Archivo por meses: septiembre 2024

¿Vivimos en la Edad de Oro del Periodismo?

Ayer me tocó ser optimista en la presentación del libro (entre manual y enciclopedia) del maestro Juan A. Giner. Rosalía Lloret (CEO de eldiario.es), Andrés Rodríguez (fundador de Spain Media) y el propio Giner también lo fueron. Juan Caño (ex presidente de la APM) dijo que no a la pregunta que nos hizo el autor. Pese a nuestra edad, o precisamente por ello, cualquier tiempo pasado casi nunca fue mejor. Incluso en el Periodismo. Cada uno dio sus razones. Yo pienso, además, con la experiencia de fundar 20 minutos y pasar por 38 empleos, que lo mejor está por venir.

Rosalía Lloret, Juan Caño, Andrés Rodríguez, un servidor y Javier Cremades, nuestro anfitrión.

Quizás la Edad de Oro (como la Edad de la Piedra, del Bonce o la Contemporánea) es mucho decir. Yo llamaría «Siglo de Oro» al Periodismo que nos ofrece Giner de sus encuentros con los más grandes de la profesión en el último medio siglo.

El profesor Juan A. Giner (fundador de Innovation International, 35 años en 74 países) en la presentación de su libro.

¿Periodismo de oro, de plata o de hojalata? Cada uno habla de la Feria según le va en ella. Mi Década de Oro va de 1973 (crisis económica, asesinato de Carrero Blanco y debilitamiento de la Dictadura) hasta 1983 (golpe del 23-F-81, alternancia socialista en el Poder y fortalecimiento de la Democracia).

Ahí cuento mi película sobre «mi» Década de Oro en el Periodismo español (Cambio 16, Doblón, huida de España, y El País). Aunque os parezca mentira, no hablé de mi libro de memorias «La prensa libre no fue un regalo». Me mordí la lengua.

Del 1973 al 1983… ¡Qué diez años conquistando la libertad palabra a palabra! El Poder de Franco, el tirano enfermo, estaba descomponiéndose. Como dijo Julio Cerón (y suele citar Miguel Ángel Aguilar) «cuando murió Franco hubo un gran desconcierto. No había costumbre». Los poderes fácticos del franquismo tenían miedo a la revancha y desconocían la fuerza real de los anti franquistas. Se refugiaron en sus cuevas. Los demócratas no tenían ni idea de la fuerza del decrépito régimen de Franco. También tenían miedo a otra Dictadura militar y a volver a las andadas. El miedo mutuo nos hizo demócratas. Los periodistas aprovechamos aquel vacío de Poder para colar goles a la censura del anciano Franco.

Ya que no lo hice en la sesión de anoche, aquí os recomiendo mi libro donde cuento más detalles de esa década prodigiosa para la prensa casi libre.

La Dictadura no acababa de morir y la Democracia no acababa de nacer. Acostumbrados a la represión franquista, daba la impresión de que no había nadie al timón. Al frente de Cambio 16 y de Doblón y como redactor jefe de El País (y pese a decenas de procesos por delitos de prensa y a ser secuestrado y torturado por guardias civiles franquistas), nunca fui tan libre como periodista hasta que me jubilé en 2014, a los 14 años de fundar 20 minutos.

En broma se preguntó Manuel Vázquez Montalbán:

«¿Contra Franco escribíamos mejor?»

Muchos decían: «Si hubiera libertad, yo haría esto o aquello». Buena coartada o excusa para no hacer nada. Llegó la libertad y siguieron escribiendo los mismos. Entonces, los poderes fácticos («Cuidado , hijo mío, que son los mismos perros con distintos collares», me decía mi madre) perdieron el miedo y salieron de sus cuevas. ¡Qué razón tenía! Los militares, vacunados por el ridículo del 23-F, se quedaron quietos. El Rey bribón los mantuvo en sus cuarteles. En cambio, banqueros, empresarios, políticos, sindicalistas, jueces, reyes, eclesiásticos, etc. recuperaron poco a poco el control.

