Archivo por meses: junio 2016

Stanley Meisler se quedó sin guerra civil

Su logotipo
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Los demócratas españoles estamos en deuda con el periodista Stanley Meisler. Este hombretón, riguroso y guasón, que tanto hizo por informar al mundo del milagro de nuestra transición pacifica, murió el domingo 26 de Junio en Washington a los 85 años. Nos conocimos en Madrid, hace 40 años, recién muerto el dictador Francisco Franco. Fue el primer corresponsal de Los Ángeles Times en España y yo era aún director del semanario Doblón.

El ruido de sables, los odios y resentimientos soterrados de las dos España y la tensión social creciente auguraban, para los grandes diarios del mundo, una segunda guerra civil española. Bandadas de periodistas volaron entonces hacia Madrid para cubrir tan sangrienta como previsible catástrofe. Stanley abrió su oficina junto a la de su colega James Markham, del New York Times, a dos pasos del Congreso de los Diputados.

Fue el primero y el último corresponsal de Los Angeles Times en España. Al cabo de cinco o seis años, sus crónicas, clarividentes y de finísima agudeza, convencieron a sus jefes de que nuestro país estaba entrando, con buen pie, por la senda democrática. El fracasado golpe de Estado del 23-F de 1981 fue el descabello a las ansias golpistas de los residuos franquistas. Con aquella vacuna contra golpistas, mi amigo (y maestro) Stanley Meisler cerró la oficina de Los Ángeles Times y se fue con su música a otra parte que ofreciera mayor dramatismo, o sea, más noticias de primera página.

Durante más de 30 años ha sido un corresponsal y un viajero incansable, cubriendo conflictos por medio mundo, pero nunca perdió su amor por España. Lo se. Nos visitaba con frecuencia en Madrid o en Almería. Cada año conocía mejor nuestra cultura, nuestro arte –en el que llegó a ser un experto-, nuestra gastronomía –era un comilón exquisito- y nuestra historia. ¡Cómo le gustaba la España de las tres culturas! Jocoso, como era, una vez publicó que yo mantenía esas “tres mitades”: judía, mora y cristiana.

Muchas veces coincidimos en viajes durante mis tres mudanzas a Estados Unidos (Harvard, Grupo Prisa, RTVE). Pasamos una semana espléndida con el pool de corresponsales que cubríamos la visita de Ronald Reagan a Mijail Gorvachov en Moscú. Conocía los mejores restaurantes y recetas rusas. Tenía un grandísimo sentido del humor. Sus carcajadas ruidosas son inolvidables. Gozaba de una finísima ironía, tierna no hiriente. Pero, si se trataba de defender principios, su cinismo podía llegar a ser durísimo, lacerante. Valoraba la amistad y, en una profesión tan difícil y competitiva, practicaba la lealtad con sus amigos aunque fueran colegas. Era un hombre cabal y, como Machado, en el buen sentido de la palabra, bueno. Su cara y su mirada franca y noble confirmaban su bonhomía.

Stanley Meisler
Stanley Meisler

Desde que nos conocimos no pasó ningún año sin que nos intercambiáramos mensajes, notas familiares, felicitaciones del año judío o del cristiano. Insistía: “Jose, dame un lead para que me envíen a España a escribir una historia”. Cuando Erik, mi hijo mayor, estudiaba en la Universidad de Maryland, la casa del tío Stanley y de la tía Elisabeth en Washington fue su refugio habitual.

El joven Stan Meisler acompañó a Martin Luther King en la marcha sobre Washington. Siempre mantuvo vivo su sueño. De mayor, vio caer el muro de Berlín. Su instinto de gran reportero le llevó a estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Mucho me enseñó sobre nuestro oficio el grandísimo Stanley. Ya le echo de menos.

Recuerdo el berrinche que se llevó cuando fui despedido como corresponsal en Nueva York de la Televisión Española del presidente José María Aznar, tras haber hecho yo, como otras veces, las entrevistas a los candidatos presidenciales. En esa etapa él era corresponsal de L.A. Times en la ONU y compartíamos muchas comilonas y tertulias en la Gran Manzana. Tenía crédito para escribir del caso y lo hizo bordeando los límites de la imparcialidad.

http://articles.latimes.com/1996-07-21/opinion/op-26437_1_aznar-s-popular-party

Así era Stanley Meisler: implacable, si estaba en juego la libertad de expresión, base de la democracia.

Sus abuelos maternos huyeron a tiempo de los progroms de la Rusia imperial contra los judíos. Su padre huyó del Este de Polonia. Gran parte de su familia murió en los campos de concentración nazis y en los hornos del Holocausto. La tragedia del pueblo judío marcó su vida. ¿Y a quien no en semejantes circunstancias? Stanley nació en el seno de una familia modesta del Bronx. Estudió en Nueva York y en Berkeley (California) y fue profesor en Columbia University. Fue un autodidacta en arte. Escribió magistralmente de Miro, de Picasso, de Chagall y de otros artistas europeos.

Se jubiló en LA Times pero nunca dejó de escribir y publicar en numerosas revistas de prestigio. Miles de reportajes y más de una docena de libros. De hecho, su último reportaje fue publicado por su diario de toda la vida el mismo domingo de su muerte. Murió, como vivió, con las botas puestas. “Una parada cardiaca”, ha dicho Elisabeth Fox, su viuda. A ella, a sus hijos y nietos enviamos desde aquí nuestro más sentido pésame a memorial@stanleymeisler.com.

Descanse en paz.

 

Votar es fácil… con los ojos cerrados

Publicado en La Voz de Almería (14/6/2016)
Publicado en La Voz de Almería (14/6/2016)

Votar es fácil… con los ojos cerrados

 La vida es dura. Ya lo creo. Lo vimos en la película “Vivir es fácil…” que hizo David Trueba, tras las huellas de John Lennon, en Almería. Dura, aunque llena de ternura.

La democracia, también. Ambas tienen la ventaja de que son mejores que su alternativa: muerte o dictadura. Por eso, celebramos la dulzura de vivir y la responsabilidad de votar. Que cada uno viva y vote como quiera o como pueda. Pero que sepa, eso sí, que no hay vida ni voto gratis. Lo queramos o no, todo tiene su precio.

Lo que no vale es vivir ni votar con los ojos cerrados para quejarse luego de las consecuencias de tal idiotez. Votar con los ojos abiertos no es fácil. Todo lo contrario. Nos obliga a sopesar lo que producirá mayor beneficio o menor daño a nuestros principios e intereses.

