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Stanley Meisler se quedó sin guerra civil

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Los demócratas españoles estamos en deuda con el periodista Stanley Meisler. Este hombretón, riguroso y guasón, que tanto hizo por informar al mundo del milagro de nuestra transición pacifica, murió el domingo 26 de Junio en Washington a los 85 años. Nos conocimos en Madrid, hace 40 años, recién muerto el dictador Francisco Franco. Fue el primer corresponsal de Los Ángeles Times en España y yo era aún director del semanario Doblón.

El ruido de sables, los odios y resentimientos soterrados de las dos España y la tensión social creciente auguraban, para los grandes diarios del mundo, una segunda guerra civil española. Bandadas de periodistas volaron entonces hacia Madrid para cubrir tan sangrienta como previsible catástrofe. Stanley abrió su oficina junto a la de su colega James Markham, del New York Times, a dos pasos del Congreso de los Diputados.

Fue el primero y el último corresponsal de Los Angeles Times en España. Al cabo de cinco o seis años, sus crónicas, clarividentes y de finísima agudeza, convencieron a sus jefes de que nuestro país estaba entrando, con buen pie, por la senda democrática. El fracasado golpe de Estado del 23-F de 1981 fue el descabello a las ansias golpistas de los residuos franquistas. Con aquella vacuna contra golpistas, mi amigo (y maestro) Stanley Meisler cerró la oficina de Los Ángeles Times y se fue con su música a otra parte que ofreciera mayor dramatismo, o sea, más noticias de primera página.

Durante más de 30 años ha sido un corresponsal y un viajero incansable, cubriendo conflictos por medio mundo, pero nunca perdió su amor por España. Lo se. Nos visitaba con frecuencia en Madrid o en Almería. Cada año conocía mejor nuestra cultura, nuestro arte –en el que llegó a ser un experto-, nuestra gastronomía –era un comilón exquisito- y nuestra historia. ¡Cómo le gustaba la España de las tres culturas! Jocoso, como era, una vez publicó que yo mantenía esas “tres mitades”: judía, mora y cristiana.

Muchas veces coincidimos en viajes durante mis tres mudanzas a Estados Unidos (Harvard, Grupo Prisa, RTVE). Pasamos una semana espléndida con el pool de corresponsales que cubríamos la visita de Ronald Reagan a Mijail Gorvachov en Moscú. Conocía los mejores restaurantes y recetas rusas. Tenía un grandísimo sentido del humor. Sus carcajadas ruidosas son inolvidables. Gozaba de una finísima ironía, tierna no hiriente. Pero, si se trataba de defender principios, su cinismo podía llegar a ser durísimo, lacerante. Valoraba la amistad y, en una profesión tan difícil y competitiva, practicaba la lealtad con sus amigos aunque fueran colegas. Era un hombre cabal y, como Machado, en el buen sentido de la palabra, bueno. Su cara y su mirada franca y noble confirmaban su bonhomía.

Stanley Meisler
Stanley Meisler

Desde que nos conocimos no pasó ningún año sin que nos intercambiáramos mensajes, notas familiares, felicitaciones del año judío o del cristiano. Insistía: “Jose, dame un lead para que me envíen a España a escribir una historia”. Cuando Erik, mi hijo mayor, estudiaba en la Universidad de Maryland, la casa del tío Stanley y de la tía Elisabeth en Washington fue su refugio habitual.

El joven Stan Meisler acompañó a Martin Luther King en la marcha sobre Washington. Siempre mantuvo vivo su sueño. De mayor, vio caer el muro de Berlín. Su instinto de gran reportero le llevó a estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Mucho me enseñó sobre nuestro oficio el grandísimo Stanley. Ya le echo de menos.

Recuerdo el berrinche que se llevó cuando fui despedido como corresponsal en Nueva York de la Televisión Española del presidente José María Aznar, tras haber hecho yo, como otras veces, las entrevistas a los candidatos presidenciales. En esa etapa él era corresponsal de L.A. Times en la ONU y compartíamos muchas comilonas y tertulias en la Gran Manzana. Tenía crédito para escribir del caso y lo hizo bordeando los límites de la imparcialidad.

http://articles.latimes.com/1996-07-21/opinion/op-26437_1_aznar-s-popular-party

Así era Stanley Meisler: implacable, si estaba en juego la libertad de expresión, base de la democracia.

