Para conmemorar el aniversario del fusilamiento de los 22 Mártires de la Libertad, ejecutados de rodillas y por la espalda por orden de Fernando VII, el rey felón, durante muchos años, pasé el 24 de agosto en Almería. Hoy, en el 199 aniversario de aquel crimen, estoy a 8.000 kms de mi tierra. Por eso, no pude asistir a la recreación histórica espectacular de la Asociación del Bicentenario de Los Coloraos, a la que pertenezco. Lo siento. El 24 de agosto de 2024, bicentenario de aquel crimen, prometo no faltar.
Cuerda de presos «coloraos», camino del fusilamiento.
Ante el Monumento a los Mártires de la Libertad
Recreación histórica
Curas del rey felón confiesan a los reos en capilla
Mártires de la Libertad, fusilados de rodillas y por la espalda.
También me hubiera gustado escuchar el pregón del periodista Paco Giménez Alemán, en el homenaje a los Coloraos.
Paco Giménez Alemán, durante su pregón de los Coloraos. Detrás del orador, la alcaldesa va de colorao,
Le he envié este mensaje: «Magnífico discurso de los Coloraos, querido colega. Lo leí (entero) a 8.000 kms de Almería y me emocionó, como el acto de recreación histórica que han hecho mis amigos «coloraos». Te felicito, Paco, y felicito a la alcaldesa del PP que ha sabido elegirte como orador. Has superado a todos los anteriores oradores conservadores, algunos resabiados por su repelús a la libertad, erróneamente elegidos por anteriores gobernantes del PP. Esta vez, contigo, el Ayuntamiento acertó. ¡Vivan los Coloraos! ¡Viva la libertad! y ¡Viva España! Un abrazo Paco».
Con mucha razón almeriense, Paco llamó «cipote» al rey felón que mandó fusilar a los Coloraos.
Hace 33 años con mi hijo David a la espalda. Hoy estoy en Santa Fe con él y su hija de 3 años.
Mi nieto Leo llevó una rosa a los Coloraos hace 6 años.
Articulo de Juanfra Colomina en La Voz de Almería de hoy.
La prensa almeriense informa de los actos «coloraos»
Tan feliz ayer con mis nietos Leo y Ana Isabel, en Santa Fe (NM), y hoy tan triste porque se nos ha muerto Bonifacio de la Cuadra, nuestro querido y bondadoso Boni. He compartido muchos años con él en la redacción de El País. Sin embargo, en la hora de su muerte, lo que más recuerdo -no me lo puedo quitar de la cabeza- fue el día que lo conocí en el otoño 1969.
Con 22 años, recién casado en mayo de ese mismo año con Ana Westley, en mi último curso de Periodismo, y sin un duro, fui contratado por Manuel Martín Ferrand como auxiliar de redacción de nuevo diario Nivel, que debería salir muy pronto a los quioscos. Y allí me encontré por primera vez con Boni, siete años mayor que yo, y a quien consideré pronto como un maestro del buen periodismo, ese periodismo que existió y existe, aunque algunos, cínicos o ignorantes, no lo crean.
Nivel nació el 31 de diciembre de 1969. Ese mismo día, siguiendo las órdenes del dictador, el Gobierno cerró el periódico y la Policía requisó todos los ejemplares. El «diario nacional de la mañana» se convirtió, por orden de Franco, en el diario nacional de «una» mañana. Todos al paro.
En Nivel, hice una buena apuesta de amistad con Ismael López Muñoz, Vicente Verdú y Bonifacio de la Cuadra. Como diría el sabio Lazarillo de Tormes, «me acerqué a los buenos para ser uno de ellos». Pronto se me fueron los tres de este mundo y me quedé solo, pero con sus enseñanzas y los recuerdos entrañables que habíamos compartido en Nivel y seguimos compartiendo, durante años, en El País.
Boni era bueno, generoso y fiable. Y te reía hasta los chistes malos. Pocas veces dejó de sonreír y de animar y ayudar a los colegas. El mes pasado dimos sepultura a Ramón Lobo. En el cementerio, busqué a Boni y pregunté por él. «Ya está en paliativos», me dijo un amigo común. ¡Maldito cáncer! La buena Justicia y la buena Prensa (ambas existen) te debe mucho, querido Boni. Estoy en Santa Fe (NM), a 8.000 kms de Madrid, y no podré despedirte como quisiera. He leído, no sin emoción, el obituario que nuestra Sol Gallego te dedica en El País. Se queda corta. Descansa en paz, amigo.
