Ante universitarios de La Laguna (Tenerife) hablé de «La libertad no fue un regalo» sino una conquista desde la calle. Luego me hicieron esta entrevista que copio y pego

La muerte Franco el 20 de noviembre de 1975 marcó el inicio del proceso de Transición Democrática que desembocó en nuestro actual estado de derecho. Un tiempo convulso y apasionante en el cual muchas personas de diferentes ámbitos tuvieron su cuota de protagonismo. En los medios de comunicación uno de esos referentes fue José Antonio Martínez Soler, conocido como JAMS en la profesión, que ha estado vinculado a TVE y ha sido director y fundador de periódicos como El Sol, La Gaceta de los Negocios, 20 Minutos y el semanario económico Doblón.
Precisamente cuando estaba a cargo de este último medio, fue secuestrado, torturado y sometido a un fusilamiento simulado en 1976 por unos desconocidos que querían conocer las fuentes utilizadas por el periodista para elaborar un artículo sobre la purga interna en la Guardia Civil que se estaba produciendo en aquellos momentos. Aunque en su día se publicaron fotografías de su rostro hinchado tras la agresión, nunca habló abiertamente de ello hasta 2006.
Este episodio fue uno de los que relató en la intervención que realizó el pasado 8 de octubre en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad de La Laguna, que supuso el inicio del programa divulgativo y cultural “Para la libertad: España después de 1975” con el cual la institución académica conmemora medio siglo de estado democrático. Pudimos hablar con él tras la conferencia para abordar no solo la Transición, sino su trayectoria en los medios.
Al final de su conferencia dijo una frase llamativa: “Perdonar está bien, pero olvidar, no”. ¿Es así?
Ese es el mensaje con el que he tratado de resumir toda mi intervención. Hemos hecho muy mal en el pacto del olvido y el silencio. Teníamos que haber explicado todo desde el principio. No pasa nada por decir “perdonamos, pero no olvidamos”. Pero había tanto miedo que ni nos atrevíamos a eso.
No te puedes ni imaginar el miedo que tenía todo el mundo: los franquistas menguantes y los antifranquistas crecientes, nadie sabía la fuerza del otro. Y, de hecho, estaba el ruido de sables, el miedo a otro golpe de estado y a otra dictadura. Íbamos pisando huevos, protestando en la calle y haciendo cantidad de manifestaciones, pero con mucho miedo. Nicolás Sartorius decía que “Franco murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle”.
Algunos sectores más jóvenes critican el modelo de Transición y la califican de blanda. ¿Qué opina al respecto?
Hacen bien en criticar. Mi hijo [Erik Martínez Westley], por ejemplo, con el que he hecho el libro “Franco para jóvenes” a medias, tiene cuarenta y tantos años y cree que la Transición fue una chapuza, hemos discutido mucho. Y yo creo que fue casi un milagro. ¿Que nos quedamos cortos? ¡Claro que sí! Podríamos haber ido más lejos: haber exigido la República en lugar de la Monarquía, que no fuera inviolable el Rey -que vaya golfo que nos ha salido Juan Carlos I-, que no sea prevalente el hombre sobre la mujer en la herencia de la monarquía… ¿Por qué salió un poco incompleta la Constitución? Simplemente por miedo. En aquel momento Sartorius, que he mencionado antes, decía: “Si los toros no tuvieran cuernos, yo sería torero”. Hay que estar en el ruedo.
Y los jóvenes como mi hijo dicen que tendríamos que haber ido más adelante. Pero ¿cómo? Es que te secuestran, te torturan, te llevan a la Dirección General de Seguridad y no sales vivo de allí, vas a Carabanchel y nadie sabe dónde estás. La policía política seguía vigente, y lo ha seguido hasta hace muy poco, que [el policía] Antonio González Pacheco, “Billy el Niño”, ha muerto con medallas.