Dilucidar cuánto hay de cerebro, de corazón o de tripas en nuestro voto. Cuánto de miedo o de audacia, de pensamiento o de sentimiento, de sentido común o de temeridad.
También cuenta, a veces, el placer dar una patada al otro, con tal de que no nos salga el tiro por la culata y resulte ser una patada en nuestro culo.

Votar con los ojos abiertos exige informarse bien, pensar y decidir para que no nos den gato por liebre. Y no es fácil.

En vísperas del 20-D, en un almuerzo presidido por el teniente general Casinello, pregunté a Rubalcaba si debía votar al PSOE, tapándome la nariz, o a otro, tapándome los ojos. Rápido e ingenioso, como de costumbre, Rubalcaba me respondió:

-“Puestos a elegir, yo preferiría perder el olfato antes que la vista”.

Le hice caso. Después de haber votado antes contra el bipartidismo, que tanto me había decepcionado, decidí volver a mis orígenes y, tapándome la nariz, el 20-D voté a la nueva generación del PSOE.

Visto lo visto, no me arrepiento. Por responsabilidad y, por qué no decirlo, por miedo a los extremos del PP y de Podemos (ambos con piel de cordero), volveré a votar al PSOE.
¡Bendito voto del miedo! El miedo es fantástico. Nos abre los ojos, nos avisa y nos protege de muchos peligros.

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Hablo como si fuera libre…

Creo que es la primera vez, felizmente jubilado, que hablo como si fuera libre. ¡Qué sensación! Como si los malos ya no pudieran hacerme ningún daño.

Contraportada del diario La Voz de Almería
Contraportada del diario La Voz de Almería

Un joven paisano de La Voz de Almería me ha preguntado por mi vida y milagros. Primero pensé ¿a quien le puede interesar lo que diga un abuelo jubilado si ya no tengo na que dar?  Luego asomó esa pizca de vanidad, siempre al acecho, que nos hace perder la cabeza por un halago.

Desde que dejé mi último empleo, mi teléfono no  suena como antes. Tampoco lo añoro. Me hablo con la familia, los colegas del tenis, de la talla de madera y con algún vecino que pasea consigo mismo. A la chita callando, voy entrando en «el tiempo amarillo», feliz expresión biográfica de Fernando Fernán Gómez, genio entre los genios.

Me pasé la vida preguntando a todo quisqui lo que me vino en gana. A veces, insensato, con el riesgo de perder mi empleo. No me arrepiento. Los jóvenes periodistas que siguen mi camino tienen el mismo derecho que yo tuve a preguntar lo que les plazca. Además, quizás sea ésta la última vez que alguien se interese por mis respuestas. Antes salía en la prensa, en la tele o en la radio, a nivel nacional. Si me apuran, hasta en la BBC y el New York Times. Ahora solo se acuerdan de mi los de mi tierra almeriense. Y gracias. No puedo negarme el placer de ver mi nombre impreso en un diario de papel. Antes de que desaparezcan.

Y decidí responder a todas las preguntas de Alberto Gutiérrez… como si fuera libre. Merecí nada menos que la contraportada del diario La Voz de Almería. Para no engañar a nadie, debo reconocer que mantengo vieja amistad con el director del primer periódico de mi tierra, Pedro Manuel de la Cruz, y hasta con el dueño, José Luis Martínez. Será por eso. Este ha sido el resultado que comparto aquí con los lectores de mi blog personal, tan en declive inexorable como un servidor.

«Si pierdo, aprendo; si gano, enseño»

Entrevista a José Antonio Martínez Soler

José Antonio Martínez Soler.   La Voz.

Pregunta.-Te has marchado del periodismo tras tu última etapa como Consejero Delegado de 20 minutos. ¿Cómo asistes a todo lo que está pasando: continuos cambios de directores de periódicos, inquietud en los medios…?
Respuesta.- Esta pregunta da para una tesis doctoral. Pero te diré que el inmovilismo y la seguridad total corresponden a las dictaduras, ya sean fascistas o comunistas. En democracia tenemos que acostumbrarnos al cambio, a la movilidad y a la inquietud permanentes. Yo trato de caminar con naturalidad sobre la incertidumbre. En el fondo, lo que está pasando no es muy diferente que lo que pasó en décadas anteriores. Los viejos creen que cualquier tiempo pasado fue mejor, en la arcadia feliz. Pero eso suele ser falso para todos menos para los viejos que entonces eran jóvenes. Lo mejor está por venir…

P.-Hace unos años decías que el papel de los periódicos no desaparecería y que los medios se tendrían que adaptar. ¿Podrían llegar a ser gratuitos, como apuntabas?
R.- Las noticias sobre la muerte del diario impreso son, como dijo Mark Twain sobre su funeral, extraordinariamente prematuras. El papel no morirá. Las palabras y las imágenes se las lleva el aire. La confirmación tipográfica mantiene la fuerza de la escritura. La libertad es escrita. Y la escritura, que permanece en el papel, subirá y bajará pero no morirá. Como dijo Darwin de las especies, solo sobrevivirán aquellos medios de información que se adapten con flexibilidad a los cambios. Habrá de todo pero no hay nada gratis. Ni comida gratis ni sexo gratis ni noticias gratis. Hay televisión de pago y televisión en abierto, que no es lo mismo que gratis. El oyente, el telespectador y el lector de un diario que no se vende pagan a sus emisoras, cadenas o diarios con su atención. No pagan con dinero sino en especie. Los medios de comunicación, ya sean de pago o en abierto, reciben esa atención (oro puro) y la convierten en ingresos por impactos publicitarios. Es un intercambio de favores compensatorios.

P.-Trabajaste en TVE en una época imagino que apasionante. Una televisión cuyo mensaje y presencia eran más poderosos que hoy. ¿Cómo era la relación de los periodistas con el poder?
R.- Esa relación era y debe ser mala por naturaleza. El poder, sobre todo el arbitrario (que es el poder de verdad), siempre quiere emitir su mensaje sin limitaciones. Quiere eliminar a cualquier contrapoder que le ponga límites. El poder manipulaba entonces, manipula hoy y seguirá manipulando en el futuro. Así es el animal. El público sintoniza su conciencia con su emisora. Puede ser inculto pero no es gilipollas. Antes que cambiar la mente de un lector o un espectador, éste cambia de periódico o de emisora. La manipulación no siempre cuela.

