la travesía de
nuestros navíos. A menudo, cargábamos nuestros barcos con pasajeros condenados a
muerte: hormigas, saltamontes sin patas, moscas sin alas. ¡Qué crueldad!, ahora
que lo pienso.
En esos ocho hermosos caños llenaba yo los cántaros para la casa de la madre Julia.
Cuando llovía torrencialmente en la
sierra, salía el río. De cerro en cerro, avisaban con un cuerno (como el shofar
judío) o una caracola para dar tiempo a retirar del cauce a las bestias, los
carros y los aperos de labranza. Dos veces lo vi salir. En septiembre, por San
Miguel, antes del volver al colegio. Era imponente. Toneladas de agua roja,
terrosa y sucia bajaban a gran velocidad. Con una fuerza implacable, arrastraba
y arrasaba troncos, ramas, animales y todo lo que pillara en su cauce. Lo raro
es que, a la orilla de aquel río salvaje, lucía el Sol. La tormenta caía en la
sierra.
Me contaron que, entre el desagüe
de la fuente y el Molino, se salvó un hombre agarrado, a vida o muerte, al
tronco de un gran árbol caído. La corriente quería llevárselo hasta el mar,
convertido en cadáver. No le dio tiempo a recuperar a su cabra y se salvó de
milagro. A la sombra del inmenso castaño de Indiase, entre el bar de Benito y
la casa de mi primo Miguel, oí decir: “A ese le pilló el toro”. Un toro de
agua. Sí. Furioso. También dijeron que nunca se le quitó la cara de susto.
Lo que más diferenciaba a Tabernas
de Nacimiento era el tiempo que tardaba en llenarse un cántaro en sus fuentes.
Mas de media hora en uno y apenas un minuto en el otro. La fuente de
Nacimiento, con ocho caños hermosos, de casi dos pulgadas de diámetro, llenaba
los cántaros y la pileta en un santiamén. El agua sobrante iba a las acequias
de las huertas feraces que bordeaban el río.
Los caños están hoy secos. ¡Qué dolor». Por la sequía de los últimos cuatro años y por el riego de los invernaderos que han puesto río arriba.
No tengo palabras para ensalzar las
excelencias de esta tierra y no quiero convertirme hoy en el abuelo “cebolleta”
que cuenta sólo sus batallitas de infancia para demostrar que “cualquier tiempo
pasado fue mejor”. El pasado nos parece mejor sencillamente porque éramos más jóvenes
y teníamos la vida por delante. Y,
quizás, porque hacíamos más cosas divertidas y con más frecuencia que ahora.
La alcaldesa me regaló copia de documentos manuscritos de mis antepasados
Yo hablo mucho de Nacimiento a mis
hijos y nietos. Somos nuestra memoria. Y este pueblo lo tengo grabado en mi
corazón. Incluso dediqué unos párrafos en mi libro de memorias (“La prensa
libre no fue un regalo”) a la vega de Nacimiento y al desierto de Tabernas. Como
os he dicho, mi padre (José, el del cemento) era de secano, donde el agua, y no
el tiempo, es oro. En cambio, mi madre (hija de Isabelica, la “Maura”), guapa,
lista y simpática, era de regadío. Ella era de aquí. Y presumía de la fuente
inagotable de este pueblo. Mi padre bromeaba con que mi madre parecía “tonta de
nacimiento”. O sea, por partida doble. Ella le respondía, con risas, “pura
envidia” y celebraba las vegas feraces y los caños inagotables de la fuente de
Nacimiento, o los brotes de agua cristalina del manantial del Acebuche o del
Mojón, con los que soñaban todos los taberneros para sus ramblas de secano.
Ante la imagen de La Inmaculada (mi madre la llamaba La Purísimo) que se compró con el dinero recaudado por la obra teatral «Morena Clara» protagonizada por mi madre, Isabel Soler García.
Raro era el día que no saliera
Nacimiento en nuestras conversaciones. Mi hermana Isabel y yo nos divertíamos
mucho recordando las anécdotas familiares de Nacimiento. Cuando falleció mi
madre, a los 84 años, publiqué su obituario en La Voz de Almería con el título
“Adiós, Morena Clara”. Lo contaré para que se sepa: la estatua de la Inmaculada
que hay aquí al lado, en la Iglesia de Nacimiento, se compró con la recaudación
de su obra de teatro favorita: “Morena Clara”, personaje que mi madre
interpretó, en los años cuarenta, junto a la Iglesia, ante las autoridades
locales (el maestro, el alcalde, el cura, el sargento, el farmacéutico, etc.).
Lo hizo con tal éxito de crítica y público que, desde entonces, fue comparada
en Nacimiento con la famosa actriz Imperio Argentina y heredó, por derecho, el
nombre de su personaje.
