El miércoles inauguré el programa «Para la libertad.50 años de la muerte de Franco» en La Laguna (Tenerife). Renovación del compromiso por la libertad ante los universitarios.

SE NOS VIO EL PLUMERONOTICIAJOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ SOLERJAMS
Hace años que dejé la docencia universitaria para concentrarme en el diario 20minutos, la aventura más hermosa de mi vida periodística. En la Universidad de La Laguna volví a encontrarme con los estudiantes. Un golpe de nostalgia y la renovación de mi compromiso por la libertad, que no fue un regalo desde arriba sino una conquista desde abajo. Preparé una conferencia de muchos folios que nunca leí. Preferí hablar a los universitarios sin papeles, desde el corazón, auxiliándome con algunas fotos. Para el archivo de la Universidad de la Laguna y para algún curioso que no pudo asistir a la charla, copio y pego el texto que no leí.



8 de octubre 2025. 11:30h.


La libertad no fue un regalo
José A. Martínez Soler
Buenos días. Muchas gracias al vicerrectorado de Cultura de esta Universidad de La Laguna y, en especial a Isabel Castells, por invitarme a participar en este proyecto denominado “Para la libertad: España después de 1975”. Y muchas gracias, también a todos ustedes, mi audiencia cautiva, sobre todo si han venido hasta aquí voluntariamente.
Hace muchos años que dejé la docencia universitaria, que tanto mejoró mi vida. Por eso, estoy hoy tan feliz de poder hablar, en defensa de la libertad, ante todos ustedes en este Salón de Actos. Siento un golpe de nostalgia. El espíritu universitario obliga a que “quien ha sido enseñado, debe enseñar”. Lo intentaré, pese a mi falta de práctica docente.
Mis primeras palabras al hablar en esta tierra de que la libertad que gozamos hoy no fue un regalo sino una conquista, deben ser para recordar a mi querido maestro tinerfeño Juan Marichal, catedrático de Literatura e Historia de la Universidad de Harvard. Estoy en deuda eterna con él. Cuando llegué a su casa de Cambridge (EE.UU.), llena de recuerdos tinerfeños, y a su cátedra, que los alumnos aplaudíamos cada día, iba yo avergonzado por vivir tantos años sometido a la Dictadura humillante de Franco. Él me recibió con gran afecto y, dolorido por el exilio, me descubrió el secreto de otra España que yo desconocía. Me enseñó a amar a España tanto como él amaba a Tenerife.
Ahora vamos al grano. Nicolás Sartorius, uno de los fundadores de CC.OO. y encarcelado por ello, dice en su serie de TVE “La conquista de la libertad” que “Franco murió en la cama, pero la Dictadura murió en la calle”. Y no le falta razón. Coincido con él en que la Democracia no fue una concesión graciosa ni un regalo de los franquistas, convertidos en demócratas de toda la vida, ni del rey Juan Carlos, que recibió todos los poderes de Franco. Los antifranquistas conquistaron derechos y los franquistas cedieron privilegios… para no volver a las andadas. Esa fue la clave del consenso que dio vida a la Constitución de 1978
En mi opinión, la Transición de la Dictadura a la Democracia fue fruto del desconocimiento mutuo de la fuerza real de ambos bandos (franquistas menguantes y antifranquistas crecientes) y del miedo de ambos bandos a volver a la violencia, es decir, a otra guerra civil. Tras la muerte de Franco, los demócratas temíamos otra dictadura militar. Teníamos razones para temerla. Ahí están la Operación Galaxia o el fracasado golpe de Estado del 23-F de 1981. A su vez, los franquistas tenían miedo a la revancha de los vencidos en la guerra civil si triunfaban las continuas huelgas y manifestaciones de los sindicatos ilegales antifranquistas y se hacían con el poder. Casi 2.000 huelgas solo en los primeros tres meses de 1976. A ese ambiente de miedo había que sumar los asesinatos de ETA, FRAP o GRAPO y de los grupos de extrema derecha, del Batallón Vasco Español, así como los de la Policía y Guardia Civil.
Llegamos al consenso preconstitucional por el miedo de ambas partes. Hubo mucho miedo al enfrentamiento violento, sí, pero también – ¿por qué no reconocerlo? – cierta dosis de nobleza y generosidad por parte de muchos españoles. Muchas toneladas de miedo y algunas de generosidad.
¿Cómo fue posible vivir cuarenta años sin libertad en España? Si Franco era tan malo ¿por qué tardamos tanto en recuperar la Democracia? ¿Por qué no le quitamos antes el Poder? Para responder a estas cuestiones es importante saber antes quién fue Franco y qué hizo para mantener su poder vitalicio.