P.-Unos meses después de la muerte de Franco sufriste un secuestro y llegaron a hacerte una ejecución simulada. Aquello no te calló, ¡todo lo contrario!
R.- Lamento contradecirte: me apagó durante algún tiempo. Ya lo creo. Le cogí miedo al toro. Luego, con el tiempo, ese miedo se me fue pasando. De hecho, tras el secuestro, con las heridas aún frescas, salí huyendo de España y me refugié un año en la Universidad de Harvard como Nieman Fellow. Las torturas siempre dejan huella. Y el miedo es fantástico. Nos protege. Yo no soy ningún valiente. Si hubiera sabido las consecuencias de mi artículo, sobre las purgas franquistas contra los moderados en la Guardia Civil, no lo habría publicado.

P.- ¿Te tropezaste alguna vez con tus secuestradores, tiempo después?
R.- No. Aunque me dijeron que mi secuestro estaba en sus hojas de servicios, nunca tuve interés en conocerles. Hace unos años, un ex militar de la UMD, relacionado con mis fuentes de información, me dijo que, al conocer la orden del secuestro, trataron de avisarme pero no consiguieron localizarme a tiempo. (En aquella época no había móviles.)

P.- ¿El franquismo siguió teniendo presencia en muchos ámbitos?
R.- Por supuesto. Y sigue profundamente enraizado en nuestros comportamientos. Sobre todo en la derecha. Pero no solo. Claro que, cada año que pasa, Franco tiene menos culpa de lo que hacemos. Y hemos progresado bastante. La TVE de Aznar me despidió como corresponsal de TVE en EE.UU, en 1996, tras hacer las entrevistas preelectorales a los candidatos presidenciales. El Financial Times lo resumió así en su editorial “Costumbres españolas”: “Cuando José A. Martínez Soler criticaba al poder en la dictadura lo secuestraban y torturaban. Cuando lo hace en la democracia solo lo despiden. Eso es progreso”. La libertad de información no la entendieron ni la derecha ni la izquierda. Unos amigos de izquierdas me dijeron: “¿qué esperabas tras esta entrevista?”. Si despides al que hace preguntas incómodas, ¿qué periodista hará la siguiente pregunta? De hecho, no hubo más entrevistas a candidatos presidenciales hasta pasar muchos años. El plasma de Rajoy… ¡Vaya progreso! Los vestigios de la dictadura calan en la derecha y en la izquierda durante más de una generación.

P.-Alguien, no recuerdo quién, decía que el periodista que no es crítico con el poder se convierte en relaciones públicas. ¿Estamos viviendo un resurgimiento de periodistas con garra?
R.- No más que antes. Hay mucha falsa garra. En ocasiones, hacemos preguntas de apariencia crítica, por las formas, pero, en el fondo, hacemos la pelota al entrevistado. Claro que a muchos falsos críticos se les ve el plumero. El público no es tonto.

P.-¿Sin periodistas no hay democracia?
R.- Desde luego, sin libertad de expresión, un derecho de los ciudadanos y no solo de los periodistas, no hay democracia. Opino como Thomas Jefferson: “Antes que gobierno sin periódicos, prefiero periódicos sin gobierno”. Claro que él lo dijo antes de ser presidente de EE.UU. No se lo que opinaría después.

P–Las nuevas tecnologías están brindando a muchas personas la capacidad de ser periodistas –algunos lo llaman “periodismo ciudadano”-. Pero parafraseando a Ortega, “no es esto, no esto”, ¿verdad?
R.- Todos los ciudadanos tienen derecho a ser periodistas. Pueden aprender nuestro oficio, el 2º más viejo y el más hermoso del mundo. Pero deben someterse a filtros de calidad y respetar los principios básicos de la profesión: el rigor en la contrastación de la información con más de una fuente, la buena fe, la búsqueda de la veracidad, la objetividad, la independencia y la neutralidad, aunque sabemos que son metas inalcanzables para el ser humano. Si algún colega nos dice que es veraz, objetivo, independiente y neutral ya sabemos, al instante, que nos está mintiendo. Mucho ojo. Nos la quiere dar con queso. No hay noticia gratis. Todas tienen un precio, aunque se pague en especies. Lo que se publica y lo que no se publica es la resultante de un intercambio de favores compensatorios. Escribí 500 páginas sobre “El mercado de la prensa y la compra-venta de noticias”.

P.-Fuiste director y fundador del diario El Sol, un fracaso, según tus palabras, pero que te ayudaría en el futuro a levantar 20 minutos, el diario más leído de España. ¿Qué supusieron estos dos proyectos para ti?
R.- Apliqué los mismos principios e idéntico esfuerzo y pasión en ambos proyectos. Aprendí del “If” de Rudyard Kipling que “debemos tratar al éxito y al fracaso, a ambos impostores, con la misma indiferencia”. No lo conseguí. Aún me estoy lamiendo las heridas de El Sol. Claro que el éxito de 20 minutos, el primer diario que no se vende, y de 20minutos.es, fue balsámico. ¡Qué alivio! No me arrepiento de mis muchos fracasos ni de mis pocos éxitos. Si pierdo, aprendo. Si gano, enseño.

P.-Eres también profesor de Economía de la UAL. ¿Qué tenemos que hacer en España para situar nuestras universidades en la cabeza del mundo?
R.- Lo primero: pagar mejor y exigir más a los docentes e investigadores. Me encanta la docencia y fui feliz en la UAL. Sin embargo, tal como está hoy, de la universidad española no se puede esperar nada bueno. Espanta a los más valiosos. Y es una pena. Hay una corrupción estructural, casi medieval.

P.-Tienes mucha relación con EEUU, pues tu mujer es estadounidense. ¿Por qué crees que Donald Trump está llegando tan lejos?
R.- Nadie pudo prever su ascenso, subido en la ola del populismo y la demagogia. Ahora vemos quien le apoya: una clase media y obrera en declive, cabreada, indignada, más inculta, racista y pobre que la de antes, amoratada por la crisis y los viejos del Tea Party que el Partido Republicano han criado y nutrido.

