Mi madre vio llegar a los malagueños de La Desbandá

Anoche me emocionó escuchar a Marijé Orbegozo hablar de su novela valiente «El éxodo de Málaga a Almería» por la Nacional-340, la carretera de uno de los mayores crímenes de la Guerra Civil. Entre el 3 y el 14 de febrero de 1937, el genocida general Queipo de Llano cumplía órdenes del genocida y golpista mayor, general Franco. Miles de mujeres, ancianos y niños fueron masacrados con bombardeos por mar y aire, mientras huían a pie de la barbarie fascista que asolaba Málaga desde el 8 el febrero de 1937.

Cubierta del libro de Marijé Orbegozo, editado por El Mono Libre Editorial S.L.
Contracubierta del libro

No tuvimos ningún Picasso para pintar aquel horror. El genio malagueño pinto el Guernica (bombardeo nazi sobre población civil) y horrorizó a medio mundo.

El Guernica de Picasso que conmovió al mundo.

En cambio, pocos supieron de La Desbandá, porque hubo culpa y vergüenza por los dos bandos. Uno, por asesinar a civiles inocentes (como hoy en Gaza) y el otro, por abandonar y enterrar en el olvido a los bombardeados por mar y aire.

Isabel Soler, mi madre

Mi madre, Isabel Soler, vio llegar a los supervivientes al barrio almeriense de Pescadería. Arrastraban sus pies ensangrentados, con ropa oscura, sucia y rota, muertos de hambre y sed. Muertos de miedo. Mi madre no quería hablar de la Guerra Civil, que perdió. Como escribe Nieves Concostrina en el Prólogo, «en el sur no hubo guerra. En el sur hubo exterminio».

Prólogo espléndido de Nieves Concostrina
Prólogo 2
Prólogo y 3
Ilustración de María Rosa Arénaga
Ilustración de María Rosa Arénaga

Mi madre nunca olvidó aquel exterminio. Siempre me recordó aquel día infame de febrero del 37. Hubo genocidio fascista y vergüenza republicana, a partes iguales. Ni todos los fascistas eran malos ni todos los republicanos eran buenos. Eso me enseñó mi madre, con dos hermanos socialistas en la cárcel y un primo de concejal de Franco. Esta novela ha removido mi conciencia y ha herido mi corazón. No te la pierdas. Sé valiente. Atrévete a leerla.

Prefacio
Prefacio y 2
Marijé Orbegozo, la autora
Ana García Datri, la editora del libro. (El Mono Libre, Editorial, SL.)
María Zambrano, desde el exilio. Lo clavó.

Los demócratas estamos en deuda con la víctimas, con todas las víctimas.

Mis padres nunca olvidaron aquel bombardeo del 31 de mayo de 1937 (tres meses después de La Desbandá») contra la población civil almeriense. Tampoco lo olvidó el gran poeta Pablo Neruda, autor de este poema:

Un plato para el obispo

“Un plato para el obispo, un plato triturado y amargo,

un plato con restos de hierro, con cenizas, con lágrimas,

un plato sumergido, con sollozos y paredes caídas,

un plato para el obispo, un plato de sangre de Almería.

Un plato para el banquero,

un plato con mejillas de niños del Sur feliz,

un plato con detonaciones, con aguas locas y ruinas y espanto,

un plato con ejes partidos y cabezas pisadas,

un plato negro, un plato de sangre de Almería.

Cada mañana, cada mañana turbia de vuestra vida

lo tendréis humeante y ardiente en vuestra mesa:

lo apartaréis un poco con vuestras suaves manos

para no verlo, para no digerirlo tantas veces:

lo apartaréis un poco entre el pan y las uvas,

a este plato de sangre silenciosa que estará allí cada mañana,

cada mañana.

Un plato para el Coronel y la esposa del Coronel,

en una fiesta de la guarnición, en cada fiesta,

sobre los juramentos y los escupos,

con la luz de vino de la madrugada

para que lo veáis temblando y frío sobre el mundo.

Sí, un plato para todos vosotros, ricos de aquí y de allá,

embajadores, ministros, comensales atroces,

señoras de confortable té y asiento:

un plato destrozado, desbordado, sucio de sangre pobre,

para cada mañana, para cada semana, para siempre jamás,

un plato de sangre de Almería, ante vosotros, siempre”.

Pablo Picasso pinto el Guernica. Pablo Neruda escribió el poema dedicado a Almería. El tercer gran Pablo (Pablo Casals) dirigió la Novena Sinfonía de Beethoven, mientras caían las bombas sobre Barcelona.

Perdonar, siempre. Olvidar, nunca, señor Almeida.

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