Hablar con quienes estás de acuerdo en casi todo es agradable, pero puede resultar aburrido. Responder a preguntar de un discrepante amable y educado, aunque provocador, es enriquecedor.
Te obliga a pensar tus respuestas y aprendes mucho sobre la necesidad y la bondad de la concordia entre discrepantes. Dice Xavier Rius que ésta ha sido la entrevista más larga de su vida.
Le agradezco que me escuchara y me dejara hablar para su exitoso canal de youtube. Quienes me conocen saben que yo no me callo ni debajo del agua. El que avisa no es traidor.
Los médicos escritores conocen de cerca el dolor ajeno. Por eso, cuando escriben ficción, no se fijan tanto en el estilo, en la técnica o en la trama sino que nos transmiten los sentimientos y emociones que han compartido con sus pacientes en el ejercicio de su profesión. Como diría el Lazarillo: «Ha sufrido tanto que ve cosas que otros no ven». Esa es la mirada humana del médico, la mirada del doctor Gregorio García Arranz (mi colega del tenis) que yo advino en su novela «Detrás de la esperanza». Por eso, su escritura nos penetra, nos zarandea, pero también nos conforta y nos sosiega. Ayer presentamos su obra en el Aula Ramón y Cajal del Colegio de Médicos de Madrid.
Maestro y becario. Con el doctor Gregorio García Arranz (libro en mano) celebrando mi última derrota frente a él. El que gana enseña y el que pierde aprende.
Con el autor, Dr. Gregorio García Arranz, y el historiador Isidro González García, autor del prólogo de la novela «Detrás de la esperanza».
Médicos y tenistas ocupan el Aula Ramón y Cajal del Colegio de Medicos de Madrid.
Copio y pego algunas notas que me sirvieron ayer de guía para glosar su novela.
Presentación de la novela del doctor Gregorio García Arranz
Detrás de la esperanza.
Jueves, 23 de mayo de 2024 en el Colegio de Médicos. C/ Santa Isabel 51. Madrid
Buenas tardes
Gracias, Gregorio, por tu invitación. ¿Por qué estoy aquí?
Me gustó su novela.
El doctor García Arranz se digna jugar conmigo al tenis siendo él un maestro con la raqueta y yo un becario, pues empecé a jugar cuando me jubilé en el diario 20 minutos. Gregorio es generoso y cumple con el espíritu universitario, según el cual “quien ha sido enseñado, debe enseñar”
Además, ¡qué lugar tan espléndido para presentar la novela de un médico/escritor, el aula que lleva el nombre (nada menos) que de don Santiago Ramón y Cajal, un médico/ escritor que dio nombre al hospital madrileño donde nuestro doctor García Arranz ha pasado media vida profesional como otorrinolaringólogo.
Con esta novela, mi amigo Gregorio ha entrado ya en la noble biblioteca de los médicos escritores. Siempre se ha dicho que, quizás por sus recetas ilegibles, garabateadas a mano, los médicos no saben escribir. O escriben fatal. De eso, nada. Tenemos grandes escritores, españoles y extranjeros, que han practicado con éxito la medicina y la literatura. Y el doctor García Arranz ya debe estar entre ellos por los relatos breves que ha publicado. Si aún no es miembro, con esta novela puede entrar, por la puerta grande, en la ASEMEYA (la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas).
No voy a repasar aquí la lista de los escritores médicos. Ya lo hizo Cherubini en su obra “Medici scritori del XV al XX secolo”. Solo citaré unos pocos, entre los grandes, como Pío Baroja, Gregorio Marañón, Luis Martín Santos, Felipe Trigo, Oliver Sacks, Somerset Maughan, Carlo Levi, Rabelais, Schiller, Arthur Conan Doyle o Anton Chejov.
¿Por qué triunfan tantos médicos con su literatura? ¿Por qué será? Algunos lo atribuyen a “la mirada humana del médico” o a “la mirada médica”. Son hombres y mujeres que están en contacto directo con el dolor ajeno. Lo ven de cerca. Y cuando escriben no se fijan tanto en el estilo narrativo, en las florituras de la técnica, en la trama de sus novelas, sino que nos transmiten los sentimientos y las emociones de sus personajes, que ellos mismos han compartido antes con sus pacientes. Su escritura nos penetra, nos zarandea, pero también nos conforta y nos sosiega.
Por eso, os recomiendo que compréis y leáis la novela de Gregorio. Decía Balzac que “el estilo, como las uñas, es más fácil tenerlo brillante que limpio”. Gregorio ha elegido el camino más difícil: el de un estilo limpio, sencillo, claro. Su obra está apoyada hábilmente por las muletas de personajes famosos de la propia historia de España: Cánovas, Sagasta, Silvela, Primo de Rivera, Abd el-Krim, El Raisuni, el conde de Romanones, Antonio Maura o el general Sanjurjo. Sus personales se mueven entre el desastre del 98 y el desastre del 36. ¡Menudos 40 años! Derrotas militares en Cuba y Filipinas, depresión nacional por la pérdida de las últimas colonias del ya decrépito Imperio español, la generación del 98, auge del terrorismo y el anarquismo, magnicidios de Cánovas, Canalejas y Dato, bombas contra Alfornso XIII, agitaciones campesinas andaluzas contra los terratenientes, anticlericalismo, la cuestión obrera, el separatismo, militares contra políticos, golpes de Estado… y guerra civil. A la época elegida por Gregorio no le falta de nada.
El título “Detrás de la esperanza” me parece algo ambiguo. Cuando terminas de leer la novela, piensas que el protagonista no solo va detrás de la esperanza (desde luego, nunca la pierde), sino que va amarrado a ella, que no la suelta por nada del mundo. Tiene una fuerza interior que le ayuda a superar todas las dificultades que le plantea la vida: pobreza, malos tratos, tragedias, guerras, amores sublimes y rotos, traiciones, amistades, duelos, lealtades, desamor, la fuerza del destino, los sueños truncados…
En el fondo, los valores que destacan en esta novela, las actitudes ante el amor y la muerte, ante el bien y el mal, podrían encajar muy bien en una autobiografía del autor. Gregorio no se esfuerza en disimular esos valores que le son propios.
En uno de los pasajes misteriosos de la novela, que el autor llama “encuentros”, y que son conversaciones soñadas con los muertos, uno de “sus” muertos le dice al protagonista:
“Tu camino y el mío se encontraron aquel día. Tú ganaste, pero podría haber ganado yo. El mal y el bien están en continua lucha (…) ambos son necesarios para que se mantenga el equilibrio y la continuidad de la existencia humana, no en balde están en ella desde su origen”.
