Vacunado por las sombras golfas de su emérito padre (quien también tuvo luces, no hay por qué negarlo), el rey Felipe VI ha cerrado sabiamente otra herida abierta por la represión franquista. Ha presidido en Campello (Alicante) la inhumación de los restos de Rafael Altamira, prestigioso intelectual republicano exiliado en México, y de su esposa, Pilar Redondo. El acto, que honra al biznieto de Alfonso XIII (quien recibió y escuchó al republicano Altamira), honra también a los líderes del PP y del PSOE que acompañaron al Rey y a la familia de los represaliados por la Dictadura. Los españoles del exilio interior no pudimos recibir las enseñanzas de Rafael Altamira ni de tantos otros grandes intelectuales republicanos que, tras la guerra civil, fueron al exilio exterior para evitar la muerte, la cárcel o la vida sin libertad. Durante décadas de miseria intelectual, varias generaciones de españoles quedamos huérfanos de maestros íntegros e ilustres, de referentes morales. Es hora de recuperar y honrar la Memoria de todos ellos. La alicantina Asunción Valdés (autora de «Revivir» sobre Carmen de Burgos) ha publicado un crónica excelente. Como demócrata, respetuoso con la Ley y, por tanto, con el Rey, y republicano de corazón, agradezco a Felipe VI su gesto en favor de la reconciliación. Yo tuve una suerte inmensa de recibir en su exilio las enseñanzas de Juan Marichal (recuperador de la obra de Azaña) y de Vicente Llorens (secretario del doctor Negrín), entre otros. Me hubiera gustado mucho haber escuchado al jurista e historiador Altamira en su exilio en México. Pero su nombre y su obra fueron borrados por el dictador. Ahora sabemos que fue dos veces candidato al premio Nobel y candidato a presidir el Tribunal Penal Internacional de la Haya. Sus restos reposan ya en España y el Rey ha rendido homenaje a su memoria junto a líderes del PP y del PSOE que, juntos, suman una amplia mayoría de los españoles. En el Bicentenario de nuestro Ateneo de Madrid, el Rey recordó a Manuel Azaña, otro ateneista como la reina Maria Cristina. Ya es algo.
Ayer, 7 de febrero, se cumplieron 88 años de La Desbandá, la gran masacre de ancianos, mujeres y niños que huyeron de Málaga a Almería en 1937 por la N-340, la carretera de la muerte. Mi madre vio llegar a los supervivientes de los bombardeos y, no sin dolor, me lo contó. La matanza de inocentes fue ordenada por el general franquista Queipo de Llano. Desde 2022, los restos del genocida alcohólico (el mismo que mandó asesinar a García Lorca y ordenó violar a las mujeres republicanas) ya no son homenajeados en el altar mayor de la Basílica de La Macarena de Sevilla. El libro «Éxodo» de Marijé Orbegozo me inspiró para tallar en madera un recuerdo de la N-340, una carretera entre acantilados donde no había escapatoria para 200.000 malagueños que huían de los bombardeos por tierra, mar y aire. En nuestro libro «Franco para jóvenes» mi hijo Erik y yo contamos masacre.
Muchos abuelos alemanes dijeron a sus nietos que ellos «no sabían nada» sobre los crímenes de Hitler contra seis millones de judíos. «No sabían», por ejemplo, que el humo que salía de las chimeneas de los campos de concentración nazis procedía de los hornos crematorios donde quemaron a millones de seres humanos, en su mayoría judíos. Aquel humo no salía entonces por la tele. Nosotros ya no podremos decir a nuestros nietos que «no sabíamos nada» de las decenas de miles de asesinatos de palestinos de Gaza y Cisjordania cometidos a sangre fría por israelíes. Muchos de los actuales genocidas judíos descienden de víctimas del genocidio nazi. Pobres judíos justos que huyen de Israel con el corazón roto. ¿Qué contarán a sus nietos quienes apoyan a Netanyahu sobre ambos genocidios (el de Hitler y el de Netanyahu) cuya única diferencia es el número de asesinatos monstruosos cometidos en cada caso sin justificación moral alguna? Mi corazón y mi solidaridad están hoy con los judíos justos que rechazan el genocidio descomunal que practica hoy Israel contra los palestinos. ¿Dónde están hoy los votantes de Isaac Rabin que soñaban con la paz entre israelíes y palestinos? Yo estuve en la Casa Blanca cuando Rabin y Arafat se dieron la mano y acordaron un futuro en paz entre Palestina e Israel. Paz por territorios. Ambos líderes fueron asesinados por los extremistas judíos y palestinos, respectivamente, enemigos de la paz entre los dos estados. Lo que nos faltaba: Trump, otro extremista monstruoso en la Casa Blanca azuzando el fuego del genocidio contra los gazatíes. ¿Qué será de Israel cuando ya no queden allí judíos justos que rechacen el genocidio de los palestinos?