P.-¿El mundo debería preocuparse si este señor llega a ser presidente de la primera potencia?
R.-No se lo que preocupará al mundo. Pero mi mujer está tan asustada que piensa ir a su pueblo para a votar en persona contra Trump. Conocí a Trump cuando fui corresponsal en EE.UU. y nunca pude imaginarlo como candidato a la Casa Blanca. Es imprevisible e impulsivo. No escucha a nadie. Como él dice, solo acepta consejos de sus tripas. Me da pánico imaginar a ese populista, casi fascista, con un dedo sobre el botón nuclear…

P.-¿Qué te parece el Tratado de Libre Comercio entre EEUU y Europa? ¿El oscurantismo de su redacción es un motivo de alarma?
R.- Como todo libre mercado, a corto plazo, beneficiará a los fuertes y perjudicará a los débiles. Como socialdemócrata, pienso que, a largo plazo, con los límites que el Estado debe imponer al mercado, para salvarlo de sus propios fallos, será beneficioso para todos. Entiendo el miedo de muchos a un mercado más libre, a suprimir barreras y a perder protección arancelaria. Sin embargo, la tendencia mundial contra las fronteras del proteccionismo (y del nacionalismo, cuya guerra comercial suele preceder a la guerra militar) me parece irreversible. No se pueden poner puertas al campo, pero sí cauces a los ríos.

P.-¿Qué es lo mejor de los americanos y lo mejor de los españoles? Lo puedes decir mejor que nadie, claro.
R.- En EE.UU, veo más flexibilidad, eficacia y búsqueda de la excelencia. Más espíritu práctico que aquí. Pero es un país muy duro. No es bueno para débiles. Mi mujer dice que lo mejor de España son los españoles.

P.-Te has jubilado pero se te ve muy activo en las redes sociales. No has perdido la ilusión…
R.-Estoy tan feliz que, de haberlo sabido, me habría jubilado antes. He dedicado 50 años al periodismo. Tengo muchos proyectos y me falta tiempo. Claro que uno de esos proyectos es, precisamente, perder el tiempo. A conciencia. Con mis hobbies: tenis, talla de madera, huerta, jardín, agitación en las redes sociales y en mi blog martinezsoler.com y, sobre todo, mi nieto Leo. Para Leo, mis hijos y amigos más próximos estoy escribiendo mis memorias de infancia en Almería. Me divierte.

P.-¿Se te quedó alguna espinita clavada? ¿Algo de lo que te arrepientes?
R.- Después de fundar 20 minutos, el diario más barato de España, me hubiera gustado fundar también el diario más caro de España. Fundé el semanario Doblón a 50 pesetas. Los demás costaban 25. Pero ya no me queda tiempo para eso. Como decía el maestro Sampedro: “nuestras vidas son los ríos… y ya noto la sal”. Mi suegro me dijo que “nadie, en su lecho de muerte, se había arrepentido de no haber dedicado más tiempo a su trabajo”. Yo me arrepiento de no haber dedicado más tiempo a mis tres hijos. Ahora trato de compensarlo con mi nieto Leo.

P.-¿Qué adjetivo consideras que te ha acompañado siempre?
R.- Dicen que soy hiperactivo. Quizás, por eso, paso por esta vida como Santa Teresa: de fundación en fundación.

P.-Creo que eres un almeriense muy activo fuera de la tierra. De vez en cuando quedáis a comer con conocidos paisanos allí en Madrid…
R.- ¿De vez en cuando? Cada semana. Lo pasamos bomba. Dijo Rilke que “la infancia es la verdadera patria del hombre”. Pues eso. Cada semana, nos revolcamos en nuestra patria almeriense. Todo el mundo parece estar feliz con el azar que le dio su inteligencia y su lugar de nacimiento. Yo no. Conozco a muchos más inteligentes que yo. En cambio, si pudiera elegir libremente mi lugar de nacimiento, elegiría la calle Juan del Olmo, de Almería, entre el Quemadero y la Plaza Toros.

FIN

PS. Por si olvido algo, ahí está la Wikipedia. Y la nueva prensa digital. Y el baúl de los recuerdos: cuando fui despedido de TVE tras mi entrevista a Aznar.

 

 

Mi despido de TVE tras mi entrevista a Aznar

Aznar vuelve… a primera página. Décimo aniversario de su victoria (y de mi despido)

Editorial de The New York Times:

Comentario editorial del Financial Times:

Primera página del International Herald Tribune

(Reactualizado, con un añadido final, a las 2:15 h.)

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Actualizado a las 21:30 h., justo a tiempo para irme al cine a ver Syriana.

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Encontré algunas perlas en mi sótano: comentario editorial del Financial Times(“Costumbres españolas”), que no es precisamente un periódico de izquierdas, editorial del New York Times (“Un escalofrío en España”), algo más liberal, primera página delInternational Herald Tribune (“Ecos de Franco mientras España despide a veteranos periodistas de TV”) y copia de la carta del presidente de la Fundación Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard, Bill Kovach, dirigida al Rey, con copia al presidente Aznar.

Estos documentos -que me han traído tan terribles recuerdos, diez años después- los pegaré al final del post para que queden archivados. No me gusta hacer leña del árbol caído.

Ya se que no soy imparcial en lo que atañe a mi experiencia personal, aunque no guardo ningún rencor. Esa palabra no está en mi diccionario. Me cabreé y mucho en su momento, pero ya no tengo nada que perdonar. Son gajes del oficio en una democracia aún frágil. Lo publico en mi blog personal, al cabo de 10 años, porque no me gustaría que se perdieran estas anécdotas de la era Aznar. Así, mis hijos y otros jóvenes demócratas pueden tener datos para saber con quien se juegan los cuartos.

Desde luego, la letra impresa no perdona. Incluyo la traducción del Financial Times y del New York Times. No me quiero perder el pricipio de la película (ni las palomitas).

3 de marzo de 2006: décimo aniversario de la segunda victoria democrática de la derecha española, desde el triunfo de la República, el 14 de abril de 1931.

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Tengo un rato libre para hacer memoria. Advierto que voy a escribir sin límite de espacio… y tengo un par de horas libres por delante.

El jefe de www.20minutos.es me ha advertido de que en Internet el espacio es ilimitado, pero no es ilimitada la paciencia de los internautas. Por eso, recomiendo abstenerse a quienes no tengan paciencia ilimitada. Y me disculpo por la extensión de este post. Es un desahogo personal.

En fecha tan señalada, lo que sigue es, simple y llanamente, mi opinión sobre algunos acontecimientos que considero relevantes, en la reciente historia de España, mezclados con interferencias personales y familiares, que resultarán insignificantes para quien no las haya sufrido. Ahí va:

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Derrota electoral en Febrero del 36 y golpe de Estado en Julio

El primer gobierno democrático de la derecha desde 1931 acabó cuando triunfó la izquierda, en las elecciones del 16 de febrero de 1936. Quizás por falta de costumbre, los derechistas no aceptaron, en aquella ocasión, su derrota en las urnas.

