Un bucle melancólico y siniestro me perturba en el 80 aniversario de la liberación del campo nazi de exterminio de Auswichtz. Pese a la diferencia numérica tan espantosa de los asesinados en ambos genocidios (6 millones de judíos frente a 50.000 palestinos), las imágenes de quienes van a morir en las cámaras de gas nazis (en su mayoría judíos) y el éxodo actual de palestinos supervivientes de las bombas de Israel son estremecedoras. Lo advirtió Primo Levi, superviviente de un campo nazi: «Ocurrió y puede volver a ocurrir». ¡Pobre condición humana! Ya está ocurriendo otra vez. Nadie podrá decir jamás que no sabía. Franco apoyó a su amigo Hitler en el genocidio de los judíos.
ˈFranco para jóvenesˈ, la historia que los españoles no estudian en el aula: “El pacto del olvido ha hecho que crean que fue maravilloso ”
ˈInfobae Españaˈ entrevista al periodista José Antonio Martínez Soler tras la publicación de su libro que pretende acercar el franquismo a quienes no lo vivieron
Fila de niños, algunos armados y otros haciendo el saludo nacional posando frente a una verja acompañados de adultos, entre 1936 y 1939. (Biblioteca Nacional de España)
El general Francisco Franco es un dictador que manda en España desde que gana una guerra civil en el año 1939 hasta que muere en 1975. Durante casi 40 años, tiene en su mano todos los poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Lo que él dice se hace sin discusión. No hay libertad de expresión o de reunión. No puedes divorciarte ni amar a quien quieras. No puedes decir o escribir lo que piensas ni verte con quien quieras, o incluso hablar un idioma de España que no sea el castellano sin poner en riesgo tu seguridad física y tu bienestar, o el de tus seres queridos.Te puede interesar:Un estadounidense se muda a España y confiesa por qué le ha cambiado la vida: “Me sentía culpable por no estar constantemente ocupado”
La cita se desprende deFranco para jóvenes (Catarata, 2024), donde, con un lenguaje sencillo y contundente, anécdotas, vivencias y una mirada desde el interior de la historia más reciente de nuestro país, el periodista José Antonio Martínez Soler acerca a los más jóvenes la parte que falta en sus libros de historia y que muchos españoles nunca llegaron a estudiar. En el libro, que ya va por su quinta edición y que ha escrito junto a su hijo Erik Martínez Westley, recorre la evolución del país desde el nacimiento de la Segunda República hasta la Transición, con datos, pero también con hitos y recuerdos desde su infancia hasta el secuestro del que fue víctima poco después de la muerte del dictador.
Mi madre falleció en 2004, ya en democracia, pero no pudo quitarse el miedo de una vida sufrida en dictadura. Cuando le comento algún logro profesional me dice: “Hijo mío, no te signifiques”. Ella parece la más miedosa de todos (tuvo dos hermanos socialistas muchos años en la cárcel). Mi padre, que sale vivo de milagro de un campo de concentración de Franco, me cuenta cosas… solo cuando mi madre no está presente: ¿Sabes lo que cantan los de la Legión? Dan mucho miedo.
Erik Martínez Westley, a la izquierda, y José Antonio Martínez Soler, a a derecha. (Cedida)
-Respuesta: Por el pacto del olvido. Mi hijo Eric y yo decidimos hacer este libro impulsados por un grupo que veo mucho por la calle Marqués de Urquijo (Madrid). Muchos días me he encontrado chicas y chicos de 20 años, envueltos en la bandera de Franco, con el brazo en alto, como Hitler y Mussolini cantando el Cara al sol. Y yo me asustaba. No eran muchos, como 40 o 50, no más pero me asustaba un poco y me preocupaba. Y dije “Mira, hay que escribir de esto para los jóvenes, porque hay niñas que celebran a Franco”. ¿Saben esas niñas jóvenes cómo vivía la mujer durante el franquismo? No podía tener cuenta corriente ni empleo sin permiso del padre, del marido. No podía viajar fuera de España sin un documento firmado por el marido o por el padre. Estaban encerradas en casa con la con la falda hasta el tobillo y el escote hasta el cuello. Eran como seres de segunda categoría. Entonces, claro, resulta que la culpa es nuestra. No hemos contado nunca quién fue Franco y qué pasó durante la dictadura. Por miedo, pero también, sí, también porque no queríamos volver a las andadas. Hicimos ese pacto del olvido.