En el libro “Franco para jóvenes”, que he escrito a cuatro manos con mi hijo Erik Martínez Westley, decimos que los efectos la Dictadura del “caudillo de España por la gracia de Dios”, y no por el voto de los españoles, aún perduran. Atentos. Ahí tenemos a VOX, por ejemplo, y al desconocimiento que muchos jóvenes tienen de lo que fue la Dictadura terrorífica de Franco. Cantan el “Cara al Sol”, incluso se ríen, porque desconocen lo que significó. Yo tuve que cantarlo cada mañana, firme y con brazo en alto, antes de entrar a clase.
Dijo Santallana que “un pueblo que no conoce su historia corre el riesgo de repetirla”. Y ese riesgo a volver a las andadas violentas, empujados por un nuevo autoritarismo cargado de odio al diferente, es creciente en España, en toda Europa, así como en Estados Unidos. Por eso, conviene no olvidar de dónde venimos. La Dictadura apenas se estudia en los colegios. Es una asignatura pendiente. Vamos a recordarla un poco.
A Franco, unos le querían y otros le odiaban. Sí. Pero todos le temían. Muchos lucharon en la guerra civil donde les tocó, sin comerlo ni beberlo. A mi padre, de Almería, le tocó zona republicana y luchó en el frente de Teruel, donde salvó la vida de milagro. A padres de amigos míos les tocó la zona franquista de los sublevados. ¿Son, por eso, unos mejores o peores que otros?
Quiero comprender, antes que juzgar. No me atrevo a juzgar a los soldados de cada bando, pero sí a los inductores del golpe de Estado contra la legalidad republicana. Trato de ser objetivo con los hechos probados, pero no equidistante. No puedo ser equidistante entre el agresor y el agredido.
La sublevación empezó a prepararse a partir de febrero de 1936, el mismo día que la derecha perdió las ultimas elecciones generales libres que ganó la izquierda. No reconocieron la derrota en las urnas. No aceptaron la alternancia legítima en el Poder, que es la base de la Democracia, del imperio del la Ley. Ya se conocen hechos como la compra de armas a Mussolini, en la primavera del 36, por si fracasaba el golpe de Estado en ciernes y se iniciaba una guerra civil.
El terror que sembró Franco, desde que partió de Tenerife a Gran Canaria y a Marruecos, en vísperas del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, le sirvió para mantenerse en el poder absoluto durante cuatro décadas. Eso fue posible porque hizo una enorme inversión en terror. Su socio golpista, el general Mola, lo resume muy bien ante los alcaldes de Navarra:
“Hay que sembrar el terror. Hay que dar la sensación de dominio sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”.
En la plaza de toros de Badajoz, por ejemplo, el general golpista Yagüe manda ametrallar a 1.800 civiles. A preguntas de un periodista extranjero, Yagüe le responde:
“Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted, que iba a llevar a 4.000 prisioneros rojos conmigo?”
La Desbandá de Málaga a Almería por la N-340, conocida como la carretera de la muerte, entre acantilados y el mar, es otro caso de terror contra civiles desarmados. Sin posibilidad de escape, los italianos, el crucero Baleares y los soldados del general Queipo de Llano asesinan por tierra, mar y aire a miles de ancianos, mujeres y niños que huyen despavoridos de la masacre malagueña. En febrero del 1937, mi madre ve llegar a Almería a los supervivientes desarrapados, ensangrentados y muertos de hambre y sed.
Con el óleo impresionante de Picasso, el mundo entero se conmueve contra el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor de Hitler. Un ensayo siniestro sobre población civil para la guerra mundial que se avecina. Estos son algunos ejemplos de la barbarie golpista.
En ambos bandos se cometen crímenes terribles. En plena guerra, los milicianos republicanos queman iglesias y asesinan a más de 6.000 curas y monjas y a unos 50.000 civiles. Nadie puede aprobar estas muertes. En la zona controlada por Franco, los asesinatos superan los 150.000 civiles. El triple. Es un puro exterminio de sospechosos. Cuesta imaginar que nuestros padres, abuelos o bisabuelos, no hace tanto tiempo, se estaban matando entre ellos.
La guerra civil no acabó en 1939, con la victoria de Franco, asistido por Hitler y Mussolini. En mi opinión, la guerra acabó realmente, sin reconciliación entre vencedores y vencidos, en 1975, con la muerte del tirano. La prohibición de todas las libertades (de expresión, de asociación, de reunión, etc.), la privación de derechos a la mujer, convertida legalmente en menor de edad dependiente del padre o el marido, la represión violenta contra todo aquel que no pensara como él, sobre todo, de maestros y sindicalistas, y el exterminio atroz de muchos disidentes (más de 40.000 ejecutados en los años 40 y 50) le permitió gobernar con mano dura y sin contemplaciones. Además, murió matando. Mandó fusilar a cinco jóvenes, tras juicios falsos, el 27 de septiembre de 1975, dos meses antes de su muerte.
