Gary Becker, premio Nobel de Economía 1992, falleció el pasado 3 de mayo en Chicago. He pasado unas vacaciones por la Inglaterra profunda, sin periódicos y sin apenas conexión a Intenet, y no me enteré de su muerte hasta hoy. Pese a mi desacuerdo con su línea neoliberal, las enseñanzas del profesor Becker me obligaron a cambiar el rumbo de mi tesis doctoral sobre «El mercado de la prensa: factores que determinan el precio de una noticia». Tuve interés en conocerle personalmente y, desde luego, no me defraudó.
Una buena amiga mia fue ayudante en su cátedra y varios ilustres economistas españoles han valorado estos días su contribución al estudio de la conducta humana, mediante el uso de herramientas propias del análisis económico. Juan José Toribio, con quien tuve la suerte de coincidir en el equipo del vicepresidente económico Fernando Abril Martorell, ha escrito un excelente obituario en El Pais: «Gary Becker, el Nobel que diseccionó el comportamiento»
La agudeza, ingenio y atrevimiento del profesor Becker me cautivaron. Sobre todo su contribución al conociemiento del «Capital humano» (su gran obra). Estudió cómo se comportaban los presos, desde el punto de vista de la racionalidad económica, y analizó como nadie la familia, la discriminación, el resultado de los premios y los castigos así como del coste y de la utilidad de nuestros actos. La maximización del beneficio, como objetivo del comportamiento economico racional, fue otra de sus aportaciones, junto con sus colegas Milton Friedman, Buchanan, Trulloc, McKensey, etc.
Aunque no compartía buena parte de sus teorías conservadoras sobre la aplicación del análisis económico al comportamiento humano, sus enseñanzas me perturbaron, mientras investigaba tras pasar por la Universidad de Harvard como Nieman Fellow (1976-77), hasta el punto de que sus obras se convirtieron en fuente de inspiración para concluir mi tesis doctoral. Fue un gran innovador y, desde la discrepancia ideológica, admiro su obra y estoy en deuda con él.
Descanse en paz.
—