El diálogo imaginado del protagonista con “sus” muertos es un artificio arriesgado, una licencia muy bien llevada, que me recuerda a «Pedro Páramo», la grandísima obra de Juan Rulfo. Esos “encuentros” aumentan la intriga fantasmal del relato y el misterio irresoluble del más allá que encierra esta obra. El doctor García Arranz es atrevido al innovar, pues bebe también de las fuentes surrealistas del mal llamado “realismo mágico”. No puedo contar mucho más sin destripar la intriga que nos obliga a leer esta obra de principio a fin.
Antes del Índice, Gregorio cita esta frase del gran Michel de Montaigne:
“No hice tanto por mi libro como mi libro hizo por mí”. Le creo.
Y se cita a sí mismo con esta otra: “Una persona se hace vieja cuando deja de soñar y de luchar por hacer realidad sus sueños”. En esta frase está la clave de su novela y la explicación de su titulo.
Jesús, que así se llama el protagonista, no deja de soñar y de perseguir sus sueños. El autor adorna a su personaje principal con características de hombre noble y compasivo que yo reconozco en Gregorio. La infancia del protagonista en un pueblo pobre de Castilla la Vieja, cerca de Peñafiel, determina su pulsión para buscarse la vida fuera de la miseria, de los malos tratos, de la dureza del campo y acariciar sueños de grandeza. Para esa etapa, el autor bebió de una fuente singular: los recuerdos de su abuela.
Decía Rainier María Rilke que “la infancia es la patria verdadera del hombre”. Quizás, por eso, el doctor García Arranz no abandona las raíces infantiles castellanas del protagonista y nos lleva repetidamente hacia ellas. Va y viene de la madurez a la infancia. Don Macario, maestro del pueblo y admirador de Giner de los Ríos y de su Institución Libre de Enseñanza, y don Rosendo, el cura, son personajes importantes en la formación del carácter del joven Jesús. Le contagian su amor por la lectura y le cambian su vida. Gregorio se retrata en él.
En el examen de ingreso, un monje le pregunta por los valores que representa don Quijote. Jesús le responde:
“La entrega en la defensa de los necesitados, la supremacía del espíritu sobre la materia, la bondad…”
El monje le interrumpe: “Y Sancho, naturalmente, representa todo lo contrario, ¿verdad?”
El joven Jesús le responde:
“No, señor, Sancho representa al hombre sencillo, vulgar, movido por la necesidad y a veces también por la ambición y por las pasiones humanas”.
Gregorio nace y pasa su infancia, hasta cumplir los diez años, en Melilla y allí se consolida – ¡cómo no! – la brillante carrera militar del protagonista. Ha investigado mucho sobre la pérdida de las últimas colonias del ya decadente imperio español, especialmente sobre la guerra de Filipinas.
Sin embargo, donde más brilla su investigación es en la guerra de África, sobre todo en los desastres olvidados y vergonzosos del Barranco del Lobo en 1909 y de Anual en 1921. Conoce al dedillo el triste protectorado español en el norte de Marruecos, plagado de corrupción política y militar y de intereses turbios de la élite económica española. Mi paisana almeriense Carmen de Burgos, Colombine, fue la primera mujer corresponsal de guerra que cubrió las vergüenzas y heroicidades de la triste guerra de África. Por eso, Franco, militar africanista, borró su nombre y su obra de la faz de España.
Gregorio describe, como si fuera un experto militar, las luchas contra Abd el Krim y los rifeños hasta el desembarco de Alhucemas ordenado por el dictador Miguel Primo de Rivera. Celebro los conocimientos minuciosos que ha adquirido sobre la estrategia militar, el armamento, el heroísmo, la muerte en batalla y las frustraciones personales y traiciones de los mandos “africanistas” del Ejército español. El autor los retrata como llenos de soberbia y cuyo desprecio del enemigo nos llevó a varios dramáticos desastres y matanzas de soldados pobres. Los hijos de los ricos, previo pago de una cuota, no iban a la guerra. La vida de los pobres tenía un precio muy bajo.
Más tarde, hacia el final de la novela, aquellos militares “africanistas” nos llevarían, entre otras razones, a la mayor tragedia de nuestra historia reciente: la guerra civil española del 36 al 39 y la larga y ominosa Dictadura de Franco.
Sus descripciones de Marruecos me han interesado mucho por una extraña coincidencia. Siendo yo muy joven, tuve que investigar al detalle, en los diarios de la hemeroteca de Madrid y en el Archivo Histórico Militar, toda la guerra del norte de África para escribir los “pre guiones de la serie de TVE “España, siglo XX”. Con 21 y 22 años, fui el escritor fantasma de José María Pemán, el poeta del régimen franquista, que era quien firmaba (y cobraba, muy bien, por cierto) los guiones que yo le servía en borrador. De ahí que los generales Fernández Silvestre, Dámaso Berenguer o el “expediente Picasso”, nombres que Gregorio cita en su novela, me resulten tan familiares.
Debo felicitar a los asesores militares que han hecho del autor un candidato idóneo para ingresar en la Academia General de Zaragoza, donde estudia la princesa Leonor, heredera del trono. El conocimiento y el despliegue de las estrategias y las tácticas bélicas, así como de las armas, desde el gas mostaza al “paqueo” de la fusilería, o la descripción minuciosa de las operaciones más peligrosas para conquistar una cota o destruir un nido de ametralladoras dan a esta obra un aire que va de la novela histórica a la película de acción. Salvando las distancias, se nota también que el doctor García Arranz, ha leído en su adolescencia, como muchos de los que gozamos ahora de la jubilación, aquellos famosos tebeos de “Hazañas bélicas” que competían con los de “El Capitán Trueno”.
Cuando describe las enfermedades y la asistencia médica de don Hilario, el médico del pueblo, desde “el garrotillo”, en tierras de Castilla, a las heridas de guerra en Filipinas y África, y hasta los partos en la mesa de la cocina, se nota que el autor es médico y sabe de lo que habla.
Toda la obra rezuma cierta bonhomía, el amor vence al desamor, y, pese a tantas tragedias y sufrimientos, la novela es un canto a la vida, una celebración optimista de la esperanza en un futuro mejor. Jesús no es un malvado como don Juan Tenorio, salvado por la mínima por el amor de doña Inés. Jesús es, al fin y al cabo, un buen hombre lleno de contradicciones. ¿Y quién no?
Poco antes del final, Gregorio nos habla del legado que deja su protagonista, al terminar de escribir la historia de su vida en la celda misteriosa en la que está recluido:
“¿A quién debo agradecer mi liberación?”, pregunta Jesús a su presunto libertador. Este le responde:
“Al amor de los que te han querido y a ti mismo; pues no olvides que ese amor sobre todo ha sido fruto del que tú has dado (…) Y ellos se beneficiarán de tu legado”.
“No sé a qué legado te refieres”, le replica Jesús. El misterioso visitante le responde:
“Nos referimos a tu entusiasmo por la vida, a tu lucha por el bien y la justicia y a no darte por vencido. A tu humildad ante los humildes y a tu orgullo ante los poderosos. A tu generosidad, a tu ilusión, a pensar aquello de que ´cada día que nace es el primero del resto de nuestra vida´. Todo eso se quedará con nosotros”.