El Ejército tuvo una verdadera revolución después del 23-F, porque hicieron el ridículo con esa patochada, con ese pésimo triple golpe cruzado que fue de zarzuela. El Ejército estaba avergonzado y los jóvenes oficiales envidiaban a los militares portugueses porque el pueblo los abrazaba y ponía claveles en la punta de los fusiles. Y aquí el pueblo español veía a los militares como que ocupaban su país y eran el enemigo. Pero los jóvenes oficiales, los de la Unión Militar Democrática y otros con los que hablaba en aquella época, eran como yo, querían democracia y ser como los europeos. Y, afortunadamente, con la democracia los militares han viajado, han aprendido inglés, están en misiones de paz y el Ejército español es estupendo.
Incluso la Guardia Civil y la Policía también han cambiado, pero durante muchos años no lo hicieron. La Guardia Civil siguió con sus métodos de gatillo fácil. De hecho, en el 76 mataron en Almería a un chaval amigo mío, Javier Verdejo, que estaba haciendo una pintada en una pared y le pegaron un tiro por la espalda y no les pasó nada a los responsables, Hubo un juicio falso cuando era gobernador civil de Almería Calvo Ortega, que luego fue al Tribunal Supremo y al Tribunal Constitucional.
Hay dos cosas que no se hicieron bien: la Brigada Político-Social tenía que haber cambiado totalmente y meter a policías demócratas; y los jueces. Hubo una revolución enorme en el Poder Legislativo, elegido por el pueblo; en el Poder Ejecutivo, elegido por la soberanía popular que estaba en el Parlamento, elegido por el pueblo; pero en el Poder Judicial, no. Nunca fue elegido por el pueblo, aunque en el sistema del Consejo General del Poder Judicial interviene el Parlamento para determinar el gobierno de los jueces. Pero toda la estructura de la justicia española siguió intacta.
Es terrible y en muchos aspectos, desgraciadamente, se nota. Cada vez menos, pero hay jueces machistas y es un escándalo. No la mayoría, que es gente joven que hace bien su trabajo, tanto los fiscales como los jueces. Pero los viejos son terribles. El
[juez]
Peinado este es un ejemplo. No digo que es un prevaricador porque me pondría una querella, como ha puesto a tantos colegas míos, pero es una vergüenza para la justicia española.
La derecha también se apoya en estas cosas para reivindicar que Franco no era tan malo. ¡Que ya tiene narices! Que la extrema derecha lo diga, pues bueno. Pero el PP, que tiene muchas cosas que ocultar, no puede estar reivindicando a Franco.
Por eso quizá es necesario un libro como el suyo, porque hay un proceso de reescritura de la historia.
Están queriendo blanquear la imagen de Franco, porque en el PP hay gente de centro muy honrada y muy buena, pero hay otros que están rozando con Abascal en la extrema derecha, que quieren lavar la imagen de sus padres y abuelos. Pero eso es muy difícil porque iban a punta de pistola y se quedaban con las propiedades del vecino, lo denunciaban y se quedaban con su parcela.
El hecho es que el PP no hereda la UCD de Adolfo Suárez. Algunos se fueron al PP y algunos se fueron al PSOE. El PP tiene mucho de la herencia de Franco: Manuel Fraga, que fue el fundador, era un ministro de Franco que firmó una pena de muerte, estaba en el gobierno. Esa vergüenza, esa caspa de franquistas, deberían quitársela. Ya es hora.
Es bueno que la derecha gobierne, que haya alternancia. Cuando José María Aznar ganó a Felipe González, me alegré. Voté en blanco y luego me arrepentí porque cuando Aznar ganó las elecciones del 96, yo le había hecho una entrevista en campaña
[en TVE]
y no le gustaron las preguntas. Y cuando llegó a la Moncloa, me despidió. Pero me alegré de que hubiera alternancia, porque eso es hacer que la Transición funcione.
La Transición no fue modélica ni fue pacífica, en eso le doy la razón a mi hijo. Fue lo que se pudo hacer, con muchos fallos, con muchos problemas. Y si hubiéramos ido apretando más, a lo mejor el golpe hubiera sido antes.
Porque, aunque el golpe de Estado lo considera usted casi de zarzuela, fue un susto, el miedo era fundado.
Exacto, podría haber triunfado. Y cuando a mí me vienen con metralletas en la puerta de mi casa y me secuestran, eso era real y Franco había muerto hacía tres meses.