Con la vejez, fue perdiendo la
memoria, pero nunca olvidó su éxito artístico en el improvisado teatro de
Nacimiento, ni tampoco el descaro que tuvo su novio (mi padre) para saltar al
escenario, entre los aplausos del público y estamparle un beso delante de todo
el pueblo… y de las autoridades locales competentes. Nunca nos aclaró mi madre,
que se puso roja como un tomate, ante los aplausos espontáneos del público, si recibió
de nuestro padre un beso de estampita en la mejilla o fue en sus labios. Ella nos
respondía con risas pícaras y cómplices.
Mi madre cataba flamenco que daba
gusto. Cuando lo hacía, desde la cocina de nuestra casa en la calle Juan del
Olmo de Almería, la gente se paraba en mi puerta hasta que ella terminara de
cantar el repertorio de Morena Clara o los fandanguillos de Nacimiento que eran
su especialidad. Era famosa y muy querida en nuestro barrio, entre el Quemadero
y la Plaza Toros. Un par de horas antes de morir, con mi último beso antes de
expirar, le dije al oído: “Te quiero, Morena Clara”. La doctora me dijo que el
oído es lo último que se pierde en la vida.
A mi madre y a mi hermana les hubiera gustado verme hablar en la plaza del pueblo.
En los años cincuenta, Nacimiento era
para mí un rincón maravilloso y una experiencia inolvidable. Cargados de bultos
para pasar aquí todo el verano, venía en tren con mi hermana Isabel y mi madre,
incluso con mi prima Mati, que me ha recogido hoy en su casa. (Gracias, Mati y
Paco, a quien conocéis aquí como el de la ITV). En la estación nos esperaban
nuestros parientes con sus burros y mulos para traernos hasta aquí. Con
pantalón corto, mis piernas aún recuerdan el estropicio que nos hacía la
albarda de esparto o paja al rozar con la piel. Me sabía los atajos del camino.
Las veredas de pizarra molida, las balsas, la tierra seca entre pedregales y el
paisaje semidesértico, con olivos y almendros en el horizonte… Los tengo
grabados en mi memoria. Mis primos solían pasar los veranos en casa de mi
abuela Isabel o de mi tío Mariano y mi tía Pura. No era mi caso. Nosotros
teníamos una casa fija muy especial: la de Juan Torres y Julia Franco, vecinos
de Modesto, el cartero. La madre Julia amamantó a mi madre nada más nacer, mientras
mi abuela Isabel lo hizo con mi tía Encarna, su hermana melliza. Por eso, yo
tuve el privilegio de tener tres abuelas, una de Tabernas y dos de Nacimiento.
Yo dormía aquí en un colchón de
farfolla (las hojas secas de la panocha) que la madre Julia echaba al suelo en
el desván de su casa. Aquel desván era un museo de los aperos de la
agricultura, casi medieval, que aún se practicaba en estas tierras. Imposible
olvidar aquellos objetos de labranza y el olor tan característico de los frutos
de la tierra que allí se guardaban para el invierno.
Tengo recuerdos muy entrañables de mi
infancia con la madre Julia y el padre Juan. Eran la sal de la tierra, lo que
antes se llamaba “bellísimas personas”. Un ejemplo inolvidable para mí. Tan
pobres y tan generosos…
Es costumbre que los pregoneros
alaben las excelencias de las Fiestas y las virtudes del lugar donde pregonan.
Desde hace años, he dado docenas de pregones de Fiestas y Ferias, sobre todo
cuando salía en Televisión Española, en el Buenos Días, en el Telediario, desde
Nueva York, o en tantos otros programas de la tele o la radio. Ningún pregón me
ha costado y me ha emocionado tanto como éste.
Los más jóvenes pueden preguntarse
–y con razón- el porqué de esta emoción tan especial. Y yo les digo que cuando
vuelvo a esta tierra, o hablo de Nacimiento por esos mundos, mi corazón se
llena de hermosos recuerdos. Algunos, también tristes como es la ausencia de mi
madre, nacida aquí, y de mi hermana Isabel, muerta prematuramente en accidente
de trafico, con quienes gocé tanto de Nacimiento. Ambas habrían disfrutado mucho
al verme aquí arriba convertido en pregonero de nuestro pueblo. Aunque llevo
muchos años fuera, pues emigré como tantos paisanos en busca de sueños,
forjados a la orilla de este río, nunca he olvidado mis raíces nacimenteras.
El árbol del bar de Benito. Hace 70 años ya nos daba sombra.
Y cuando uno entra por las
callejuelas de este pueblo, el embrujo de sus luces y sombras, de sus volúmenes
-esos cubos blancos caprichosos, de aristas dulces, redondeadas, enganchados casi
milagrosamente al terreno-, el color de sus buganvillas y geranios, el sabor de
las especias de sus guisos, de los gurullos, del trigo, de la berza o del ajo
colorao o el aroma, en fin, de sus jazmines y galanes de noche nos transportan
a un mundo de ensueño.