¿Puede haber mejor retrato machadiano de un hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno?
Por toda la novela “Detrás de la esperanza” del doctor Gregorio García Arranz, que presentamos y celebramos hoy en este Ilustre Colegio de Médicos, transita el espíritu cervantino, la realidad poliédrica que se nos muestra en forma de molinos o de gigantes, según se mire. En sus páginas, Gregorio mezcla sabiamente el quijotismo y el sanchismo (me refiero al de Sancho Panza y no a otro, no sean mal pensados). Lo hace con gran habilidad, como gran cervantino que es. Lo hace sutilmente, casi sin ser notado. Y teniéndome yo por humilde cervantino, ¿cómo no voy a quererle? Aunque me gane al tenis.
Enhorabuena y muchas gracias, Gregorio, por el regalo que nos haces con tu novela y gracias a todos por escucharme.
…
Con Luis Menor, invicto campeón del último torneo de tenis (Homenaje a Teo), ayer, junto al busto de Ramón y Cajal. Luis me eliminó con un 6-0, 6-0. Combate desigual entre el número 1 y el último de ese ranking, que me tocó por sorteo. La suerte no siempre acompaña a los audaces, por mucho que lo haya dicho Virgilio.
Desde las muertes de Rabin y Arafat, premios Nobel de la Paz, nadie ha hecho más daño a los judíos del mundo que el actual primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. Intencionadamente, en pos del genocidio palestino, ha echado azufre a las ascuas medio apagadas del antisemitismo. Por sus matanzas (estilo Guernica) de civiles inocentes, mujeres y niños en su mayoría, el fiscal del Tribunal Penal Internacional (TPI) pide que tanto él como su ministro de Defensa y los líderes terroristas de Hamas sean perseguidos por crímenes de guerra y contra la Humanidad.
El Holocausto pavoroso de 6 millones de judíos, asesinados por los nazis de Alemania, cambió el rumbo de un pueblo errante y aumentó las simpatías mundiales hacia el futuro Israel.
Las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial decidieron cobijar a los judíos supervivientes en tierra de filisteos (Philistina) donde pudieran crear un Estado propio y convivieran en paz con sus vecinos que habitan esos lugares desde hace miles de años.
Los palestinos, que no fueron culpables del Holocausto, están pagando muy caro el genocidio de Hitler… y, ahora, el genocidio de Netanyahu. Los judíos inocentes, que son muchísimos por todo el mundo, que no comparten los instintos genocidas ni los actos criminales de Netanyahu, también están recibiendo injustamente los golpes del antisemitismo creciente, un monstruo durmiente despertado y alimentado por los fanáticos ultraderechistas de Israel y por los terroristas fanáticos de Hamas.
Emocionado y contento, escuché decir hoy al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que España reconocerá al Estado de Palestina, como ya han hecho ciento y pico países de la ONU. EE.UU,
Recordé un día inolvidable de 1995 cuando, como corresponsal de RTVE en EE.UU., cubrí la firma en la Casa Blanca del Acuerdo Oslo entre Isaac Rabin y Yasir Arafat. Ambos tocaban con la punta temblorosa de sus dedos la paz posible (paz por territorios) entre dos estados que se reconocerían mutuamente su derecho a existir. Pronto, un fanático ultraderechista judío, asesinó a Rabin y Arafat murió presuntamente envenenado según su viuda. Otro sueño roto hace 30 años. Mi país, Noruega e Irlanda han dado hoy un paso generoso en la dirección correcta hacia la paz y hacia la justicia.
Ojalá les sigan otros. Cruzo los dedos, con el corazón roto.
Como suscriptor de El País, puedo leer los artículos siempre ingeniosos y estimulantes de Martín Caparrós Rosenberg, otro judío. Este me gustó especialmente y espero que me permita copiarlo y pegarlo en mi blog. Es por una causa noble. Ahí va:
La palabra judío
En castellano la palabra judío todavía puede ser un insulto. Lo sostiene, entre otros, el ‘Diccionario’ de la RAE
MARTÍN CAPARRÓS ROSENBERG18 MAY 2024 – 05:40 CEST ¿Qué significa ser judío? Yo debo serlo: mi madre lo es porque su madre lo fue porque su madre lo fue. Así que soy judío, aunque, en la práctica, me define más ser escritor o hincha de Boca. Pero lo soy, aun si no termino de saber qué es eso. Ser judío, dijo algún judío, es preguntarse qué significa ser judío.
No es, sin duda, una religión, y esa es su originalidad. Nadie diría soy católico porque sus antepasados lo fueron. Diría, si acaso, soy español, soy mexicano, soy croata, y católico si creyera en su dios. Los judíos no: para ser uno, alcanza con ser hijo de una. No es una decisión, es una herencia; no es una creencia, es una tradición.
Ser judío es, para mí, una manera de leer la historia, recordar un recorrido de milenios por todo tipo de vicisitudes, recordar tantos filósofos y músicos y sastres y obreros que lo fueron, recordar que a mi bisabuela Gusztawa Rosenberg la asesinaron los alemanes en Treblinka, y recordar con orgullo que los judíos fueron uno de los muy pocos pueblos que vivieron siglos sin Estado ni reyes ni dinero ni cárceles. Esa era su distinción, su diferencia —que les valió persecuciones y matanzas. Todavía, en castellano, la palabra judío puede ser un insulto. Lo sostiene el Diccionario de la RAE: una de sus acepciones es “persona avariciosa o usurera”. Y los señores académicos la mantienen y muchos hispanoparlantes lo creen. Como se creen, ahora, que judío e israelí son sinónimos.
Fue una pena: a mediados del siglo pasado, cuando la masacre superó todo lo previsible, la respuesta de algunos judíos consistió en perder su diferencia, armar un Estado, armarlo, parecerse a los otros. Yo lamento que se haya creado ese país: hubiera sido mejor seguir mezclándonos, moviéndonos, descreyendo de ejércitos y jefes. Pero entonces no parecía posible, y ahora somos muchos los que lamentamos que Israel —como Irán, Arabia, El Salvador— haya sido secuestrado por una camarilla de extrema derecha y que, so pretexto de haber sido víctimas, haga víctimas a otros.
Soy judío, decía. Y eso, pese a lo que suponen muchos ignorantes, no supone que defienda a Israel. Por eso lamento también que tantos españoles y ñamericanos se crean —o pretendan creer— que judío e israelí son la misma cosa y, peor, que israelí y Gobierno israelí también lo son. Son muchos los israelíes y somos muchos los judíos que no compartimos sus políticas —como fueron muchos los norteamericanos que no quisieron pelear contra Vietnam, muchos los españoles que no apoyaron los asesinatos franquistas.
