Pensado para estudiantes de bachillerato, el poeta Alejandro Pedregosa canta la vida y milagros de mi paisana y colega Carmen de Burgos, la mujer, pionera y audaz, más odiada por Franco. Fue tan silenciada (y sus 150 novelas tan prohibidas y quemadas) que pocos la conocen. Le aplicaron lo que los romanos llamaron «Damnatio Memoriae», la destrucción de su memoria.
Da gusto leer este libro. Es una semblanza “evocadora y atractiva” para los estudiantes. Entretiene, enseña y estremece. La periodista Ángeles Caballero, que acompañó al autor en su presentación en el Ateneo de Madrid, reconoció que el libro le arrancó unas lágrimas. No me sorprende. La obra está primorosamente ilustrada por Carmen F. Agudo.
Desde muy joven, Carmen se dio a la lectura. Su padre colocaba los libros prohibidos en la estantería más alta. La niña los descubrió subida en un taburete. Le cambió la vida. Antes de que Federico García Lorca escribiera “Bodas de sangre”, Carmen de Burgos ya había publicado su “Puñal de claveles” sobre la misma boda trágica del Cortijo del Fraile, tan cerca de su casa en Rodalquilar (Almería). En la lista negra de autores prohibidos por el dictador Franco, con el número 9, Carmen de Burgos, Colombine, luchadora por los derechos de la mujer (divorcio, voto femenino, aborto, etc.), es la primera mujer condenada entre grandes autores mundiales como Voltaire, Rousseau, Gorki, etc.
La Colombine muere, famosa y republicana, en 1932, en la calle Princesa, 12 de Madrid. Esa fachada está pidiendo a gritos una placa con su nombre. ¿A qué esperamos? Mi esposa (awestley.com) y yo somos admiradores de la vida y la obra de Colombine.
El autor termina su Epílogo con estas palabras:
“Para los censores era importante que la obra de Carmen no llegara jamás a las nuevas generaciones, que su vocación de libertad no anidara en las mujeres y los hombres del provenir. Si tienes este libro entre las manos, es porque no lo consiguieron”.
La Biblioteca Nacional abre hoy una Exposición sobre Carmen de Burgos. No te la pierdas.
En el Ateneo conocí a Montse Burgos que no es pariente de la Colombine sino admiradora como yo. Ambos somos «colombinos». Ella ha interpretado un monólogo poniéndose en la piel de Carmen de Burgos. Con su permiso, lo copio y lo pego:
Monólogo Carmen de Burgos. De Rodalquilar al olvido
Autora: Montse Burgos – Con recopilación de textos de su autobiografía
Parece que huele a mar…y a hierbas del campo…huele a Rodalquilar, ese rinconcito de Almería donde se formó libremente mi espíritu y donde se desarrolló mi cuerpo, en una infancia feliz, asilvestrada…en ese lindo valle andaluz, junto al cráter de un volcán…a orillas del mar…frente a la costa africana.
Cómo echo de menos esa tierra mora!…aunque escapé de allí hace ya….no recuerdo…
Consta que fui bautizada como María del Carmen Ramona Loreta de Burgos Seguí, el 19 de diciembre de 1867, y algunos dicen que nací el 10 de diciembre en Almería, a mí—siempre me gustó eso jugar al despiste con mi edad.
A los 16 años me enamoré perdidamente de un periodista almeriense, me doblaba la edad y mi padre se opuso a nuestra unión, pero yo me salí con las mías. No sabía lo que me venía encima. Arturo resultó ser un hombre que vivía en las tabernas, ¡qué hombres!, el mejor…asadito y con limón.
Me di cuenta de que si quería escapar de aquel maltratador debía encontrar un trabajo que me permitiera emanciparme, por eso comencé a estudiar por la noche y a escondidas para sacarme el título de maestra.
En aquel periodo conocí el dolor de tres partos, en los que fui viendo morir a mis hijos…la muerte entre mis brazos, la fiebre que me vuelve loca y mi rebeldía que crece. La muerte me hace más fuerte mientras me debilita.
En mi último parto nació mi hija María, ahora me debía entregar a mis tareas de madre, ya que no era feliz como esposa. Pero cuando María tenía 4 años cogí una maleta, mi título de maestra y escapé a Madrid.
Comencé a enseñar en una escuela elemental y me destinaron a Guadalajara. Pero mi gran pasión era convertirme en periodista. Ya había colaborado en el periódico que mi suegro tenía en Almería. Llevé mis artículos sobre la condición de la mujer a distintas redacciones y conseguí que el periódico el GLOBO, me diera una columna fija.
Fue en 1903, Augusto Suárez de Figueroa fundó el DIARIO UNIVERSAL y me llamó para contratarme. Fui la primera mujer periodista de España.
Me bautizó con el que fue mi nombre de batalla: COLOMBINE, pseudónimo con el que firmaba en mi columna diaria “Lecturas para la mujer”. En ella hablaba de moda y modales, todo muy fino, pero a la vez iba deslizando ideas liberalizadoras que venían de Europa.
En 1904 escribí El divorcio en España, un libro colectivo, porque por entonces también teníamos ese discurso de lo colaborativo que tanto se lleva ahora. La diferencia es que en vez de un email nos echábamos cartas al buzón y en vez de facebook nos reuníamos en los cafés.
Cómo me gustaba el ambiente de Madrid!, no me perdía una tertulia, ni una conferencia, en una de ellas conocía a Ramón, mi gran amor Don Ramón Gómez de la Serna. El entonces tenía 20 años, yo 41.