La noticia de la muerte ayer de Karim Aga Khan, príncipe de los ismailitas y descendiente de Mahoma, me ha llegado cargada de recuerdos. A su abuelo lo pesaban sentado en el plato de una gran balanza y en el otro plato volcaban monedas de oro hasta alcanzar su peso. Una tradición ancestral. Su nieto, Aga Khan IV, uno de los hombres más ricos del mundo, falleció ayer a los 88 años. Le conocí en mayo de 1986 y le entrevisté, al amanecer para el Buenos Días de TVE, desde el Patio de los Leones. Era la primera vez que un descendiente del profeta Mahoma pisaba la Alhambra. Y TVE lo dio en directo. En aquel Buenos Días hacíamos esas locuras porque no sabíamos que eran imposibles. Emocionante. Con el canto de los pajarillos y el arrullo del agua como sonido ambiente, el príncipe Aga Khan nos contó su visión del mundo, su historia y sus proyectos filantrópicos para el Tercer Mundo. El día antes, nos invitó a mi esposa, Ana Westley, y a mí a un banquete en honor a los Reyes de España en el palacio de Carlos V. Como no encontramos con quién dejar a nuestra hija Andrea, de año y medio, (un fallo del protocolo), la llevamos al almuerzo. Andrea, correteando de mesa en mesa, fue el centro de la fiesta, según la reina Sofía. Su foto con chupete salió, sin identificar, en toda la prensa. En el pie decían que «un congresista musulmán con su hija a la espalda saluda a los Reyes». Mi calva incipiente no me delataba como el padre de la niña. Mi padre sí reconoció a su nieta y me envió una página del ABC con la foto en cuyo pie había cortado la palabra «musulmán». Cuento más detalles en «La prensa libre no fue un regalo». Sus ministros se referían al Aga Khan como H.H. (His Highness). Descanse en paz el príncipe de los ismailitas.
Hace 25 años, el 3 de febrero del 2000, nadie daba un duro por nosotros. Hoy, siguen sin darlo. 20 minutos, el primer diario que no se vende, sigue dando de leer al sediento de información veraz, lejos de los bulos y las mentiras de los manipuladores de las redes sociales. El 1 de febrero de 2005 nació la web 20minutos.es. Cinco años antes, nació el diario impreso gratuito 20 minutos, que pronto se convirtió en líder de circulación y audiencia de la prensa española. Siete años más tarde, en 2007, ya repartía más de un millón de ejemplares por toda España. Mañana es su 25 cumpleaños. Encarna Samitier, presidenta, y Jesús Morales, director, lo celebrarán en la redacción. Sin embargo, mi hijo Erik y yo lo hemos celebrado ya hoy en la pista de tenis luciendo la camiseta que 20 minutos repartió cuando el Real Madrid venció al Bayern y ganó la «orejuda». Esa camiseta me ha dado fuerza para vencer a Erik por un heroico 7-6 en el «tie break» (8-6). Además, hoy tenemos Erik y yo otro motivo de celebración. 20 minutos fue el primer diario que habló de nuestro libro «Franco para jóvenes» (recibió el primer ejemplar) y El País, mi segundo diario favorito, ha sido hoy el último que lo ha citado, por fin, (en un espléndido reportaje de Natalia Junquera), al cabo de cinco ediciones. Ya es algo. Como veis, vamos de fiesta en fiesta. Después de mi victoria en el tenis, hemos discutido sobre mi nuevo proyecto de libro para ocupar el poco tiempo que me deja libre el tenis y tallasmadera.com, que son mis ocupaciones/terapias prioritarias, después de la tareas del hogar. Mi chica, Ana Westley, (primera presidenta de 20 minutos) dimitió de esas tareas del hogar el mismo día que yo me jubilé como director general de 20 minutos. Las asumí con mucho gusto. Ella, a pintar. Lo hace muy bien.