Por eso me duele que la violencia del Estado de Israel sirva para refrescar el antisemitismo clásico. Me duele, por ejemplo, la ligereza con que tantos periodistas atribuyen el apoyo norteamericano a Israel a un supuesto “lobby judío”, tan poderoso y rico que obliga al Gobierno de EE UU a defender a sus correligionarios. Es la versión actual de esa panfletería que, durante siglos, pretendió que todos los judíos eran ricos, avaros, prestamistas rapaces, mentirosos: la vieja “conspiración judeo-masónica”, el Diccionario de la RAE. ¿No es más simple entender que Estados Unidos necesita una avanzada en una de las regiones más explosivas del planeta y que por eso sostiene a Israel desde hace casi 80 años? ¿O que cuando vende innúmeras armas a Israel el que gana fortunas es el famoso complejo industrial-militar norteamericano, sus fabricantes de armas —todos muy gentiles—, que forman un lobby tanto más poderoso que cualquier junta judía? ¿O que por eso el desdichado presidente Biden sigue perdiendo votos pero no detiene la masacre de Gaza?
Parece que no: que nos resulta más familiar hablar de esos “lobbies judíos”, oscuros y siniestros, en la mejor tradición del antisemitismo europeo. El Gobierno ultra de Netanyahu mata por la misma razón que muchos otros: para aferrarse a su poder. Es lo que hizo el general Galtieri cuando quiso invadir las Malvinas o el cabo Hitler cuando quiso hacerse con Europa. Más allá de que ese hombre sea judío o mahometano o hincha de River Plate, lo que importa son sus ambiciones, su política, su idea del mundo —que se parece mucho más a las de Trump, Orban o Bukele que a las de millones de judíos.
Yo —ya queda dicho— soy judío: no tengo nada que ver con señores como Netanyahu, de la misma forma en que soy español y rechazo a Abascal, argentino y rechazo a Milei. Pero a muchos les conviene mantener la confusión: que el Gobierno israelí no lo hace por ultraderechista, que lo hace por judío. La falacia es el producto de siglos de discriminación: sería bueno aprovechar esta desgracia para empezar a corregirla.
Al regresar de nuestra escapada romántica a León, celebramos el 55 aniversario de nuestra boda (56, si contamos el año 1968, en pecado) en El Tinglado de Boadilla del Monte. Nuestros hijos, nietos y el tío Antonio nos sorprendieron con flores y globos… y una comida espléndida.
No tengo palabras para describir mi emoción al verme rodeado por toda mi familia, después de tantos años desparramada por Estados Unidos y España.
Uno de los incentivos para ir a León en nuestro 55 aniversario (además de la comida contundente de esa tierra) ha sido volver a ver de cerca la talla original de Juan de Juni, algo que os recomiendo. No tiene comparación con la copia que yo hice en tallasmadera.com.
Pero estoy contento por haber intentado lo imposible: copiar al gran maestro del siglo XVI. Ayer comprobé cuantos fallos he cometido por mi acto de soberbia y descubrí algunos trucos de Juan de Juni con tablas añadidas (invisibles) para conseguir su perspectiva espectacular. Me impresionaron todas sus obras en madera de nogal, en especial las tallas de la sillería de San Marcos. Una lección de humildad de la que estaba muy necesitado.
Acabo de ver y escuchar a Xavier Ruis, el azote de los supremacistas catalanes, hablar con entusiasmo de mis memorias en su canal de youtube. ¡Wow! Quienes conocen mi vanidad insaciable comprenderán por qué estoy tan contento. Mariano Guindal, que me inspiró para contar mi vida, tras leer la suya (espectacular), recomendó mi libro («La prensa libre no fue un regalo») a Xavier Rius. Este enorme comunicador le hizo caso y hoy ha publicado un resumen de mi vida en unos minutos que me saca los colores. Gracias, Xavier. Estoy deseando conocerte personalmente para darte un abrazo emocionado. Hoy he fracasado en mi clase de talla de madera (nudos puñeteros, vetas traicioneras), pero tú me has subido la moral. Después de escucharte, me siento alguien. Así comienza una nueva sección de libros en su nuevo canal de youtube: «Es un honor inaugurar la sección de libros del nuevo canal con las memorias de José Antonio Martínez Soler, un histórico de la Transición, al menos la periodística.» ¡Ahí queda eso!
Xavier Rius, con cientos de miles de seguidores a sus espaldas, me honra con sus palabras. Y me emociona.
Esto dice de él en su perfil: «Periodista y consultor de comunicacion. Cuarenta años picando piedra. Primero en La Vanguardia y luego en El Mundo. Socio fundador y director editorial del diario online e-noticies.es. Ahora también en Youtube. Cualquier duda sobre comunicació me contactan. Los consejos son gratis».
Gracias infinitas, Xavier. Y gracias también a mi amigo Mariano Guidal por haberle recomendado mi libro (y por la espléndida barbacoa del viernes en su casa).
En el día de las alabanzas, cuando ha muerto mi colega Victoria Prego, la voz de la Transición, a quién tanto quería, me entristece no haber podido despedirme de ella. La conocí en mi casa (1977, entonces en obras) hace casi medio siglo. Venía como esposa de Ángel Santacruz, de mi equipo de Internacional en El País, con quien ha tenido dos hijos.
Ella había trabajado en El Alcázar y yo, en el Arriba. ¡Menudas escuelas de anti periodismo de extrema derecha! De allí salimos ambos debidamente vacunados contra el virus del franquismo. En aquellos tiempos, estábamos de acuerdo en cómo salir pacíficamente de la Dictadura: más reformas y menos rupturas, dentro de lo posible. No obstante, me pareció que ella era más de izquierdas que yo… o, quizás, más peleona. Lo que no puedo olvidar es que nos reíamos mucho. Toya tenía gran sentido del humor y buen ingenio gallego para hacerte reír… y pensar.
Luego triunfó con sus documentales geniales sobre la Transición en TVE y yo presumía de su amistad y celebraba su profesionalidad y brillantez. Sin embargo, el 11-M del 2004, siendo ella adjunta a Pedro J. Ramirez, director de El Mundo, y valiente como había sido, eché de menos su voz en favor del periodismo solvente y digno que su jefe estaba pisoteando, con la teoría de la conspiración de ETA en el 11-M, al servicio del mentiroso Aznar.
Quise llamarla entonces para que me explicara como podía convivir su conciencia noble con aquellas mentiras tan palpables en El Mundo desde 2004 a 20015. No lo hice. Y me arrepiento. Seguro que tendría alguna explicación relacionada con la edad, el miedo, el íctus, un susto casi mortal, etc. De lo que estoy seguro es de que la Prego habrá sufrido compartiendo, en silencio, con Pedro J. aquella etapa de miseria moral y deshonestidad profesional de su director.
