Gary Becker, premio Nobel de Economía 1992, falleció el pasado 3 de mayo en Chicago. He pasado unas vacaciones por la Inglaterra profunda, sin periódicos y sin apenas conexión a Intenet, y no me enteré de su muerte hasta hoy. Pese a mi desacuerdo con su línea neoliberal, las enseñanzas del profesor Becker me obligaron a cambiar el rumbo de mi tesis doctoral sobre «El mercado de la prensa: factores que determinan el precio de una noticia». Tuve interés en conocerle personalmente y, desde luego, no me defraudó.
Conversado con el profesor Gary Becker, antes de una cena.
Una buena amiga mia fue ayudante en su cátedra y varios ilustres economistas españoles han valorado estos días su contribución al estudio de la conducta humana, mediante el uso de herramientas propias del análisis económico. Juan José Toribio, con quien tuve la suerte de coincidir en el equipo del vicepresidente económico Fernando Abril Martorell, ha escrito un excelente obituario en El Pais: «Gary Becker, el Nobel que diseccionó el comportamiento»
La agudeza, ingenio y atrevimiento del profesor Becker me cautivaron. Sobre todo su contribución al conociemiento del «Capital humano» (su gran obra). Estudió cómo se comportaban los presos, desde el punto de vista de la racionalidad económica, y analizó como nadie la familia, la discriminación, el resultado de los premios y los castigos así como del coste y de la utilidad de nuestros actos. La maximización del beneficio, como objetivo del comportamiento economico racional, fue otra de sus aportaciones, junto con sus colegas Milton Friedman, Buchanan, Trulloc, McKensey, etc.
Gary Becker recibe el Nobel de manos del rey de Suecia en 1992
Aunque no compartía buena parte de sus teorías conservadoras sobre la aplicación del análisis económico al comportamiento humano, sus enseñanzas me perturbaron, mientras investigaba tras pasar por la Universidad de Harvard como Nieman Fellow (1976-77), hasta el punto de que sus obras se convirtieron en fuente de inspiración para concluir mi tesis doctoral. Fue un gran innovador y, desde la discrepancia ideológica, admiro su obra y estoy en deuda con él.
En Londres he descubierto otra forma de leer y/o escuchar las obras de Shakespeare. Una ambulancia atiende en el Globe a quienes se desmayan en plena representación.
William Shakespeare
Como si la maestra me hubiera puesto la tarea de escribir la obligada redacción de “cómo pasé mis vacaciones en el pueblo”, voy a resumir, sin intención alguna de dar envidia, lo que hice en Inglaterra en 7 días de primavera. Lo último es, naturalmente, lo que tengo más fresco y, quizás, una de las visitas más recomendables de Londres. Pasen y vean…
El teatro Globe quedó reconstruido en 1997 con donativos por iniciativa de Sam Wanamaker, un actor y director yanqui. Por fuera parece una plaza de toros de pueblo. Paredes encaladas, sostenidas por grandes vigas, listones y travesaños de roble verde, dan un aspecto casi medieval a la reproducción fiel del Globe, el teatro donde se representaban principalmente las obras de William Shakespeare desde 1599 hasta 1642. El yeso va reforzado con pelos de vaca. (La entrada cuesta 11 libras para estudiantes y jubilados y, desde luego, se amortiza en risas).
En la puerta del teatro Globe de Shakespeare
En 1613, para imitar fielmente el sonido de un cañonazo en “Enrique VIII”, utilizaron un cañón de verdad. Pero la industria de los efectos especiales con cañones de atrezo no había avanzado lo suficiente. El disparo incendió el tejado de paja y junco y convirtió el Goble en ruinas. Fue reconstruido inmediatamente y aguantó todas inclemencias del tiempo meteorológico. Pero no las del tiempo político ni religioso. No sobrevivió a los cañonazos del Gobierno puritano de Inglaterra que, en 1642, mandó clausurar, por inmorales, todos los teatros. Cromwell demolió el Globe en 1644.
Londres había crecido lejos del pecado (que se sepa) en el lado Norte del río Támesis, una orilla llena de puritanos serios y aburridos. Y de abogados, en Temple, casi enfrente del Globe. Para divertirse un poco había que cruzar al lado Sur y pecaminoso del río.
Si no te bastaba con el teatro, ofrecían peleas brutales de osos y toros contra perros (“bears and bulls”, hoy sublimados en Wall Street). El oso, atado con una cuerda a una estaca, era atacado por perros a los que despedazaba. Algo parecido ocurría con el toro. El oso, un bien más escaso que el toro, siempre ganaba la pelea. Al Sur del Támesis no faltaban el alcohol, la música, las risas ni los burdeles. Hasta los niños bebían entonces cerveza pues el agua de Londres no era potable.
Como en el escenario del Globe, el río separaba ambos mundos. Los ángeles y dioses del teatro bajaban del Cielo/ático mediante una trampa de poleas bastante ingeniosa. Los diablos, fantasmas y brujas del Averno eran elevados desde una trampilla del sótano. Los mortales de la Tierra caminaban por el escenario.
Trompetistas ensayando en el Globe
En el patio (yard) caben cómodamente 600 espectadores de pie. Hasta 1.000, un poco apretados. Sentados en los palcos que rodean el escenario, como los tendidos de un coso taurino, caben 900. No hay techo ni luces artificiales, por lo que las representaciones se hacían, y se hacen, de día, a partir de las 2 de la tarde. Ese detalle luminoso, solo con luz natural, ayuda a comprender mejor las obras del genio inglés.
