Anteayer presumí de haber acabado mi última talla «Quema de libros»(inspirada en Juan de Juni). Lo celebré con el núcleo duro de tallasmadera.com en Guadarrama (Madrid). Gracias, colegas, por vuestros piropos. Dicen que «el halago debilita», pero ya sabéis que a mí me da alas. La maestra Sandra Krysiak (mano de hierro en guante de seda) me felicitó. [9/1, 23:01] Sandra Krysiak: «Jose, quiero ver ese relieve expuesto en Casa de Vacas. Te lo merecés por tanto esfuerzo, dedicación y por el resultado final. ¡Te quedó espectacular!» [9/1, 23:42] José A. Martínez Soler: «Gracias, maestra. Sin tu magisterio hubiera sido imposible terminarlo». Os parecerá una minucia presumir de una talla en madera, pero esta obra me ha hecho más feliz que los miles de artículos publicados en el último medio siglo dedicado a la prensa. Y me quedo corto.
Mi afición por las obras de Juan de Juni (muy abundantes en León) viene de lejos. Recién casados, a principios de los años 70, mi esposa (awestley.com) y yo visitamos una exposición en la Catedral de Salamanca. Allí vimos, por primera vez, la gran talla de Juan de Juni. «Qué estampa tan española», exclamé. Los visitantes me miraron de una manera rara, poco amistosa.
Hace unos años, poco antes de la pandemia, me enfrenté de nuevo a las tallas de Juni en un viaje inolvidable a León. Recién jubilado y entregado al tenis y a la talla de madera, me prometí tallar una quema de libros por la Inquisición inspirada en Juan de Juni. No es una copia, sino una interpretación en la que he eliminado los detalles más difíciles (algunas manos y gestos) de la obra gran maestro.
Estoy contento por haberle dado, por fin, la cera Luis XIII que me recomendaron en Bellas Artes Coronado, donde coincidimos algunas veces con un cliente ilustrísimo: Antonio López, que compra allí sus pinturas.
La dejé por un tiempo en mi sótano («silenciosa y cubierta de polvo») para mejorar mi técnica con otras obras menores. El año pasado, valiente o soberbio, retomé la Quema de libros. Y el día de mi cumple le di la ultima mano de cera. ¡Y ahí está! El mayor piropo ha venido de mi chica. La Westley me ha prometido retirar uno de sus óleos del salón de casa para que yo pueda presumir de mi talla en un lugar preferente… por un tiempo.
Tengo la intención de grabar en los márgenes de la talla una frase del poeta romántico judío alemán H. Heine (17797-1856) que me impresionó al visitar con mis hijos el Museo del Holocausto en Washington:
«Allí donde empiezan quemando libros, acaban quemando personas».
Lo escribió un siglo antes de que Adolf Hitler mandara a sus bárbaros a quemar los libros que consideraban contrarios a la ideología nazi. Fue premonitorio: después de quemar los libros, asesinaron a 6 millones de judíos.
El padre de Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, que aplica ahora sus técnicas genocidas contra los palestinos de Gaza, escribió sobre la influencia de la Inquisición española en el genocidio de los nazis contra los judíos europeos.
La Inquisición aprendió la quema de libros de nuestra herencia árabe. De hecho, la frase de Heine se refiere a la quema de libros en el Califato de Cordoba ordenada por el caudillo Almanzor. El cardenal Cisneros superó a Almanzor al quemar miles de libros tras la toma de Granada por los Reyes Católicos. ¡Qué manía tienen los poderosos contra los libros! No les falta razón. Los libros nos hacen pensar …y desear ser libres. A los poderosos no les conviene.
Mirad al propio general Franco, el tirano felón, que mandó hacer hogueras por toda España para quemar los libros que consideró prohibidos, en especial los del Índice de la Iglesia contrarios al nacional catolicismo.
Uno de los capítulos más interesantes de El Quijote es precisamente el de la quema de los libros del ingenioso hidalgo por parte del cura y el barbero. Su ama los odiaba: «Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros». Siempre lo recomiendo.
Mis parientes de Tabernas (Almería), el pueblo de mi padre, también quemaban libros, pero sin odio. Eran pobres e ignorantes. Lo hacían en su chimenea para luchar contra el frío. Mi padre y yo salvamos de la hoguera varios sacos de libros que estaban en capilla.
Al tallar este relieve, una terapia que os recomiendo, me vinieron todos estos asuntos a la mente. Ellos guiaron mis gubias. Tallar la «Quema de libros» ha sido una gran experiencia reparadora y un maravilloso recuerdo de mi viaje a León que no nunca olvidaré.
El año pasado, los Reyes Magos me trajeron una taza. Este año, cera Luis XIII. ¡Qué lujo!