Simplificando: a los cinco meses, el 18 de julio, la derecha rebelde dio un golpe de Estado y recuperó el poder, el 1 de abril de 1939, tras vencer a los leales a la II República, en una guerra civil que costó alrededor de un millón de muertos.

Durante casi 40 años, varios millones de derrotados fueron perseguidos y represaliados por disentir ideológicamente de la Dictadura fascista impuesta por el general Franco.

Desde que perdió el poder legítimo que dan los votos -y no las botas-, la derecha gobernó ilegítimamente, por la fuerza de las armas, hasta que, muerto el dictador, el pueblo español votó la Constitución del 6 de diciembre de 1978.

La derecha española asistió muy dividida, entre asustada y generosa, a la transición de la dictadura la democracia. La izquierda, también asustada y generosa, hizo un esfuerzo descomunal por perdonar –aunque no por olvidar- los crímenes de la Dictadura.

La alianza providencial del centro derecha de Suárez-Abril con el centro-izquierda deGonzález-Guerra, y con otros partidos democráticos minoritarios, y apoyada por el Rey–que mantenía embridada a la derecha franquista, de la que había heredado sus poderes no democráticos- permitió una transición ejemplar.

Los más impacientes de la derecha nacionalista española sacaron de nuevo los tanques a la calle, el 23 de febrero de 1981, y repitieron, esta vez sin éxito, el golpe de Estado del 36. Hicieron el ridículo, porque ya no éramos la España del 36.

Curiosa coincidencia: Franco invocó el asesinato del líder conservador Calvo Sotelo(José) al proclamar su rebelión contra la República.

El general Milans del Bosh, el teniente coronel Tejero y todos sus secuaces franquistas dieron el golpe del 81 contra otro Calvo Sotelo, de la Unión de Centro Democrático (UCD), en el momento en que el pueblo soberano iba a nombrarle presidente del Gobierno.

El mundo al revés. Sin querer, los golpistas vacunaron a la democracia contra futuras traiciones a la Constitución del 78.

El Parque Jurásico, en el que se había refugiado durante la transición una buena parte de la derecha franquista, quedó cerrado por reformas, al menos durante una década.

Muchos líderes políticos tuvieron que taparse la nariz, la boca o las orejas, según las ocasiones, para no volver a las andadas de las dos Españas de Goya, a garrotazo limpio.

La transición se hizo casi en paz

Fue –¡creedme!- muy emocionante.

Y se consolidó con la primera alternancia: al año siguiente del fracasado golpe militar, la izquierda volvió a ganar, por segunda vez en la historia de España, el 28 de octubre de 1982. Dos victorias en casi un siglo: en 1936 y en 1982.

No hubo venganza contra los vencedores de la guerra civil, entre los que abundaban personas de buena fe así como asesinos y torturadores, amparados por el régimen de terror impuesto por Franco con la ayuda –¡que no se olvide nunca, por favor, para no repetir el crimen!-, primero, de Hitler y Mussolini y, luego, de Eisenhower.

Entre 1982 y 1993, la derecha española consolidó su poder económico –que nunca perdió- y fue tomando la medida a la izquierda reformista. Recuérdese que el todopoderoso superministro de Economía de Felipe González era el entonces socialistaMiguel Boyer Salvador, y, desde hace muchos años, muy próximo a José María Aznar.

La derecha española no se contentó con el poder económico de toda la vida. También quería –y estaba en su derecho- el poder político.

En las elecciones generales de junio de 1993, lo rozaron con la punta de los dedos, pero se les fue de las manos por un puñado de votos. Desesperados, intentaron deslegitimar aquélla victoria pírrica de Felipe González, como están haciendo ahora con la victoria por los pelos de Zapatero. Tienen costumbre.

Con la distancia, pienso que hubiera sido mejor que la derecha hubiera triunfado en 1993 y no en 1996. Las elecciones del 93, en plena crisis económica europea, ofrecieron una ocasión espléndida para que el regreso pacífico y democrático de la derecha al poder (por segunda desde 1931) hubiera servido para moderar a sus líderes más voraces. Desgraciadamente, no fue así.

El pueblo confió de nuevo en el PSOE. Victoria pírrica, digo, porque sirvió para alargar la agonía política de Felipe González –ya en caída libre- y para envalentonar a los nuevos e impacientes jóvenes cachorros de Alianza Popular. Convertida en Partido Popular y liderada por José María Aznar, la derecha hizo una oposición inmisericorde de tierra quemada.

¿Recuerdan cuando Aznar soltó al “doberman”?

Un gran honor con mucho peligro

Los partidos políticos, que compitieron en aquellas generales, se pusieron de acuerdo para recomendar que fuera yo el encargado por TVE para hacer las entrevistas oficiales a los seis candidatos presidenciales. Eso me dijeron.

Ya es ridículo que los partidos políticos puedan influir en quién hace las entrevistas preelectorales de la televisión del Estado. Y es una muestra más de la falta de independencia de la TV pública.

En todo caso, honrado por el encargo, ya que procedía de la representación popular en el Congreso, hice aquellas entrevistas preelectorales lo mejor que pude o supe. Con total libertad –jamás he aceptado preguntas de encargo- pero también con la moderación, neutralidad y respeto que exige una ocasión institucional tan solemne.

Después, pasé de dirigir las noticias de las 9 en la Segunda Cadena de TVE –“Informe del día”– a dirigir el Telediario de las 3 de la tarde en la Primera, que presentaban los inigualables Ana Blanco y Matías Prat.

En el TD-1 pasé dos años maravillosos, desde el punto de vista profesional y personal: tenía el mejor equipo del mundo y éramos líderes indiscutibles de audiencia, como ahora en 20 minutos.

También pasé allí los dos años más angustiosos que yo recuerdo, desde el punto de vista político y, si se quiere, patriótico. La lucha por el poder entre el PP y el PSOE no podía ser más degradante y sucia.

Cuando fui destinado a Nueva York, como corresponsal de TVE (en el verano de 1995) sentí un enorme alivio por salir de aquella España, otra vez prebélica.

Desgraciadamente, tuve que regresar en febrero de 1996 para realizar, como en 1993, las entrevistas a los candidatos presidenciales en las elecciones generales de hace 10 años.

Los representantes de los seis principales partidos políticos decidieron que el entrevistador fuera el mismo de las elecciones anteriores. Eso me dijeron. ¿Cómo pueden tener voto y veto los políticos sobre quién es el más neutral, a su juicio, para hacer estas entrevistas?