Aquí no se movía ni una mosca. Entre ejecuciones, cárcel y exilio, aniquiló a la oposición. Por eso, duró tanto tiempo con un Poder absoluto, discrecional y arbitrario. El miedo presidió la vida de la mayoría de los españoles de ambos bandos, incluso de muchos beneficiados por la corrupción y los privilegios de su victoria.
La denuncia anónima de un vecino, de chivatos y delatores interesados, podía llevarte a la ruina o a la muerte. Sin el apoyo militar de Hitler y Mussolini, el golpe franquista nunca hubiera triunfado. Además, la II República fue abandonada por las democracias occidentales, por miedo a Hitler, y solo pudo comprar armas al dictador comunista Stalin.
Con la victoria de los sublevados, se agotaron las existencias de tela azul para camisas de Falange, el partido fascista que apoyó a Franco. Ninguna critica al caudillo. Solo aplausos y vítores. En mi casa, nunca se habló de política. Mi madre cerraba puertas y ventanas y nos mandaba callar con su mensaje de miedo. “Las paredes oyen”, nos decía. El miedo habitaba entre nosotros.
Fernando VII, el rey felón que restauró la Inquisición en España en el siglo XIX, condena como enemigos a aquellos súbditos que muestren “escaso fervor en el aplauso”. El generalísimo Franco aplica también la fórmula tenebrosa del último rey absolutista. Exige “lealtad inquebrantable”. Si no lo haces, eres un antiespañol y, por tanto, un enemigo condenable.
Durante 40 años solo se hace lo que manda Franco, que tiene en sus manos todos los poderes del Estado: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Dicta las leyes, las ejecuta y juzga a su antojo sin nada ni nadie que le frene. En buena parte de España nunca hubo guerra civil. Solo exterminio, cárcel o exilio para quienes no piensan como él. Es la paz de los cementerios, sostenida sobre el Ejercito y la Iglesia Católica, los dos pilares básicos de su Dictadura.
¿Cómo pudo llegar al Poder absoluto? Franco fue, sin duda, un prestigioso militar. La prensa conservadora le califica como “el héroe de la campaña marroquí”. Por su baja estatura es conocido como el “comandantín”. Tiene una carrera meteórica hasta llegar a general de brigada con 33 años, uno de los más jóvenes de Europa. Bajito, escuálido y con voz atiplada, sufre acoso en el colegio donde le llaman “cerillita”. Su padre es un maltratador que abandona a su familia y se fuga con una amante. “Franquito”, el adolescente de 14 años, rompe con su padre para siempre e ingresa en la Academia de Infantería de Toledo. Se refugia en el Ejército, que adopta como su nueva familia. La ausencia de la figura paterna influye en la formación de su carácter: retraído, impenetrable, resentido, desconfiado y frío.
Es un gran guerrero, algo temerario, que se arriesga en la guerra de África. Acusa los políticos de haber abandonado al Ejército desde la guerra de Cuba. Se declara “militar, no político”. Apenas lee libros y desprecia los intelectuales y a la democracia parlamentaria. Con sus colegas “africanistas” quiere recuperar el honor de los militares como salvadores de la Patria. Prefiere ascensos a medallas. Pronto llega a 2º jefe de la Legión. Allí es conocido, según escribe su primo y confidente Pacón, como el soldado de las tres emes:
“Sin miedo, sin misa y sin mujeres”
Franco no va a misa ni se le conocen aficiones sexuales, pero entra en batalla sin miedo. Su frialdad y crueldad en el mando son recogidas por su primo en sus memorias. Franco ordena fusilar a un legionario por negarse a comer y tirar un plato de comida al suelo. No se anda con bromas y, desde muy joven, todos le temen. Algunos le admiran.
Como asesor del conservador ministro de la Guerra de la República, dirige a sangre y fuego la represión del estallido revolucionario de los mineros de Asturias en 1934. Allí mueren 1.300 huelguistas y detienen a casi 30.000. Su fama crece rápidamente entre la derecha. A partir de ese momento, los republicanos de izquierda sospechan de su lealtad al poder legalmente establecido. Manuel Azaña, que llegó a presidente de la República, le considera “el más peligroso de los generales” y pide a la Dirección General de Seguridad que le vigilen.