Berna (ex compañera mía en El Sol) nos da la respuesta en su articulo de El País de hoy: alianzas contra natura, mentiras, corrupción y traición. Con su permiso y los de El País y 2ominutos.es, no puedo evitar copiarlo y pegarlo en mi blog. Lo recomiendo. No se puede explicar mejor con menos palabras. Luego están los chistes que inundan las redes y abundan en razones semejantes.
Por qué caen los líderes del PP
Si Feijóo analiza por qué fracasan los presidentes de su partido encontrará una paleta corta: alianzas contra natura, mentiras, corrupción y traición
Alberto Núñez Feijóo acataba el jueves la Constitución, durante la sesión constitutiva de la XV Legislatura.JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)
Es posible que Pablo Casado acumulara grandes errores, pero el que ha cometido el PP bajo el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo es histórico, único y se ha producido en su primer disparo en la política nacional cuando ni siquiera sabía si había más balas en la recámara. Su inmenso error, pactar con un partido tóxico como Vox mientras convertía las elecciones en plebiscito contra Pedro Sánchez, está a la altura de la alianza contra natura que Aznar forjó en apoyo a la guerra de Irak en contra de la mayoría de los españoles. Veamos qué circunstancias han provocado los sucesivos tropiezos del PP.
El PP cayó con estrépito en la transición entre Aznar y Rajoy en 2004, cuando el atentado del 11-M movilizó a los españoles en contra de un Gobierno que había participado en las mentiras sobre Sadam Husein que condujeron a esa guerra. Cuando todo parecía listo para que la derecha renovara su mayoría sin sobresaltos, se produjo la tragedia, aderezada además con las mentiras sobre un atentado que el Gobierno atribuyó contra viento y marea a ETA para esconder sus vergüenzas. Y ahí se le fueron siete años.
Cuando el PP logró regresar, en 2011, fue a lomos de una recesión que quemó al socialista Zapatero como había quemado a otros dirigentes europeos sacudidos por la economía. Después de siete años al mando, Rajoy cayó por la corrupción acumulada con el caso Gürtel, que alineó a las fuerzas suficientes como para que triunfara por primera vez una moción de censura, que situó a Pedro Sánchez al frente. Fue en 2018.
Más allá de la excepción de Aznar, que tuvo el acierto de retirarse por voluntad propia, si Feijóo analiza hoy por qué han caído los siguientes presidentes del PP encontrará una paleta muy corta de sabores. Solo cuatro: alianzas contra natura, mentiras, corrupción y traición. No hay más. Él acaba de probar el primero y ya se ha indigestado: los pactos con Vox. Ha coqueteado con el segundo al insinuar un pucherazo en el voto por correo. Dejando de lado el tercero, quién sabe si, tras descarrilar su intento de investidura como todo parece indicar, podrá evitar la hiel del cuarto: la traición.
Escribe en Cultura, es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’, además de responsable de la newsletter EL PAÍS de la mañana. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora al frente de varias secciones. Premio Dashiell Hammett por ‘El sueño de la razón’, su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.
Ya era hora. Gracias, Francine Armengol, por autorizar el uso de las cuatro lenguas de España en la sede de la soberanía popular. ¿Por qué la derecha y la extrema derecha no aplaudió ese anuncio? ¿Qué tienen, escondido, contra nuestras lenguas propias? La elección de Armengol como presidenta del Congreso ha sido, desde luego, un gran alivio.
Francine Armengol permite hablar en el Congreso en las cuatro lenguas de España. ¡Bravo!
Y su anuncio que reconoce, como la mismísima Constitución, que vivimos en un país plurilingüe me ha dado un ataque de nostalgia. Ya era hora, sí. Molt bé! Claro que puedo presumir y presumo de que, sin avisar a nadie, yo lo hice primero en Televisión Española.
Todos los días saludaba yo en las cuatro lenguas. Y Calviño me despidió.
