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«Un libro para explicar el franquismo a los jóvenes» (eldiario.es)

Mañana lunes, 4 de noviembre, estará en la librerías «Franco para jóvenes» (Catarata) que mi hijo Erik y yo hemos escrito a cuatro manos. Era una asignatura pendiente que yo tenía con mis padres y con mis hijos y nietos. Espero que sea útil a los maestros que quieran enseñar y a los alumnos que quieran aprender lo peor de nuestro pasado reciente. Para no repetirlo. La huella del miedo que sembró la Dictadura de Franco habita aún entre nosotros. Nos faltan «vacunas» contra ese miedo. Marta Borraz ha escrito hoy sobre nuestro libro en eldiario.es. Gracias, Marta. Y lo ilustra con una foto de los autores (padre e hijo) escribiéndolo en Dalías (Almería). Erik con su portátil y yo con mi bolígrafo analógico. Copio y pego su articulo.

Cubierta del libro

Un libro para explicar el franquismo a los jóvenes: “Estudian a la perfección la Edad Media pero no saben nada de la dictadura”

FocoMEMORIA HISTÓRICA

Erik Martínez Westley y su padre, José A. Martínez Soler.
Erik Martínez Westley y su padre, José A. Martínez Soler. Foto cedida

Marta Borraz

2 de noviembre de 2024 22:48 h 

“¿Quién es Franco?”. Es la primera pregunta que lanza a modo de título del capítulo uno el libro que José A. Martínez Soler y Erik Martínez Westley han escrito para intentar acercar el franquismo a la población más joven, que arrastran las carencias de un sistema educativo que aún otorga un papel residual a los contenidos sobre la dictadura. Con lenguaje asequible y un tono pedagógico, Franco para jóvenes (Catarata) aborda este periodo histórico marcado por la represión con el objetivo de desmontar los mitos todavía arraigados y evitar la banalización de lo que supuso.

Antonio Cazorla, historiador: «La derecha española nunca ha sido antifascista»

Antonio Cazorla, historiador: "La derecha española nunca ha sido antifascista"

El libro, que llegará a las librerías el próximo 4 de noviembre, sigue con las preguntas: “¿Qué tengo yo que ver con Franco? ¿Para qué remover la historia? ¿Por qué ahora?”, se cuestiona Erik Martínez en la introducción, como queriendo anticiparse a los interrogantes habituales que intentan justificar la creencia más o menos generalizada de que estos temas deben quedar arrinconados. “Se suele argumentar mucho que qué necesidad de hablar de algo que forma parte del pasado, pero ha transcurrido suficiente tiempo, 50 años desde la muerte del dictador, para que podamos mirar los hechos con objetividad”, esgrime Martínez Westley.

Cuatro son las manos que hay detrás de Franco para jóvenes, dos autores que no por casualidad comparten apellido: son padre e hijo. Un padre, José A. Martínez Soler, que es un renombrado periodista en España que ha pasado por varios medios –y fundado algunos, como 20 minutos– y que sufrió los estragos del franquismo en su propia piel. Y un hijo, Erik, director y guionista de documentales, que reconoce que, si no fuera por eso, no sabría casi nada de la dictadura: “Ahora no es igual, pero a la gente de mi generación (1978) no nos enseñaron nada de los horrores del franquismo”.

Erik creció sabiendo que a su padre creció a su vez siendo el hijo de un republicano en un momento en el que ser rojo era ser señalado y relegado al ostracismo social. También que fue detenido varias veces y que con 29 años fue secuestrado y torturado por haber publicado un artículo en el semanario Doblón sobre la purga de moderados que estaba impulsando Ángel Campano, nombrado director general de la Guardia Civil en el último Consejo de Ministros de Franco y de ideología falangista. Lo que buscaban quienes siempre sospechó que eran un comando del ala franquista del cuerpo era que el periodista les revelara sus fuentes, pero Martínez había podido escribir la pieza buceando en el Boletín Oficial del Estado tras una pista anónima.