Recuerdo la excitación y los nervios del 1 de febrero de 2005. Estábamos a punto de dar a luz a un nuevo medio de comunicación revolucionario en castellano, gratuito y accesible para el mundo entero. Los sabios Federico Álvarez e Ismael Viejo (sus inventores) tenían sus dedos índices sobre el botón que daría vida (o no) a la web 20minutos.es en versión beta (en pruebas). Muchos meses de trabajo, en ocasiones incierto, y toneladas de ilusión estaban en juego en aquel preciso momento. Como en los lanzamientos de la NASA, contamos hacia atrás hasta llegar al cero. Isma y Fede pulsaron a la vez la tecla mágica… y se produjo el milagro. No estábamos tan locos como creíamos. El 1 de marzo de 2005 lanzamos al mundo, en abierto, la versión oficial. Los diarios de pago reaccionaron y ensayaron tímidamente el camino que habíamos desbrozado. Quien te copia, te homenajea. 20minutos.es se convirtió pronto en el diario digital en castellano más leído del mundo. La versión en papel de 20minutos, «el primer diario que no se vende» (y la primera sonrisa de la mañana), ya era líder de circulación (ejemplares) y de audiencia (lectores) desde que superamos un millón de ejemplares impresos repartidos gratis cada día. La profunda crisis de 2008 frenó nuestro crecimiento, pero ya habíamos sembrado una semilla poderosa: habíamos contagiado el hábito de la lectura y saciada la sed de información veraz a millones de jóvenes. Una revolución de la que todos los fundadores de 20 minutos estamos muy orgullosos. (Por cierto, un año antes, 20 minutos fue el único diario que dijo la verdad el 14M de 2004: «11M: Fue Al Qaeda») Recuerdo lo que le dije entonces a Arsenio Escolar, director editorial de 20minutos y de 20minutos.es: «Este éxito puede arruinar toda nuestra larga carrera de fracasos». Arsenio y yo habíamos sufrido juntos el desastre del maravilloso diario El SOL, la aventura periodística más hermosa de mi vida. Pero esa es otra historia que cuento en mis memorias («La prensa libre no fue un regalo») cuya lectura os recomiendo.
Un bucle melancólico y siniestro me perturba en el 80 aniversario de la liberación del campo nazi de exterminio de Auswichtz. Pese a la diferencia numérica tan espantosa de los asesinados en ambos genocidios (6 millones de judíos frente a 50.000 palestinos), las imágenes de quienes van a morir en las cámaras de gas nazis (en su mayoría judíos) y el éxodo actual de palestinos supervivientes de las bombas de Israel son estremecedoras. Lo advirtió Primo Levi, superviviente de un campo nazi: «Ocurrió y puede volver a ocurrir». ¡Pobre condición humana! Ya está ocurriendo otra vez. Nadie podrá decir jamás que no sabía. Franco apoyó a su amigo Hitler en el genocidio de los judíos.
ˈFranco para jóvenesˈ, la historia que los españoles no estudian en el aula: “El pacto del olvido ha hecho que crean que fue maravilloso ”
ˈInfobae Españaˈ entrevista al periodista José Antonio Martínez Soler tras la publicación de su libro que pretende acercar el franquismo a quienes no lo vivieron
Fila de niños, algunos armados y otros haciendo el saludo nacional posando frente a una verja acompañados de adultos, entre 1936 y 1939. (Biblioteca Nacional de España)
El general Francisco Franco es un dictador que manda en España desde que gana una guerra civil en el año 1939 hasta que muere en 1975. Durante casi 40 años, tiene en su mano todos los poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Lo que él dice se hace sin discusión. No hay libertad de expresión o de reunión. No puedes divorciarte ni amar a quien quieras. No puedes decir o escribir lo que piensas ni verte con quien quieras, o incluso hablar un idioma de España que no sea el castellano sin poner en riesgo tu seguridad física y tu bienestar, o el de tus seres queridos.Te puede interesar:Un estadounidense se muda a España y confiesa por qué le ha cambiado la vida: “Me sentía culpable por no estar constantemente ocupado”
La cita se desprende deFranco para jóvenes (Catarata, 2024), donde, con un lenguaje sencillo y contundente, anécdotas, vivencias y una mirada desde el interior de la historia más reciente de nuestro país, el periodista José Antonio Martínez Soler acerca a los más jóvenes la parte que falta en sus libros de historia y que muchos españoles nunca llegaron a estudiar. En el libro, que ya va por su quinta edición y que ha escrito junto a su hijo Erik Martínez Westley, recorre la evolución del país desde el nacimiento de la Segunda República hasta la Transición, con datos, pero también con hitos y recuerdos desde su infancia hasta el secuestro del que fue víctima poco después de la muerte del dictador.