Y José María Calviño (el padre de la vice) no me despidió. Arranqué el primer informativo matinal de TVE (el 13 de enero de 1986) con mi saludo, entonces original e inédito, que ya fue habitual durante todo aquel año: «Bon día, Bos días, Egunon y Buenos días».
Hace 37 años fundé el Bos dias, Egunon, Bon dia y Buenos días.
Los cambiaba de orden, pero ese fue mi saludo diario para despertar a España hasta que me fui a la Agencia EFE. La presidenta del Congreso me ha hecho sonreír. Ella es más joven y yo le abrí el camino plurilingüe.
Copié la idea del parlamento canadiense. Asistí a una sesión en Ottawa, en 1977, y allí hablaban indistintamente en francés y en inglés. Algún día eso llegará a España, pensé. Han pasado 37 años y, al fin, ha llegado. España es hoy mejor, porque es más libre… y más rica.
Cubierta de mi libro de memorias
Con los del Buenos días, el mejor equipo de locos que he tenido en TVE. Los jefes dormían y hacíamos el programa diario como si fuéramos libres.
Hoy cumple años mi princesa, Andrea, (¡felicidades!), pero la tengo con su madre en Boston, a 6.000 kilómetros de mí. Pronto lo celebraré con ella en Santa Fe (N.M.). Ayer fue un día de éxito en el tenis (la gané a mi hijo Erik por 6-3 y 6-3) y de regusto por la alegría que nos han dado Olga y Selma (de dos minorías maravillosas) al meter a España en la final del mundial de fútbol femenino. Tuve, además, emociones adicionales. Me reencontré con el gran artista Jeff Espinoza (mi amigo y pareja de tenis durante muchos años). Escribo en mi sótano (con ventilador), voy a clase de tallasmadera.com y cuido el jardín y los gatos. ¡Ah! Y tenemos una mesa progresista con la socialista Francine Armengol al frente del Congreso. ¿Qué más puedo pedir?
Con sus dos goles, Olga y Selma entran en la historia del fútbol español y el domingo, ¡ojalá!, del fútbol mundial.
Texto de Pedro Rubio en Facebook.
¡Qué gran partido de tenis! Ayer gané a mi hijo Erik por 6-3 y 6-3. Para que no se fie ni de su padre…
Una foto para recordar la victoria de un abuelo en forma. Gracias por la camisa que me ha traído Erik de Hawai, antes del incendio fatal.
Ayer tuve el privilegio de escuchar los últimos ajustes del próximo álbum de Jeff Espinoza, en el estudio de grabación de Carlos Sartorius, otro gran músico y musicólogo.
Y Jeff y yo lo celebramos con un feliz almuerzo.
Entre tanto, desde Boston, me llega esta imagen feliz de mi chica saboreando los bogavantes de su tierra. ¡Guapa!
Y mi hija Andrea me envía esta foto emocionante de mi nieto Leo en el barco que le lleva al campamento de Bear Island, Laconia,(N.H:). Allí pasaron muchos veranos mis tres hijos cerca de sus abuelos maternos. Leo ya dice que es tradición.
Y por si acaso faltara algo para no olvidar su cumpleaños, Andrea me envía estas fotos desconocidas del archivo de su tío Brandon Westley. Las copio y pego aquí (con permiso de 20minutos.es) solo con la intención de presumir de cuando éramos jóvenes. Y para que no se pierdan en la nube.
JAMS con mucho pelo
Mi chica, Ana Westley, poco antes de conocerla. La misma sonrisa…
Soy yo, no el Ché
Esa estantería la hice yo solito en nuestra casa de Las Matas. Habíamos fundado Cambio 16 en 1971.
¡Feliz verano a todos! El lunes me voy lejos. Mi nieta Ana Isabel Martínez Gabriel (hija de Chaz Gabriel y David Martínez Westley) cumplirá 3 años el 3 de septiembre en Santa Fe (N.M.). Ese cumpleaños no me lo pierdo.
Sin atender a las alertas del hombre del tiempo ni de los colegas del telediario, hoy remojé mi sombrero de paja y bajé hasta el río Aulencia. No soy masoquista. Solo necesitaba caminar un par de horas por la dehesa de encinas para desatascar el capítulo 13 del nuevo libro que escribo a medias con mi hijo Erik. El calor era soportable y la brisa, divina. Al llegar al río grabé 15 segundos del arrullo del agua. ¡Qué alivio!