En aquel tiempo (y no como ahora, que el patio del butacas está oscuro), los actores veían las caras del público. Y viceversa. Y oían sus réplicas. Había diálogo entre actores y público. “¡Mátalo!”, le gritaban a Bruto. O bien, “No vayas”, le advertían a voces a Julio César. ”¡Mata a tu padrastro!”, le gritaban a Hamlet.
Taza de recuerdo de Hamlet
Cuando estrenaron la tele en mi casa, mi madre solía hablar a los actores en medio de la película. Les llamaba de todo. “Guarra, que eres una guarra”, les decía a las más descocadas de la pequeña pantalla. Así como los niños avisan a la señá Rosita para que se esconda de don Cristobita, el malo de las marionetas de García Lorca, así mismo los londinenses advertían a gritos a los actores de los peligros que corrían sus personajes o los increpaban. Cuando Hamlet dice, por ejemplo, “To be or not to be…” (“Ser o no ser”) una parte del público podía interrumpirle al grito de “¡Not to be, not to be!”. Un crítico de la época cuenta que le resultaba difícil entender a los actores a causa del griterío del público. Con razón, en Julio César, Marco Antonio reclama la atención del público cuando grita a los del patio: «¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención!» .
Las obras no eran inocuas. Tenían una carga política de actualidad y daban al público (y, sobre todo, al mecenas) lo que éste quería oír. Los mecenas encargaban y financiaban las obras de Shakespeare como hoy imprimen panfletos o producen videos electorales. La gran joroba y exagerada fealdad de Ricardo III(el ultimo rey inglés de la dinastía Plantagenet) no eran casuales. Ni tampoco la belleza o la bondad de los nuevos Tudor.
De pie en el patio (1 penique) o sentados en un tendido frente al escenario (2 peniques), los más pobres, vestidos con su mejor gabán o sayal de lino bruto o lana basta y sucia (que lavaban dos veces al año) podían ver la cara y la expresión de los actores pero (¡ay!) también podían verle la cara (y sus ropajes de fina seda) a los aristócratas y otras gentes principales del reino. Los pobres tenían prohibido usar la seda. Los palcos que hay a los lados y detrás del escenario, de cara al público, eran los más caros (6 peniques, más 3 por cojín). Sus nobles abonados no iban solo a ver el teatro sino a ser vistos por la plebe maloliente.
Cabían mil personas apretujadas en el patio: los “penny stinkers” o “apestosos de perra gorda”, que bebían cerveza y meaban allí mismo. Para sus necesidades de arte mayor (o sea, cagar) disponían de una fila de cubos abiertos en los bordes del patio.
Público entrando al patio de los «apestosos de perra gorda».
Otro detalle relevante: el teatro no se hacía entonces solo para ser visto sino, sobre todo, para ser oído. No podían ver bien las expresiones de los actores. En cambio, sí podían oír sus voces y los pensamientos que expresaban en voz alta. Así se entienden mejor los monólogos o soliloquios de Hamlet o de lady Macbeth. No eran tales sino, más bien, diálogos con el público. Cuando un actor muere apuñalado en el escenario del Globe, cae muerto pero, además, tiene que gritar, sin micro, en voz muy alta: “I am dead” (“Estoy muerto”) . Para que el público se entere. Y entonces, el recién asesinado se levanta y hace mutis caminando tranquilamente por el entablado.
Grandísimas obras… para ser oídas. (To hear or not to hear, that is the question). Por eso, por razones acústicas, el coso de Shakespeare era redondo: para servir mejor a los oídos que a los ojos. Las obras seguían su curso pese al aguacero tradicional de Londres que lavaba las ropas y diluía la orina del público. Para el olfato solo había un remedio eficacísimo: alto consumo de ajos.+
Las mujeres no podían actuar. Los hombres lo hacían en su lugar, con voz de falsete y maquillaje a base de plomo. Eso explica, al cabo del tiempo, la parálisis de sus nervios y el envejecimiento prematuro de su rostro. Quienes habían actuado de bellas mujeres acababan interpretando a brujas feas y demonios terroríficos.
Al salir del edificio, poco antes de que empezara “Titus Andronicus”, la primera tragedia de Shakespeare, que está hora en cartel, llama la atención una ambulancia a la puerta del teatro. “Todos los días se desmaya alguien del público”,me dicen. Las crónicas del Times me lo confirman. En el escenario cortan manos y lenguas y brota sangre por doquier. Demasiada carnicería para los sensibles espectadores de hoy.
Me refugié en la tienda turística del Globe. Compré varias chucherías y una ingeniosa goma de borrar con manchas color sangre y la frase más famosa de lady Macbeth tras el crimen regio, al final, poco antes de morir: «Out, damned spot! Out, I say!» Y también: «Here’s the smell of the blood still. All the perfumes of Arabia will not sweeten this little hand».
Goma para borrar la sangre de las manos de lady Macbeth.
Acabo de descubrir otro pájaro (enamorado) que mira hacia atrás— No salgo de mi asombro.
Broche primitivo de estaño recubierto de cobre comprado en una tienda de antigüedades de Oslo. .
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¡Qué grata sorpresa!. Hoy, por San Isidro, han abierto un mercadillo de cerámica en la plaza de las Comendadoras de Madrid. El puesto de Alfarería Blas Casares me ha sorprendido: en el centro de sus platos y fuentes hay (pintado y cocido) un pájaro que mira hacia atrás. Eso quiere decir, según viejas tradiciones pre romanas, que el pájaro está enamorado. O bien, como afirma Carmen Requejo (bordadora de tales pájaros), representan a mujeres enamoradas. La semana pasada encontré otro pájaro «enamorado» en una pieza de la antigua Mesopotamia (3.500 AC) expuesta en el British Museum de Londres.