Mi madre falleció en 2004, ya en democracia, pero no pudo quitarse el miedo de una vida sufrida en dictadura. Cuando le comento algún logro profesional me dice: “Hijo mío, no te signifiques”. Ella parece la más miedosa de todos (tuvo dos hermanos socialistas muchos años en la cárcel). Mi padre, que sale vivo de milagro de un campo de concentración de Franco, me cuenta cosas… solo cuando mi madre no está presente: ¿Sabes lo que cantan los de la Legión? Dan mucho miedo.
Erik Martínez Westley, a la izquierda, y José Antonio Martínez Soler, a a derecha. (Cedida)
-Respuesta: Por el pacto del olvido. Mi hijo Eric y yo decidimos hacer este libro impulsados por un grupo que veo mucho por la calle Marqués de Urquijo (Madrid). Muchos días me he encontrado chicas y chicos de 20 años, envueltos en la bandera de Franco, con el brazo en alto, como Hitler y Mussolini cantando el Cara al sol. Y yo me asustaba. No eran muchos, como 40 o 50, no más pero me asustaba un poco y me preocupaba. Y dije “Mira, hay que escribir de esto para los jóvenes, porque hay niñas que celebran a Franco”. ¿Saben esas niñas jóvenes cómo vivía la mujer durante el franquismo? No podía tener cuenta corriente ni empleo sin permiso del padre, del marido. No podía viajar fuera de España sin un documento firmado por el marido o por el padre. Estaban encerradas en casa con la con la falda hasta el tobillo y el escote hasta el cuello. Eran como seres de segunda categoría. Entonces, claro, resulta que la culpa es nuestra. No hemos contado nunca quién fue Franco y qué pasó durante la dictadura. Por miedo, pero también, sí, también porque no queríamos volver a las andadas. Hicimos ese pacto del olvido.
-P: ¿A qué se refiere con volver a las andadas?
-R: Durante la dictadura no se podía hablar, no se podía publicar nada. Obviamente todo era propaganda, pero en la democracia, llevamos 50 años en libertad, ya podíamos haber contado un poco más. Pero no se cuenta porque la libertad nos vino en 1978 con la Constitución del 78, gracias a un pacto entre los franquistas y los demócratas, un pacto de no agresión, digamos, de no volver a las andadas. Ninguno de los dos bandos sabía la fuerza del contrario. Entonces prefirieron llegar a un acuerdo para no matarse entre ellos. Nuestros padres y nuestros abuelos estuvieron matando hacía no tanto. Fue el pacto del miedo. Yo creo que el 80% fue por miedo y un 20% por generosidad, y también por ganas de ser libres. Preguntabas porque los jóvenes celebran a Franco, pues porque estos jóvenes no saben nada de la dictadura. La libertad es como el oxígeno, la valoras cuando te falta. Si les hubiera faltado la libertad, serían antifranquistas, pero siempre han sido libres y no saben el valor que tiene. Cuando te falta la libertad, como me faltó a mí durante 30 años, la valoras y la defiendes.
-P: En el libro no solo tratas la Historia, hablas de tu historia, desde tu infancia en Almería marcada por el miedo de tu familia hasta tu propio secuestro tras publicar un artículo sobre el cambio de generales en la Guardia Civil del ala más conservadora poco después de la muerte de Franco.
-R: Mi hijo, que ha trabajado mucho en el libro y me ha quitado muchas cosas de historia que eran rollos, me ha ido obligando a hablar más de mí y de mi familia para que se lea mejor, para que sea más humano.Fíjate que yo nunca lo conté. Pasó al poco de morir Franco y me callé. No dije que era la Guardia Civil ni nada, al juez le dije que no sabía quién era por miedo. Porque esos militares, esos civiles de inteligencia que me secuestraron, podrían haber ascendido. Solo 30 años después, que ya había prescrito el delito de los secuestradores, lo publiqué en 20 minutos, el periódico que yo había fundado. Entonces mi hijo decía: “Cuenta la historia del abuelo y cuenta la tuya, que ya hay muchos libros de los de Franco”. Y yo creo que llega más al fondo de cada lector que el propio relato de los hechos.
-P: ¿Crees que es fácil para un profesor mandar este libro como lectura obligatoria en un aula?