Por el camino, admiré la encina heroica, desafiante, que parte en dos la servidumbre del paso. Es mi favorita. Ha sobrevivido a la pasión taladora de los amantes de hacha hispana.
La encina desafiante que parte el camino por la mitad… y ha sobrevivido.
Y ahí está, erguida y orgullosa.
El caballo del vecino, también al Sol.
No me crucé con ningún ser humano. Solo, con el caballo del vecino que es casi humano.
Del fresno seco salió este monstruo. Naturaleza muerta. Lo mostraré en clase de talla.
Por un momento, tuve la tentación de regresar. Sin embargo, vi en el horizonte, por encima de encinar, la silueta de las parabólicas de la ESA (Estación Europea de Satélites) junto al castillo del siglo XI.
A la izquierda, el castillo medieval. A la derecha, las parabólicas de la ESA
Diez siglos separan al castillo del siglo XI, para vigilar a moros y cristianos, de la Estación para el seguimiento de satélites terrícolas o (¡quién sabe?), quizás, marcianos del siglo XXI. Tan cerca en el espacio, a pocos metros, y tan lejos en el tiempo, a diez siglos. No obstante, la función de vigilancia es la misma. Las técnicas progresan, pero las intenciones permanecen. ¡Ay qué ver!
No subí al castillo, pero sí remojé el sombrero de paja en el río.
El regreso, cuesta arriba, fue algo más duro. Recordé los chistes malos de mi padre: «Cuesta arriba te quiero, mulo; que las cuestas abajo yo me las subo».
Sudé un poco, pero valió la pena. Ya voy por el capitulo 14. Se me ocurrió caminando.
Acabo de recibir una foto del óleo de Carmen de Burgos, Colombine, que su autora, Ana Westley (awestley.com), ha donado al Hotel Catedral para que estuviera cerca de la casa de la Calle Mariana, donde nació la almeriense más relevante del siglo XX. Pronto acudiré allí, en peregrinación, a rendir pleitesía a la mayor defensora de los derechos de la mujer en la historia reciente de España. Contra el negacionismo machista y rampante de VOX yo reivindico a nuestra Colombine. El cuadro está situado en la subida a la espléndida terraza con vistas a la Alcazaba y a la Catedral. De día goza de una iluminación privilegiada procedente del antiguo patio de luces.
El óleo de Colombine en la subida a la terraza del Hotel Catedral.
Este óleo y la obra magna de Asunción Valdés («Revivir, la nueva Carmen de Burgos») fueron presentados a la vez en Almería, en el aljibe árabe del emir Jayrán (siglo XI), en el Hotel Catedral. Un acto emocionante e inolvidable.
Asunción Valdés y Ana Westley en el aljibe de Jayrán del Hotel Catedral de Almería.
Óleo de Carmen de Burgos, original de Ana Westley (awestley.com)
El óleo es espectacular. Claro que no soy objetivo. Ana Westley es almeriense consorte y lleva casada conmigo más de 53 años. Dejó el periodismo (ex New York Times, ex Wall Street Journal, etc) para dedicar su tiempo a la pintura. Gracias, Ana, por este homenaje pictórico a mi paisana más ilustre.
Artículo publicado en La Voz de Almería,
Tras la incineración del cuerpo de nuestro querido Ramón Lobo, Nieves Concostrina dirigió la procesión cívica por el Cementerio Civi de Madrid. Seguíamos el itinerario que Ramón había dejado detallado en sus instrucciones. Entre las tumbas que debíamos visitar y adornar con flores de sus coronas estaba la de Carmen de Burgos.
Oleo de Carmen de Burgos, por Ana Westley (awestley.com)
Ante la Tumba de Colombine hace años… Hoy apenas se puede leer su nombre tallado en granito.
La tumba de Carmen de Burgos, Colombine, cuyo nombre, tallado en el granito, apenas se puede leer. Prometo ir con acrílico negro para restaurar el nombre de mi paisana, la primera periodista en nómina de España.
Le acabo de pedir a mi amigo Manolo Saco que guarde algún párrafo de la despedida de su hermano adoptivo Ramón Lobo (que copio y pego, a continuación) para que lo repita en mi obituario.