Como tantos colegas de nuestra provecta edad (no sé por qué), ella evolucionó desde la izquierda hacia la derecha. Estaba en su derecho. En mi opinión, en la vida profesional y personal de Victoria Prego pesa más lo bueno que lo malo. Porque, con razón o sin ella, siempre fue una buena persona. Por eso, merece descansar en paz. Adiós, Toya. DEP.
Mi primera reacción a la carta de Pedro Sánchez fue egoísta («Si te rindes, ganan los malos»). La segunda fue de miedo a los restos del franquismo que están saliendo envalentonados de la cueva donde se escondieron, por temor a la revancha que no hubo, tras la muerte del tirano.
Ahora, desde el rincón de pensar, al que Pedro mandó por cinco días a toda España, comprendo que, por pura depresión y hartazgo, no quiera seguir al frente de un país tan cainita. La situación es grave, aunque no desesperada.
El presidente Sánchez no sería el primero en dimitir por hartazgo. Ya lo hizo Adolfo Suárez en favor de Calvo Sotelo, justo antes del golpe militar fallido del 23F. No quería que la flamante y frágil Democracia española fuera un paréntesis… Y, antes que él, Figueras, presidente de I República, dimitió y se fue a Francia. Se le atribuye una declaración muy expresiva de su escapada: «Estoy hasta los cojones de todos nosotros».
Por eso, mi tercera reacción es hoy de comprensión y agradecimiento hacia Pedro Sánchez por el aguante heroico, casi inhumano, que ha mostrado en estos años de pandemia mundial, guerra en Europa, conflicto catalán, calumnias, bulos y hasta volcán en La Palma. Si mañana decide dimitir, le seguiré queriendo igual, ya que le considero el menos malo y el más limpio de todos los líderes políticos españoles actuales. Aunque no es consuelo, otras democracias, como la de Estados Unidos, están peor que la nuestra.
El presidente Sánchez nos ha hecho parar y pensar durante cinco días… seguidos. Gracias él, España será mañana un país muy distinto, y creo que mejor, al de hoy. ¿Quién dijo miedo? Por el bien del país, para los sucesores eventuales de Pedro Sánchez (y del pobre Feijóo) sigo recomendando la «cordialidad proactiva» de mi amiga Montse Ventosa.
El martes volverá a salir el Sol. Le deseo al presidente Sánchez lo mejor para él y su familia.
Fantasmas del pasado: Federico Jíménez Losantos, José María Aznar y Pedro J. Ramírez.
Hace años que no me siento tan emocionado, como hoy, dentro de un grupo de miles de demócratas que gritan «¡Merece la pena!» y piden al presidente del Gobierno que no dimita, que se quede, que no se rinda ante la última gota de la campaña de acoso a su familia que comenzó el PP hace 10 años con dinero público, su policía política y el golfo comisario Villarejo.
Hoy asisto a una concentración especial, pues va de defender no solo a Pedro Sánchez sino a la mismísima Democracia. Me gusta que demos un golpe en la mesa, como ha hecho Pedro Sánchez para reflexionar y tomar impulso, y dejemos de estar a la defensiva frente a los bárbaros de VOX y algunos otros aún emboscados en el PP.
Creo que el lunes marcará un antes y un después en la defensa de la Democracia en España.
Ofrezco al presidente Sánchez un regalo que me ha hecho hoy una amiga: la «cordialidad proactiva». Frente al acoso violento, al discurso del odio, a la xenofobia, al machismo, a los bulos y mentiras de la extrema derecha propongo responderle, como ha dicho hoy Zapatero, con respeto, educación y tolerancia. La cordialidad mata a los bárbaros. Me consta que hay muchos demócratas en el PP (alejados de Trump, Jiménez Losantos, Ayuso y su Rasputín) que comparten conmigo este mensaje. Lo veo cada día en la pista de tenis o en mis clases de talla de madera. Somos de todos los colores y, cordialmente, nos llevamos bien.
No perdemos nada con ser más cordiales con nuestros adversarios, no enemigos. Prueba y error. Como en el progreso científico. No te vayas, Pedro. Sin caer en la ingenuidad, prueba esta receta cordial para desbaratar la miserable espiral de violencia de la extrema derecha. Seremos más felices y mantendremos enterrada, otro medio siglo, el hacha fratricida.
Luego, por la tarde, nuestro héroe Rafa Nadal nos ha dado una alegría con su victoria contra el joven australiano Minaur. Al atardecer, un paseo por el campo con mi chica (ya sin muletas). Un día completo. ¿Qué más puedo pedir?….¡Ah! Os recomiendo que leáis esta carta de Ignacio Escolar que, sin su permiso, abusando de la amistad que nos une, copio y pego a continuación: Carta de Ignacio Escolar 27 de abril de 2024 08:41h Actualizado el 27/04/2024 13:38h
“¿Merece la pena todo esto?”. La pregunta que se hace Pedro Sánchez es pertinente y sincera. No conozco a ninguna persona honesta que esté o haya pasado por la política y que no se lo haya planteado. Tampoco a nadie, ni siquiera a las personas más fuertes, que no haya dudado más de una vez. Que no hayan tenido la tentación de rendirse, de tirar la toalla, de salir corriendo de allí.
¿Merece la pena pasar por un proceso judicial, acusada falsamente de encubrir un delito de abuso sexual, como sufrió Mónica Oltra? ¿Merece la pena que tus hijas adolescentes sean insultadas y ridiculizadas públicamente, como le ocurrió a Zapatero? ¿Merece la pena padecer durante meses un acoso constante y permanente en la puerta de tu casa, como hicieron con Pablo Iglesias e Irene Montero? ¿Merece la pena que te intenten meter en prisión con pruebas falsas –a ti y a tu pareja–, como soportó Victoria Rosell? ¿Merece la pena pasar por injustas persecuciones judiciales por “terrorismo” como las que sufren algunos de los políticos independentistas?
Hay una expresión que detesto y que estos días no paro de escuchar: “A la política se viene llorado de casa”. Me parece abominable por una doble razón. La primera, esta idea tóxica de que tener sentimientos es algo a exterminar, cuando es al contrario: ojalá más personas con empatía, capaces de sufrir y de llorar; nada hay más humano que esa emoción. La segunda, esta regla odiosa de que en política vale todo y hay que soportarlo todo sin siquiera mostrar la más mínima aflicción. Que hay una suerte de nuevo derecho constitucional, el derecho al acoso con insultos, mentiras y denuncias falsas, que se extiende no solo a los políticos sino a todo su entorno personal.
No, no creo que ser familiar de un político te otorgue una bula especial. Claro que la prensa debe fiscalizar al poder y son muchas las ocasiones en que resulta imprescindible entrar ahí. Claro que es pertinente informar sobre el fraude y las comisiones millonarias de la pareja de Isabel Díaz Ayuso, la persona que paga la casa de lujo donde vive la presidenta de Madrid; igual que lo fue, décadas atrás, publicar los tejemanejes del hermano de Alfonso Guerra –que también fue condenado por un delito de fraude fiscal–. No seré yo quien no defienda el derecho constitucional a la información. Pero subrayo esa palabra: información. Que no es lo mismo que los bulos, las mentiras y las medias verdades que tanto abundan hoy.