Sus abuelos maternos huyeron a tiempo de los progroms de la Rusia imperial contra los judíos. Su padre huyó del Este de Polonia. Gran parte de su familia murió en los campos de concentración nazis y en los hornos del Holocausto. La tragedia del pueblo judío marcó su vida. ¿Y a quien no en semejantes circunstancias? Stanley nació en el seno de una familia modesta del Bronx. Estudió en Nueva York y en Berkeley (California) y fue profesor en Columbia University. Fue un autodidacta en arte. Escribió magistralmente de Miro, de Picasso, de Chagall y de otros artistas europeos.

Se jubiló en LA Times pero nunca dejó de escribir y publicar en numerosas revistas de prestigio. Miles de reportajes y más de una docena de libros. De hecho, su último reportaje fue publicado por su diario de toda la vida el mismo domingo de su muerte. Murió, como vivió, con las botas puestas. “Una parada cardiaca”, ha dicho Elisabeth Fox, su viuda. A ella, a sus hijos y nietos enviamos desde aquí nuestro más sentido pésame a memorial@stanleymeisler.com.

Descanse en paz.

 

¡Viva la radio! Un ataque de nostalgia…

Hoy madrugué y valió la pena. Javier del Pino me había invitado su programa «A vivir que son dos días» de la SER. Llegué pronto y sin saber muy bien el motivo de la entrevista. Se había encontrado en Washington con Bill Kovak, un amigo común ex New York Times y ex Harvard, y me mandaba saludos.

Contra mi costumbre, de cuando trabajaba en la radio o en la televisión, esta vez no iba preparado para enfrentarme a las ondas. Quizás por eso, Javier  del Pino y José Martí-Gómez me pillaron desprevenido y, en una atmósfera tan cordialy con la guardia baja, hablé como si fuera libre… de mi vida y milagros.

No se por qué, fuí con la idea de que íbamos a hablar de periodismo en general… al año casi de jubilarme. Pero no. Hablamos de mi tema favorito, con perdón, o sea de mi. Tampoco se si fue más fuerte el ataque de vanidad, por preguntarme sobre mi curriculum, o el ataque de nostalgia por verme de nuevo ante un micrófono…   El caso es que me sentí tan cómodo con los viejos colegas, los cascos y el micro que me solté el pelo y conté cosas sobre mi secuestro, al final de la Dictadura, que no había contado nunca en la radio ni en la televisión. Aunque sí en este blog.

También me comprometí a seguir dando guerra, a no jubilarme del todo, en honor a mi nieto Leo, que ayer cumplió tres meses. Como sabéis algunos, desde que nació este bebé yo creo y practico el ¡Leocentrismo!

Esta es la primera entrevista que mi hija Andrea le ha hecho a su hijo Leo:

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Por un lado, después de diez meses de pensionista y (¿merecido?) relajo casi total (tenis, talla de madera, jardinería, huerta, pesca, etc.) me siento algo culpable de pasarlo tan bien cuando parece que el mundo se nos cae encima a pedazos. Puede ser un reflejo del sentimiento judeo-cristiano de culpabilidad que nos inculcaron los frailes de La Salle. Parece que todo aquello que nos produce placer es pecado, engorda o da cáncer.

Por otro lado, el pasado 23 de octubre nació Leo Jiménez Martínez, mi primer nieto, y ese acontecimiento tan singular trastornó mis planes de jubilado feliz y despreocupado.  ¿Como no seguir la actualidad y no estar al día de lo que pasa en el mundo que se va a encontrar este niño? La verdad es que Leo, sin ningún mérito por su parte, ha tenido doble suerte: nació varón y en Occidente.  Las mujeres lo tienen todo más difícil, incluso en Occidente.