“Amor a primera vista”, cómplice e igual, un hombre para crecer junto a él, mi gran amor con el que compartí los grandes momentos de mi vida.
Otra de mis pasiones fue viajar, gracias a mi título de maestra conseguí una beca para estudiar los sistemas educativos en otros países, lo que me llevó a descubrir Europa. En Francia, en Italia, frecuentaba los salones literarios…así que cuando volví a España decidí montar mi propio salón literario y todos los miércoles a las cinco en punto comenzaba en mi casa LA TERTULIA MODERNISTA.
Por mi casa pasaron escritores, periodistas, músicos, pintores, poetas…de allí salió la REVISTA CRÍTICA, la que tanto incomodó a los políticos de la época, por lo que decidieron enviarme al destierro de una escuela a TOLEDO. Mi encierro en Toledo me volcó en la escritura, de este tiempo son algunos de mis mejores libros.
En 1909 estalló la guerra entre España y Marruecos, hice lo que pude para que el periódico me mandara como corresponsal de guerra. Al final lo conseguí, antes de mí ninguna mujer había estado en el frente, por fin podría contar el punto de vista de COLOMBINE. Fui la primera mujer corresponsal de guerra en España.
Primero me enviaron a Málaga, junto las damas de la Cruz Roja, pero poco a poco me fui acercando a Almería y de allí un barco me dejaría en Melilla desde donde llegué a la trinchera y pude presenciar con mis propios ojos el horror de la guerra.
Yo era una mujer armada con un block de notas y un lápiz.
En verano de 1909 se cantaba esta coplilla en España:
“Ni me lavo ni me peino Ni me pongo la mantilla Hasta que venga mi novio De la guerra de Melilla Melilla ya no es Melilla Melilla es un matadero Donde van los españoles A morir como corderos”
Unos veinte días después, volví a Madrid y aún con el olor a la pólvora en mi piel escribió un artículo titulado ¡Guerra a la Guerra! Defendiendo el derecho a la objeción de conciencia, porque todo hombre debe, ante todo y cueste lo que cueste, negarse a tal servidumbre.
Nunca supe de dónde me salía esa rebeldía, esa necesidad de ser libre…era incansable…mis siguientes retos: el divorcio y el voto de la mujer
No pasó ni un solo día en mi vida sin que escribiera algo sobre la mujer.
En 1913 se consiguió el voto femenino en Noruega, me marché para encontrarme con ellas y escribir sobre su conquista. Me acompañaba mi hija María, así que aprovechamos para recorrer Europa, una Europa convertida en polvorín.
En 1914 viajábamos hacia Rusia en tren, en Berlín nos detuvieron como presuntas espías rusas. Afortunadamente pudimos aclarar el motivo de nuestro viaje y eso nos salvó de que nos fusilaran.
Tras aquella terrible experiencia el corazón comenzó a darme problemas, pero yo continué escribiendo y luchando.
Me sumé a la lucha del Partido Republicano Radical y empecé a dar mítines políticos por doquier.
Mientras tanto Ramón había llegado a ser un escritor de renombre. En una de sus comedias actuaba mi hija María, en el estreno me esperaba una amarga sorpresa, durante una de mis ausencias ella y Ramón se habían hecho amantes.
Aunque después de un tiempo, mi hija, perdida en la cocaína y las crisis nerviosas, había vuelto a casa, y Ramón volvió a París, las cosas no volvieron a ser como antes. El dolor pega directo al corazón, ¿por qué siendo yo tan fuerte, me tocó un corazón tan débil?
En 1931 pude asistir a la llegada de la República, por fin vi mis sueños cumplidos. La Carta Magna reconocía el matrimonio civil, el divorcio y el voto femenino.
Había estado mucho tiempo retirada, escribiendo relatos, desde las sombras de mi dolor. Pero la República consiguió sacarme de mi casa y me presenté a diputada en las elecciones del 33 por el Partido Republicano Radical.
Era presidenta de la Cruzada de Mujeres Españolas y de la Liga Internacional de Mujeres Iberoamericanas. Me eligieron vicepresidenta primera de la Izquierda Republicana Anticlerical. Ingresé en la masonería, fundé la logia del Amor y me otorgaron el grado de Gran Maestre.
Apuraba mis energías para seguir mis campañas, ahora contra la pena de muerte y la prostitución.
Me cogí un vértigo de trabajo. No quise reconocer que mi cuerpo no me seguía, que el volcán de mi corazón se apagaba, seguía empeñada en estar en todas partes y me puse a morir.
El 8 de octubre de 1932, mientras participaba en una mesa redonda sobre educación sexual, comencé a sentirme mal, muy mal. Acudieron dos médicos y llamaron a mi amigo Gregorio Marañón. Me hicieron una sangría, me inyectaron aceite alcanforado, el volcán de Rodalquilar se apagaba.
Yo era consciente de lo que venía después, usé mi poca energía para despedirme: “Tranquilos…muero contenta, porque muero republicana…Viva la república”
Me enterraron en el cementerio Civil de Madrid, un día de lluvia fina…parecía que olía a mar…
En el mundo se habló mucho de mí, hasta que llegó mi verdadera muerte, el general Franco incluyó mi nombre en la lista de autores prohibidos, junto a Zola, Voltarire, Rousseau….. Conforme a los criterios de