Roberto, el vendedor granaino, me insiste en que esos dibujos son de origen árabe. Sin embargo, los árabes de religión musulmana (como los que habitaron Granada, Garnata o Elvira) tenían prohibida la representación de seres vivos, incluidos animales y plantas. Por eso, sus figuras decorativas son geométricas.
¿De donde viene, pues, la tradición de dibujar pájaros que miran hacia atrás en la cerámica granadina?.
Los símbolos paganos, prohibidos por la Inquisición, retoñan en La Alberca (Salamanca). Abundan los pájaros “enamorados”, que miran hacia atrás, y los bicéfalos, que celebran el matrimonio precristiano.
Gemelos de los amish comprados en Pensilvania.
Hace 40 años, durante una visita inquietante al Lancaster County (Pensilvania), la tierra de los Amish, me compré estos gemelos. Los encontré en un viejo almacén que los amish tenían en el pequeño pueblo de Intercourse. El nombre del pueblo (en inglés: cruce de caminos, lugar de conversación y… coito) suele provocar una sonrisa casi inevitable en los visitantes. Pese al significado erótico del nombre del pueblo donde los compré, nunca relacioné con el amor a los pájaros que miran hacia atrás sobre corazones rojos de mis gemelos favoritos.
Milagrosamente, pese a usarlos con frecuencia, aún no los he perdido. Y, como no soy supersticioso porque trae mala suerte, la semana pasada los llevé en la boda de mi hija Andy con Eduardo. Una reciente visita turística a La Alberca, refugio de judios que huían de la Inquisición, en Las Batuecas salmantinas, me ha servido para descifrar este viejo y emocionante enigma. Hace más de 40 años que me lo pregunto: -¿Qué representan los pájaros que miran hacia atrás?
Carmen Requejo, bordadora de pájaros que representan a «la mujer enamorada».
Si alguien sabe algo más de este asunto me gustaría que lo aportara al blog. He buscado la respuesta por doquier (en varias enciclopedias, incluso en Google) pero sin éxito. Nunca lo supe hasta que hablé con Carmen Requejo, mientras ella bordaba primorosamente unos pájaros que, con toda naturalidad, llamó “enamorados”. Allí conseguí la primera pista. Y había más. Su minúscula tienda de artesaría albercana, frente al osario de la Iglesia (que luce una calavera entre dos velas), estaba repleta de símbolos paganos.
Me quedé perplejo. Había docenas de pájaros que miran hacia atrás: en manteles, vidrieras, tazas, platos… Sus hijos colaboran con ella y recuperan y mantienen la tradición, casi extirpada por la Inquisisón, pintando en tazas y platos de cerámica pájaros que también miran hacia atrás, símbolo del amor, o truchas penetrando una flor, símbolo pagano de la fertilidad. Tuve una sabrosa conversación con la señora Requejosobre su afán por recuperar las tradiciones de la artesanía de La Alberca y por explicar su significado. -“La Inquisición intentó extripar todo los símbolos paganos, precristianos o judíos, de la tradición albercana. Y casi lo consiguió…”, me dice Carmen Requejo. No lo dice en broma. Me indica como llegar al local del Santo Oficio y a la cárcel inquisitorial:
Escudo de la Inquisición en la puerta de su cárcel en La Alberca.
-Vaya usted a la calle de atrás y verá el escudo de la Inquisición que aún se conserva en la puerta de la cárcel donde torturaban a los sospechosos de herejía. Parece mentira que, pese a la persecución que sufrieron nuestros símbolos paganos, hayan sobrevivido tantos siglos en la clandestinidad.”
Cerámica albercana
Naturalmente, le compré algunos objetos de artesanía, con pájaros enamorados. Al regresar a casa lo primero que hice fue buscar aquellos gemelos comprados hace cuatro décadas en Intercorse, a más de 6.000 kilómetros de La Alberca. Los dibujos y los colores, utilizados en ambos lados del Atlántico, en los gemelos de los amish y en los tazones de La Alberca, se parecen de manera sorprendente. Los colores y los pájaros de los amish y de los albercanos mantienen su parecido a través de siglos y océanos.
Ordenando ahora mi sótano -algo que intento hacer cada principio de verano, por cierto, sin mucho éxito- encontré casualmente un regalo que mi suegra. Geraldine Westley, hizo a mi hijo David (el pintor).
Pájaro tallado en madera y comprado cerca de Boston.
El pájaro de madera fue comprado por ella hace muchos años en un “flea market” (un rastrillo de antiguedades y objetos usados) de Nueva Inglaterra, no muy lejos de Boston. Desde que he regresado de mi visita mágica a La Alberca, de pronto, se me aparecen por todas partes pájaros que miran hacia atrás.
Pájaros en puertas de mi cocina compradas en Arévalo.
Estoy seguro de haber visto estas figuras durante años sin percatarme de su simbología pagana y de su parecido con mis gemelos amish… hasta que Carmen Requejo me dio la primera clave de su origen pagano y enamoradizo. ¡A donde vamos a ir a parar!
Para mi sorpresa, me acabo de dar cuenta de que las puertas viejas de unos armarios de mi cocina, que compré hace décadas a Ana y Belén, unas anticuarias de Arévalo (Avila), tienen tallados dos pájaros con sus cabezas mirando tan hacia atrás como los de los gemelos que compré en América a los amish. Ya no se qué pensar… Quizás va a tener razón el sabio José María Pérez, el gran Peridis, cuando dice que en mi casa hay… ¡espíritus!.
