Desde que vi la peli Oppenheimer, no dejo de pensar en Ucrania y en la eventual aniquilación nuclear del ser humano sobre la Tierra. Sabemos que las armas se inventan y se fabrican para ser usadas. La bomba atómica de Oppenheimer se fabricó y se utilizó contra 200.000 japoneses de Hirosima y Nagasaki. Asustó tanto a la Humanidad que, desde 1945, no se ha vuelto a usar contra personas. La película de Christopher Nolan nos golpea con el tramposo debate jesuítico de si el fin justifica los medios o, como decía Albert Camus, son los medios los que justifican el fin. Joan Esculles, de La Vanguardia, uno de mis diarios favoritos, desvela hoy en exclusiva la relación entre dos gigantes: Oppenheimer y Paus Casals. Que me perdone el autor, a quien felicito, pero no me resisto a copiar y pegar su información para los amigos de este blog personal. Su reportaje me ha traído recuerdos entrañables con el maestro Casals.
Guerra y paz: la amistad que no pudo ser entre Oppenheimer y Pau Casals
La Vanguardia
por Joan Esculles
La tarde del 24 de octubre de 1958 Robert Oppenheimer y su esposa Katherine acudieron a la sede de la Asamblea general de las Naciones Unidas en Nueva York. No era un viernes cualquiera. Pau Casals volvía a tocar en Estados Unidos después de no haberlo hecho en los últimos treinta años por la política de connivencia de los países aliados con la dictadura franquista. El secretario general de la ONU, Dag Hammarskjöld, lo había invitado a tocar en el decimotercer aniversario de la fundación de la Organización y el músico había aceptado al considerar la sede territorio neutral. Era la primera vez que el artista tocaba en las Naciones Unidas. Todavía lo haría en dos ocasiones más, en los años 1963 y 1971.Desde el patio de butacas, el físico teórico norteamericano de origen judío escuchó como Casals, a sus 81 años, interpretaba junto con el pianista Mieczyslaw Horszowski la Sonata n.2 en Re Mayor para violonchelo y piano de su admirado Bach.
Oppenheimer –protagonista de la película biográfica dirigida por Christopher Nolan que está arrasando en los cines– observó el músico que aquella primavera había posicionado contra la carrera armamentista nuclear.
Casals se había manifestado contra la carrera atómica, en parte responsabilidad de Oppenheimer
A inicios de mayo Casals había apoyado el manifiesto de su amigo Albert Schweitzer. El músico y teólogo franco-alemán, premio Nobel de la Paz cinco años atrás, había hecho un llamamiento a detener la proliferación de armas nucleares.
“Es increíble que hombres civilizados puedan seguir construyendo siempre nuevas armas y más destructivas en vez de poner la energía para hacer que este sea un mundo más feliz y más bonito”, había dicho Casals. Añadiendo que no tocaría ni en Estados Unidos ni en la URSS si no firmaban un acuerdo de desarme. Después de haber creado la primera bomba atómica en julio de 1945 con el proyecto Manhattan, Oppenheimer, a sus 54 años, era quien mejor podía comprender el peligro de no poner freno.
Casals durante los ensayos que tuvieron lugar de su Himno de las Naciones Unidas, estrenado el 24 de octubre de 1971
Después de la actuación, el violoncelista pronunció un breve discurso. “El mundo nunca se ha encontrado más cerca de la catástrofe. Los extraordinarios descubrimientos científicos que, en el transcurso de nuestro siglo, han conseguido diversos grandes intelectos en su búsqueda de conocimientos, son explotados ahora por la fabricación de instrumentos cuya capacidad de destrucción es monstruosa”. El concierto y el parlamento, emitido por la CBS y retransmitido por más de setenta emisoras de cinco continentes, solidificaron la imagen de Pau Casals como símbolo de la paz.
Tras crear la primera bomba atómica, el científico entendía mejor que nadie el riesgo nuclear
Acabado el acto, los Oppenheimer, impresionados por las convicciones de aquel músico de aspecto frágil fueron a saludar Casals y su esposa puertorriqueña, Marta Montañez.
De entrada tenían un punto en común. El músico hacía dos años que residía en la isla de Puerto Rico, después de dejar Prada de Conflent. El físico hacía uno que había comprado un terreno en Saint John, una de las islas Vírgenes de Estados Unidos, a menos de doscientos kilómetros. Aquello que habían creado el uno y el otro durante sus carreras profesionales era muy diferente, pero el reconocimiento del talento mutuo creó una atracción entre ambos.
La carta que Casals dirigió a Oppenheimer en enero de 1960
En aquel momento, además, el físico era un hombre menospreciado. En medio de la caza de brujas del senador republicano Joseph McCarthy se le había acusado de vínculos con el comunismo por sus amistades pasadas y, entre otras cosas, por haber enviado dinero a los exiliados republicanos españoles. Apartado de su cargo de consejero político en asuntos nucleares y marginado de la administración norteamericana del presidente Dwight Eisenhower por su crítica a la proliferación nuclear y al programa de la bomba de hidrógeno.