Franco se opone al golpe de Estado cada vez que le piden que se sume a él. Sin embargo, en enero de 1936, le dice al agregado militar en París, comandante Antonio Barroso, que el Ejército debería prepararse para lo peor si el Frente Popular de izquierdas gana las elecciones. El 6 de julio, desde Tenerife, Franco se suma a la rebelión.
Algunos datos históricos. El 12 de julio los falangistas asesinan al teniente José Castiilo. En represalia, el 16 de julio los amigos de Castillo asesinan a José Calvo Sotelo, líder de la derecha. Ese mismo día muere sospechosamente el general Amado Balmes, gobernador militar de Las Palmas. Los franquistas atribuyen su muerte a un accidente mientras limpiaba su arma. Sin embargo, el historiador Ángel Viñas, basándose en los errores de la autopsia y otros documentos, afirma que, desde Tenerife, Franco ordenó su asesinato por su negativa a sumarse a la sublevación. Al día siguiente, tras el entierro, Franco vuela de incógnito desde Las Palmas a Marruecos. Pero tiene un problema: ¿Cómo trasladar a 47.000 soldados desde el norte de África a la península?
Desesperado, Franco recurre a Hitler y a Mussolini. A finales de julio y principios de agosto, consigue mover sus tropas desde Marruecos a Sevilla, gracias a un puente aéreo y marítimo, mediante 130 aviones de Hitler y otros 12 de Mussolini y barcos de carga alemanes e italianos. Según Hitler, es “la mayor operación de transporte aéreo de la historia”.
El golpe fracasa. El Ejército se parte en dos. La guerra promete ser larga. Las mayores atrocidades ocurren en las semanas siguientes en ambos bandos. El 1 de octubre de 1936, nueve generales y dos coroneles golpistas nombran a Franco jefe del Gobierno del Estado “mientras dure la guerra”. La guerra dura, para Franco, hasta el día de muerte, pues se considera caudillo de España “por la gracia de Dios” con carácter vitalicio. Además, se atribuye a su hermano Nicolás la treta de borrar las palabras “del Gobierno” y “mientras dure la guerra” al transcribir el documento. Así quedó nada menos que como “jefe del Estado” sin fecha de caducidad.
Aunque suele repetir que no le interesa la política, cuando concluyen las batallas militares, Franco demuestra que es un político astuto y oportunista. Lleva un doble juego, como aliado de los nazis alemanes y de los fascistas italianos, pero, a la vez, recibe ayuda de Gran Bretaña y Estados Unidos.
Contra lo que dice la propaganda oficial, Franco no tiene nada de austero y sencillo. Vive en palacios, se rodea de ricos y aristócratas, concede títulos nobiliarios, como los reyes, navega y pesca en su yate Azor, enriquece a sus amigos, compra fincas y engorda, sin disimulo, una cuenta corriente a su nombre en el Banco de España. Al 31 de agosto de 1940, Franco ha amasado una fortuna de 34 millones de pesetas de la época equivalentes a 388 millones de uros de 2010. Si libertad de prensa, la corrupción campa a sus anchas. Su esposa va cargada de perlas carísimas. Por eso, la llaman “La collares”.
Desde el primer momento, imita los gritos, saludos brazo el alto, monedas, sellos, retratos por doquier, ceremonias y desfiles al estilo de sus aliados Hitler y Mussolini. Se declara contrario a los sistemas democráticos e instaura su dictadura personal, un régimen totalitario nacional-católico claramente centralista.
El culto a su personalidad roza lo cómico o lo ridículo. Le llaman mesías enviado por Dios para salvar a España del comunismo. En realidad, cuando se subleva, España tiene muy pocos comunistas, pero Franco, desde muy joven, está obsesionado con la conspiración judeo masónica comunista internacional. Cuando Alemania invade la Unión Soviética, Franco ayuda a Hitler enviándole 18.000 voluntarios de la División Azul. También le llaman César invicto, salvador de la Patria, centinela de Occidente, caudillo vitalicio y providencial, que responde solo ante Dios y ante la historia, ángel custodio del Imperio español, generalísimo de los Ejércitos, supremo capitán de la raza, etc. ¡Ah! y entra en los tempos bajo palio, como si fuera un príncipe de la Iglesia o un santo.
