
Me duele el silencio de la prensa israelí (especialmente de la televisión) sobre el genocidio que Netanyahu, su Gobierno de extrema derecha y su Ejército están cometiendo en Gaza. También me admira la valentía de mis colegas judíos de «Haaretz» y de «+972» que informan como pueden, sorteando censuras y amenazas, frente a un Gobierno corrupto y asesino. No podemos comparar la información de estos medios israelíes, aún libres, con la masiva propaganda (plagada de noticias falsas) que la prensa y la televisión progubernamental hacen sobre el genocidio en Gaza. No hay equidistancia ni proporcionalidad posible entre la matanza horrible de casi 2.000 civiles judíos por los terroristas de Hamas (que fueron financiados por Israel para enfrentarlos a la OLP) y el exterminio programado por Netanyahu de todo el pueblo palestino de Gaza con bombas, disparos y hambruna. Ya van más de 60.000 asesinados por orden de Netanyahu sin que la Unión Europea (paralizada, quizás, por la culpabilidad histórica de Alemania por el Holocausto) no mueva un dedo. Tampoco podemos comparar el artículo («Demagogia sobre Gaza») de un fanático sionista (Isaac Querub) en El País de ayer con el que Josep Borrell, ex vicepresidente de la UE, publicó el pasado 1 de agosto en mi diario favorito (después de 20 minutos, claro) con el título «¡Dejemos de ser cómplices del genocidio en Gaza!». A mi juicio, la pretendida falsa equidistancia de El País al publicar ambos artículos me resulta culpable de cinismo e hipocresía, incluso de mala práctica profesional. Algunos amigos quisieron anular su suscripción a nuestro diario de referencia. No podemos ser equidistantes entre un violador y una violada. La objetividad no es equidistancia. «Pero ¿qué broma es ésta?», diría mi colega Miguel Ángel Aguilar. Yo aguanté hasta comprobar que algún directivo sensato del equipo del nuevo director, Jon Martinez Alier, mandó borrar muy pronto el panfleto de del sionista de la versión digital elpais.es. Sentir vergüenza y rectificar un error ya es algo.