¿Acaso los abuelos (o yayoflautas) no tenemos el deber de intentar mejorar este mundo para entregarlo a las generaciones venideras mejor de como lo recibimos?

Estas fueron mis reflexiones cuando salí esta mañana de la cadena SER, al concluir esta entrevista que copio y pego aquí mismocamino de las pistas de tenis de Villanueva de la Cañada.

Jugué como nunca y perdí como siempre (4-6, 0-6). Mantengo estable mi posición en el ranking de tenis de mi pueblo. Ni subo ni bajo: sigo siendo el último. Claro que hoy me enfrenté a un joven de la Policía Nacional, que está en plena forma física para perseguir a los malos y que me ha hecho correr de lo lindo.  Lo pasé tan bien tanto en la pista como en la SER. Gracias a Hugo y a Javier.

 

Espartaco y las torturas de la CIA

Por razones que no vienen al caso, no me gusta hablar (ni siquiera oír hablar) de las torturas como práctica para obtener información.

Portada de El Pais de hoy (10-12-14)
Portada de El Pais de hoy (10-12-14)

Esta mañana, sin embargo, no pude evitar escuchar en mi radio las noticias sobre la crueldad y la ineficacia de las torturas practicadas por la CIA, desde 2001 a 2008, a sospechosos de pertenecer a Al Qaeda. A sabiendas de su inutilidad, el presidente Bush II las autorizó hace 13 años y un informe del Senado reconoció ayer que no sirvieron para nada.

Es una pena que la democracia más vieja (y aparentemente más sólida) del mundo caiga tan bajo con tan mala práctica. Y una lástima también que Barak Obama, el primer presidente negro de los Estados Unidos, en quien los demócratas de medio mundo habíamos puestos tantas esperanzas, no haya sido capaz de cerrar la infamia de Guantánamo. Obama parece secuestrado por el miedo a caer mal a la élite “wasp” (White, Anglo-Saxon, Protestant) de Harvard a la que tanto se esfuerza en pertenecer y seducir.

A la vez, hoy acabé de leer “Yo soy Espartaco” de Kirk Douglas (97 años), un libro sobre cómo hizo la película de aquel legendario libertador de esclavos, que pudo poner de rodillas al Imperio Romano.

Portafa de "Yo soy Espartaco, de Kirk Douglas (Edi. Capitán Swing)
Portafa de «Yo soy Espartaco», de Kirk Douglas (Edi. Capitán Swing)

Admiro a Kirk Douglas desde mi adolescencia. Al concluir la lectura de su libro, le admiro más aún y echo de menos a los “espartacos” que conocí en Estados Unidos en la lucha por los derechos civiles de los negros y contra la guerra de Vietnam.

Con todas sus contradicciones, me gusta su país, en el que viví varios años (en los 70, en los 80 y en los 90). Pero hay días –como el de hoy- en que los gobernantes de Estados Unidos ponen a prueba nuestro afecto por su hermoso país. Al menos, aunque tarde, el Senado ha descubierto la brutalidad y la ineficacia de las torturas de la CIA y lo ha denunciado publicamente.

Las noticias sobre la guerra sucia y las torturas de la CIA del presidente Bush II , contra presuntos terroristas islamistas, me violentan. En cambio, la lectura del libro de Kirk Douglas sobre su lucha contra las listas negras (la guerra sucia del senador McCarthy contra presuntos comunistas) me sosiega. Fernando Savater, cuyos silencios -con la que está cayendo- son muy sonoros, nos recomendó este libro. Y se lo agradezco.

Cartél de Espartaco, donde aparece el perseguido Dalton Trumbo como guionista. Fue el fin de la listas negras de la "inquisición" norteamericana
Cartél de Espartaco, donde aparece el perseguido Dalton Trumbo como guionista. Fue el fin de la listas negras de la «inquisición» norteamericana

En la introducción a su libro, el grandísimo actor que encarnó a Espartaco escribe:

«Hoy día todavía hay quien sigue tratando de justificar las listas negras. Dicen que eran necesarias para proteger a Estados Unidos. Dicen que las únicas personas que resultaron perjudicadas fueron nuestros enemigos. Mienten. Hombres, mujeres y niños inocentes vieron arruinada su vida debido a esta catástrofe nacional. Lo sé. Estuve allí. Vi como sucedía». 

