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Espartaco y las torturas de la CIA

Por razones que no vienen al caso, no me gusta hablar (ni siquiera oír hablar) de las torturas como práctica para obtener información.

Portada de El Pais de hoy (10-12-14)
Portada de El Pais de hoy (10-12-14)

Esta mañana, sin embargo, no pude evitar escuchar en mi radio las noticias sobre la crueldad y la ineficacia de las torturas practicadas por la CIA, desde 2001 a 2008, a sospechosos de pertenecer a Al Qaeda. A sabiendas de su inutilidad, el presidente Bush II las autorizó hace 13 años y un informe del Senado reconoció ayer que no sirvieron para nada.

Es una pena que la democracia más vieja (y aparentemente más sólida) del mundo caiga tan bajo con tan mala práctica. Y una lástima también que Barak Obama, el primer presidente negro de los Estados Unidos, en quien los demócratas de medio mundo habíamos puestos tantas esperanzas, no haya sido capaz de cerrar la infamia de Guantánamo. Obama parece secuestrado por el miedo a caer mal a la élite “wasp” (White, Anglo-Saxon, Protestant) de Harvard a la que tanto se esfuerza en pertenecer y seducir.

A la vez, hoy acabé de leer “Yo soy Espartaco” de Kirk Douglas (97 años), un libro sobre cómo hizo la película de aquel legendario libertador de esclavos, que pudo poner de rodillas al Imperio Romano.

Portafa de "Yo soy Espartaco, de Kirk Douglas (Edi. Capitán Swing)
Portafa de «Yo soy Espartaco», de Kirk Douglas (Edi. Capitán Swing)

Admiro a Kirk Douglas desde mi adolescencia. Al concluir la lectura de su libro, le admiro más aún y echo de menos a los “espartacos” que conocí en Estados Unidos en la lucha por los derechos civiles de los negros y contra la guerra de Vietnam.

Con todas sus contradicciones, me gusta su país, en el que viví varios años (en los 70, en los 80 y en los 90). Pero hay días –como el de hoy- en que los gobernantes de Estados Unidos ponen a prueba nuestro afecto por su hermoso país. Al menos, aunque tarde, el Senado ha descubierto la brutalidad y la ineficacia de las torturas de la CIA y lo ha denunciado publicamente.

Las noticias sobre la guerra sucia y las torturas de la CIA del presidente Bush II , contra presuntos terroristas islamistas, me violentan. En cambio, la lectura del libro de Kirk Douglas sobre su lucha contra las listas negras (la guerra sucia del senador McCarthy contra presuntos comunistas) me sosiega. Fernando Savater, cuyos silencios -con la que está cayendo- son muy sonoros, nos recomendó este libro. Y se lo agradezco.

Cartél de Espartaco, donde aparece el perseguido Dalton Trumbo como guionista. Fue el fin de la listas negras de la "inquisición" norteamericana
Cartél de Espartaco, donde aparece el perseguido Dalton Trumbo como guionista. Fue el fin de la listas negras de la «inquisición» norteamericana

En la introducción a su libro, el grandísimo actor que encarnó a Espartaco escribe:

«Hoy día todavía hay quien sigue tratando de justificar las listas negras. Dicen que eran necesarias para proteger a Estados Unidos. Dicen que las únicas personas que resultaron perjudicadas fueron nuestros enemigos. Mienten. Hombres, mujeres y niños inocentes vieron arruinada su vida debido a esta catástrofe nacional. Lo sé. Estuve allí. Vi como sucedía». 

«El primer presidente estadounidense por quien voté -escribe Douglas– fue Franklin Roosevelt. Él dijo: «De lo único que debemos tener miedo es del propio miedo».

El nonagenario Kirk Douglas me reconcilia con la condición humana y con la buena gente de su país. Ojalá muchos norteamericanos, incluido Obama, pudieran gritar, como hizo él: “Yo soy Espartaco”. La cárcel de esclavos de Guantánamo -vergüenza de la democracia de EE.UU.- estaría cerrada.

Y otro gallo cantaría.

PS. El libro me provocó también un ataque de nostalgia. Mi profesor Samuel Beer, en la Universidad de Harvard, nos preguntó en clase quien había escrito, por primera vez, la famosa frase «De lo único que debemos tener miedo es del propio miedo».

Varios alumnos respondieron al instante, sin dudarlo: 

-«Fue el presidente Roosevelt».

El profesor Beer, un socarrón y enigmático octogenario, lo negó con la cabeza y guardó unos segundos de silencio.

Y replicó:

«No fue el presidente Roosevelt, aunque todo el país lo piense. Y lo se muy bien. Fui yo quien introdujo esa frase en un discurso de Franklin Roosevelt, a cuyo servicio estaba entonces en la Casa Blanca.» 