También es verdad que hubo una época confusa del 75 al 78, tres años en los que no hay dictadura, pero tampoco una democracia formal.
Esos años son clave. Y no había un plan, nadie sabía cómo hacerlo. Quien diga que estaba todo planificado y que desde arriba nos regalaron la democracia, miente: ni Suárez sabía cómo hacerlo, ni el rey, que quería conservar su corona y hacía lo que fuera necesario.
El golpe no lo hubiera apoyado porque ya tenía la experiencia de su abuelo, que perdió la corona porque apoyó el golpe de estado de Primo de Rivera. Y su cuñado, el hermano de la Reina Sofía, perdió la corona de Grecia porque apoyó a los coroneles. Juan Carlos es un golfo, pero tonto no. Cuando vio que los generales no secundaban el golpe, salió en televisión -demasiado tiempo tarde, seis o siete horas- para decir: “Todos a los cuarteles”. Creo que lo hizo bien.
Dicen que estuvo meditando.
Estaban esperando a ver qué pasaba. Y preocupado de que no hubiera muertos.
A usted, que vivió el Franquismo, la Transición y unos años de libertad y estabilidad en España, ¿no le da la impresión de que hay un retroceso con la subida de la ultraderecha?
No lo creo, soy optimista. El crecimiento de la extrema derecha claro que es preocupante. Pero en Alemania, Francia e Italia es peor. En España y en Inglaterra no es tan malo; en Inglaterra está creciendo la extrema derecha, pero gobierna un partido socialdemócrata, laborista. Y en España gobierna un partido de izquierdas. En América Trump es terrorífico, soy más pesimista por Estados Unidos que por Europa. Es una ola a la que la gente se sube, pero creo que en España hay bastante estabilidad. Fíjate que en España hay un gobierno de siete años y en Francia han cambiado el gobierno cada año cinco veces.
No soy pesimista pero sí estoy preocupado por el crecimiento de la extrema derecha y el discurso de odio contra los inmigrantes. ¿Dónde vamos a ir a parar, cómo es posible que la gente compre ese discurso? ¿Es la ignorancia, es el resentimiento?
Entiendo que los jóvenes varones estén cabreados porque las mujeres les están, de alguna forma, comiendo el terreno. Porque estaban machacadas durante toda su vida, generaciones y generaciones. Han levantado un poco la cabeza con la libertad, están cogiendo derechos y los hombres pierden privilegios. ¡Que ya era hora de que los perdiéramos! Por eso los jóvenes varones están más hacia la derecha que las mujeres: ellas no quieren volver al Franquismo, que las trataba como a menores de edad y no podían viajar sin permiso del marido o del padre, no podían firmar letras. Eran seres inferiores y ahora son libres.
¿Y los homosexuales? Antes iban a la cárcel o al manicomio. O les pegaban una paliza. Y hoy son libres, son gente normal y corriente que puede besarse en la calle si quieren. En la época de Franco, tú le echabas a tu novia el brazo por encima y la policía te detenía o te llamaban la atención.
Creo que no va a llegar la sangre al río en ese sentido, pero me preocupa sobre todo lo que pasa en América porque mi mujer [Ana Westley] es americana y lo que sucede allí sí es grave porque están en preguerra civil. Aquí no: aquí ya hemos tenido la guerra y nadie la quiere.
Ya ha abordado con su hijo el Franquismo y ahora está preparando otro libro para explicar la Transición a los jóvenes.
Precisamente nos llamó el otro día la editorial Catarata y nos dijo a Erik y a mí que el primer libro ha sido un éxito, ha vendido 10.000 ejemplares, lleva cinco ediciones y por eso quieren otro sobre la Transición para jóvenes. Y digo: “Madre mía, otra vez a pelearme con mi hijo.” Porque él cree que la Transición fue una chapuza y yo creo que no era perfecta, era incompleta, pero era lo que se podía hacer estando en el ruedo.
Cambiando de tercio, y aprovechado que ha sido fundador de periódicos como La Gaceta de los Negocios, El Sol y 20 Minutos, me gustaría que me explicara cómo fue la historia de esos medios
¡Eso da para una hora!
El Sol fue un periódico que duró solo dos años, pero llegó a tener una tirada de 150.000 ejemplares.