Me alegra mucho volver aquí para
cargar mis pilas y para disfrutar, precisamente, de esas esencias que
conservamos como oro en paño. No hay palabras para cantar las excelencias de
Nacimiento. Antes de ir a la universidad, ayudé a mis parientes en las tareas
de la huerta y de los parrales, participé aquí en muchas fiestas, guateques y competiciones.
Incluso gané 5 duros por llegar el último -sin parar- en la carrera de burros.
Ese era el premio. Monté el burro de Modesto, el cartero, el más lento del
pueblo. Tengo testigos de aquel premio. Podéis preguntarle al Pele.
Admiraba tanto a mi primo Miguel,
maestro de escuela que tocaba el clarinete en estas fiestas, que me aficioné a
su instrumento y me matriculé un par de años en el Conservatorio. A él le debo
mi primer acercamiento a las bandas de pueblo. Gracias a mi primo Miguel llegué
a actuar con mi clarinete en el auditorio de Villanueva de la Cañada, donde
vivo. Mi chica, que sabe música, me dijo que nunca sería un virtuoso. No
soportaba mis pitidos y lo dejé.
Este pueblo es un lugar único en
mis recuerdos de infancia y adolescencia que es difícil de definir sólo con el
lenguaje que brota del cerebro. Para expresarlo hay que recurrir al lenguaje,
más sugestivo, que sale del corazón. Copiando a don Antonio Machado os he dicho
al principio que aquí “nací no a la vida sino al amor” en las orillas y
cañaverales del río Nacimiento.
No me pidáis detalles sobre quien
era ella, pero solo os diré que mi corazón juvenil temblaba en estas fiestas
antes de pedir un baile a la chica que me gustaba. ¡Qué nervios! Esas primeras mariposas
en el estómago no se olvidan jamás. “Quien lo probó lo sabe”, nos diría Lope de
Vega.
Por todo eso, con el corazón en la
mano, decimos a quien quiera oírnos que Nacimiento tiene encanto, magia,
embrujo, solera, duende, historia, fantasía, sosiego, espíritu, emoción,
ensueño, leyenda, inspiración y, sobre todo, mantiene la armonía entre su
pasado y su presente. Y eso le garantiza un futuro muy esperanzador.
Es un lugar ideal también para
quien huye del bullicio de las grandes ciudades y busca refugio en la
Naturaleza. Si lo cuidamos, Nacimiento es inagotable. Y, así, podremos
embriagar nuestro espíritu con mil recuerdos. Aquí puedes pasar las mil y una
noches más felices que puedan imaginarse.
Y los nacimenteros y nacimenteras se
merecen –nos merecemos- lo mejor. Empezando por esta gran fiesta que tengo el
gusto de pregonar por orden de la señora alcaldesa.
¡Vivan las Fiestas de Verano de Nacimiento!
¡Viva San Miguel!
¡A divertirse! Muchas gracias
Caminé río arriba en busca de las fuentes cristalinas de mi infancia. Todo seco. En Rambla Encira, casas tan vacías como en la península, tan cervantina, de Davíd Uclés. «Miré los muros de la patria mía…» En un muro de la Iglesia aún sobrevive esta lápida, tan injusta como ilegal, contraria a la Ley de Memoria Democrática. O ponemos a todos los caídos de ambos bandos de la guerra civil (los golpistas y los demócratas) o quitamos esta placa. No me gustó. A mi madre y a mis tíos José y Mariano (ambos presos en Gérgal por socialistas) tampoco les habría gustado esta placa. El pueblo de mi madre al pie oriental de Sierra Nevada. Hermoso pueblo.
Cada día se extiende más la comparación, a mi juicio exagerada, entre el exterminio de judíos por por los nazis de Hitler, ante a la amnesia interesada del pueblo alemán que sabía muy bien lo que estaba pasando, y el exterminio de palestinos programado por Netanyahu. Todo el mundo sabe lo que está pasando en Gaza. jamsArticulo de Josep Borrell en El Pais del 1 de agosto.jamsArtículo del sionista Isaac Querub en El País de ayer que desapareció muy pronto de su versión digital elpais.es.jamsMi articulo en el New York Times en 1980 favorable al reconocimiento por España del Estado de Israel. Cuando fundé el «Buenos días» en TVE en 1986 tuve el honor de dar en exclusiva la noticia emocionante del establecimiento de relaciones entre Israel y Sefarad. Ya era hora. jams
No me quedan palabras para describir y condenar los asesinatos masivos con bombas, disparos o hambruna que comente Israel en Gaza, un campo de concentración de palestinos civiles que cada día nos recuerda más a los de los nazis contra los judíos en la II Guerra Mundial. Organizaciones de Israel condenan el genocidio intencionado que comente su país contra civiles. Avraham Burg, ex presidente del Parlamento israelí llega a decir: «Me pregunto si Israel sigue mereciendo su existencia». Y un almirante retirado recuerda que «los israelíes no tendremos paz mientras los palestinos no tengan esperanza».
Titular de elDiairo.es/jamsAvraham Berg, ex presidente del Parmamento de Israel/ EFEAlemania nazi e Israel