Franco “pasó hace mucho”, pero no se quedó ahí

La historia, que cuenta en un capítulo del libro que llama Mi secuestro. Pienso que voy a morir, sirve a Erik para cuestionar la idea extendida de que “Franco pasó hace mucho” y no hay nada que decir sobre él hoy. “Mi padre, como tantos otros, está vivo. Su generación sentó las bases sobre las que caminamos nosotros”, expone. El guionista también alude a las “decenas de miles de asesinados” que permanecen en fosas –“¿Qué culpa tienen sus familiares? Permitamos que cierre esta herida”, les dice a los lectores– y a la amnistía de la Transición. “No hubo que pedir perdón, devolver lo robado o responder ante los crímenes. Esto incluye a los torturadores de mi padre”.

Ambos, además, pretenden dar a entender a los jóvenes cómo los efectos del franquismo “todavía perduran”. José A. Martínez Soler no solo se refiere a la falta de condena unánime del franquismo social y políticamente hablando o a la pervivencia de símbolos o actos de exaltación, sino que habla de algo más invisible pero muy latente. “Creo que el miedo subsiste todavía y habita entre nosotros. Vamos con cuidado, los mayores callan, no quieren hablar de ello y el no te signifiques sigue vigente. Cada vez que sale un tema relacionado con la dictadura saltan chispas y tenemos a un partido, Vox, que de alguna manera la reivindica”.

La del secuestro no es la única experiencia personal que se puede leer en Franco para jóvenes, que está plagado de anécdotas particulares de Martínez Soler. Esto es, dice, una concesión que le ha hecho a su hijo, que insistía en el valor de “hablar de vivencias que golpean el corazón y no son teoría sino realidad”, justifica Martínez Westley. Así, el periodista cuenta, por ejemplo, cómo cuando Franco fue a Almería –él tenía nueve años– colocaron vallas provisionales de escayola o yeso para que “no viera la miseria de mi barrio” o cómo, ya en el semanario Cambio 16, estaba sometido a la censura y no podía utilizar la palabra “huelga” en sus noticias en un momento de enorme conflictividad laboral.

Lagunas en las aulas

Los avances de las últimas décadas en las aulas son palpables, pero las lagunas perviven en el sistema educativo, coinciden varios estudios publicados recientemente, que apuntan a una “minimización” de la represión franquista, una “escasa extensión” relativa al tema en los libros de texto o una falta de referencias a dimensiones como los campos de concentración, el papel colaboracionista que desempeñó la Iglesia –Franco fue caudillo de España por la gracia de Dios, recuerdan los Martínez en el libro– o la represión económica. Además, dibuja un segundo franquismo “edulcorado”, casi tolerable, gracias al cual el desarrollo acabó llegando a España.

Esta es precisamente una de las cuestiones que aborda Franco para jóvenes, que busca entre otras cosas “romper con las leyendas falsas y la desinformación” que hay en torno a su figura, explica Martínez Soler. “Hay mucho de que sí, que Franco fue muy malo al principio pero luego trajo a la clase media y en los 60 y 70 mejoró la economía, pero la realidad es que fue a pesar de él. Partíamos de dos décadas de hambre y miseria que hundieron el país pese a que antes de la Guerra Civil estaba entre los más avanzados, pero él nunca quiso cambiar el sistema autárquico que defendía. Sin embargo, se vio obligado porque no había divisas ni para gasolina”, describe el también economista.

A Martínez Soler le preocupan especialmente algunas creencias que escucha, como la que afirma que “con Franco había más orden y paz”. “Esto no es verdad, había la paz de los cementerios, del silencio sepulcral”, ilustra el periodista, que considera peligroso cómo muchos de estos mensajes pueden acabar calando en la juventud si no hay “una vacuna” en las aulas ante la desinformación. “Han estudiado a la perfección la Edad Media pero no saben lo que supuso la dictadura ni lo cruel y tenebrosa que fue. A mí me da mucha lástima ver a jóvenes en Ferraz con el brazo en alto y cantando el cara al sol cuando Franco lo que hizo fue una inversión brutal en terror”.

Si hay algo que caracteriza al libro es la mesura y el intento por transmitir la información “de la forma más objetiva posible”. Eso pasa también por explicar cómo la Guerra Civil “fue horrible en ambos lados”, que hubo ejecuciones por parte tanto de los republicanos –unas 55.000 personas– como de los franquistas –150.000– o admitir que entre los sublevados “seguro que hubo gente honrada que callaba por miedo”, ejemplifica Martínez Soler. Pero tampoco todo eso “es comparable” con la persecución, violencia e intento de exterminio desplegado durante la dictadura en lo que los franquistas llamaron “tiempos de paz”.