El último selfie de Manolo Saco con su hermano Ramón Lobo.
Nuestro Ramón tenía dos familias, la biológica y la adoptiva. En una de sus obras (no recuerdo si fue en «Todos náufragos» o en «La ciudades evanescentes»), Lobo le dice a su madre que va a visitar a su hermano Manolo a Ourense. La madre, ya muy mayor, le replica: «No sabía que tú tuvieras un hermano». El hijo se lo explica así a su madre: «Mamá, yo tengo dos familias, una biológica y otra adoptiva. Y tú estás en las dos». Ese es mi Ramón. El que se fue «por una senda clara» marcándonos un camino de esperanza. Adiós, querido Ramón. Me quedo con tu hermano Manolo a quien, por admiración y envidia (no sé en qué orden) yo llamo Mozart. Él me llama a mí Salieri. Y no le falta razón.
Con permiso de Manolo Saco y de Ignacio Escolar, director de eldiario.es, copio y pego a continuación, en mi blog de 20minutos.es, el obituario emocionante que Saco ha dedicado a su hermano Lobo.
eldiario.es
Un selfi con Ramón Lobo
La muerte fue para ambos un tema recurrente desde que nos hicimos hermanos, hace de esto 34 años. Él la había visto de cerca decenas de veces, y sabíamos que hablar de ella era la receta mejor para aventar el miedo. Estaba preparado
Selfi de despedida del periodista Manuel Saco con Ramón Lobo el 29 de julio Manuel Saco
6 de agosto de 2023 22:21h Actualizado el 07/08/2023 05:30h
Creo que ya todos lo sabéis: desde el miércoles 2 de agosto, el mundo es un poco peor. Al filo de la medianoche de ese día, se dejaba morir el periodista Ramón Lobo, mi hermano del alma. Se iba feliz, amarrado a un respirador y un gotero, meciéndose tranquilo en un mar de endorfinas que aliviaban su marcha hacia el paraíso de los ateos. El único cierto, donde no te espera ningún dios bárbaro y vengativo para ajustar cuentas.
Dos días antes de su marcha, a modo de despedida, quiso que nos encerráramos a solas en su casa durante más de dos horas, para consolarnos el uno al otro. Él, en verdad, no pedía consuelo, pero intuía que los amigos como yo necesitábamos el último aliento de su voz, el guiño cómplice de sus ojos claros, como provisión para seguir viviendo sin él. En un trance tan definitivo, sus palabras adquirían un valor doble.Los amigos éramos su familia elegida. Y en ella me tocó ser su hermano mayor. Horas antes del encuentro, me preguntaba cómo afrontar la conversación con un condenado a muerte, sin caer en los tópicos o en la lágrima traicionera, cómo elegir las palabras exactas que estuviesen a la altura de la gravedad del momento y que sirviesen de bálsamo para ambos a un tiempo. Sobre todo para mí.
Con Ramón Lobo resultó muy fácil. Había visto la muerte tan de cerca en los combates de los que fue testigo como corresponsal de guerra, que me describía esta batalla suya, definitiva, como el observador que toma nota y que ya apenas puede hacer nada por solucionarlo. Y allí me encontraba yo, hablando con él de nuestras vidas y nuestras muertes, sin desazón, como dos profesionales con las piernas colgando al borde del precipicio, que se podían permitir perder el escaso tiempo que les quedaba.
Nos hicimos un selfi de despedida, y con el aliento que le proporcionaba el oxígeno enchufado a su nariz, tuvo fuerzas y humor para sonreír, al tiempo que hacía el signo de la victoria con dos dedos de su mano izquierda. Solo un tipo como él es capaz de invocar la victoria cuatro días antes de enfrentarse al pelotón de la muerte. “Por cierto, no publiques esta foto antes de que me haya ido”, me advirtió a continuación, como una última lección de ética periodística. Pensaba guardarla para mí, por pudor, pero creo que acababa de insinuarme que debía darla a conocer, como una lección de cómo hay que irse de este mundo, con elegancia, sin pataletas, agradecido a la vida y mofándose de la muerte.