-P: ¿A qué se refiere con volver a las andadas?
-R: Durante la dictadura no se podía hablar, no se podía publicar nada. Obviamente todo era propaganda, pero en la democracia, llevamos 50 años en libertad, ya podíamos haber contado un poco más. Pero no se cuenta porque la libertad nos vino en 1978 con la Constitución del 78, gracias a un pacto entre los franquistas y los demócratas, un pacto de no agresión, digamos, de no volver a las andadas. Ninguno de los dos bandos sabía la fuerza del contrario. Entonces prefirieron llegar a un acuerdo para no matarse entre ellos. Nuestros padres y nuestros abuelos estuvieron matando hacía no tanto. Fue el pacto del miedo. Yo creo que el 80% fue por miedo y un 20% por generosidad, y también por ganas de ser libres. Preguntabas porque los jóvenes celebran a Franco, pues porque estos jóvenes no saben nada de la dictadura. La libertad es como el oxígeno, la valoras cuando te falta. Si les hubiera faltado la libertad, serían antifranquistas, pero siempre han sido libres y no saben el valor que tiene. Cuando te falta la libertad, como me faltó a mí durante 30 años, la valoras y la defiendes.
-P: En el libro no solo tratas la Historia, hablas de tu historia, desde tu infancia en Almería marcada por el miedo de tu familia hasta tu propio secuestro tras publicar un artículo sobre el cambio de generales en la Guardia Civil del ala más conservadora poco después de la muerte de Franco.
-R: Mi hijo, que ha trabajado mucho en el libro y me ha quitado muchas cosas de historia que eran rollos, me ha ido obligando a hablar más de mí y de mi familia para que se lea mejor, para que sea más humano.Fíjate que yo nunca lo conté. Pasó al poco de morir Franco y me callé. No dije que era la Guardia Civil ni nada, al juez le dije que no sabía quién era por miedo. Porque esos militares, esos civiles de inteligencia que me secuestraron, podrían haber ascendido. Solo 30 años después, que ya había prescrito el delito de los secuestradores, lo publiqué en 20 minutos, el periódico que yo había fundado. Entonces mi hijo decía: “Cuenta la historia del abuelo y cuenta la tuya, que ya hay muchos libros de los de Franco”. Y yo creo que llega más al fondo de cada lector que el propio relato de los hechos.
-P: ¿Crees que es fácil para un profesor mandar este libro como lectura obligatoria en un aula?
R: Habrá profesores con miedo, porque el miedo perdura. En zonas donde gobierna el Partido Popular y Vox, por ejemplo, algunos se lo pensarán dos veces antes de recomendarlo, porque les puede afectar en su carrera profesional, le pueden generar problemas, le pueden denunciar. No es la primera vez que censuran en sus comunidades autónomas. Yo creo que es una vacuna contra la desinformación, contra los que celebran la tiranía y contra la mentira porque se narran hechos probados. De hecho, yo creo que sería muy bueno que la Secretaría de Estado de Memoria Democrática lo recomendara al Ministerio de Educación. Es un libro que debería estar en las escuelas y en las bibliotecas. No lo digo por vender más sino porque creo que aún hay miedo a saber y nadie quiere ser tachado de una cosa o de otra.
Hoy terminé «La llamada», un retrato perturbador de una joven argentina embarazada secuestrada en 1976 por la dictadura militar y liberada al cabo de año medio de torturas y violaciones en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) que hoy es Museo Sitio de Memoria. Aunque se repite un poco en la segunda mitad de su obra, la periodista Leila Guerriero hace gala de una buena literatura con sensibidad y rigor extraordinarios. La recomiendo.
La ESMA es hoy un Museo que recuerda las torturas de los militares argentinos. La DGS (Dirección General de Seguridad), su hermana franquista, donde hoy tiene su despacho la presidenta Ayuso, ni siquiera tiene una placa en su fachada como homenaje y memoria de las torturas de la Dictadura de Franco. Cuando cruzo la Puerta del Sol aún siento el recuerdo escalofriante de ese siniestro lugar. Pero el PP quiere pasar esa página trágica de nuestra historia sin haberla leído. Prefieren no saber. Yo prefiero recordar a Luis Cernuda: «Recuérdalo y recuérdalo a otros». Y a Primo Levi, superviviente de un campo nazi: «Ocurrió. Y puede volver a ocurrir».