Desde que regresé de La Alberca, me veo rodeado de pájaros paganos. Afortunadamente, paganos o no, son símbolos del amor. ¡Que sean bienvenidos! Con todo lo que se ahora, he vuelto mis ojos ociosos a Google. Encontré varios cientos de pistas, hasta hoy ocultas para mi, que hablan de los pájaros como símbolos de la luz, de la vida y del amor. Aunque Google no siempre es una fuente recomendable, en uno de los enlaces dicen que los romanos precristianos y los judios representaban a los pájaros (símbolo del espíritu) mirando hacia atrás. El mismísimo Espiritu Santo (ya no se si, a partir de ahora, debo escribirlo con minúscula) se representa con un pájaro, una paloma, aunque no recuerdo haberlo visto nunca… enamorado.
En Wikipedia acabo de aprender que el colibrí -que puede quedarse quieto en pleno vuelo- simboliza el poder del amor y la alegría. Y, por fin, y ya no busco más porque es la hora de hacer la comida, encontré una referencia directa a un dios romano: el pájaro carpintero, mirando hacia atrás, está consagrado nada menos que a Marte, el dios de la Guerra. Nada mas alejado del amor. Paradojas de la historia. Menos mal que Marte, hijo de Júpiter, era también el dios de la Agriculturay los “paganus”, en latín, eran los campesinos. Me rindo. Felices vacaciones.
P.S: No salgo de mi asombro. Ha refrescado y mi chica se ha puesto un chal sobre sus hombros. ¿Qué dirán que lleva ese chal, comprado hace poco en Zara? Véanlo: pájaros enamorados que miran hacia atrás… (Made in India).
Pájaros que miran hacia atrás en un chal de Zara hecho in India.
En un país tan ingrato como el nuestro, la muerte del presidente Suárez me provoca sentimientos cruzados de cierta orfandad política, enorme agradecimiento personal y no poca culpabilidad colectiva. Evocando el cantar del Campeador: ¡Dios qué buen ciudadano si hubiese buen país!
Estaba cocinando unos gurullos almerienses, con la receta de mi madre, cuando escuché la noticia de su muerte, no por esperada menos triste. Recordé unos versos de Machado: «Un golpe de ataud en tierra es algo tremendamente serio». Con Suárez, nos hemos muerto un poco todos aquellos que participamos de alguna manera en la transición y hemos asistimos después, más o menos pasivamente, al deterioro progresivo de nuestra democracia. De ahí esta mezcla agridulde de amor y culpabilidad.
Desde que oí la noticia, se han precipitado en acudir a mi mente multitud de recuerdos compartidos con el primer presidente de la democracia más larga de la historia de España. Algunos, entrañables -como cuando me colé con 21 años en su despacho de TVE en 1968 y presenté la Televisión Escolar- y otros, muy tristes -como cuando paseamos del brazo por el cementerio de Segovia al enterrar allí a Fernando Abril Martorell. Nuestro último abrazo fue en la iglesia de Avila donde dieron sepultura a su esposa hace ya más de 13 años. Mi relación con Suárez, desde 1968 hasta 2001, duró 43 años. Y está llena de anécdotas, sin apenas importancia, pero que me hacen sentirme un privilegiado por haber pasado por su lado.
Ahora todo son alabanzas, como corresponde a la tradición de los obituarios. Por algo, el día de hoy, el del fallecimiento, recibe el sobrenombre de «día de las alabanzas». Dejaré pasar unos días entes de poner aquí, en frío, algunos de mis recuerdos con Adolfo Suárez. No era tan perfecto como dicen hoy por doquier, pero era un ser humano excepcional.
A menudo he pensado en él como el perfecto candidato a jefe del Estado, como presidente de la III República. Ya no será posible. Pero podría servir de ejemplo a generaciones venideras para frenar el deterioro de nuestra democracia y devolver a muchos descreidos la ilusión de que otra política, capaz de consensos contra la corrupción y por el interés general, es posible aún en España.
Descanse en paz el presidente Suárez.
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Copio y pego a continuación (para mi archivo) el obituario que acaba de publicar el New York Times sobre Aldolfo Suárez, primer presidente de la Democracia tras la Dictadura de Franco.
Mr. Suárez, who helped fill a power vacuum left by the death of Gen. Francisco Franco in 1975, was a key figure in the country’s transition back to democracy.
El New Yok Times ilustra el obituario de Adolfo Suárez con la foto histórica del 23-F
MADRID — Adolfo Suárez, Spain’s first prime minister after the Franco dictatorship and a key figure in the country’s transition back to democracy, died here on Sunday. He was 81.
A family spokesman, Fermín Urbiola, announced the death. Mr. Suárez was admitted to a Madrid hospital last Monday with respiratory problems that developed into pneumonia. He had been treated for Alzheimer’s disease for a decade.
A lawyer by training, Mr. Suárez led a new generation of Spanish politicians who filled the power vacuum left by the death of Gen. Francisco Franco in late 1975.
The government announced three days of official mourning and said that Mr. Suárez would receive a state funeral. In a televised address on Sunday, King Juan Carlos called Mr. Suárez “a loyal friend” who had helped lead the country back to democracy, calling it “one of the most brilliant chapters in Spanish history.”
King Juan Carlos picked Mr. Suárez, who was then 43, to form a government in 1976. At the time, Mr. Suárez was a successful but relatively obscure aparatchik of the Franco regime who had spent a few years running the national radio and television broadcaster. But he had little of the power-brokering experience that was required to heal deep divisions in Spanish society after four decades of dictatorship and international isolation.
