Llegué entusiasmado con mi hijo Erik a la concentración a favor de más Europa social y democrática en Callao. Salí de allí con un cierto sabor agridulce. Éramos muy pocos (unos 2.000) y más viejos que jóvenes. Me dio que pensar. Es más difícil movilizar a favor que en contra de algo. De lo que sea. Tuve la impresión de que el amor moviliza menos que el odio. Pero no es así. El amor hace menos ruido. Menos mal que en el camino nos habíamos cruzado en la Gran Vía con un maratón de cientos de policías y guardias civiles (tienen que estar en forma para servirnos) y poco antes, con miles de personas solidarias, con camiseta rosa, que corrían para vencer al cáncer de mama. Y de la Puerta del Sol salieron hacia la pradera los castizos de San Isidro. El domingo a mediodía, el centro de Madrid era una fiesta. El acto de Callao, espontáneo y convocado por personas de la cultura poco organizadas, reunió más calidad que cantidad. Vi muchas caras conocidas, con canas y calvas propias de mi edad, que habíamos coincidido en mil batallas contra la Dictadura y a favor de la Democracia.

La Unión Europea, construida en paz desde el 9 de mayo de 1950, nos iluminó en nuestro camino hacia la libertad. iniciado hace ahora 50 años tras la muerte del tirano. Dede mediados de los años sesenta, muchos de los congregados en Callao habíamos corrido delante de los «grises» de Franco que nos perseguían porra en mano. En cambio, el domingo, 11 de mayo, eran los policías y guardias civiles de la Democracia quienes corrían delante de nosotros en un maraton festivo. Lentamente, sí, vamos a mejor. Ojalá puedan valorarlo los jóvenes que nacieron en libertad. ¡Ay! Si además tuvieran acceso a la vivienda, otro gallo cantaría. ¿Acaso no se dan cuenta los líderes de PSOE y del PP?