Anteayer, jueves, mi compadre Joaquín Estefanía leyó este texto suyo en Hora 25 de la SER. No puede escucharlo. Ahora que lo leo me emociona comprobar que, al cabo de muchas décadas, compartimos los mismos valores democráticos. Como él me dice, seguimos en la misma onda. Incluso por telepatía. Recuérdalo tu y recuérdalo a otros Por Joaquín Estefanía
«Un nuevo tipo de líderes que florece en algunas partes del mundo se caracteriza por otro concepto de la libertad y otra visión de la historia. Son revisionistas. La Argentina de Milei acaba de cerrar, dicen que de forma temporal, el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, que es el nombre que la democracia puso a la siniestra Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el mayor centro de tortura de la dictadura militar. Allí estuvieron presas y sujetas a todo tipo de sevicias alrededor de 5.000 personas, y solo salieron vivas unas 200. Desde la ESMA los torturadores gritaban los goles de la selección de fútbol en el Mundial de 1978, que ganó Argentina, mientras aplicaban la picana a hombres y mujeres opositores al régimen de Videla y compañía.
Desde 1939, cuando terminó la guerra civil en España, hasta 40 años después, la Dirección General de Seguridad (DGS) en la madrileña Puesta del Sol, fue un centro de detención, tortura, encarcelamiento y asesinato a los opositores al franquismo. Fue la sede de la terrible Brigada Político-Social, la Gestapo española. Allí campó por sus respetos el cruel Billy el Niño, entre otros. Hoy, paradojas de la historia, es la sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid. Ahora, el Gobierno quiere poner en ella una humilde placa recordando a los que en ese lugar tanto sufrieron, pero Isabel Díaz Ayuso se opone a ello. Es inentendible que el rechazo a la memoria democrática llegue tan lejos en su sectarismo».
En febrero de 1937, mi madre vio llegar a Almería a los miles de malagueños que huían en “desbandá” del terror franquista. Mujeres, ancianos y niños aterrados, sin escapatoria posible entre los acantilados y las montañas, fueron masacrados por tierra, mar y aire. El libro “Éxodo” de Marijé Orbegozo me ha recordado muy vivamente aquel horror que mi madre nunca pudo olvidar. Una ilustración de María Rosa Aránega y los “negacionistas” de la Memoria Democrática me han inspirado ahora para realizar esta talla en tallasmadera.com. La genial Nieves Concostrina lo dice muy claro en su prólogo del libro: “Con la memoria se honra a las víctimas. Los desmemoriados honran a los asesinos”. También lo contamos en nuestro libro «Franco para jóvenes».
Hace unos días, sentado en el sillón que ocupó el premier inglés, Neville Chamberlain, en el Splendide Hotel de Lugano (Suiza), en diciembre de 1928, no pude evitar un ligero estremecimiento. «La historia no se repite», decía Mark Twain, «pero rima». Sobre el mismo radiador de entonces, cuelga una foto de varios ministros de la Liga de Naciones preocupados por el ascenso del comunismo y del nacionalsocialismo en Alemania. El de la izquierda es el británico de triste memoria que, en 1938, firmó el Acuerdo de Munich con Adolf Hitler conocido como el del «apaciguamiento». Wiston Churchill lo calificó de disparate. Hitler se encargaría de «frenar» a los comunistas. Luego ya se vería… Se vio, y de qué manera, al año siguiente: el dictador nazi, amigo de Franco, invadió Polonia y provocó el estallido de la Segunda Guerra Mundial… y más de 20 millones de muertos. Pronto veremos si gana las elecciones en Alemania un admiradora del genocida Adolf Hitler… con las bendiciones de Elon Musk, el amigo de Donnald Trump. ¿Aprendimos la lección de fallido «apaciguamiento» con los nazis? Me echo a temblar.