En plena II Guerra Mundial, Hitler quiere ocupar el peñón de Gibraltar, pero Franco no llega con él a ningún acuerdo en su entrevista en Hendaya. No quiere enemistarse con Gran Bretaña que le ayudó secretamente durante la guerra y permite pasar los barcos de América Latina con víveres hacia España. En octubre de 1944, cuando la derrota de Hitler parece evidente, Franco pide a Churchill una alianza contra el comunismo y niega que España sea nazi o fascista. Al terminar la guerra mundial, la ONU recién creada condena a un boicot internacional al régimen fascista de Franco, lo que aumenta la hambruna de la postguerra y el exilio. La economía española, basada en la autarquía y el aislamiento, sufre dos décadas de miseria y cartillas de racionamiento.
Franco se salva del boicot internacional por la guerra de Corea y la guerra fría que divide al mundo entre países capitalistas y comunistas. En 1952, Estados Unidos concede a Franco una ayuda de 100 millones de dólares (equivalentes a 1.192 millones actuales). En agosto de 1953, Pio XII, el Papa nazi que había bendecido a Hitler, firma un Concordato con la Dictadura franquista. Naturalmente, el oficial africanista que no iba a misa se convierte en un beato que dice rezar el rosario a diario y se acompaña con el brazo incorrupto de Santa Teresa. Se hace religioso por conveniencia. Ha convertido la guerra civil en una cruzada religiosa por Dios y por España.
Unas semanas después de la bendición papal, Franco ofrece a Estados Unidos el territorio español para lo que quiera, bases militares y bombas atómicas incluidas. Con Washington y el Vaticano a su favor, Franco da un giro cosmético de cara al exterior, prohíbe el saludo nazi y cambia a sus ministros falangistas nacionalsindicalistas por otros nacional-católicos.
La Iglesia católica, encargada de la educación de los niños y con los gastos pagados por el Estado, ya no tiene que recibirle con el saludo nazi. En todas las misas, el sacerdote pide a Dios que proteja a “nuestro jefe del Estado Francisco”. Las demás religiones están prohibidas y la represión interior y la depuración de los no afectos al régimen continúan. Hay dos nuevas asignaturas obligatorias: Religión y Formación del Espíritu Nacional. Los maestros “poco afectos”, según el cura del pueblo, son asesinados, encarcelados o huyen al exilio. Muchos de los 60.000 maestros son depurados. Quien me enseñó a leer en secreto era uno de ellos. Las personas no heterosexuales son consideradas depravadas y enfermas. Van a la cárcel o al manicomio. El general Queipo de Llano, el criminal de la Desbandá de Málaga a Almería y a quien se atribuye la orden de asesinar a García Lorca, avisa con claridad de sus intenciones:
“Cualquier afeminado o desviado que insulte al Movimiento será muerto como un perro”.
Matar a Federico “por rojo y por marica” (según dijo uno de sus asesinos) hunde para siempre la figura siniestra del Caudillo. Desde el 19 de agosto de 1936, Franco ya es irrecuperable para la Historia.
El mayor retroceso lo sufrieron las mujeres bajo la tutela de la Sección Femenina. Deben ser sumisas a los hombres, prácticamente propiedad de sus padres o maridos, y no pueden tener cuenta corriente, hacer negocios o viajar sin permiso de su padre o de su marido. Las mujeres que perdieron la guerra son, además, víctimas de tortura, abusos físicos y sexuales de la mayor crueldad. El general Queipo de Llano, que mandó 14.000 fusilamientos solo en Sevilla, las amenaza así por la radio:
“Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a sus mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que pataleen y forcejeen”.
Los restos de este genocida estuvieron sepultados, con todos lo honores, en el altar mayor de la basílica de la Macarena de Sevilla. La reciente Ley de Memoria Democrática ha permitido sacar de ahí su cadáver y llevarlo a un cementerio familiar.
Hay quien dice, por desconocimiento, que con Franco había más seguridad. Es falso. Nadie puede contar lo que ocurre en España. No hay libertad de expresión ni de prensa. Las mujeres están desprotegidas frente a las agresiones de sus parejas o de hombres desconocidos que suelen salir impunes. El marido puede matar a su esposa si la descubre como adultera y no le pasa nada. El franquismo convierte los pecados en delitos.
No entiendo cómo hoy puede haber chicas jóvenes defendiendo la Dictadura con la bandera franquista y el saludo fascista. Las veo a menudo en Madrid, al cruzar por la esquina de Marqués de Urquijo con Ferraz. Una imagen que me estremece y que me impulsó a escribir el libro “Franco para jóvenes”. ¿Sabrán ellas lo que decía Pilar Primo de Rivera, jefa de la Sección Femenina, a las jóvenes españolas en los años 40 para que no estudiaran y se dedicaran solo al hogar? Decía que
“Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer nada más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho”.