Se ha abusado tanto del victimismo en política que es inevitable desconfiar. No conozco a ningún corrupto que, pillado in fraganti, no proclame sufrir una persecución mediática y judicial. Empezando por el propio Donald Trump, que es quien más ha utilizado esa vía para eludir cualquier responsabilidad, y ha creado, para toda la extrema derecha del mundo, un manual.
No sé si Pedro Sánchez dimitirá. Hoy creo que no, pero solo él lo sabe con certeza. Sí estoy plenamente convencido de que la denuncia contra Begoña Gómez, más tarde o más temprano, se archivará. Porque a pesar de la pulsión reaccionaria que late en algunos juzgados –imprescindible para explicar buena parte de las cacerías contra políticos de izquierda– me niego a creer que una acusación tan endeble pueda prosperar.
Pero volvamos a la pregunta inicial de esta carta. ¿Merece la pena? La terrible respuesta es que no, que no sale a cuenta. Que hace mucho que no merece la pena, si solo se mide desde el punto de vista personal.
¿Merece la pena que llamen “Begoño” a tu mujer?, ¿que la arrastren de los pelos por el barro de los juzgados con una denuncia basada en bulos?, ¿que acosen a tu hermano, a tu padre o a tu suegro con mentiras y falsedades? ¿Merece la pena que machaquen a las personas que quieres?
Un ejemplo: ¿cuántas veces has escuchado lo de “la sauna del suegro de Pedro Sánchez”?
Este miércoles, Ester Muñoz, diputada y vicesecretaria del PP, insistía en esa misma acusación: “Tenemos los escándalos que rodean al presidente del Gobierno, ahí tenemos a su suegro que se enriquece con esas saunas, todos sabemos a qué tipo de saunas me refiero”.
Al día siguiente, la periodista Silvia Intxaurrondo preguntó a esta dirigente del PP qué pruebas tenía para sus acusaciones. “Están publicados en los medios y que todo el mundo… Es que yo no he acusado absolutamente de nada a nadie. He dicho cosas que están publicadas en los medios”, respondió.
Hoy en elDiario.es explicamos el origen de una de estas “cosas que están publicadas en los medios”. El Gobierno de Rajoy encargó al comisario Villarejo espiar al padre de Begoña Gómez. Según el entonces número dos del Ministerio del Interior, Francisco Martínez, serviría para “matar políticamente a Sánchez”. “Esto lo revienta”, decía también.
¿La verdad de la historia? Que las famosas saunas ni siquiera eran del suegro de Sánchez. Son de sus hermanos. Pero decir que “los hermanos del padre de la mujer de Pedro Sánchez” tienen una sauna quedaba peor en el titular.
Todo esto pasó hace ya diez años, en 2014. A los pocos meses de que Pedro Sánchez llegara por primera vez a la secretaría general del PSOE. Tras este encargo del Gobierno de Rajoy a Villarejo, la historia de la sauna del suegro de Pedro Sánchez se multiplicó por varios medios de comunicación. Tal vez algún día también descubramos el origen de las mentiras que se publican hoy. Aunque para entonces será como con este bulo de la sauna: una calumnia cuyo daño será imposible de reparar.
¿Es humano tener la tentación de rendirse, para proteger a los que más quieres? Claro que lo es. Por duro que seas. Por fuerte que te creas. Supongo que a mí me cuesta algo menos empatizar con lo que pasa por la cabeza de Pedro Sánchez porque, a una escala mucho menor, también he sufrido episodios similares. Titulares infectos de medios aún más deleznables contra quien entonces era mi pareja. O acoso e insultos en redes sociales contra mi actual mujer. Me he tirado más de un año imputado por el delito de “revelación de secretos”, por informar del máster fraudulento de Cristina Cifuentes. Me toca pasar por los juzgados casi cada mes, para defenderme de demandas injustas contra elDiario.es. Y hay barrios de Madrid –esos en los que arrasa Vox– por los que prefiero no ir, porque no es plato de gusto que te insulten cuando paseas con tu mujer y tus hijos, como me ha ocurrido en demasiadas ocasiones.
Cualquier persona de izquierdas mínimamente conocida sabe de qué hablo porque todos lo sufrimos, especialmente las mujeres. Son problemas de país rico, me suelo consolar –en otros lugares del mundo, los periodistas incómodos acaban muertos, en el exilio o en prisión–. Pero es un desgaste constante, agotador, que impacta en tu vida y te cambia el humor. Hubo una temporada que me daba miedo salir a comer o a cenar en sitios públicos porque casi siempre terminaba mal.
El acoso contra la izquierda siempre ha existido. Pero en los últimos años ha ido a peor. La derecha ha logrado convertir la vida pública en un lodazal, una estrategia deliberada para igualar la reputación de todos: la gente honesta y la que no lo es. Y que en demasiadas ocasiones cuenta con la imprescindible colaboración de algunos jueces afines. Y de muchos medios de comunicación.
¿Todos los políticos son iguales? ¿En serio? ¿Por qué entonces el gobierno de Zapatero no tuvo ningún gran caso de corrupción y el de Aznar ha acabado con tres de sus ministros en prisión?
¿Qué dirían, qué escribirían, si Begoña Gómez se hubiera llevado 234.000 euros de comisión de una adjudicación del Gobierno, como hizo el hermano de Ayuso? ¿Dónde estaría hoy Pedro Sánchez si su pareja hubiera defraudado 350.000 euros a Hacienda tras cobrar un pelotazo de dos millones, como ha pasado con la presidenta de Madrid?
Es la misma derecha que, hace veinte años, alimentó una teoría de la conspiración sobre los muertos del peor atentado terrorista de la historia de España. La misma que, hace diez años, utilizó los fondos reservados y la cloaca policial para destrozar a sus rivales políticos. Los mismos que ahora han convertido el “que te vote Txapote” en un lema electoral. Los mismos que llaman “hijo de puta” al presidente del Gobierno y, en vez de disculparse por el exabrupto, lo convierten en una chanza más. Los mismos que se jactan de controlar la Justicia “desde detrás” y que por eso mantienen secuestrada desde hace más de un lustro la renovación del Consejo General del Poder Judicial.