Desde la masacre de Al Qaeda, el 11-M de 2004, y la división de España entre los bulos de Aznar sobre ETA en el 11-M y las noticias verificadas por la prensa fiable, no he dejado de pensar en la esencia de mi profesión, tan hermosa como peligrosa. Al jubilarme como director general de 20 minutos me dediqué a la talla de madera en tallasmadera.com y al tenis. Gran terapia. Sin embargo, no he podido librarme de la preocupación por la deriva del periodismo solvente, tan amenazado por la desinformación y la mentira que reina en las redes sociales y contamina a no pocos colegas. Por eso, inspirado en el «Duelo a garrotazos» de Goya, como principiante, hace años me atreví a tallar en madera un debate entre dos medios (El Mundo y El País) que me ha perturbado desde el mismo 11-M de 2004: «Bulos frente a noticias». Solemos elegir el filtro periodístico más acorde con nuestra conciencia. Allá cada cual. Las técnicas de desinformación cambian y progresan, pero las intenciones permanecen. Nada nuevo bajo el sol. Goya lo vio y lo sufrió antes que yo: «Vivan la caenas» frente a la Ilustración. Hoy retomo mi vieja talla, abandonada en mi taller, para acabarla y lijarla. Busco título: «Bulos frente a noticias», «Periodistas a garrotazos», «Fake news», «50 años con prensa libre», etc. Ya sé que la libertad produce monstruos (ahí están Pedro J. y Losantos en el 11-M, por ejemplo), pero la falta de libertad produce infinitamente más y peores monstruos (ahí están los 40 años oscuros bajo el terror de Franco). Por eso, conviene no bajar la guardia por si la libertad de expresión corriera peligro. Deberíamos saludarnos con un «libertas habemus». Llevamos 50 años en libertad. Es hora de celebrarlo y no volver al «Duelo a garrotazos» de Goya ni a la Dictadura de Franco. Según Satayana, «el pueblo que no conoce su historia corre el riesgo de repetirla». A los 50 años de la muerte del tirano, es bueno recordar una frase de Primo Levo, superviviente del Holocausto nazi: «Ocurrió y puede volver a ocurrir». Por eso, mi hijo Erik y yo hemos escrito el libro «Franco para jóvenes» (Catarata) que ya va por la quinta edición. Lo considero útil para abuelos y nietos. Esa fue nuestra intención.
Gracias a lo mal que funciona la atención al cliente de Movistar he aumentado mi tiempo dedicado a la lectura de libros nuevos y viejos. No hay mal que por bien no venga. Regresamos de Lugano (Suiza) y la tele, después muchas llamadas sin éxito al 1002, seguía sin funcionar desde principios de este año. Me entregué a leer a Leila Guerriero («La llamada») y a releer a Tucídices (su excelente Guerra del Peloponeso). ¡Qué placer! La tele, esperando a Movistar, seguía (y sigue) sin señal. Pero no me quiero perder el tenis de Australia. Insisto con el 1002. Un mensajero nos trae un paquete con el nuevo router. Lo abro y trae unas instrucciones quizás traducidas del japonés. Pido auxilio al 1002. Me atienden señoritas muy simpáticas que no solucionan el problema. Gracias a una de ellas (Raquel) consigo conectar el WiFi al ordenador y al móvil. Ya es algo. Por aquí puedo protestar. Pero la tele, desde la uvas del cambio de año, sigue sin señal. ¿Qué hacer? Solo se me ocurre esta pataleta y pedir a Movistar un poco de compasión con los clientes jubilados que no entienden sus instrucciones en modo jeroglífico. ¡SOS!
Anoche me sentí orgulloso de pertenecer al grupo de alumnos de tallasmadera.com que, pese a discrepar en ideologías, estamos muy unidos por amor al arte. Nuestra maestra Sandra Krysiak y nuestro colega Javier Martínez Hermoso participaron en «Podría ser peor» de Radio Nacional de España (a las 12.30 PM) dedicado a la escultura en madera. Mientras hablaban se escuchaban de fondo los golpes de las mazas sobre las gubias en el estudio de RNE. La maestra había puesto a los periodistas a tallar por primera vez en sus vidas. Un programa divertido y educativo que provocará nuevas vocaciones. Una idea muy original en mi vieja y querida Casa de la Radio. Me gustó. He fundado periódicos y programas de televisión, he publicado artículos, reportajes, entrevistas, libros, telediarios, en más de 38 distintos empleos periodísticos. Ahora, en el otoño de mi vida, de lo que más me gusta presumir y me siento más orgulloso es de mis tallas y esculturas en madera… cargadas de defectos, pero (¡eso sí!) hechas por amor al arte. La mejor terapia para envejecer con alegría y buena compañía.