La Universidad de Columbia (NY) se rindió ante las amenazas, censuras e intromisiones de Trump en sus costumbres académicas y su curriculum docente e investigador. Acusa a las universidades de propagar el antisemitismo con sus protestas contra la matanza israelí de palestinos en Gaza. Columbia perdió libertad a cambio de dinero. En cambio, la Universidad de Harvard (a la que han seguido Yale, Princeton y otras) se enfrentó al aprendiz de autócrata y desobedeció sus órdenes a costa de perder financiación y exenciones fiscales. Su vecino, el MIT, siguió también el ejemplo de Harvard y se negó a cumplir las órdenes de Trump.

Una ola de protestas ha obligado a Trump a dar un paso atrás. Pero su política de censura de toda disidencia continúa. No en vano su vicepresidente Vance afirmó en un discurso en 2021 que «las universidades son el enemigo». La guerra universitaria por la libertad y contra la censura será larga. Me entristece (y también me alivia) ver las imágenes de estudiantes y profesores la Universidad de Harvard (donde tanto aprendí en 1976 y 1977) defendiendo a libertad de expresión y de cátedra. Allí me refugié huyendo de la Dictadura después de mi secuestro y torturas por un comando de la Guardia Civil franquista. En Estados Unidos aún no saben lo que es vivir sin libertad. Yo viví 30 años sin libertad y, sin querer, pagué un alto precio. Como con el oxígeno, la valoras cuando te falta. Algunos de Harvard ya presienten esa falta.