Vine a España, doblemente honrado por su renovada confianza. (Se ve que ninguno de ellos quedó descontento con las entrevsitas que hice en las elecciones del 93, o bien que no podían alcanzar la unanimidad con ningún otro nombre). Debía ser el menos malo para lo seis partidos que representaban entonces a la casi totalidad de los españoles.

Aterricé en Madrid muy inquieto –y algo asustado- por la tensión preelectoral que se vivía en España.

Hice las seis entrevistas, como la vez anterior, lo mejor que supe y o pude, con los mismos criterios de integridad profesional que aplico siempre.

Tuve muy mala suerte

Felipe González iba ya de perdedor. Le encontré relajado, casi con ganas de salir de aquel infierno en el que se había convertido el Palacio de la Moncloa.

No tenía mucho que perder, en aquella entrevista que le hice en la víspera de la jornada de reflexión. Le hice las preguntas de rigor profesional (corrupción política, terrorismo, GAL, crisis, etc.) y se creció en el ataque. El todavía presidente González estuvo hábil y muy simpático.

En algún momento, dio la impresión de que éramos viejos amigos, ya que mencionó indirectamente a mis hijos. Viejo zorro.

Le tengo afecto personal –incluso le conservo cierta admiración, por su primera etapa de Gobierno con Alfonso Guerra– y, desde luego, las cámaras no mienten. Son gajes del oficio.

El día anterior me había tocado entrevistar a José María Aznar, el penúltimo candidato. Le encontré muy inquieto, tenso y algo nervioso. Se jugaba mucho en aquel estudio deTVE en Prado del Rey. Se le veía con hambre de balón, pero temeroso y, quizás, un pelín desconfiado.

También le hice a Aznar las preguntas de rigor profesional (¿Sería capaz de controlar a la extrema derecha que algunos llaman “Parque Jurásico”?, ¿Mantendría a la peseta en la misma cesta monetaria que el marco alemán, tal como había acordado Felipe González con su amigo Helmut Khol?, etc.).

Aznar no se lució mucho en aquella entrevista. En algún momento, mientras yo le hacía -en cámara- una pregunta que consideré normal, casi anodina, y que no contestó, le vi poner muy mala cara. Los espectadores no vieron su cara, ya que estaban viendo la mía. Pero yo sí. Y, fugazmente, temí por mi empleo.

Efectivamente, tuve mala suerte.

Hace ahora 10 años, el día 3 de marzo de 1996, tres días después de que aquella entrevista, José María Aznar ganó las elecciones generales, seguramente por menos de lo que él deseaba.

Al fin, la derecha española recuperaba el Poder, por vía pacifica y democrática, por segunda vez desde la caída del rey Alfonso XIII.

Participé en su victoria ya que, en aquella ocasión, no voté a Felipe González ni, naturalmente, a Aznar.

Me alegré de la primera victoria de Aznar

Debo reconocer que –inconsciente de mí- me alegré de la victoria de la derecha. La alternancia siempre consolida la democracia y el PSOE –por su mala cabeza, el desgaste inevitable de 14 años de gobierno y la durísima oposición de la derecha- estaba ya quemado para muchos años.

Digo inconsciente de mí porque, al poco tiempo, formado el primer Gobierno Aznar y nombrados los nuevos cargos de Partido Popular en mi empresa (TVE), recibí una llamada telefónica del flamante director de los Servicios Informativos de AznarErnesto Saéz de Buruaga– comunicándome que, “por razones económicas y profesionales”yo era despedido (no trasladado, como era la costumbre) de la empresa. Yo no tenía cargo político sino un contrato laboral por dos años que terminaba al año siguiente.

Bastaba con que hubieran honrado el contrato laboral o, simplemente, que hubieran dejado de emitir mis crónicas para que yo hubiera dimitido, por vergüenza torera, y me hubiera ido a casa sin ruido.

Tuve la impresión de que los cachorros de la nueva derecha recién llegados al poder -o, quizás, algún mindundi o pelotas de turno que quería complacer al jefe Aznar– tenian cierta urgencia por hacer primera sangre y rápida: me aplicaron el despido fulminante, la pena capital laboral, sin haber hecho los más elementales deberes democráticos ni jurídicos.

Así pues, una de las primeras órdenes de la TVE de Aznar, después de ganar las elecciones, fue ponerme de patitas en la calle.

José María Aznar al Palacio de la Moncloa y yo a la calle. Por primera vez en la historia,TVE despidió a un corresponsal en activo y no lo readmitió, después de que éste (o sea, yo mismo) ganara el juicio. Lo nunca visto. El despido en EE.UU supuso la pérdida automática del visado y la salida inmediata del país.

Pedí consejo a Adolfo Suárez

Sorprendido y desorientado, y antes de iniciar acciones legales contra la TVE de Aznar, pedí información, consejo y auxilio a mi presidente Adolfo Suárez. Me sumé a sus tareas de gobierno con entusiasmo (dejando El País) y estuve un par de años a las órdenes de Fernando Abril Martorell y de José Luis Leal en Castellana, 3. (Fue extraordinaria y reconfortante mi experiencia como ayundante de última fila del Gobierno Suárez-Abril, el único para el que he trabajado).

Después de hablar con José María Aznar, mi admirado Adolfo Suárez me telefoneó a mi casa de Nueva York (sin atender al cambio horario, pues me despertó a las cuatro de la madrugada) para decirme que mi despido no tenía arreglo, pues el presidente le había replicado que tenía todo el derecho a decidir “qué caras quería ver en la pantalla”.

En eso –abstrayéndonos del daño causado a la libertad de expresión de los futuros entrevistadores y de todos los ciudadanos libres- no le faltaba razón. Pero su reacción tendría un coste político y ético.

A los pocos días de mi despido fulminante, daba yo una conferencia –que no podía anular- en la Universidad de Harvard, de la que soy antiguo alumno como Nieman Fellow. Y lo pasé muy mal.

Mis colegas y profesores de Harvard no entendieron cómo es posible que, en una democracia, el Gobierno vencedor de unas elecciones pueda despedir al periodista que hizo las entrevistas preelectorales a los candidatos.

Bastante escandaloso e incomprensible resulta ya para cualquier demócrata que los responsables máximos de la TV pública sean nombrados por el Gobierno de turno. Estos (María Antonia Iglesias, Sáez de Buruaga, Urdaci, etc.) tienen asumido su cese automático al cambiar el Gobierno que los nombró.

Pero no así un periodista con un contrato laboral y, menos aún si es el que ha hecho las entrevistas a los candidatos presidenciales. Además de tratarse de un despido ilegal (como más tarde estableció el juez) quedó bastante feo.

