Ayer, 7 de febrero, se cumplieron 88 años de La Desbandá, la gran masacre de ancianos, mujeres y niños que huyeron de Málaga a Almería en 1937 por la N-340, la carretera de la muerte. Mi madre vio llegar a los supervivientes de los bombardeos y, no sin dolor, me lo contó. La matanza de inocentes fue ordenada por el general franquista Queipo de Llano. Desde 2022, los restos del genocida alcohólico (el mismo que mandó asesinar a García Lorca y ordenó violar a las mujeres republicanas) ya no son homenajeados en el altar mayor de la Basílica de La Macarena de Sevilla. El libro «Éxodo» de Marijé Orbegozo me inspiró para tallar en madera un recuerdo de la N-340, una carretera entre acantilados donde no había escapatoria para 200.000 malagueños que huían de los bombardeos por tierra, mar y aire. En nuestro libro «Franco para jóvenes» mi hijo Erik y yo contamos masacre.

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