Con los viejos y nuevos poderes fácticos (entrelazados y reestructurados) al timón, la libertad de prensa se resintió. Se acabo mi Década de Oro. Menos Periodismo libre igual a menos Democracia. Recuerdo un fecha: agosto de 1984 frente al casino de Santander. Se me acerca Jesús Polanco (que estaba sentado en la terraza con miembros de la «beautiful people» del ministro socialista Miguel Boyer y el gobernador Mariano Rubio). Yo les había criticado esa tarde en mi conferencia en UIMP sobre su culpa «in vigilando» por no atajar a tiempo la grandísima crisis bancaria. El dueño de El País, donde yo era entonces redactor jefe, me tomo del bazo, muy cariñosamente, y me dijo:

«Hay que ver cómo te odian mis amigos. Me han pedido tu cabeza».

Naturalmente, incliné mi cabeza ante el segundo faraón de Cantabria (después de Botín) y le dije:

«Córtala. Aqui la tienes».

«No, no, JAMS. Tú tienes toda mi confianza. Solo te lo digo para que lo sepas»

Le repliqué:

«Hubiera preferido no saberlo. ¿Cómo voy a escribir ahora de las posibles fechorías de tus amigos?»

En dos meses, dejé El País y busqué refugio en Televisión Española.

Con Andrés Rodríguez y Juan Caño

Otra fecha: vísperas electorales en 1996. Entrevisto a Felipe González y José María Aznar en TVE. A Aznar no debieron gustarle mis preguntas. Gana las elecciones y no pide mi cabeza. Directamente me la corta como corresponsal de RTVE en EE.UU. No he vuelto a pisar el Pirulí. Pidió al sector que no me dieran trabajo. Fui al destierro, como el Cid. No pude publicar con mi nombre y me refugié en la Universidad. Allí preparé el proyecto de 20 minutos. La libertad de prensa, demediada, ya no era como en la Década de Oro.

Mi segunda mejor década (de plata) es la de jubilado: va desde 2014 a 2024. Con la casa pagada, mi pensión fija asegurada por los emigrantes y mis tres hijos criados, gracias a la directora Encarna Samitier y al grupo Henneo, hablo y escribo, otra vez, en 20 minutos, como si fuera libre. ¿Qué más puedo pedir?

Reír por no llorar con la gran Concostrina

El Ateneo de Madrid recibió anoche por todo lo alto a su nueva socia Nieves Concostrina. Lleno total en la Cátedra Mayor de la Docta Casa media hora antes de que pregonara su último libro «Acontece que no es poco». Aplausos y risas encadenados a sus historias de Reyes y Papas. No dejó títere con cabeza. Temí que, en cualquier momento, entrarían los «grises» de Franco, porra en mano, a detenerla… y a disolver al público cómplice de sus antibulos históricos. Habló como si fuera libre. ¡Qué placer!

Cubierta del libro que presentó anoche Nieves Concostrina en el Ateneo de Madrid

Su obra no tiene desperdicio. El altar y el trono es un filón inagotable para la gran Concostrina, una investigadora sagaz y pertinaz. Como un niño dando patadas a un castillo de arena, nuestra valiente Nieves rompe, en un plis plas, con talento y gracia, la falsa Historia de España que nos han contado en la escuela. Y te ríes por no llorar. Enamorado de su obra, tan benéfica y edificante, me arrodillé para pedirle una dedicatoria para mí y para mi chica, que también es forofa de Nieves. ¿Y quién no?

De rodillas ante Nieves Concostrina.
Pepe Botella, un gran rey culto y abstemio, frente al tirano Fernado VII, el rey felón, que Nieves ha rebautizado como «el mastuerzo» (una mala hierba que crece en las cunetas). Mi colega y paisano Carlos Santos glosó la vida y la obra inmensa de Nieves.
Con este documento de la Inquisición (que restauró el mastuerzo), Nieves destroza el bulo del 2 de mayo.
Tres bulos más: Ni don Pelayo en Covadonga, ni Santiago matamoros en la batalla inexistente de Clavijo ni la Virgen en carne mortal sobre su pilar en Zaragoza. Grandes inventos muy rentables para papas y reyes.
No podía faltar la falsa «Tizona» del Cid Campeador, un mercenario para el mejor postor, por la que que la Junta de Castilla y León pagó más de un millón de euros. Otra victoria/trampa del Mío Cid diez siglos después de muerto.
Otro gran descubrimiento de su charla fue esta foto del león de Las Cortes que luce unos huevecillos como los del caballo de Espartero.

No te pierdas su último libro. Risas y lágrimas aseguradas. Y la convicción de que, como dice Nieves, «cualquier tiempo pasado fue anterior» y, desde luego, mucho peor. Vamos avanzando…