Adolfo Suárez in 1977. Credit Agence France-Presse — Getty Images
Still, despite his ties to Franco, Mr. Suárez was also relatively free of any stigma as a member of the regime. He was too young to be associated with the horrors of the Spanish Civil War and the early and most brutal period of Franco’s regime.
By June 1977, when Spain held its first democratic election since 1936, when the Civil War began, Mr. Suárez “epitomized the changing face of Spain and the emergence of a new middle class,” Robert Graham wrote in “Spain: A Nation Comes of Age,” a book about Spain’s democratic transition. Mr. Graham, a foreign correspondent in Madrid during Mr. Suárez’s premiership, added: “His clean, youthful looks were in themselves a breath of fresh air. He represented what many Spaniards aspired to be — a provincial boy made good, with a devout wife and a large, happy family.”
The 1977 general election was won by the Union of the Democratic Center, formed just ahead of the vote as a loose, center-right coalition that included several candidates who had served in the Franco administration without being linked to its most Fascist component.
Mr. Suárez did not run as the official leader of the party, but he addressed the nation on the eve of the vote that positioned him at its helm. He could claim direct backing from King Juan Carlos, who himself had been handpicked by Franco and crowned only two days after the dictator’s death.
“The point of departure is the recognition of pluralism in our society: We cannot allow ourselves the luxury of ignoring it,” Mr. Suárez told lawmakers in 1976.
This pluralism included the Communist Party, which had been banned under Franco. In a secret meeting with Santiago Carrillo, Spain’s long-exiled Communist leader, Mr. Suárez offered to legalize the Communists in return for a pledge that they would join the election.
His engineering a wave of political conciliation and a smooth switch to democratic elections were the high-water marks of his premiership. Much of it afterward was rife with tensions within the leadership of his own party and cabinet reshuffles.
By the start of 1981, Mr. Suárez was facing an internal party rebellion and trailing in the polls behind the Socialist Party. His response was to resign, a decision he did not fully explain, although he hinted that his other option — calling an early general election — risked making Spain’s return to democracy a “parenthesis in history” if the Socialists took power and provoked a takeover by the military, which was dead set against their running the country.
In fact, in February 1981, a month after Mr. Suárez’s resignation announcement, a group of military officers attempted a coup, starting with a takeover of the Congress of Deputies, the lower house of Spain’s parliamentary system, while it was in session. Stunned Spaniards followed events live on the radio as members of the military police fired shots into the air and many lawmakers took cover behind their seats. A few, however, including Mr. Suárez and his deputy prime minister, Manuel Gutiérrez Mellado, stood up to challenge the rebels.
The coup attempt, denounced by King Juan Carlos in a television broadcast, was over within a day.
Afterward, Mr. Suárez sought a political comeback, leading a new party, the Democratic and Social Center, known as C.D.S. He was re-elected to Parliament in 1982, but the C.D.S. failed to make a major impact and gradually lost support. Mr. Suárez resigned his party leadership and retired from politics in 1991.
Mr. Suárez’s wife, María Amparo Illana Elórtegui, died of cancer in 2001. A daughter, María Amparo Suárez Illana, died of cancer three years later. His survivors include four other children.
Although he had won popular support cast as an outsider to Spain’s establishment, he was awarded by the king with a noble title, Duke of Suárez, after stepping down as prime minister. His last public appearance was in 2003. Two years later, his family said Mr. Suárez had Alzheimer’s disease and could no longer remember having led Spain.
El mes pasado compartí mesa, sin saberlo, con Alejandra Romero Suárez, la futura duquesa de Suárez. Y hoy estoy triste por el «inminente» desenlace fatal de la enfermedad de su abuelo, el primer presidente de la Democracia.
Alejandra Romero, nieta de Adolfo Suárez, saluda al principe Felipe. El abogado Mohedano, en segundo plano. La foto corresponde a la audiencia del Príncipe a la Asociación para la Defensa de la Transición que preside mi paisano el tte. general Andrés Casinello.
Primero, durante la Dictadura, ataqué al presidente Suárez todo lo que pude. Luego acabé admirándole, trabajando para él y teniéndole un gran afecto. Ahora me gustaría que le dejaran morir en paz.
En 1976, el Rey eligió a dedo a Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, para suceder a Carlos Arias, franquista hasta médula. Entonces criticamos la real decisión. Era fruto de los poderes totalitarios de Juan Carlos I, heredados del dictador, y no de la voluntad popular. Además, Suárez era nada menos que el ministro secretario general ¡del Movimiento!. (Habrá jóvenes a quienes todo esto les sonará a chino: el Movimiento Nacional era el partido único creado por el general Franco a imagen y semejanza de los partidos nazi y fascista de Hitler y Mussolini, respectivamente.)
Como director de semanario Doblón, publiqué en portada (nº 91, 10-16 de julio de 1976) la foto de Adolfo Suárez con uniforme del Movimento (naturalmente, con la camisa azul falangista y corbata negra) y con el siguiente titular:
OTRO GOBIERNO A DEDO
Portada del semanario DOBLON, 10-16 de Julio de 1976.
Los demócratas de entonces pediamos a gritos elecciones libres para que una nueva constitución y los sucesivos gobiernos fueran fruto de la soberanía popular, no del capricho del Rey. Por eso, recibimos a Suárez con los más duros ataques y descalificaciones que nos permitía la censura franquista que seguía vigente.
¡Qué equivocados estábamos!
En estos días, me vienen a la mente multitud de recuerdos compartidos con el hombre que más hizo por devolver la libertad a los españoles. Y la memoria se llena de tristeza.