¿Cómo se iba a enfrentar el próximo entrevistador a los candidatos presidenciales en las siguientes elecciones generales?

¿Debería hacerse antes un seguro contra despidos improcedentes?

Luego vimos que cualquiera que fuera mi sucesor, en tarea tan arriesgada, no se enfrentaría a los futuros candidatos de ninguna manera. El Gobierno Aznar simplemente prohibió las entrevistas de TVE a los candidatos presidenciales.

Las mías fueron, por tanto, las últimas en la historia de Televisión Española. Menos mal que están las TV privadas para recoger la antorcha. En la 3, la 5, la 4 y la Sexta nadie puede despedirte directamente desde el Gobierno, preguntes lo que preguntes al candidato que resulte vencedor.

Editorial de The New York Times:

Traducción:

Un escalofrío en España

“José María Aznar ganó las elecciones como nuevo Primer Ministro de España el pasado mes de marzo, en parte por convencer a los votantes de que había modernizado completamente su partido de centro derecha, Partido Popular, limpiándolo de toda nostalgia por las prácticas anti-democráticas de la dictadura de Franco. Ahora tendrá que volver a convencerles tras el despido con mano dura del jefe de la corresponsalía de Televisión Española en Nueva York, José Martínez-Soler, y otros cuatro corresponsales.

El Gobierno Aznar dice que despidió al Sr. Martínez-Soler para ahorrar dinero. Pero más bien parece una represalia por una entrevista de la campaña en febrero en la cual el Sr. Martínez-Soler le sacó los colores al Sr. Aznar con una referencia puntual a la vmás duro que a los demás.ieja guardia de la derecha del Partido Popular. Si la impresión de represalia perdura, tendrá un efecto escalofriante sobre otros periodistas que trabajan para la televisión estatal española.

El tema que el Sr. Martínez-Soler abordó era legítimo, por muy incómodo que fuera para el Sr. Aznar. Muchos que sirvieron al dictador mantuvieron posiciones de influencia en los mandos del partido conservador hasta bastante recientemente. Tampoco estaba el Sr. Martínez-Soler discriminando al candidato conservador dándole un tratamiento más duro que a los demás. Hizo preguntas igualmente incómodos a los rivales socialistas.

El Sr. Aznar tiene el derecho de hacer sus propios nombramientos para los más altos cargos de la política de emisión. Pero a los periodistas profesionales, si sus informes han de ser creíbles, necesitan estar libres de la presión política. Las libertades democráticas de España son demasiado preciosas, y ganadas demasiado recientemente, para ser tan pisoteadas y tan descuidadamente. El Sr. Aznar debe moverse rápidamente para deshacer el daño”.

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Comentario editorial del Financial Times:

Traducción:

Costumbres españolas

“El nuevo gobierno del Partido Popular de España puede estar moviéndose hacia una economía más abierta, pero no está haciendo mucho por la tolerancia política. Los cambios de plantilla en organismo estatales no se están limitando solo a los puestos mas altos. En la autoridad emisora RTVE, por ejemplo, llegan muy abajo dentro de la organización.

El Primer Ministro José María Aznar evidentemente no ha perdonado una entrevista de TVE que tuvo durante la campaña electoral en febrero.

Los partidos entonces tenían dificultades para llegar a un acuerdo sobre un entrevistador para los candidatos principales, pero finalmente acordaron quedarse con José Antonio Martínez Soler, un periodista presentador muy conocido, que acababa de ser enviado a Nueva York como corresponsal jefe en EE.UU. de la televisión estatal española.

Martínez Soler, 49 años, puede estar ahora dándose patadas por un lapsus de tacto durante la entrevista con Aznar, cuando se refirió a la vieja guardia del Partido Popular como “Parque Jurásico.”

Veterano miembro del programa prestigioso de la Fundación Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard, también habia chocado con la anterior administración socialista. Antes de ello, poco después de la muerte de General Franco, como un jóven director de una revista, fue secuestrado, torturado y sujeto a una ejecución simulada, tras escribir un artículo sobre la paramilitar Guardia Civil. Esta vez solamente le han despedido de su trabajo como corresponsal.

Esto es progreso.”

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Primera página del International Herald Tribune

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Si han llegado hasta aquí, comprenderán algunos de mis lectores por qué hoy, 10 años después de la victoria de Aznar y de mi persecución o discriminación profesional, me da un cierto “yu–yu” ver de nuevo a este hombre, martillo de la libertad de expresión, saliendo del Parque Jurásico -le veo, eso sí, con el gesto algo trastornado- y cabalgando, otra vez, por las primeras páginas de los periódicos.

Ya ven por qué hay cincunstancias en las que no puedo (ni me apetece) ser neutral. Le tengo miedo.

¡Rajoy, por favor, no le dejes volver!

Actualizado a las 02:15 h. (después del cine y consiguiente tertulia)

Acabo de leer un comentario de un tal “Anónimo”. Ya saben que no me gusta contestar a desconocidos o dialogar con quienes llevan la cara cubierta con pasamontañas. Me trae malos recuerdos. Y estoy en contra todo ventajismo.

No obstante, a veces, contesto a lectores que firman con seudónimo porque puedo identificarlos por otras vías (mensajes previos con dirección de correo o de blog, alias familiares, etc.)

También agradezco las correcciones y sugerencias constructivas, aunque sean en contra.

Este tal “Anónimo” -a quien no conozco de nada- me pide que cuente por qué me apoyaron editoralmente esos diarios que he pegado arriba.

Esa pregunta me ha recordado, de pronto, una omisión importante. Por despiste, y por las prisas para llegar a la sesión de las 22:00 h. cité la carta de la Universidad de Harvard al rey Juan Carlos -doctor “honoris causa” por Harvard– y luego olvidé incluirla.

Agradezco al tal “Anónimo” el recuerdo, porque esa carta -de la que se hicieron muchas copias, una de las cuales llegó, por ejemplo, al director del New York Times– explica precisamente muchas reacciones que, contra mi despido ilegal, se publicaron en docenas, quizás cientos, de diarios de todo el mundo y en numerosas lenguas que no comprendo. En mi sótano, tengo una caja llena de recortes.

Ahí va, por tanto la carta que anticipé al principio de mi larga crónica y que, distribuida en cadena a todos los miembros de la influyente y prestigiosa Fundación Nieman de Periodismo de Harvard, provocó una auténtica oleda de protestas en favor no de mi empleo perdido -algo insignificante y que no merecería ni una sola línea impresa- sino de la lucha por la libertad de expresión, cuya conquista tanto nos costó, y que mis colegas de la “Nieman” vieron peligrar en la España de Aznar.