El Roto pone hoy el dedo en la llaga:

El Roto en El Pais. 12-12-14
El Roto en El Pais. 12-12-14

 

 

 

 

 

 

 

Siempre nos quedará Forges…

Abrimos El País por sus páginas. ¡Cómo no! Y allí están, frente a frente: El Roto, en la par, y Forges, en la impar. El primero nos hiere, a latigazos, sobre nuestra conciencia. Los males de España nos pueden hacer masoquistas. El segundo -como una madre- nos mima y nos cura, con su bálsamo de Fierabrás. Juan Carlos Ortega definió a Forges como el humorista de la «buena leche».  Es tan bondadoso y tierno, tan poco ácido en sus críticas, que no parece español sino de otro planeta.

¿Qué habría sido de nosotros, en el último medio siglo, sin Antonio Fraguas, el Forges?

Antonio Fraguas, Forges, currando.
Antonio Fraguas, Forges, currando.

Una amiga de Pontevedra suele decir que compra El País porque aún lleva dentro a Forges y El Roto. Y no le falta razón.  Yo también me acuso de comprar El Mundo porque allí escriben Antonio Gala y Enric González.

Con Forges sobrellevábamos, así así, la dictadura. Desde luego, nada corroe tanto al tirano como el humor.  Con Forges conllevamos, mal que bien, esta democracia, por imperfecta que nos parezca.

Al conocer hoy que Antonio Fraguas lleva 50 años publicando sus viñetas y libros, me ha dado un ataque de nostalgia pero también de agradecimiento hacía él. Algún día, deberíamos salir a la calle gritando «¡Forges, Forges, Forges!». «¡Gensanta!», medio siglo haciéndonos sonreir no es para menos.

Si estuviera en mi casa, en Madrid, podría presumir reproduciendo aquí el primer dibujo que me hizo Forges, en otoño de 1968, para acompañar a un artículo mío sobre la fuga de capitales en la España de Franco, publicado, no sin cierto temor, en el semanario Don Quijote.

Con trazo grueso -más grueso que el que utiliza ahora- Forges dibujó un furgón blindado que circulaba sobre adoquines y era conducido por un severo chófer uniformado. En el lateral del furgón podía leerse el reclamo de la empresa: LA EVADIDORA, S.A. Debajo ponía: Madrid-Berna.

¡En 1968, en plena dictadura! Luis Bárcenas sería entonces un niño… pero tuvo buena escuela.

Nunca falta a su cita en el Dia de la Mujer... y contra el machismo.
Nunca falta a su cita en el Dia de la Mujer… y contra el machismo.

A la orilla del Mediterráneo, sin periódicos de papel ni posibilidad de pescar (¡la madre que parió al Levante!) no me resisto a entrar en Wikipedia para leer la vida y milagros de nuestro genial Forges durante el último medio siglo. Y me encuentro, de pronto, con los personajes forgianos que tanto nos han hecho sonreir y aliviar las penas.

Son inolvidables. Los copio y pego aquí como regalo de cumpleños al grandísimo Antonio Fraguas:

  • Mariano, un burgués frustrado casado con una gordísima mujer llamada Concha, que representa a la represiva conciencia.
  • Los náufragos en una isla aburrida que tienen que combatir la soledad con una hipertrofia de la fantasía.
  • Los Blasillos que representan la España rural y eterna.
  • Las viejas que conjugan informática y paletez.
  • Los oficinistas cabreados.
  • El matrimonio sepultado en una cama inmensa.
  • El jefe potentado y gilipollas.
  • El yuppi americanizado e idiota.
  • El niñato pijo e imbécil.
  • El alienado por el fútbol.
  • El oficinista cabreado y subversivo.
  • El descolgado que cierra bares.
  • El pretensor de ventanilla.
  • El enclaustrado en el búnker.
  • El funcionario profundo.
  • El político corrupto.
  • El potentado reaccionario.
Concha y Mariano son precursosres de los Simpson. Ella es la lista.
Concha y Mariano son precursosres de los Simpson. Ella es la lista.

Y sigue inventando. Como dice el gran Quino, el padre de Mafalda, en El País Semanal de hoy: «Forges se renueva siempre». «No solo le admiro por su discurso –dice Quino-, no solo por su tipo de dibujo, sino también porque todo el humor que tiene es una novedad, y la renueva dia a dia, es increíble. Todos repetimos ciertos mecanismos, pero es que él se renueva siempre». Palabra de Quino. Nada menos.

En un país tan ingrato como el nuestro, hay días en que no hay más remedio que dar las gracias a alguien. Hoy es uno de esos días.  Gracias, Antonio. Y enhorabuena. No pares.

Así, por mal que lo pasemos, siempre nos quedará Forges.