El Patronato de Protección de la Mujer, creado en 1941 para “redimir a la mujer caída y ayudar a la que está en peligro de caer”, es una institución terrorífica, según la historiadora Carmen Guillen. En su tesis escribe que “si te portas mal, te llevan donde las monjas”. Fumar en público, ser desobediente, llevar gran escote o falda corta está muy mal visto por el franquismo. Claro que lo peor es quedarse embarazada fuera del matrimonio. Suelen ser obligadas a dar su hijo en adopción o se lo roban para su venta a una familia católica. En 1943 hay mas de 12.000 niños en cárceles españolas. Algunos estudios sitúan la cifra de niños robados en unos 30.000.
Para quienes se benefician de la Dictadura, Franco es un patriota, enviado por Dios para salvar a España del comunismo ateo. Para quienes sufren su Dictadura, Franco es un sicópata cruel, despiadado y ambicioso, sin una pizca de empatía por el sufrimiento ajeno. Su hija Carmen nos deja otra clave:
“Papá cuando decía una cosa, quería que todo el mundo dijera amén”
Nadie niega que Franco es un político astuto, cuco, hábil y muy desconfiado, que juega con las cartas pegadas al pecho. Antes de recibir en su despacho al embajador británico esconde las fotos que tiene dedicadas de Hitler y Mussolini y las sustituye por otra del Papa. Diplomáticos británicos informan que Franco no se altera por nada y envían a Londres mensajes como este:
“Me temo que es un mentiroso descarado. Los documentos alemanes capturados y en nuestro poder así lo prueban. Tiene una piel de rinoceronte”.
Varios generales monárquicos, que le apoyaron con el golpe de Estado, se sienten decepcionados porque Franco no permite la restauración en el trono de don Juan, hijo de Alfonso XIII y padre de Juan Carlos. Uno de ellos es el general Kindelán quien en 1947 escribe esto al heredero de Alfonso XIII:
“Franco está en plena euforia. Está ensoberbecido e intoxicado por la adulación y emborrachado por los aplausos. Está atacado por el mal de altura; es un enfermo de poder, decidido a conservar este mientras pueda, sacrificando cuanto sea posible y defendiéndolo con garras y pico. Es taimado y cuco. No creo que Franco, en su actual estado ególatra, piense en dar paso a la monarquía cuando acaba de ver rendidos a sus pies a doce millones de esclavos sumisos”.
Otro decepcionado, el golpista monárquico general Yagüe, el asesino de Badajoz, escribe lo siguiente:
“Franco era vanidoso, se rodeaba de aduladores y de propagandistas en la prensa y en la radio. El resultado es que se le quemaba tanto incienso en tales cantidades que daba náuseas. Se le había hecho creer que era un ser superior a los demás, que sus caprichos eran leyes. Conociendo que por su naturaleza era desconfiado y rencoroso, se le informaba de insidias venenosas que él escuchaba y aceptaba”.
El ministro falangista Girón de Velasco nos deja este retrato de su jefe supremo:
“Paso de buey, vista de halcón, diente de lobo y hacerse el bobo”.
El Caudillo viaja por España y ve lo que quiere o lo que le dejan ver. En su visita a Almería en los años 50, taparon con una improvisada valla de cañas y yeso el barrio pobre por donde debía pasar su Rolls Royce. Lo recuerdo bien. Sus leales le aclaman con fervor. Los demás le aplauden por temor a ser denunciados si no lo hacen. El tratamiento que recibe confirma su necesidad de admiración y el carácter narcisista patológico, quizás sicopático del dictador. Sus propagandistas le quieren mostrar siempre como un macho viril, fuerte y dominante. Sin embargo, a medida que pasan los años y su salud se deteriora es difícil mantener esa imagen.
En 1959, Franco aprueba a regañadientes el Plan de Estabilización para salvar a la economía de la miseria creada por dos décadas de política autárquica. No había divisas para comprar más petróleo. Los nuevos hombres de Opus Dei, partidarios del libre mercado, sustituyen a los falangistas en el Gobierno e inician una apertura del comercio exterior y una cierta liberalización de la economía. Pronto se notan los efectos del fin del aislamiento y de la apertura de fronteras. Fuerte emigración del campo a la ciudad y a países europeos, entrada de turistas… incluso en bikini.
Las remesas de divisas de los emigrantes (más de 2 millones fueron a trabajar a Europa) y los créditos del Fondo Monetario favorecen la importación de equipos que aumentan la productividad que estaba por los suelos. Pasar del arado romano al tractor es una revolución en la agricultura que expulsa campesinos hacia la industria y los servicios. En los años sesenta se empieza a notar la emergencia de una nueva clase media. El símbolo es el Seat 600. Se nota también en la música popular. De “el futuro es muy oscuro cocinando con carbón” pasamos a “hay que ver cómo vive Fulano, cómo tira el dinero Mengano” o a “todos queremos más y más y más y mucho mas”. Mejora la economía, aumentan los escotes y se recortan las faldas. Algo están cambiando.
