¿Qué pasa en la prensa española?
Los directores de los tres diarios más influyentes ha sido despedidos en apenas dos meses.
Por José A. Martínez Soler
(Abril, 2014)
Nieman Fellow´77 (Universidad de Harvard)
Como las fichas del dominó, los directores de los tres diarios más influyentes de España (El País, El Mundo y La Vanguardia) han caído, uno detrás del otro, en apenas dos meses. ¿Quién empujó las fichas? Es la pregunta que me han hecho varios colegas de mi clase Nieman´77 e incluso Bill Kovach, ex curator de la Nieman Foundation for Journalism de la Universidad de Harvard.
La coincidencia en el tiempo de los despidos de estos tres periodistas (Javier Moreno, Pedro J. Ramírez y Joan Antich), que llevaban más de diez años dirigiendo los periódicos líderes (dos de Madrid y uno de Barcelona), la importancia de sus diarios y su variedad ideológica (uno de centro izquierda y dos de centro derecha) han desatado rumores sobre teorías conspiratorias, presiones del Gobierno conservador de Mariano Rajoy, de la banca, del Rey, de los nacionalistas catalanes, etc.
Como sabemos, las presiones de los poderes políticos, económicos y sociales para influir en la línea informativa y editorial de los diarios son tan viejas como la democracia. Siempre hay presiones. Unas veces consiguen su objetivo y otras, no. En ocasiones, a medias. Los periodistas lo llevamos grabado en nuestra piel.
En mi opinión, esos poderes son el “herpes” de la prensa en las sociedades democráticas. Si la prensa goza de buena salud, es rentable y sólida, el efecto de las presiones políticas y económicas suele resultar insignificante. La prensa rentable (o sea, independiente) genera anticuerpos eficaces para defenderse de los ataques y no ceder a las presiones. El herpes ni se nota, pero está presente siempre. Camuflado.
Sin embargo, si la prensa (o un diario en particular) tiene mala salud, no es rentable, tiene pérdidas, grandes deudas o está al borde de la quiebra, entonces carece de esos anticuerpos defensivos, falla su sistema inmunológico y las pupas del herpes brotan a la vista de todos (lectores y anunciantes). Los periódicos con pérdidas pagan más a sus fuentes y menos a sus enemigos (en especies: sesgo, espacio, tratamiento, protección, no noticias, etc.) y son más serviles con sus anunciantes que aquellos que gozan de buena salud económica.
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha sido muy explícito al sugerir (Dic. 11, 2013) que las críticas que recibe están relacionadas con las dificultades tributarias de algunos medios de comunicación. “¿Será una forma de presión?”, dijo el ministro en el Congreso. “Lo se porque me lo cuentan… vienen a mi despacho a contarme sus problemas económicos. En vez de dar tantas lecciones de ética a través de editoriales, lo que tienen que hacer (los medios de comunicación) es pagar religiosamente los impuestos en los plazos pertinentes…” Como podemos ver, las presiones entre Gobierno y periódicos son, escandalosamente, de ida y vuelta.
A ningún Gobierno le gustan las críticas de la prensa. No hay una causa única, sino varias, para explicar el cambio casi simultáneo de tres directores en dos meses. Además, yo no creo mucho en las teorías conspiratorias. Tienen una ventaja: resultan verosímiles y fáciles de creer para quienes no quieren molestarse en pensar seriamente sobre asuntos complejos. Pero tienen un terrible inconveniente: generalmente, esas teorías son falsas. Claro que tampoco creo que estos tres despidos seguidos sean fruto exclusivo del azar.
Cada diario tiene sus circunstancias particulares. Por ejemplo, el cambio en La Vanguardia, el diario líder de Cataluña, tiene cierta relación con el radicalismo nacionalista del director destituido. Desde que entró el nuevo director, Marius Carol, las posiciones independentistas de La Vanguardia parecen haberse moderado.
A las causas específicas se unen las comunes. Desde hace siete años, en los tres citados (y en casi todos) es notable el efecto traumático de la caída brutal de los ingresos por publicidad y por venta de ejemplares impresos. La circulación de los tres ha caído mas de un tercio desde hace una década (El País cayó hasta los 271.673 ejemplares diarios, El Mundo, a 150.085 y La Vanguardia, a 128.022, según datos de OJD de diciembre de 2013. En ocasiones, frenan su caída regalando productos extravagantes a sus compradores (vajillas de cocina, cubiertos, cuchillos. Cd´s, DVD´s, juguetes, libros, etc.)
La publicidad en la prensa cayó dos tercios en los últimos seis años y la circulación de los diarios españoles se redujo en más de un tercio. Para reducir gastos, centenares de periodistas han sido despedidos antes que sus directores. El País, por ejemplo, despidió el año pasado a 129 empleados, un tercio de su plantilla. Y las versiones digitales de los tres diarios líderes siguen siendo irrentables pese a que tienen 14, 11 y 4 millones de lectores mensuales respectivamente, según ComScore.