Yo voy como Santa Teresa de Jesús, de fundación en fundación, triunfando y fracasando. El Sol fue el mayor fracaso de mi vida porque me equivoqué desde el primer momento por ambición. Me cegó la idea de que había tres empresarios y yo podía jugar al ‘dos contra uno’. En ese triángulo estaban el presidente de Anaya, Germán Sánchez Ruipérez; el de la ONCE, Miguel Durán; y el de Mediaset, Silvio Berlusconi ¡que menuda pieza!
Yo no sabía que Berlusconi era tan fiera y al final hubo trampa entre Durán, Berlusconi y otros accionistas para quedarse con la mayoría. Echaron a Anaya de Telecinco y Sánchez Ruipérez se quedó con El Sol al 100%. Yo ya había contratado a 200 periodistas, estaba a punto de salir a la calle, teníamos la imprenta montada, había sido una inversión muy grande. Y estaba pensando: “¿Salimos o no?”. No tenía que haber sacado el periódico porque no eran las condiciones.
Después de la crisis de Berlusconi, el dueño vino a mi despacho, se sentó en mi mesa y me dijo: “JAMS, ahora soy yo el amo de la burra. Todo resuelto.” Y yo pensaba: “Madre mía, me he hundido antes de salir”. Hablé con el consejero delegado, que era un buen amigo mío, Pedro Higuera, y le planteo: “¿Qué hacemos? Vamos a fracasar, no podemos negociar con un tío que tiene el 100% del capital. Yo he venido aquí porque me han contratado tres, con el 33% cada uno, que entonces se puede negociar algo”. El diario El País nació así, con muchos socios, no solo uno.
Para mí fue un desastre. Fíjate: el Día del Orgullo Gay dimos la información igual que el ABC, El País y todo el mundo. Pues el dueño me tiró el periódico a la cara y me dice: “Mi mujer me ha tirado el periódico, igual que te lo tiro yo a ti. Dice que va a acabar con el matrimonio”. Era una señora muy conservadora.
Teníamos ideas geniales, ¿recuerdas los libros que regalábamos? Hubiéramos triunfado si el presidente, el dueño, no hubiese sido tan imbécil, pero quería dirigir el periódico. Y después de echarme a mí, echó a cinco directores. O sea, que no solo fracasé yo, fracasamos cinco.
Estaba muy ilusionado porque ese periódico lo había pensado muy bien. Iba a un público joven. Había mezclado ideas de televisión con prensa para hacer noticias breves, algo que retomé en 20 Minutos. El Sol era bastante neutral, ni para un lado ni para otro, que la izquierda no lo tirara a la basura y la derecha, tampoco. Con ese espíritu de transacción: los hechos son sagrados y las opiniones, libres, pero ser muy riguroso. Era un gran periódico, el proyecto era muy bonito, pero es el mayor fracaso de mi vida.
Ya mencionó que también creó 20 Minutos, que nació con un gancho particular: un periódico que puedes leer en un trayecto de metro.
En diecinueve minutos. Es lo que tarda en leerse el periódico. Noticias como en el telediario, muy breves, muy claras, muy bien escritas. Estaba mejor escrito que El País, El Mundo y que todos esos, muy cuidado. En eso Arsenio Escolar, el director editorial, era buenísimo. Y el director comercial, Luis Alberto Rivero, era buenísimo también. Vendíamos las páginas más caras que las de El País y el periódico era gratuito porque se financiaba con la publicidad.
¿Para qué quería yo un euro por el periódico? Yo quería muchos más euros por la página. De hecho, lo que nosotros hacíamos era dar el periódico al lector y el lector nos pagaba con su atención. Al leernos, me estaba dando el coste por impacto. Y esa atención la vendía al anunciante. O sea, que no era gratis el periódico: cobraba la atención del lector, que es oro puro. Eso es mucho más que un euro. ¡El euro para Polanco o para Pedro “Jeta”!
Es la estrategia que siguen ahora los medios digitales.
Sí, éramos los primeros. También lo hicimos digital y va muy bien. El 20 Minutos.es sigue triunfando, gana dinero. Ya lo vendimos y me jubilé. Ha sido un éxito con el que me he quitado la espina del fracaso de El Sol.