¿La izquierda ha contribuido a que el espacio público se haya deteriorado tanto? Creo honestamente que sí, que una parte de la izquierda cometió el error, años atrás, de validar los escraches, que nunca se debieron producir. Esa agresividad le volvió a la izquierda multiplicada por mil. El famoso escrache a Soraya Sáenz de Santamaría en la puerta de su casa fue pacífico, duró 20 minutos y pasó una sola vez. No hay punto posible de comparación con lo que Iglesias y Montero padecieron durante meses. Y la manifestación frente a la sede de Génova también ha pasado apenas una vez, y no es equiparable a lo que ocurre desde hace meses en Ferraz y otras sedes de partidos de izquierdas por toda España. Hace mucho tiempo que es la derecha, no la izquierda, quien ha cruzado todos los límites y está fuera de sí.
¿Merece la pena? No. A nadie le sale a cuenta vivir así. Y de eso se trata. Este envenenamiento constante y sistemático tiene un objetivo deliberado: destrozar a cualquiera que asome la cabeza, para que sea insoportable estar ahí.
No merece la pena. Pero hay que resistir. Para lograr, entre todos, un debate público menos tóxico, y que nunca más vuelva a ser necesario enfrentarse a un dilema así. Estoy seguro de que Pedro Sánchez y su familia serían más felices si dejan La Moncloa. Pero también espero que no dimita, porque las consecuencias para España y nuestra democracia serían nefastas.
En un país donde nadie dimite y nunca pasa nada, sería terrible que cayera por estos motivos un presidente del Gobierno elegido por el Parlamento hace menos de un año y que representa a la mayoría de este país. Sería una pésima noticia para cualquier demócrata, vote lo que vote. Porque validará y normalizará una vía tóxica e infecta de lograr el poder.
Lo dejo aquí por hoy. Gracias por leerme. Si eres socio/a de elDiario.es, gracias por tu ayuda: es imprescindible para que nosotros también podamos resistir. Y si no lo eres, apóyanos.
Resiste, presidente. Si te rindes, ganan los malos.También yo estoy reflexionando (como muchos demócratas) sobre si vale la pena o no trabajar para mejorar la vida de la gente y, de paso, para que te quieran. No sé en qué orden. El presidente Pedro Sánchez ha dado un golpe en la mesa. Ha sobresaltado a un país, adormecido por los bulos, las mentiras y los discursos de odio e intolerancia de la derecha y la extrema derecha. Otras democracias, como la norteamericana, están peor que la nuestra. Lo sé. Pero aquí corremos el riesgo de desenterrar de nuevo el hacha fratricida. Preguntad, si no, a vuestros padres o abuelos. La admisión sospechosa por el juez Juan Carlos Peinado (lawfare) de una querella con noticias falsas contra la esposa de Pedro Sánchez ha sido la última gota que ha colmado el vaso de su paciencia y aguante. Su reacción es comprensible. El presidente Sánchez no es perfecto, es humano, pero quienes queremos que no se rinda, iremos el sábado a las 11:00 a la sede del PSOE en Calle Ferraz para mostrarle nuestro apoyo. «Hay circunstancias en las que callar es mentir», decía Unamuno. Pues, eso.
Este es el contenido íntegro de la carta del presidente Sánchez:
Madrid, 24 de abril de 2024
Carta a la ciudadanía:
No suele ser habitual que me dirija a usted a través de una carta. Sin embargo, la gravedad de los ataques que estamos recibiendo mi esposa y yo, y la necesidad de dar una respuesta sosegada, me hacen pensar que esta es la mejor vía para expresar ni opinión. Le agradezco, por tanto, que tome un poco de su tiempo para leer estas líneas.
Como ya sabrá, y si no le informo, un juzgado de Madrid ha abierto diligencias previas contra mi mujer, Begoña Gómez, a petición de una organización ultraderechista llamada Manos Limpias, para investigar unos supuestos delitos de tráfico de influencias y de corrupción en los negocios.
Por lo que parece, el juez llamará a declarar a los responsables de dos cabeceras digitales que han venido publicando sobre este asunto. En mi opinión, son medios de marcada orientación derechista y ultraderechista. Como es lógico, Begoña defenderá su honorabilidad y colaborará con la Justicia en todo lo que se la requiera para esclarecer unos hechos tan escandalosos en apariencia, como inexistentes.
En efecto, la denuncia de Manos Limpias se basa en supuestas informaciones de esa constelación de cabeceras ultraconservadoras arriba referida. Subrayo lo de supuestas informaciones porque, tras su publicación, hemos ido desmintiendo las falsedades vertidas al tiempo que Begoña ha emprendido acciones legales para que esos mismos digitales rectifiquen lo que, sostenemos, son informaciones espurias.
Esta estrategia de acoso y derribo lleva meses perpetrándose. Por tanto, no me sorprende la sobreactuación del Sr. Feijóo y el Sr. Abascal. En este atropello tan grave como burdo, ambos son colaboradores necesarios junto a una galaxia digital ultraderechista y la organización Manos Limpias. De hecho, fue el Sr. Feijóo quien denunció el caso ante la Oficina de Conflicto de Intereses pidiendo para mí de 5 a 10 años de inhabilitación para el ejercicio de cargo público.
La denuncia fue archivada doblemente por dicho organismo, cuyos funcionarios fueron descalificados posteriormente por la dirigencia del PP y de Vox. Seguidamente, instrumentalizaron su mayoría conservadora en el Senado, impulsaron una comisión de investigación para, según dicen, esclarecer los hechos relacionados con este asunto. Como es lógico faltaba la judicialización del caso. Es el paso que acaban de dar.
En resumen, se trata de una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire, para intentar hacerme desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa.
No soy un ingenuo. Soy consciente de que denuncian a Begoña no porque haya hecho algo ilegal, ellos saben que no hay caso, sino por ser mi esposa. Como soy también plenamente consciente de que los ataques que sufro no son a mi persona sino a lo que represento: una opción política progresista, respaldada elección tras elección por millones de españoles, basada en el avance económico, la justicia social y la regeneración democrática.
Esta lucha comenzó hace años. Primero, con la defensa que hicimos de la autonomía política de la organización que mejor representa a la España progresista, el Partido Socialista. Pugna que ganamos. Segundo, tras la moción de censura y las sucesivas victorias electorales de 2019, el sostenido intento de deslegitimación del gobierno de coalición progresista al calor del ignominioso grito de ‘que te vote Txapote’. Tampoco pudieron quebrarnos.
El último episodio fueron las elecciones generales del 23 de julio de 2023. El pueblo español votó mayoritariamente por el avance, permitiendo la reedición de un gobierno de coalición progresista, en contra del gobierno de coalición del Sr. Feijóo y el Sr. Abascal que auguraban las baterías mediáticas y demoscópicas conservadoras.
La democracia habló, pero la derecha y la ultraderecha, nuevamente, no aceptaron el resultado electoral. Fueron conscientes de que con el ataque político no sería suficiente y ahora han traspasado la línea del respeto a la vida familiar de un presidente del Gobierno y el ataque a su vida personal.
