Hace tiempo que escuché al famoso Ismael Serrano cantar a su padre esta canción («Papá, cuéntame otra vez») escrita por su hermano Daniel. ¡Qué familia de poetas has creado, querido Rodolfo! He pasado muchos años en la tele y siempre dije que no es lo mismo un directo que un diferido, un teatro que una pantalla. En vivo y en directo, en «Los lunes del Comercial», Ismael se la volvió a cantar a su padre, un poco pachucho, aunque alegre, recién salido del hospital. Yo estuve allí. Me puso la piel de gallina. Gracias, Rodolfo, Daniel e Ismael por vuestros versos.
Naturalmente, compré un libro de Rodolfo y otro de Ismael, que me dedicaron con generosidad. Los estoy releyendo… y subrayando.
Fui a darle un abrazo a Rodolfo y me abrazaron sus versos, que recitaba acompañado por las notas de la guitarra de su hijo. Hace medio siglo (es de mi quinta), conocí a este periodista/poeta, experto en economía, laboral y amor. Compartimos mesa, y no pocos sueños, en El País de los años ochenta. Ya mostraba entonces su genio poético. A su mujer y a sus hijos adolescentes les conocí en mi casa, en aquellas paellas que nacieron con la Transición y siguieron hasta mi jubilación. ¡Cuánto han crecido Daniel e Ismael! No les hubiera reconocido.
Rodolfo es un sabio comunicador. Arrancó las primeras sonrisas del público (la «captatio benevolencia») cuando nos dijo:
«Como veis, he traído conmigo a Ismael para que le conozcáis». (Risas)
Abrió su cartera de cuero de toda la vida, rebosante de poemas de amor, y, entre trago y trago, nos los fue recitando. Los alternaba con las canciones de Ismael. El público, que llenaba totalmente la sala, aplaudía cada poema y cada canción. Fue emocionante. Dedicó poemas a nuestro común amigo Mariano Guindal.
No podían faltar alusiones a la quimio, ¡maldito cáncer!, y a Joaquín Estefanía («Aquella noche del 82») o a Juan Marsé («Últimas tardes con Teresa») o a Antonio Machado. Su poema sobre la España vacía tuvo todo el aroma machadiano. Como don Antonio, también Rodolfo es un hombre «en el buen sentido de la palabra bueno». Y se emociona. Sobre todo, cuando Ismael Serrano cantó una canción sobre un nieto y un abuelo. Casi se le quebró la voz al poeta. Rodolfo nos lo explicó: «El nieto del que habla mi hijo Ismael es él, y el abuelo es mi padre».
Alguien, entre el público, le pidió a Rodolfo algún poema «canalla». Le complació. También rindió homenaje a su barrio de Vallecas (cuyo libro/comic os recomiendo).
Y dedicó un poema a los viejos comunistas que lucharon por la Democracia durante la Dictadura. El líder de Comisiones Obreras, Unai Sordo, se sumó a los aplausos.
Su poesía política fue muy aplaudida por un público entregado, quizás más entregado al hijo que al padre (se le notaba el orgullo de padre), pero, para mí, lo más profundo y humano de Rodolfo está en sus poemas de amor y desamor: «Tus besos y tu piel, mi única patria». Ahí veo yo al gran poeta.
Gracias, querido Rodolfo, por sus versos. Y no te rindas jamás. Salud. Sobre todo, mucha salud, amigo.