Adolfo Suárez Illana, candidato del PP, con Jose M. Aznar y Adolfo Suárez en la campaña electoral de Castilla La Mancha.
Comprendo la pena que sienten sus hijos, nietos, hermanos y demás familiares y amigos. La agonía de un padre puede nublarnos el juicio. Y no es disculpa pequeña. Pero no me ha gustado la forma en que Adolfo Suárez Illana ha comunicado, en multitudinaria y prematura rueda de prensa, el «inminente» final de su padre. No se muy bien por qué, pero siento un cierto desasosiego. O perplejidad. Quizás por respeto y agradecimiento a la gigantesca figura del presidente Suárez, no me ha gustado la precipitación de su hijo al comunicar eso de contemplar «el horizonte temporal de 48 horas».
La forma de comunicarlo, las palabras escogidas, el momento tan prematuro, los obituarios -merecidos, sí- publicados aún en vida del mayor héroe de nuestra Democracia, los preparativos de las honras fúnebres en el Congreso y -cómo no- en la Catedral. … me han dejado una basurilla en el corazón. El ciudadano Suárez, grande de España por ser duque, y mucho más grande por haber defendido nuestra libertad, merece un tratamiento más delicado. Han faltado finura y mesura. Pero hay que ponerse en la piel de su hijo, en momentos tan dramáticos, para comprender, y seguramente disculpar, sus errores de comunicación.
Afortunadamente, el hijo del presidente Suárez ha dicho que no piensa discutir ahora el ducado de su padre que, según la Ley 33/2006, corresponde en herencia a su sobrina Alejandra Romero Suárez, hija mayor de Maria Amparo Suárez Illana, primogénita del matrimonio Suárez-Illana, fallecida en 2004.
Cuentan de Ogilvy, gran experto en publicidad y marketing, que tal día como hoy, hace muchos años, obró «un milagro». Camino de su despacho en Madison Av. (Nueva York), tropezó con un mendigo ciego que halló sentado en el suelo con un lata y un cartel de cartón que decía:
«Soy ciego y no tengo para comer».
David Ogilvy, inventor de la publicidad moderna.
La lata estaba practicamente vacía, con apenas unos pocos centavos. Ogilvy tomó el cartón, le dio la vuelta, escribió una frase, lo volvió a poner junto a la lata y se marchó. A partir de ese momento, los transeuntes comenzaron a echar monedas al mendigo con gran frecuencia. Incluso billetes.
Sorprendido el mendigo ciego por el éxito inesperado de aquel día, rogó a uno de los que pasaban por allí que, por favor, le leyera lo que estaba escrito en el cartón. Quería conocer la frase que le permitía recaudar tantas monedas y a tal velocidad.
El neoyorquino tomó el cartel y leyó la frase en voz alta:
«La primavera llega hoy y no puedo verla»
—
Pues eso. La primera frase era pura información, dirigida a los sentidos y, de ahí, al cerebro. La frase atribuida al gran Ogilvy era publicidad, lanzada directamente al corazón.
…
Feliz primavera para todos. Tambien -y sobre todo- para los que puedan verla. Y, de manera muy especial, para quienes sean ciegos en Granada.
Doña Paquita Díaz, una anciana de 103 años, de aspecto frágil y principios firmes, cumplió hasta su último suspiro con el deseo de su esposo, José González Montoya.
Al enviudar, decidió conservar la virginidad de 17 kilómetros de la costa más bella de Europa (Los Genoveses, Mónsul, San José, etc.) y de más de 3.000 hectáreas que hoy están dentro del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, la joya de Almería.
Tenía muy claro que debía cumplir la voluntad de su marido. Debía, por tanto, preservar sus fincas, con respeto al medio ambiente, y salvarlas de la voracidad del ladrillo.
Así me lo recalcó el mismo día que tomé posesión como Presidente de la Junta Rectora del P. N. Cabo de Gata-Níjar. El 16 de julio de 2010, le rendí una visita de cortesía en su chalé vasco de la Plaza Circular para agradecerle su compromiso con la conservación y mejora del Parque Natural, su respeto con el medio ambiente en las fincas y costas de su propiedad. Fue mi primer acto como presidente de Parque y lo recuerdo con cariño.
Ella me dijo que eso lo hacía con mucho gusto (pues era deseo de sus esposo) y se mostró muy satisfecha por haber sido nombrada hija predilecta de Andalucía ese mismo año. En un país tan ingrato como el nuestro, me contagió su alegría por el honor recibido de manos del entonces presidente Griñán.
Doña Paquita compartió risas conmigo cuando la visité en su chalé (donde durmió Franco)
Me mostró su casa señorial, que ha cedido al pueblo de Almería para que sea sede de un Museo municipal. “En esa cama durmió Franco”, me dijo, no sin picardía, bajando un poco la voz, al mostrarme el dormitorio principal. Con gran desparpajo, y preguntando detalles olvidados a un pariente, me contó su vida y sus viajes en barco y en tren por medio mundo.
A punto de cumplir 100 años, doña Paquita me pareció una señora alegre, risueña, coqueta y muy viva. Pero, sobre todo, desprendida y generosa. Creo que los amantes del Cabo de Gata le debemos una estatua en el Pozo de los Frailes en cuyo cementerio reposarán mañan sus restos.
Rodolfo Ruiz, comisario de Vallecas el 11-M de 2004.
Me alegró comprobar que, al cabo de 10 años de las infamias de Aznar, Pedro J. Ramírez y sus acólitos, Rodolfo ha podido rehacer su vida. Al fin, pudo sonreir mientras me contaba que había sido abuelo.