La mejora de la calidad de vida de la clase media emergente, desde 1964 a 1975, será el principio del fin de la Dictadura. Los emigrantes no solo regresan con dinero para montar un taller, sino que han visto cómo viven los trabajadores en la Europa democrática y de qué libertades disfrutan para defender sus intereses. Europa se convierte en un sinónimo de Democracia. Queremos ser como los europeos. Tan libres como ellos. Para conseguir eso, Franco y su Dictadura ya no valen. España engorda, hay mejora económica y desarrollo industrial y el traje de la Dictadura se queda pequeño, se rompe por todas sus costuras. Cada vez que España llama a la Comunidad Económica Europea le dan a Franco con la puerta en las narices. ¿Qué hacer?
La sociedad española, sometida durante décadas por la represión violenta de Franco, por el miedo, se empieza a movilizar en los años 60 y a reclamar libertad sindical, de prensa, de reunión, de asociación, de manifestación, etc. La agitación laboral para reivindicar mejores condiciones de vida y de trabajo dio lugar al nacimiento casi espontáneo de Comisiones Obreras, el primer sindicato clandestino, al que le siguen UGT, USO, etc. La huelga de los mineros de Asturias de 1959 fue un éxito. Y siguieron otras muchas. Los estudiantes también se movilizaron contra el SEU, el sindicato falangista obligatorio. Emergieron asociaciones de vecinos, colegios profesionales, jueces demócratas, curas obreros, militares de la UMD (Unión Militar Democrática), grupos feministas, etc., que reclamaban derechos y libertades. No sin riesgo, los periodistas luchábamos contra la censura y conquistábamos la libertad palabra a palabra. Me censuraron el titular “Huelga en la Perkins” en Cambio 16. Lo tuve que cambiar por “paro técnico”.
Cuando muere el dictador, la represión aumenta (unos 700 muertos en la Transición, que no fue tan pacífica como dicen), pero también crecieron las protestas de los ciudadanos. Miles de huelgas y manifestaciones en los últimos años de Franco y mucho miedo al ruido de sables, a la amenaza de un golpe militar que mantuviera viva la Dictadura. En los entierros de las víctimas de ETA, se oían gritos de “Iniesta al Poder”. El general Iniesta, uno de los duros del “bunker” franquista, había sido director general de la Guardia Civil.
El Ejército y la Iglesia católica, los dos pilares básicos de la Dictadura de Franco durante décadas ya no eran una piña para defender al Caudillo enfermo y en declive. Como la sociedad española del momento, estaban divididos entre inmovilistas y aperturistas. Los españoles aún no hemos reconocido el mérito que tuvieron varios generales que apoyaron la Transición a la Democracia como, por ejemplo, Gutiérrez Mellado, Sáenz da Santa María, Cassinello Pérez o Fernández Campo. Lo mismo ocurrió con algunos obispos. En los funerales por víctimas de ETA, también se oían gritos ultras de “Tarancón, al paredón”. El cardenal Tarancón, presidente de los obispos, seguía la línea aperturista del Concilio Vaticano II que no era del gusto de los franquistas.
El Movimiento Nacional, partido único creado por Franco con la fusión obligatoria de todos los grupos que apoyaron el golpe de Estado del 36 (falangistas, carlistas, monárquicos, etc.), las Cortes sumisas y el Sindicato vertical obligatorio también se fueron debilitando y dividiendo entre aperturistas e inmovilistas. Finalmente, con miedo por su futuro sin Franco, los procuradores franquistas se hicieron harakiri al aprobar, el 18 de noviembre de 1976, la Ley para la Reforma Política, propuesta por Adolfo Suárez, que abrió paso a las primeras elecciones libres del 15-J de 1977. Esa fue la voladura oficial de todas las leyes franquistas.
Pero esa voladura no fue un regalo. Fue también fruto del miedo de los franquistas, sin Franco, a la posible revancha de los perseguidos por la Dictadura, que podrían convertirse en perseguidores. Enfrente de los restos franquistas, habían crecido, cada vez con más fuerza, los movimientos antifranquistas ilegales (sindicatos clandestinos, partidos políticos perseguidos y asociaciones prohibidas de todo tipo).