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Este fue el comentario editorial del diario ABC:

Traducción de la carta de Kovach (curator de la Nieman Foundation for Journalism de Harvard al Rey Juan Carlos:

Al Rey Juan Carlos

Madrid, España

Su Excelencia:

Le estoy escribiendo urgentemente para llamar su atención sobre un asunto grave de interferencia con la libertad de prensa y libertad de expresión que acaba de llegar a mi conocimiento. La decisión del nuevo gobierno del Primer Ministro José María Aznar de despedir a José Martínez-Soler como corresponsal de TVE es un golpe grave a la imagen de una sociedad civil que nutre los derechos de sus ciudadanos.

Periodistas por el mundo están bien familiarizados con el coraje y la integridad de José Martínez-Soler. Sabemos el precio que tuvo que pagar una vez por su devoción a los valores de los derechos humanos. Todos quedamos anonadados (pasmados, aturdidos) al oír las noticias de la decisión de despedirle de su trabajo como corresponsal en EE.UU. En solamente ocho meses había demostrado una rara habilidad para comunicar los sucesos en Estados Unidos a su audiencia en casa. Igualmente importante, nos ha ayudado conocer una nueva y emergente España. Un seminario que dirigió con otros “Fellows” de la Fundación Nieman de Harvard, anteriormente este año, fue de los más interesantes e inspiradores que hemos tenido en todo el año. La promoción entera de los “Fellows” Nieman se une a mí al expresar nuestra consternación por el comportamiento de la nueva dirección de TVE.

Este episodio lastimoso es especialmente desalentador en un momento de una mayor esperanza engendrado por el desarrollo de una Europa más integrada y unida a favor de los principios de los derechos humanos.

Respetuosamente pido que utilice su influencia para deshacer la decisión de silenciar la voz valiosa de José A. Martínez-Soler y establecer un precedente que guiará a los que respetan el valor del derecho de un pueblo a la voz y expresión libre mientras nos acercamos a otro milenio.

Respetuosamente suyo,

Hill Kovach

Curator (director o presidente)

Copia: Primer Ministro José María Aznar

Jorge Sanchez Gallo, TVE

—-

El Gobierno de Aznar, y los aduladores de turno de la prensa adicta, que le ofreció adhesión inquebrantable, no pudieron o no quisieron comprender las razones de aquella cascada inteminable de críticas, que arruinó la escasa imagen democrática de nuestro flamante presidente en el exterior. El nombre de Aznar está marcado en muchas hemerotecas del mundo como perseguidor de periodistas y poco amante de las libertades. Tampoco hizo ningún esfuerzo por remediar su pobre imagen.

El fuego cruzado contra la purga de TVE fue una acción en cadena muy interesante, con ciertos rasgos corporativos de “periodista-apoya-a-periodista”, sí, pero guiados sobretodo por un fuerte compromiso con la libertad de expresión.

Yo mismo he formado parte, en otras ocasiones, de esas cadenas de solidaridad en favor de periodistas represaliados, perseguidos por sus ideas, presos, torturados y, en algunos casos, asesinados por “fuerzas incontroladas”.

Recuerdo que El Mundo de Pedro J. Ramirez, al servicio del nuevo poder, fue el encargado de responder, casi en exclusiva, desde sus páginas a informaciones de los más prestigiosos diarios de Oriente y Occidente que, por miedo o por pereza, apenas se conocieron en España.

El diario conservador ABC, que dirigía entonces Luis María Anson, publicó un editorial que le agradeceré siempre(“Pluralismo y Tolerancia”, el 29-06-96) en la línea del New York Times y del Financial Times. Luis María Anson, con quien discrepo políticamente en tantas cosas, me ha demostrado gran coherencia en la defensa pública de la libertad. También escribió un comentario editorial en Gaceta Ilustrada atacando a mis torturadores después de mi secuestro tras la muerte de Franco.

El diario El País, en cambio, donde trabajé mucos años y de donde me despedí varias veces, dio muy poca información y no publicó ni una sola línea de opinión sobre el caso. Nunca comprendí su silencio en un asunto tan sensible para su propia supervivencia, como luego se demostró en la guerra digital que casi llevó a la cárcel a Polanco y a Cebrián.

Con su pertinaz política de adulación destructiva, El Mundo se quedó sólo haciendo el ridículo ante los periodistas más presitigiosos que habían pasado por Harvard, y que funcionan como una piña cuando peligra la libertad de expresión en cualquier lugar del mundo.

Pocos entendieron entonces en El Mundo el sentido de la protesta y me dieron una importancia y una capacidad para manipular al mundo entero que aún me hace sonrojar. ¡Qué más quisiera!

¿Acaso tengo yo -o mi mujer- poder para dictar o influir en un comentario editorial nada menos que del New York Times, por el que se pelean docenas de gobiernos y cientos de grandes corporaciones de todo el mundo?

Los conspiradores son muy proclives a creer en la simplista teoría de la conspiración. La suelen aplicar alegremente a todos los fenómenos complejos que no comprenden.

La teoría conspiratoria es muy buena para embaucar a mentes simples, o a creyentes facilones dispuestos a todo, porque tiene una ventaja: resulta muy verosímil. Pero tiene un grave inconveniente: que casi siempre es falsa.

La razón de mi gran poder para manipular a mi antojo a toda la prensa mundial residía -según El Mundo– en que mi mujer, Ana Westley, había sido corresponsal en España de muchos diarios extranjeros, entre ellos The New York Times, The Wall Street Journal,Boston Globe, etc..

Sin embargo, nunca trabajó para el Financial Times, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Monde, el Corriere della Sera o los grandes diarios japoneses que también alertaron sobre los riesgos de pérdida de libertad en la frágil democracia española, si la TV del Gobierno podía despedir impunemente a un periodista que hacía las entrevistas preelectorales.

Mi mujer vale mucho, desde luego, pero no da para tanta manipulación de la prensa mundial.

¿Acaso cree Pero J. Ramírez que los editoriales del New York Times, del Financial Times o la primera página del Internacional Herald Tribune (que he pegado más arriba) son tan fáciles de manipular, a nuestro antojo, como pueden serlo los editoriales y la primera página de El Mundo?

Qué sabio refrán:

“Cree el ladrón que todos son de su condición”

¡Jo! Qué tarde…

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