Sin ningún rubor, el Sr. Feijóo y el Sr. Abascal, y los intereses que a ellos les mueven, han puesto en marcha lo que el gran escritor italiano Umberto Eco, llamó “la máquina del fango”. Esto es, tratar de deshumanizar y deslegitimar al adversario político a través de denuncias tan escandalosas como falsas.
Esta es mi lectura de la situación que vive nuestro querido país: una coalición de intereses derechistas y ultraderechistas que no toleran la realidad de España, que no aceptan el veredicto de las urnas, y que están dispuestos a esparcir fango con tal de: primero, tapar sus palmarios escándalos de corrupción y su inacción ante los mismos; segundo, esconder su total ausencia de proyecto político más allá del insulto y la desinformación; y tercero, valerse de todos los medios a su alcance para destruir personal y políticamente al adversario político. Se trata de una coalición de intereses derechistas y ultraderechistas que se extiende a lo largo y ancho de las principales democracias occidentales, y a las que, le garantizo, responderé siempre desde la razón, la verdad y la educación.
Llegados a este punto, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa. Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también.
Necesito parar y reflexionar. Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política. Si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor. A pesar de la caricatura que la derecha y la ultraderecha política y mediática han tratado de hacer de mí, nunca he tenido apego al cargo. Sí lo tengo al deber, al compromiso político y al servicio público. Yo no paso por los cargos, hago valer la legitimidad de esas altas responsabilidades para transformar y hacer avanzar al país que quiero.
Todo ello me lleva a decirle que seguiré trabajando, pero que cancelaré mi agenda pública unos días para poder reflexionar y decidir qué camino tomar. El próximo lunes, 29 de abril, compareceré ante los medios de comunicación y daré a conocer mi decisión.
Gracias por su tiempo. Atentamente,
Pedro Sánchez
…
El cineasta Pedro Almodóvar ha sido uno de los primeros creadores que ha reaccionado públicamente a la carta de Pedro Sánchez en elDiario.es. Por su interés y emoción, la copio y pego aquí:
«Vivo encerrado en la película que estoy rodando, la realidad ocurre muy lejos de las localizaciones donde ruedo, mi cerebro no registra ningún dato, por pequeño que sea, que no tenga que ver con el rodaje. Son meses de preparación y semanas de rodaje y empiezo a notar el cansancio. Anoche, cuando llegué después de una interminable sesión de fotos para la promoción me topé de bruces con la carta de Pedro Sánchez en televisión y me eché a llorar. El cansancio me provoca esta hipersensibilidad y me debilita frente a cualquier emoción. Recuerdo en alguna conversación con amigos, no hace mucho, comentar nuestra extrañeza de que nuestro presidente no se hubiera plantado ya y nos hubiera mandado al infierno, por utilizar un eufemismo. Esta carta abierta no es una sorpresa. No existe ser humano que resista lo que el más resistente de nuestros presidentes ha estado sufriendo los últimos años, en una escalada que supera todo lo imaginable. No me extrañó que se rompiera y me provocó tal indefensión que me puse a llorar como un niño.
Pedro Sánchez tiene derecho a irse y abandonarnos a nuestra suerte. No nos lo merecemos, como no nos merecíamos en la alcaldía de Madrid a Manuela Carmena.
Me puse a ver la televisión y me sorprendió la falta de empatía de los representantes de los medios ante un gesto que nos muestra a un hombre brutalmente herido y roto. Era el ser humano el que escribía la carta de no puedo más, dejadme que lo piense unos días para no actuar en caliente. Parece que a Pedro Sánchez no se le reconoce su humanidad, está obligado por su cargo a ser sobrehumano.
No hay palabras que puedan calificar, al menos no se me ocurren, lo que está ocurriendo: un seudosindicato pone una denuncia basada en recortes de periódicos ―muchos de ellos ya se ha demostrado que son falsos― y un juez la admite a trámite. Es tan inaudito (tan peligroso para nuestra democracia) que pone al límite la capacidad de resistir de una persona quemada por años de resistencia. No hay nada más dramático y comprensible que el gesto del presidente. Imagino cómo se sentía (el mismo día en que la denuncia ya había sido tramitada y él ya había tomado la decisión de tomarse unos días) cuando Rufián le preguntó en el Congreso si creía en la justicia, y Sánchez haciendo de tripas corazón tuvo la tristísima elegancia de decir que sí, que seguía creyendo en la justicia.
Actualmente existe una nueva técnica para derribar al adversario político, acosarle mediática y judicialmente hasta quebrarle emocional y judicialmente, que no soporte más presión. Es una estrategia que no tiene ninguna relación con la política, en ningún momento se ponen en valor los resultados de la gestión del presidente. Es una técnica basada en la crueldad y la tortura psicológica personalizada de la víctima, que se complementa con la tergiversación y manipulación, y que cuenta con la connivencia de uno de los poderes del Estado tan importante como el poder judicial.
Como ciudadano y como demócrata que esto ocurra resulta devastador, porque pone en peligro nuestra exigua democracia, ya de por sí mermada e imperfecta. Todo lo que está ocurriendo es gravísimo y nos concierne a todos los ciudadanos y a los partidos políticos que hace tanto tiempo se han olvidado de nosotros.
Nos esperan cuatro días de mucho ruido e incertidumbre, de impaciencia y de escuchar muchos disparates, ya se están empezando a oír. Yo no estaré aquí para cuando el lunes Sánchez nos comunique su decisión. Estaré en Nueva York terminando de rodar mi nueva película, aislado. En esta soledad me pregunto si la izquierda, que espero dolorida, se despertará de su pesadilla y estupor y organizará algún acto de apoyo a nuestro presidente y demostrarle a la otra España que somos muchos, tantos como ellos. Este momento merece un ¡BASTA YA! rotundo, furibundo. Qué es lo próximo que ocurrirá, tanto si dimite Sánchez como si se queda. No quiero ni pensarlo. No puedo. En estos momentos, mi corazón está con el presidente y su familia.
Estamos de enhorabuena. Y yo, más. Erik pasó dos semanas de viaje, sin jugar al tenis, y ayer le gané por 2-1 un partido de dos horas muy reñido (7-5, 3-6 y 5-7).
Luego celebramos sus éxitos con unos churros y salvamos a un ganso a punto de ser atropellado por el tráfico en la Avenida de Valladolid de Madrid, cerca del río Manzanares.
Inspired by the science and technology documentary, “Ready for the Tsunami?” Goat Knight produced with RTVE, RTP and Movistar+, we created an animated singalong to teach children what to do (and not do) during a Tsunami alert.
The Tsunami Singalong was awarded a Gold prize in the 2024 Indigo Design Award competition in the Education Category.
Last Thursday the Tsunami Singalong was premiered at the 2024 UN Ocean Decade Conference co-organized with UNESCO’s Intergovernmental Oceanographic Commission (IOC/UNESCO).
We are thrilled our animation is getting recognized, and hope more people can have access to Tsunami information and stay safe. Safety starts with education.