El músico lamentó que “extraordinarios descubrimientos” se usaran en herramientas tan destructivas
Oppenheimer se concentraba en las clases, la investigación y viajaba por el mundo conferenciando. Al empezar el año 1960 la Universidad de Puerto Rico lo invitó a hacer una charla en el campus de Río Piedras. En cuanto lo supo, escribió al músico. La Vanguardia ha localizado en el fondo Oppenheimer de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, en Washington, y en el fondo Casals del Arxiu Nacional de Catalunya la correspondencia inédita entre ambos de este momento.
El 14 de enero, el físico desde el Instituto de Estudios Adelantados que dirigía en Princeton recordó a Casals que después de la “gran ocasión” del concierto en Nueva York habían quedado en que lo visitarían en Puerto Rico. Y le anunció que iría el 15 de febrero. “He oído que su salud no ha sido buena, pero si le permite una visita, sería un honor y un gran placer para nosotros encontrarnos con usted”. El músico a finales de mes le respondió entusiasmado. Será un placer y un honor recibirlo cualquier día y hora que les convenga. Esperamos verlos. Con admiración y saludos cordiales”.
Oppenheimer conferenció en Río Piedras el 17 de febrero sobre el papel de la ciencia en la sociedad, pero en unas circunstancias poco favorables. El auditorio de la universidad tenía una acústica deplorable de la que se quejaba la prensa local, como el semanario The Island Times .
Oppenheimer fue apartado por McCarthy, acusado de vínculos con el comunismo y de ayudar a los republicanos españoles
Para arreglarlo, el gobernador del estado libre asociado de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, el gran avalador del físico, estaba ausente por compromisos en Washington, como constata la correspondencia entre ambos que se guarda en el fondo de este último en su fundación homónima en San Juan.
El propio Oppenheimer, además, no se encontraba bien. Fumador de pipa empedernido, siete años después moriría de un cáncer de garganta. “Fue una pena y un sentimiento de pérdida que tuviera que dejar de lado el alto honor y el gran placer de llamarlo la semana pasada. El doctor no me dejó hacer nada que fuera más allá de lo mínimo obligado por mi visita a la Universidad, y estaba realmente demasiado enfermo para ser un buen invitado”. El físico se disculpó así ante Casals, el 25 de febrero, ya de vuelta a Princeton.
Para hacerlo peor, el propio músico, que vivía en Isla Verde, en las afueras de San Juan, tampoco se había encontrado en condiciones de irlo a escuchar. “Yo mismo no me encontraba demasiado bien”, respondió Casals cuatro días después. El lugar, además, le traía malos recuerdos. En abril de 1957 había sufrido un ataque cardiaco mientras ensayaba con la orquesta. “Me supo mal que no estuviera en condiciones durante su visita. Y por supuesto estuve muy decepcionado de no verlo. Deseo que la próxima vez será diferente y tendré el honor y el placer de su visita”, añadió.
A pesar de las diferencias, el reconocimiento del talento mutuo creó una atracción entre los dos
Lo que en principio parecía una cuestión sencilla no se concretó por motivos de salud de ambos. Oppenheimer trasladó a Casals que la Universidad de Puerto Rico le había insistido en que volviera el año siguiente y esperaba que el encuentro fuera posible entonces. No lo fue. El gobernador Luis Muñoz mantuvo un continuado carteo con el físico con la intención de crear en el estado un equivalente del Instituto que este dirigía en Princeton.
Oppenheimer preparó incluso presupuestos, pero su muerte dejó el proyecto inconcluso. Se desconoce si el norteamericano llegó a hacer alguna visita al músico desde las Islas Vírgenes a Puerto Rico después.
No hay constancia tampoco que el físico y el músico se reencontraran de nuevo en Estados Unidos. Oppenheimer no estaba en la lista de asistentes a la Casa Blanca el año 1961 al concierto de Casals, invitado por el nuevo presidente John F. Kennedy —rehabilitador de la figura pública del físico—, ni se sabe que fuera a la sede de Naciones Unidas en el año 1963. Como si el destino quisiera trasladar algún mensaje, el hombre que representaba la destrucción más mortífera y lo que simbolizaba la paz no se habían podido encontrar con calma para conocerse con profundidad.
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Para presumir un poco, tampoco puedo evitar recordar aquí la aventura que nos llevó a Ana y a mí a conseguir la entrevista con el maestro Pau Casals, una de las más emocionantes y entrañables de mi vida.
Copio y pego las páginas correspondiente de mi libro de memorias «La prensa libre no fue un regalo» (Ed. Marcial Pons) sobre Pau Casals.