La cobardía de Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando era ministro del Interior con Zapatero, también me produjo entonces una gran tristeza. El aún líder del PSOE dejó tirado al ex comisario de Vallecas por puro miedo, entre otros, al látigo inhumano y cruel de Pedro J. Ramírez y de Federico Jíménez Losantos, dos manipuladores ruines emboscados en la prensa. Mejor sería que Rubalcaba no se presentara a las elecciones del 2015 porque, con aquel triste recuerdo, no se si podré votarle.
El Mundo, en plena campaña conspiranoica de «ETA en el 11-M»
El ex comisario Ruiz, al frente de la Brigada de Información, había logrado desarticular con éxito unas bandas criminales de origen latinoamericano y, por ello, le habían concedido (a él y a su equipo) una medalla al Mérito Policial. Sus ayudantes recibieron la medalla pero Rodolfo Ruiz fue cobardemente borrado de la lista. Rodolfo era un buen policía y es una buena persona. Al cabo de años de persecución y sufrimiento, el Tribunal Supremo le dio la razón en todo. Pero a los calumniadores no les pasó nada. Costumbres españolas…
(Conocí a Rodolfo Ruiz poco después del 11-M de 2004, por razones personales, a través de su hijo Pablo, amigo de mi hijo Erik y su amigo Raul. El comisario no se fiaba mucho de los periodistas que cubrían el 11-M. Creo que me habló con confianza solo gracias a la relación de nuestros hijos. Y le comprendí perfectamente. A mi me había pasado algo parecido, después de mi secuestro al final del franquismo: solo me confié al jefe de Inteligencia de Franco porque su sobrino era amigo mío.)
Ese borrado culposo de Rodolfo de la lista de honor policial, cuando los conspiranoicos de ETA en el 11-M más atacaban al ex comisario de Vallecas, por presuntas (y falsas) manipulaciones de la «mochila de Vallecas», también se sumó a las causas de la depresión que provocó el suicidio de Magdalena, la esposa del ex comisario. Esa mochila contenía una bomba que no llegó a estallar y fue clave para descubrir a los islamistas autores de la tragedia y para ridiculizar eternamente las tesis ruines y miserables de José María Aznar y sus secuaces.
En el envenenamiento de las instituciones de la democracia, en especial de los partidos políticos y de la justicia, a partir de los bulos de Aznar sobre ETA en el 11-M, tiene una grave responsabilidad histórica el Partido Popular. Aún no han pedido perdón a los españoles por el daño que hicieron con sus mentiras.
Me indigno, me enfurezco, cada vez que recuerdo la tragedia que vivieron Rodolfo Ruiz y su familia durante tantos años. Un hombre solo frente al gigantesco y poderoso Leviatán. Aguantó la presión. Pero Magdalena no pudo más y se quitó la vida. Poco antes, habíamos quedado en compartir con Rodolfo y Magdalena una paella en nuestra casa. Rodolfo me llamó desconsolado. No pudo ser.
Ahora me alegro de que, al fin, siendo ya abuelo tenga nuevas ganas de vivir … y de contarlo todo.
¡Ánimo Rodolfo!. Hay muchos politicos, policías, jueces y periodistas cobardes y ruines. Pero también los hay honrados. No estás solo en este décimo aniversario de la masacre del 11-M. Y gracias por tu buen hacer. La Policía debería darte ahora, en el décimo aniversario de la masacre, la Medalla que te robaron en tiempos de Rubalcaba y Zapatero para que jueguen con ella tus nietos.
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En mi blog «Se nos ve el plumero» de 20minutos.es publiqué, durante años, varias entradas sobre el caso de Rodolfo Ruiz y la «mochila de Vallecas«.
Abrimos El País por sus páginas. ¡Cómo no! Y allí están, frente a frente: El Roto, en la par, y Forges, en la impar. El primero nos hiere, a latigazos, sobre nuestra conciencia. Los males de España nos pueden hacer masoquistas. El segundo -como una madre- nos mima y nos cura, con su bálsamo de Fierabrás. Juan Carlos Ortega definió a Forges como el humorista de la «buena leche». Es tan bondadoso y tierno, tan poco ácido en sus críticas, que no parece español sino de otro planeta.
¿Qué habría sido de nosotros, en el último medio siglo, sin Antonio Fraguas, el Forges?
Antonio Fraguas, Forges, currando.
Una amiga de Pontevedra suele decir que compra El País porque aún lleva dentro a Forges y El Roto. Y no le falta razón. Yo también me acuso de comprar El Mundo porque allí escriben Antonio Gala y Enric González.
Con Forges sobrellevábamos, así así, la dictadura. Desde luego, nada corroe tanto al tirano como el humor. Con Forges conllevamos, mal que bien, esta democracia, por imperfecta que nos parezca.
Al conocer hoy que Antonio Fraguas lleva 50 años publicando sus viñetas y libros, me ha dado un ataque de nostalgia pero también de agradecimiento hacía él. Algún día, deberíamos salir a la calle gritando «¡Forges, Forges, Forges!».«¡Gensanta!», medio siglo haciéndonos sonreir no es para menos.
Si estuviera en mi casa, en Madrid, podría presumir reproduciendo aquí el primer dibujo que me hizo Forges, en otoño de 1968, para acompañar a un artículo mío sobre la fuga de capitales en la España de Franco, publicado, no sin cierto temor, en el semanario Don Quijote.
Con trazo grueso -más grueso que el que utiliza ahora- Forges dibujó un furgón blindado que circulaba sobre adoquines y era conducido por un severo chófer uniformado. En el lateral del furgón podía leerse el reclamo de la empresa: LA EVADIDORA, S.A. Debajo ponía: Madrid-Berna.