Se desmoronan no solo por la durísima crisis económica y política actual (26 % de paro, 1.600 casos de corrupción política en los tribunales y alto riesgo de descontento social en 2014) sino también porque su modelo tradicional de negocio carece de futuro en un país que lee poco. Ya sea por la tradición católica o por el buen clima, ambos enemigos de la lectura, en España se venden 92 diarios por cada 1.000 habitantes frente a los 175 ejemplares vendidos de media en la Unión Europea y 193 en Estados Unidos. Solo en Italia (89) y en Portugal (52) se venden menos periódicos que en España. Hay causas globales (Internet, infortaiment, etc.) y causas locales (cambios sociales, fragmentación de la audiencia, etc.).
Desde luego, si los diarios tradicionales no cambian de modelo serán irrelevantes o morirán. Los hechos demuestran que los contenidos de los diarios de pago no interesan al precio actual. O suben el interés o bajan el precio. Quizás, por eso, florecieron en España cuatro periódicos gratuitos que sumaron cuatro millones de ejemplares diarios, tantos como los más de cien diarios de pago juntos. El diario gratuito 20 minutos (del noruego Schibsted Media Group), único superviviente de la crisis actual, nació en el año 2.000 y llegó a 2,9 millones de lectores diarios en 2007, distribuyendo 1,17 millones de ejemplares al día. (Para que se sepa: yo fui el fundador y CEO de 20 minutos durante más de diez años).
Los viejos lectores se mueren y los jóvenes no compran ni leen estos diarios de pago anticuados. Si no cambian de modelo (demasiadas corbatas por página, no se habla de mujeres ni se ven en fotos o informaciones y menos aún de jóvenes, por ejemplo, y mucho de senior citizens), la tasa de reposición de lectores les lleva a la muerte segura. Los dueños están desesperados, quieren vender sus acciones, fusionarse con otros y/o cambiar los contenidos pero dan palos de ciego. Echar parte de la culpa al director es muy socorrido. El director es el chivo expiatorio. Y tal remedio puede tener efectos contagiosos.
De los tres grandes, el caso más relevante es el de El País, el diario líder de la prensa española desde el final de la Dictadura del “generalísimo” Franco. A su mala salud económica (con 873,2 millones de dólares de pérdidas y una deuda acumulada en dic, 2013 de 4,4 billion de dólares), se añade el problema acuciante de su ruinosa televisión de pago que está tratando de vender, entre otros, a Telefónica, la primera empresa de España y una de las cinco más importantes en la telefonía mundial.
Telefónica fue propiedad del Estado y, aunque hoy privatizada, sigue siendo una empresa muy próxima al Gobierno conservador del Partido Popular. Su presidente, Cesar Alierta, es amigo del ex presidente conservador José María Aznar a quien debe su cargo. El asalto de Telefónica al Grupo PRISA, editor de El País, un diario progresista, laico, de centro izquierda y muy crítico con el partido conservador, comenzó con la victoria electoral de Aznar en 1996. Ahora Telefónica está a punto de comprar la televisión de pago de PRISA.
Jesús Polanco, el empresario que impulsó y controló el 64 por ciento del Grupo PRISA, editor de El País desde su fundación en 1976, falleció en 2007. El poder ejecutivo fue heredado por el periodista Juan Luis Cebrián, el primer director del diario que ya no está controlado por la familia Polanco sino por inversores extranjeros y bancos españoles. En dic 2013, PRISA recibió 1,2 billion de dólares de Liberty Adquisitions Holdings, una empresa de inversión de Nueva York. El grupo accionarial de control posee hoy menos del 30 por ciento del capital.
Aunque no les gusta ser identificados con un diario, el Banco de Santander y la Caixa Bank tienen ahora la posibilidad de cobrar sus créditos en forma de acciones de El País. Y hay rumores sobre la posible compra de una parte de El País por el billonario mexicano Carlos Slim, que ya tiene acciones del NYT.
Ciertamente, El País goza de mala salud y, por ello, es más vulnerable a las presiones externas. Pero yo no creo que el Gobierno conservador de Rajoy tenga la fuerza ni la inteligencia suficiente, por sí solo, para provocar el cambio de director de El País. Sin embargo, si Antonio Caño, el flamante director, imprime su línea personal (con permiso del presidente Juan Luis Cebrián), El País se moverá (mientras no mejore su independencia económica) un poco más hacia el centro político, acercándose al partido popular gobernante y alejándose del partido socialista en la oposición.
Eso puede dar pie a la teoría conspiratoria dominante que atribuye este cambio a una intervención directa de la mano invisible del Gobierno. Para algunos, el cambio de sesgo será la prueba del 9. Para empezar, el nombramiento de Antonio Caño ha sido rechazado en votación por la mayoría de sus redactores. La vieja redacción no reconoce al nuevo capitán.