¿Y cómo vivió la transición hacia la digitalización, que ha sido dramática para muchos medios?
Cuando nace el ferrocarril, se hunden los coches de caballos y las diligencias. En la vida el progreso es así: se suprimen unos empleos y crecen otros. Yo soy optimista. Leo elDiario.es. El País lo leo en papel solo sábado y domingo, pero lo demás en la web. La Vanguardia, todos los días en la web. Ya soy digital pese a mi edad. Va muy bien. Creo que la prensa se queja de vicio. Recuerda que siempre te dicen que el teatro se hunde, que es el fin del teatro… ¡Y el teatro no se hunde nunca! La prensa tampoco. Están cambiando las herramientas, pero creo que la prensa está a punto de llegar a una edad de oro.
¡Claro que sí! Porque hay muchas mujeres que lo hacen muy bien y antes no estaban. Cuando empecé, en el diario Arriba no había mujeres, en El País había pocas y en Cambio 16, casi ninguna. En Doblón [semanario de información económica fundado por Martínez Soler] empecé a contratar mujeres: Nativel Preciado, Marisa Ciriza…
Cuando presentaba mi biografía “La prensa libre no fue un regalo” en el Ateneo de Madrid, una de las que hablaron era Nativel Preciado y lo dijo: “Martínez Soler es el primer director que contrataba mujeres, por influencia de su mujer, que está sentada ahí, Ana Westley”. Y era verdad, [Ana] ha sido corresponsal del New York Times y del Wall Street Journal y es más lista que yo. Y asumí que las mujeres eran muy buenas y contraté a muchas.
Leo a Carlota Guindal, y escribe mejor que su padre. O Carlota Estefanía Ramírez, mejor que su padre y su madre. Hay gente joven que escribe muy bien, también hombres. El otro día estuve con el hijo de Forges, Antonio Fraguas. Toño le llamamos, y fue de los primeros redactores de 20 Minutos y ahora es redactor jefe de elDiario.es. Son gente buenísima.
[Ahora] hay gente mejor que nosotros, que éramos unos chapuceros que llegamos allí porque no había nadie. ¿Por qué triunfamos Juan Luis Cebrián, Sol Gallego-Díaz, Joaquín Estefanía, yo y muchos más? Porque en nuestra juventud, con 18 o 19 años, no había periodistas. Los periodistas habían ganado la guerra y tenían 60 o 70 años, eran los combatientes. Fui al diario Arriba y eran todos viejos, éramos dos jóvenes allí, Vicente Botín y yo. Y luego, de 20 a 60 años no había nadie. “Cuando estos se vayan o se mueran, todo el campo es nuestro”, dijimos. Fuimos una generación que ocupamos todos los puestos directivos siendo muy jóvenes y no estando preparados para ello. Cebrián, Pedro “Jeta” y yo mismo nos fuimos preparando con el tiempo, pero tuvimos una oportunidad enorme, de un presente negro y un futuro brillante. Luego vienen mis hijos y dicen: “Papá, nosotros tenemos un presente bueno, pero un futuro negro”.
No es así. Yo creo que la prensa va a ir mejorando, es necesaria. Las redes sociales son una herramienta que la puedes usar como un martillo para darle a un tío en la cabeza o para poner clavos. Se puede usar como el teléfono, como los coches… para bien o para mal. Y yo creo que la información es necesaria, sobre todo para las élites; las masas siempre se van a dejar llevar por lo que se dice en la taberna, que se llama TikTok o las redes sociales, toda la basura esta. Siempre ha habido basura en la taberna y nadie se la creía, son bulos.
Lo que tiene influencia son los hechos verificables y probados, filtrados por profesionales. La gente que manda o que aspira a estar bien informada e influir en la sociedad, se informará por la prensa seria. Y de hecho así es: el Financial Times no es un periódico de masas, es de élite. De masas son el Daily Star, el Mirror, que son basura. Con tres millones de tirada, pero basura. El otro es de 150.000 lectores, pero de la élite. Y es el que al final influye.
Gabinete de Comunicación
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