El choque entre esos dos barcos enemigos, que se cruzaban en la niebla, parecía inevitable. Pero ninguna de las partes quería otra guerra civil. El miedo y, como digo, el desconocimiento total de la fuerza real del contrario, convirtieron en demócratas a muchos españoles de ambos bandos. Por eso fue posible la Constitución de 1978, la primera de la historia de España que no es perfecta, pero que es de todos. A ustedes le toca ahora mejorarla.
Y ahora, para terminar, un breve recuerdo personal. Precisamente por miedo, como director fundador del semanario Doblón, me fui huyendo de España a Estados Unidos. Había sido procesado docenas de veces por presuntos de delitos de prensa por tribunales ordinarios y el de Orden Público (de los que fui amnistiado tras la muerte del dictador) y uno de sedición e injurias al Ejército, por un reportaje mío sobre ceses y traslados en la Guardia Civil.
Ser el primer hispanohablante galardonado por la Fundación Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard me libró de comparecer ante el Consejo de guerra correspondiente ya que no hubo amnistía para delitos militares. Con el telegrama del presidente de Harvard en la mano, pedí a José Vega, capitán general de Madrid, que me permitiera salir de España con mi compromiso de comparecer ante el tribunal militar en cuanto me llamaran. El moderado capitán general Vega había sido sustituido por el franquista general Ángel Campano como director general de la Guardia Civil en el último Consejo de ministros presidido por Franco antes de morir. Fue al mes siguiente a los 5 últimos fusilamientos del tirano. El general Vega contribuyó a que mi presunto delito contra el Ejército fuera sobreseído.
En febrero de 1976, publiqué en Doblón varios casos de traslados y ceses de altos mandos de la Guardia Civil de Vega y su sustitución por fieles a Campano. Aquello apuntaba a una purga en toda regla, entre aperturistas e inmovilistas, para controlar a los 70.000 hombres armados y permanentemente movilizados de la Benemérita. En pleno ruido de sables, quien controla a la Guardia Civil (que ya no era una piña) controla España.
Con ese artículo frenamos la purga, sí, pero a mí me secuestró un comando armando con metralletas al salir de mi casa. Los guardias civiles de Campano me torturaron durante un interrogatorio de diez horas en la sierra de Guadarrama. Al final, me sometieron a un fusilamiento simulado, con una pistola a dos palmos de mi frente, para que les dijera quien me había filtrado los datos de la purga que publiqué. Pensé que iba a morir. Me quité el sudor de la cara. Era sangre. Querían que acusara al general Sáenz de Santa María, el número 2 de Campano heredado del general Vega. Mis fuentes eran anónimas. Me habían dado por teléfono los datos del boletín oficial donde pude comprobar los cambios. No fui ningún valiente. Simplemente no sabía qué decir.
Contó uno, dos y, al decir tres, el secuestrador encapuchado me disparó a dos palmos de mi frente. Escuché un chasquido, pero no hubo bala. Alegría de vivir. Me obligaron a firmar un documento oficial contra el general Sáenz de Santa María fechado en Guadalajara, el 4 de marzo de 1976, y, casi al anochecer, me liberaron en lo alto de la sierra. Al salir del hospital, esa misma noche del 2 de marzo, denuncié ante el juzgado de Guardia que me habían obligado a firmar un documento, fechado en Guadalajara dos días después, sin recordar su contenido. Jamás mencioné a la Guardia Civil de Campano, como autora de mi secuestro, hasta que pasaron treinta años y sus delitos habían prescrito. Aquello ocurrió. Y puede volver a ocurrir. Opté por perdonar, pero no olvidar.
Desde luego, el miedo que pasé, a los tres meses de la muerte del dictador, nunca lo he olvidado. Tampoco, que la libertad (una conquista y no un regalo) es como el oxígeno. La valoras más cuando te falta.
Que el amor a la libertad y las ganas de defenderla nos acompañen siempre.
Muchas gracias
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José Antonio Martínez Soler
Fundador de ’20minutos’, El Sol, La Gaceta, Doblón, Buenos Días (TVE). Director de TD-TVE. Redactor jefe de El País y Cambio16. Doctor en Ciencias de la Información por la Complutense. Nieman Fellow’77, diplomado por Harvard University. Profesor titular de Economía Aplicada, Universidad de Almería. Presidente de la J.R. del Parque Natural del Cabo de Gata. Medalla de Andalucía. Con la vista puesta en el retrovisor, como superviviente de secuestro, torturas y un fusilamiento simulado, por agentes armados de la Dictadura, vuelvo con este blog al ruedo periodístico. Pido la benevolencia de los jóvenes que no conocieron mi mundo y que, en ocasiones, creen de buena fe que la Democracia nos tocó en una tómbola.