«El primer presidente estadounidense por quien voté -escribe Douglas– fue Franklin Roosevelt. Él dijo: «De lo único que debemos tener miedo es del propio miedo».

El nonagenario Kirk Douglas me reconcilia con la condición humana y con la buena gente de su país. Ojalá muchos norteamericanos, incluido Obama, pudieran gritar, como hizo él: “Yo soy Espartaco”. La cárcel de esclavos de Guantánamo -vergüenza de la democracia de EE.UU.- estaría cerrada.

Y otro gallo cantaría.

PS. El libro me provocó también un ataque de nostalgia. Mi profesor Samuel Beer, en la Universidad de Harvard, nos preguntó en clase quien había escrito, por primera vez, la famosa frase «De lo único que debemos tener miedo es del propio miedo».

Varios alumnos respondieron al instante, sin dudarlo: 

-«Fue el presidente Roosevelt».

El profesor Beer, un socarrón y enigmático octogenario, lo negó con la cabeza y guardó unos segundos de silencio.

Y replicó:

«No fue el presidente Roosevelt, aunque todo el país lo piense. Y lo se muy bien. Fui yo quien introdujo esa frase en un discurso de Franklin Roosevelt, a cuyo servicio estaba entonces en la Casa Blanca.» 

El Roto pone hoy el dedo en la llaga:

El Roto en El Pais. 12-12-14
El Roto en El Pais. 12-12-14

 

 

 

 

 

 

 

Ha muerto Gary Becker, el Nobel que inspiró mi tesis

Gary Becker, premio Nobel de Economía 1992, falleció el pasado 3 de mayo en Chicago. He pasado unas vacaciones por la Inglaterra profunda, sin periódicos y sin apenas conexión a Intenet, y no me enteré de su muerte hasta hoy.  Pese a mi desacuerdo con su línea neoliberal, las enseñanzas del profesor Becker me obligaron a cambiar el rumbo de mi tesis doctoral sobre «El mercado de la prensa: factores que determinan el precio de una noticia».  Tuve interés en conocerle personalmente y, desde luego, no me defraudó.

Conversado con el profesor Becker, antes de una cena.
Conversado con el profesor Gary Becker, antes de una cena.

Una buena amiga mia fue ayudante en su cátedra y varios ilustres economistas españoles han valorado estos días su contribución al estudio de la conducta humana, mediante el uso de herramientas propias del análisis económico. Juan José Toribio, con quien tuve la suerte de coincidir en el equipo del vicepresidente económico Fernando Abril Martorell, ha escrito un excelente obituario en El Pais: «Gary Becker, el Nobel que diseccionó el comportamiento»

La agudeza, ingenio y atrevimiento del profesor Becker me cautivaron. Sobre todo su contribución al conociemiento del «Capital humano» (su gran obra). Estudió cómo se comportaban los presos, desde el punto de vista de la racionalidad económica, y analizó como nadie la familia, la discriminación, el resultado de los premios y los castigos así como  del coste y de la utilidad de nuestros actos. La maximización del beneficio, como objetivo del comportamiento economico racional, fue otra de sus aportaciones, junto con sus colegas Milton Friedman, Buchanan, Trulloc, McKensey, etc.

Gary Becker recibe el Nobel de manos del rey de Suecia en 1992
Gary Becker recibe el Nobel de manos del rey de Suecia en 1992

Aunque no compartía buena parte de sus teorías conservadoras sobre la aplicación del análisis económico al comportamiento humano, sus enseñanzas me perturbaron, mientras investigaba tras pasar por la Universidad de Harvard  como Nieman Fellow (1976-77), hasta el punto de que sus obras se convirtieron en fuente de inspiración para concluir mi tesis doctoral. Fue un gran innovador y, desde la discrepancia ideológica, admiro su obra y estoy en deuda con él.

Descanse en paz.