¡En 1968, en plena dictadura! Luis Bárcenas sería entonces un niño… pero tuvo buena escuela.
Nunca falta a su cita en el Dia de la Mujer… y contra el machismo.
A la orilla del Mediterráneo, sin periódicos de papel ni posibilidad de pescar (¡la madre que parió al Levante!) no me resisto a entrar en Wikipedia para leer la vida y milagros de nuestro genial Forges durante el último medio siglo. Y me encuentro, de pronto, con los personajes forgianos que tanto nos han hecho sonreir y aliviar las penas.
Son inolvidables. Los copio y pego aquí como regalo de cumpleños al grandísimo Antonio Fraguas:
Mariano, un burgués frustrado casado con una gordísima mujer llamada Concha, que representa a la represiva conciencia.
Los náufragos en una isla aburrida que tienen que combatir la soledad con una hipertrofia de la fantasía.
Los Blasillos que representan la España rural y eterna.
Las viejas que conjugan informática y paletez.
Los oficinistas cabreados.
El matrimonio sepultado en una cama inmensa.
El jefe potentado y gilipollas.
El yuppi americanizado e idiota.
El niñato pijo e imbécil.
El alienado por el fútbol.
El oficinista cabreado y subversivo.
El descolgado que cierra bares.
El pretensor de ventanilla.
El enclaustrado en el búnker.
El funcionario profundo.
El político corrupto.
El potentado reaccionario.
Concha y Mariano son precursosres de los Simpson. Ella es la lista.
Y sigue inventando. Como dice el gran Quino, el padre de Mafalda, en El País Semanal de hoy: «Forges se renueva siempre». «No solo le admiro por su discurso –dice Quino-, no solo por su tipo de dibujo, sino también porque todo el humor que tiene es una novedad, y la renueva dia a dia, es increíble. Todos repetimos ciertos mecanismos, pero es que él se renueva siempre». Palabra de Quino. Nada menos.
En un país tan ingrato como el nuestro, hay días en que no hay más remedio que dar las gracias a alguien. Hoy es uno de esos días. Gracias, Antonio. Y enhorabuena. No pares.
Así, por mal que lo pasemos, siempre nos quedará Forges.
Al cabo de varios años, hoy regresé, en peregrinación, al Cortijo del Fraile, en el corazón del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. Allí se originó, hace casi un siglo, el múltiple «Crimen de Níjar». Su capilla monumental, donde en 1828 se iba a celebrar la boda frustrada de Francisca Cañadas, aún está en pie. Lo demás, una lástima.
La visita me ha provocado -por qué no decirlo- un ataque de rabiosa impotencia. ¡Vergüenza para nuestros líderes políticos y para todos los almerienses, yo el primero!
Con el profesor Abel la Calle, miembro de la Junta Rectora del P.N. Cabo de Gata-Níjar
Las imágenes de Clint Eastwood («El bueno, el feo y el malo») se me han cruzado, a velocidad de vértigo, con las de Federico García Lorca en «Bodas de sangre» o las de nuestra genial paisana, La Colombine, en «Puñal de claveles».
En un rato, han pasado por allí docenas de peregrinos de la cultura. Fotos y lamentos. Una pena.
Esta estación del Vía Crucis almeriense nos recuerda que el Cortijo del Fraile fue escenario de grandes películas.
Abel La Calle y yo trabajamos en un borrador de documento sobre el salvamento «in extremis» de esta joya en ruinas de la arquitectura rural almeriense. Lo estudiaremos en la próxima Junta Rectora del Parque Natural del 1 de abril. Y pediremos auxilio a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, al alcalde de Níjar, Antono Jesús Rodríguez, y a la empresa Agrícola Mar Menor, S.L., propietaria del monumento, para que lleguen a un acuerdo tripartito urgente (por convenio de uso o por permuta de la propiedad) que salve de la ruina total a este «Bien de Interés Cultural» tan despreciado por los políticos locales y regionales y tan ignorado por nosotros mismos.
Mienten quienes dicen que es un problema de dinero. Que no me vengan con cuentos chinos. Es únicamente un problema grave de falta de voluntad política. Y de pereza mental y luces cortas…
Con Shaun y Courtnay Worthington, en la Isleta del Moro.
Con el estómago aún encogido por la pena, fui con unos amigos norteamericanos que nos visitan, Shaun y Courtnay Worthington, a almorzar en la Isleta del Moro. La cuajadera de gallo pedro y el mar me devolvieron cierto optimismo y nuevas ganas de luchar para recuperar este icono de nuestra arquitectura rural tradicional que está al borde de la muerte.
El menú de la Isleta del Moro luce el Cortijo del Fraile. «En mi tierra, ese cortijo sería un museo», dijeron mis amigos yanquis.
Como veis, las imágenes espectaculares y deprimentes del monumento, herido por la desidia de los líderes y la pusilanimidad/dejadez de los almerienses, no me abandonaron ni a la hora de estudiar el menú del restaurante.
Guardé un minuto de silencio por el Cortijo del Fraile y por todos nosotros. Si al fin no queda piedra sobre piedra, lo tendremos merecido. Pero nuestros hijos y nietos no merecen que les hagamos esa putada. ¡Indignaos!
En el silencio, recordé mis excursiones botánicas estudiantiles por el Parque Natural con el sabio hermano Rufino (otra ingratitud de los almerienses) y me vino a la mente este soneto de Quevedo, que aprendí de pequeño, y que ahora recuerdo entero gracias a Google. Os lo recomiendo:
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos;
mi báculo más corvo y menos fuerte;
Vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.