R: Habrá profesores con miedo, porque el miedo perdura. En zonas donde gobierna el Partido Popular y Vox, por ejemplo, algunos se lo pensarán dos veces antes de recomendarlo, porque les puede afectar en su carrera profesional, le pueden generar problemas, le pueden denunciar. No es la primera vez que censuran en sus comunidades autónomas. Yo creo que es una vacuna contra la desinformación, contra los que celebran la tiranía y contra la mentira porque se narran hechos probados. De hecho, yo creo que sería muy bueno que la Secretaría de Estado de Memoria Democrática lo recomendara al Ministerio de Educación. Es un libro que debería estar en las escuelas y en las bibliotecas. No lo digo por vender más sino porque creo que aún hay miedo a saber y nadie quiere ser tachado de una cosa o de otra.
Hoy terminé «La llamada», un retrato perturbador de una joven argentina embarazada secuestrada en 1976 por la dictadura militar y liberada al cabo de año medio de torturas y violaciones en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) que hoy es Museo Sitio de Memoria. Aunque se repite un poco en la segunda mitad de su obra, la periodista Leila Guerriero hace gala de una buena literatura con sensibidad y rigor extraordinarios. La recomiendo.
La ESMA es hoy un Museo que recuerda las torturas de los militares argentinos. La DGS (Dirección General de Seguridad), su hermana franquista, donde hoy tiene su despacho la presidenta Ayuso, ni siquiera tiene una placa en su fachada como homenaje y memoria de las torturas de la Dictadura de Franco. Cuando cruzo la Puerta del Sol aún siento el recuerdo escalofriante de ese siniestro lugar. Pero el PP quiere pasar esa página trágica de nuestra historia sin haberla leído. Prefieren no saber. Yo prefiero recordar a Luis Cernuda: «Recuérdalo y recuérdalo a otros». Y a Primo Levi, superviviente de un campo nazi: «Ocurrió. Y puede volver a ocurrir».
Anteayer, jueves, mi compadre Joaquín Estefanía leyó este texto suyo en Hora 25 de la SER. No puede escucharlo. Ahora que lo leo me emociona comprobar que, al cabo de muchas décadas, compartimos los mismos valores democráticos. Como él me dice, seguimos en la misma onda. Incluso por telepatía. Recuérdalo tu y recuérdalo a otros Por Joaquín Estefanía
«Un nuevo tipo de líderes que florece en algunas partes del mundo se caracteriza por otro concepto de la libertad y otra visión de la historia. Son revisionistas. La Argentina de Milei acaba de cerrar, dicen que de forma temporal, el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, que es el nombre que la democracia puso a la siniestra Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el mayor centro de tortura de la dictadura militar. Allí estuvieron presas y sujetas a todo tipo de sevicias alrededor de 5.000 personas, y solo salieron vivas unas 200. Desde la ESMA los torturadores gritaban los goles de la selección de fútbol en el Mundial de 1978, que ganó Argentina, mientras aplicaban la picana a hombres y mujeres opositores al régimen de Videla y compañía.
Desde 1939, cuando terminó la guerra civil en España, hasta 40 años después, la Dirección General de Seguridad (DGS) en la madrileña Puesta del Sol, fue un centro de detención, tortura, encarcelamiento y asesinato a los opositores al franquismo. Fue la sede de la terrible Brigada Político-Social, la Gestapo española. Allí campó por sus respetos el cruel Billy el Niño, entre otros. Hoy, paradojas de la historia, es la sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid. Ahora, el Gobierno quiere poner en ella una humilde placa recordando a los que en ese lugar tanto sufrieron, pero Isabel Díaz Ayuso se opone a ello. Es inentendible que el rechazo a la memoria democrática llegue tan lejos en su sectarismo».
En febrero de 1937, mi madre vio llegar a Almería a los miles de malagueños que huían en “desbandá” del terror franquista. Mujeres, ancianos y niños aterrados, sin escapatoria posible entre los acantilados y las montañas, fueron masacrados por tierra, mar y aire. El libro “Éxodo” de Marijé Orbegozo me ha recordado muy vivamente aquel horror que mi madre nunca pudo olvidar. Una ilustración de María Rosa Aránega y los “negacionistas” de la Memoria Democrática me han inspirado ahora para realizar esta talla en tallasmadera.com. La genial Nieves Concostrina lo dice muy claro en su prólogo del libro: “Con la memoria se honra a las víctimas. Los desmemoriados honran a los asesinos”. También lo contamos en nuestro libro «Franco para jóvenes».