Por mor de suavizar el trance, le recordé una de mis sentencias favoritas: “He decidido no ir a los entierros de mis amigos porque sé que ellos ya no vendrán al mío”. Se rio con un golpe de tos, y apenas me oyó aclarar a continuación que con él iba a hacer una excepción, porque, más que un amigo, era un hermano, y que entendía sus disculpas. Nunca hagáis el intento de sonsacarle una sonrisa o una carcajada a un condenado a muerte: os advierto que Ramón Lobo era único en su especie.
Hablamos de sus dos gatos, su familia más cercana, su compañía fiel, extrañamente mimosos, arremolinados a nuestro lado como si supiesen que algo grave ocurría en aquel trance. Y repasamos con la mirada su biblioteca, los recuerdos de sus viajes, los cuadros clavados en las paredes… Y le recordé el poema de José María Valverde, la Elegía para mi muerte, en el que vaticinaba: “Se quedarán mis cosas sin mí desconcertadas”. Y abrió los ojos como platos mirando en derredor, al tiempo que me pedía que se los enviase por WhatsApp, porque estaba rematando el último capítulo del libro que tenía entre manos.
Esto ocurría a las 18:42 del sábado 29 de julio. Moría cuatro días después. No sé si le faltó tiempo, porque escribir el último capítulo de un libro cuando estás en el último capítulo de tu vida me parece toda una proeza. La muerte fue para ambos un tema recurrente desde que nos hicimos hermanos, hace de esto 34 años. Él la había visto de cerca decenas de veces, y sabíamos que hablar de ella era la receta mejor para aventar el miedo. Estaba preparado. Solo le asustaba el dolor… y la alegría que le damos a los enemigos con nuestra muerte.
Cuenta María, su viuda, que cuando los médicos de paliativos le preguntaron cómo quería morir, Ramón demostró que tantos años de preparación habían servido para morir con dignidad. “Al final -les dijo- no soy un impostor”.
Al año de la muerte de Emilio Ontiveros y al día siguiente de incinerar a Ramón Lobo, no estaba yo hoy muy acertado con la raqueta. Perdía la concentración que, en el tenis, es más importante que la técnica y el físico. Mi hijo Erik, que vestía la camiseta de «La prensa libre no fue un regalo», me empezó ganando el primer set que llamamos «de calentamiento». Yo defendía los colores de 20 minutos.
Un empate 1-1 que me sabe a victoria. En el Polideportivo de La Bombilla no se habla de otra cosa.
A Ramón Lobo no le habría gustado que perdiera hoy al tenis y utilizara como excusas la tristeza y el desconcierto que aún me embarga por su fallecimiento tan prematuro. De modo que reaccioné y le gané a Erik el segundo set que llamamos «el oficial». Dos horas intensas que me han dejado como nuevo. Y con un empate 1-1 que me sabe a victoria. No como la del pobre Feijóo, que sigue creyendo (o nos lo quiere hacer creer, sin éxito) que ha ganado lo suficiente como para formar Gobierno cuando nadie le quiere salvo los bárbaros de VOX.
Feijóo debería preguntar a los barones del PP que han formado gobiernos siendo los perdedores en votos y escaños.
Os parecerá que esta mini crónica del empate al tenis frente a un joven es una minucia. Ya, ya. Cuando lleguéis a mi provecta edad, veréis a qué sabe este resultado en la pista.
Las futbolistas españolas celebran hoy su gran victoria. Pasan a cuartos en el Mundial.
Me siento tan feliz como la selección española femenina de fútbol que hoy ha ganado 1-5 a Suiza. Orgulloso de nuestras jugadoras. Menudas atletas. ¡Vamos España! A por la semifinal del Mundial.
Espléndida mañana, casi otoñal, cargada de emociones y abrazos, para despedir los restos mortales del muy querido y admirado Ramón Lobo.
Junto al ataúd de nuestro amigo, Javier de Pino leyó el primer párrafo del libro póstumo inacabado de Ramón.
Antes de proceder a la incineración del cadáver, Javier del Pino lee el primer párrafo del libro inacabado de Ramón Lobo.