El sesgo ideológico exagerado de los tres diarios, tanto en la información como en la opinión, y la escasa calidad de sus noticias –sin identificar ni remotamente a sus fuentes- marcan su propio declive. Un modelo está agonizando y otro, naciendo. El deterioro de la prensa tradicional deja un hueco excelente a nuevos proyectos periodísticos impresos y digitales que, aunque embrionarios, están naciendo con fuerza: eldiario.es, elconfidencial.com, el Huffinton Post, Jot Down, Alternativas Económicas, El Heraldo, infoLibre, La Marea, Revista Mongolia, etc.
El bajo nivel de lectura y de calidad de la prensa española puede explicarle, parcialmente, por los hábitos profesionales y comportamientos y vicios sociales heredados de la Dictadura, por los restos de autocensura, de miedo a la libertad, por el secretismo oficial, la falta de transparencia de los partidos políticos y de la Administración, por el respeto excesivo a tabús como el Rey, el Ejército, la Iglesia Católica, los poderes económicos, que son casi los mismos que nos dejó de la Dictadura, etc.
Ni el ex director de El País ni el ex director de La Vanguardia han dicho una palabra sobre las causas de su destitución. Por el contrario, la campaña desplegada por Pedro J. Ramírez, ex director de El Mundo, ha dado alas a la explicación conspiratoria que circula por las redes sociales. El dueño de El Mundo, el líder italiano RCS (Rizzoli-Corriere della Sera), atribuye el cambio de director a razones económicas.
Sin embargo, en un articulo publicado en The New York Times (“In Spain, Fired for Speaking Out”, Feb. 5, 2014), el despedido y controvertido director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, achacaba su caída a las presiones del Gobierno de Rajoy sobre los dueños italianos del diario para silenciar sus críticas.
“My confrontation with the government –escribe Ramírez- began last year, when an ally of Prime Minister Mariano Rajoy, his political partys former treasurer, Luis Bárcenas, now jailed on charges of corruption and tax fraud furnished documents showing illegal financing of the party over nearly two decades. We published an exposé, and turned over the documents to a judge investigating the case. We also published text messages of support that Mr. Rajoy had sent to Mr. Bárcenas.”
Sus acusaciones son difíciles de demostrar, aunque fáciles de creer para quien no conozca la profunda ruina económica que sufre el diario español de Rizzoli-Corriere della Sera. Pedro J. Ramírez atribuye su destitución al presidente del Gobierno conservador que él mismo apoyó previamente:
“Previous prime ministers, including José Luis Rodríguez Zapatero, Mr. Rajoys Socialist predecessor, accepted press criticism. But everything changed when Mr. Rajoy, the leader of the conservative Peoples Party, came to power. Though we had endorsed him on three occasions, once in power he exhibited hostility toward uncomfortable truths and indifference to public opinión”. El ex director de El Mundo concluyó así su articulo ope ed: “…it seems clear to me that democracy might be more fragile now than at any point since Franco died in 1975”.
El despedido tiene mala memoria. Se olvida de pequeños detalles que nos hicieron temblar a los españoles como, por ejemplo, el golpe de Estado militar del 23 de febrero de 1981, cuando todo el Congreso fue secuestrado a punta de metralletas. O de los cientos de asesinatos de la banda terrorista ETA que provocaban ruido de sables contra la frágil democracia. Solo habla de él.
A mi juicio, la conclusión del director recién despedido, que continúa como columnista en El Mundo y con otro cargo dentro del Grupo RCS, es prematura y exagerada. Sangra por la herida. Quizás, por eso, la pasión le hace olvidar los gravísimos desafíos que nuestra joven y aún frágil democracia ha resuelto con éxito en sus 35 años de vida.
Durante los 40 años de cruel Dictadura del general Franco, la libertad de prensa fue la primera víctima: la censura brutal alcanzó niveles inimaginables cuando no ridículos. De la mordaza del dictador no se salvó ni el Pato Donald: su puño cerrado en alto fue tapado en España con una mancha negra. En la España de Franco se saludaba brazo en alto y mano extendida, herencia de sus aliados Hitler y Mussolini.
Desde la muerte de Franco, hemos ido conquistando la libertad de prensa palabra a palabra, venciendo tentaciones de intervencionismo oficial heredadas de la Dictadura, hasta llegar a la situación actual que es, se mire por donde se mire, incomparablemente mejor que la del pasado.
En democracia, la censura es más sutil y negociable. Se presenta en forma de subvenciones oficiales, publicidad gubernamental o del sector privado, sobornos, compraventa de revelaciones de noticias exclusivas, siempre interesadas, periodismo de cheque, engaños, suscripciones en masas, etc.
Ciertamente, la libertad produce monstruos, capaces de devorar a tres directores de diarios en apenas dos meses, pero no olvidemos que la falta de libertad produce infinitamente más monstruos y mucho más feroces. Desgraciadamente, lo se por experiencia.
FIN