Como los indios de EE.UU. en el siglo XIX, los palestinos caminan hoy hacia la reserva. Israel llega demasiado tarde para hacer lo mismo que aquellos europeos que quitaron las tierras a los nativos americanos. Estamos en el siglo XXI.«Tendremos seguridad cuando ellos tengan esperanza». Eso ha dicho un almirante israelí. Todo el mundo habla de paz, pero no puede haber paz, y no la habrá, si no hay esperanza. La hubo en 1995 (yo estuve allí, emocionado, en la Casa Blanca) y pronto se quebró.Estoy desolado por el terrorismo de Hamás y el contra terrorismo del Gobierno de Israel. No quiero ser equidistante, ya que esta vez Hamás atacó primero, y de una manera salvaje y bárbara propia de la yihad islámica. Pero, en estos momentos, ambos comenten crímenes repulsivos contra poblaciones civiles inocentes. Y estoy en contra de la violencia indiscriminada. En contra de ambos genocidios.Estoy de acuerdo con el manifiesto progresista que firma Grossman, entre otros. También con el artículo último de Antonio Muñoz Molina en El País. Me duele la insensibilidad moral de la izquierda en un asunto de tanta gravedad. Pero reconozco que el Gobierno de extrema derecha de Netanyahu nos lo está poniendo muy difícil a los amigos de Israel y del pueblo judío. Soy rotundamente contrario a la yihad islámica de corte medieval que causó el 7-O en Israel, el 11-S en EE.UU y el 11-M en Madrid, entre otras masacres de ciudadanos inocentes. Pero una democracia moderna (aunque incompleta) como la de Israel debe respetar los límites que impone el derecho internacional y humanitario. Esa es su servidumbre. No vale todo.
Almirante israelí en la reserva a La VanguardiaA mi juicio, en la seguridad de unos y la esperanza de los otros está la clave (con dos Estados soberanos) para resolver el conflicto iniciado en 1948, en tierras de Palestina, tras el holocausto de los nazis que costó la vida a de 6 millones de judíos inocentes. Un conflicto que estuvo apunto de terminar en septiembre de 1995 cuando, lleno de emoción, cubrí como corresponsal de para TVE la firma en la Casa Blanca del Acuerdo Oslo II entre Yaser Arafat e Isaac Rabin.
Rabin, Arafat, Husein, Mubarak y Clinton, preparándose para firmar el Acuerdo Oslo II en la Casa Blanca.
Firma del Acuerdo Oslo I («Paz por territorios») en la Casa Blanca entre Arafat y Rabin en 1993, después de la Conferencia de Paz de Madrid de 1991.
Aquella jornada de septiembre de 1995 fue para mí inolvidable. Y emocionante. Creí que, finalmente, era posible la paz. Al cabo de solo un par de meses, el 4 de noviembre de 1995, Isaac Rabin, primer ministro de Israel, fue asesinado por un judío fanático contrario a los acuerdos de paz recién firmados por él en Washington. Seguí su funeral televisado desde Dayton. Su nieta me hizo saltar las lágrimas. El otro firmante, Yaser Arafat, primer jefe de la Autoridad Palestina, murió envenenado. La paz no fue posible.
Y ahora, ¿qué?. El profesor Ignacio Sánchez Cuenca nos da hoy algunas claves en su artículo «El lado oscuro de la democracia» en El País. Gaza es hoy un campo de concentración, una reserva donde quedan encerrados 2 millones de palestinos sin tierra. También es un lugar donde los bombardeos de Israel fabrican futuros terroristas. ¿Matan a los líderes de Hamás? Vendrán otros a reemplazarlos. Israel se ha creído erróneamente que el Destino Manifiesto de los norteamericanos (exterminar indios de costa a costa) sigue vigente en el siglo XXI. La última masacre de indios (cuerpos mutilados, bebés troceados, etc.) fue en Arizona en 1918. Dos tercios eran mujeres y niños. Y se acabó.
Coronel Chivington, asesino de indios
John Milton Chivington, coronel de EE.UU. (un pueblo elegido por Dios), lo expresó muy claramente:
«He venido a matar a los indios. Creo que es un derecho correcto y honorable para usar cualquier medio bajo el cielo de Dios para matar a los indios».
«Bajo el cielo de Dios…»
El Perich. Inolvidable.
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