Dijo así: «Una parte de mí escribe palabras desde los kilómetros vividos; otra, desde los pocos que me quedan por vivir. Rescato imágenes, voces, memorias en busca de un orden que complete el rompecabezas. Quisiera tejer un tapiz que abarque mi existencia, poder verla extendida ante mí para valorar lo conseguido sin encelarme en lo que quedará sin hacer. Padezco una enfermedad grave que me va a matar en unos meses, aún no sé si en dos o tres o cinco. La suerte está echada. La percepción de la inminencia del final ilumina el camino andado, le da sentido. No arrastro demasiado equipaje porque aprendí a moverme ligero, sin ataduras. Un viaje de un mes cabe en una maleta que no se factura. Ahora escribo, medito y sueño en busca de materiales que me permitirán esculpir algo parecido a un epitafio. Somos solo eso: una frase, un párrafo corto; el resto es artificio.»
Solo los abrazos y algún gemido que otro rompieron el silencio, esta vez sí, sepulcral, del último adiós a nuestro Ramón.
Procesión laica por el cementerio civil de Madrid
Tal como él había dispuesto en las instrucciones que dio, en vísperas de su muerte, a Willy Altares, su hermano menor adoptivo, todos los asistentes al duelo (¿doscientos, quizás?), armados de flores, seguimos los pasos de Nieves Concostrina, maestra de ceremonias de una procesión cívica singular por el cementerio civil de Madrid.
María, viuda de Ramón, con Nieves Concostrina.
Manolo Saco, el hermano mayor adoptivo de Ramón, y su jefe en La Gaceta de los Negocios y en El Sol, ha sido el corrector de sus borradores. Y de los míos. Puedo presumir de que tanto Ramón como yo hemos gozado del mismo editor de lujo. Solo por eso, me siento alguien. Además, el Saco escribió el preámbulo de mi último libro «La prensa libre no fue un regalo». Eso sí que fue un regalo.
Con Manolo Saco y su chica, Isabel Malpica, nuestra realizadora favorita en TVE.
El Lobo habría celebrado los chistes malos del Saco («Íbamos dando tumbas, de un lado para otro, por el cementerio»). En nuestras tertulias, entre tantas risas, era imposible competir en ingenio con el Lobo y el Saco. Ya te echamos de menos, Ramón. Me alegra que hayas incluido a mi paisana Carmen de Burgos entre las tumbas a visitar con los comentarios brillantes y jocosos de Nieves Concostrina.
La tumba de Carmen de Burgos, Colombine, cuyo nombre, tallado en el granito, apenas se puede leer. Prometo volver pronto con acrílico negro para restaurar el nombre de mi paisana, la primera periodista en nómina de España.
Nieves nos ilustró, de tumba en tumba, sobre la vida y milagros los hombres y mujeres más grandes de la historia reciente de España que están enterrados en el Cementerio Civil, un auténtico museo al aire libre de personas ilustres: Benito Pérez Galdós, Pío Baroja, Carmen de Burgos, Francisco Giner de los Ríos, Nicolás Salmerón, Pablo Iglesias, Antonio Fraguas (Forges), Almudena Grandes y tantos otros.
La tumba de Marcelino Camacho, hombre clave en la Transición a la Democracia. Los bárbaros del PP y VOX quieren borrar su nombre de una calle dedicada a él en Navalagamella,
Un experto me dice que bajo este vertedero de la parte católica del cementerio de La Almudena hay una fosa común con restos sin rescatar de fusilados por la Dictadura de Franco.
Mañana, 5 de agosto, a las 4:30 de la madrugada, es el aniversario del asesinato de las 13 rosas en la postguerra del dictador felón. Ramón no se olvidó de ellas en sus instrucciones.
QR con la lista de asesinados por el franquismo en la postguerra.
El PP quitó a martillazos de este monumento los nombres de los fusilados por el franquismo. El autor de los troncos de bronce incluyó hábilmente una cajita de titanio que contiene un penn drive con todos esos nombres.
Antes de despedir el duelo y la procesión laica, aproveché para hacerme esa foto con dos genios: Nieves y Max Pradera. A ver si se me pega algo de ellos.
«A mi mejor director…» Lobo nunca miente, pero en ocasiones como esta, exagera.
Recordé su libro de memorias («Todos náufragos») que me inspiró y animó para escribir las mías. Pero había olvidado su generosa dedicatoria…
Ha sido una mañana, como digo, cargada de emociones, risas… y lágrimas. Hasta siempre, querido, admirado y envidiado Ramón. Descansa en Paz