“De la misma manera que yo no justifico dictaduras de izquierdas ni los excesos del bando republicano en la guerra civil española, nadie razonable debería sentirse obligado a defender hoy la dictadura de Franco”, afirma Erik Martínez. Para Martínez Soler la clave es también “no ser equidistante” porque “no hay equidistancia posible entre el agresor y el agredido”. Para el periodista, ya jubilado, la lección más importante que la juventud (y no solo) podría entresacar de entre las páginas del libro es una sobre la libertad. Y por eso les dice: “Heredáis esta democracia de medio siglo. Viene bien que sepáis sobre qué cimientos está alzada porque la libertad es como el oxígeno, no sabes lo valiosa que es hasta que te falta”.

Las danas de mi infancia dejan huella

Con el corazón roto por la tragedia de Valencia, recuperado por la solidaridad de los buenos y rabioso por la maldad de los miserables, no puedo quitar de mi cabeza el recuerdo de las gotas frías de mi infancia. Hoy, como ayer, las catástrofes naturales sacan lo mejor y lo peor de los seres humanos. 

Las danas de mi infancia dejan huella
En mi adolescencia iba con mi burro a por agua desde mi casa (La Rumina, junto al río Aguas, que me dio varios sustos) hasta la fuente árabe de Mojacar. Los vecinos me ayudaban a cargar los cántaros llenos en la aguaderas de esparto.
La madre saltó a la Rambla de Almería para salvar a sus dos hijos arrastrados por la riada.
La madre saltó a la Rambla de Almería para salvar a sus dos hijos arrastrados por la riada del 11 de septiembre de 1981.

Los malos que mienten, abusan y roban son menos, pero hacen más ruido. Los buenos son más y, por eso, sobrevive muestra especie. La cooperación triunfa sobre la confrontación.

Monumento a la Caridad, junto a la Rambla de Almería
Monumento a la Caridad, junto a la Rambla de Almería

Junto la Rambla de Almería, cerca de mi colegio, destacaba la estatua de una madre quizás heroica, quizás normal y corriente como cualquier madre, que se lanzó al agua para salvar a sus dos hijos, arrastrados el agua que devoraba todo cuanto había a su paso. Murieron los tres. 

Cada vez que pasaba junto a la estatura de las tres víctimas del agua me estremecía ese recuerdo. 

En mi adolescencia, pasé varios veranos en Nacimiento, el pueblo de mi madre, Isabel Soler (conocida allí como «Morena Clara»). En dos ocasiones, sonaron cuernos y caracolas y escuché los gritos despavoridos de mis vecinos: 

«¡Que sale el río, que sale el río!»

Todos corrieron a sacar los enseres de labranza y todo lo que tenían en el cauce seco del río. Normalmente, el río solo era un pequeño reguero de agua por el que navegaban nuestros barquitos hechos con hojas del cañaveral.

Pero aquel día hermoso de sol quedó grabado para siempre en mi recuerdo. Desde la parte alta de la fuente, vi llegar una tromba salvaje de agua marrón, una ola de casi dos metros de altura, que arrastraba troncos grandes de árboles, carros destrozados y animales muertos. Un poco más abajo, junto al molino, un hombre se abrazó a la rama de un árbol que resistió la embestida. Allí aguantó, cubierto de agua, hasta que pasó de largo la tromba enfurecida. Se salvó de milagro. Me dijeron que nunca se le quitó el susto de su cara. Le señalaban diciendo «A ese le pilló el toro».

Otro mes de septiembre, no recuerdo de qué año, corrí al cerro del tío Bartolo Flores (el padre de mi amigo Paco) para ver salir el río Aguas que desembocaba en el mar junto a La Rumina, mi casa (entre Mojacar y Garrucha).

Aquel día no hubo drama a la vista. Pero fue una imagen espectacular. Hasta un tractor y varios remolques fueron arrastrados por las aguas bravas que bajaban de la sierra.

Al día siguiente, mi abuela Dolores me acompañó con un par de espuertas a la orilla del mar. Ella sabía. Allí donde llegó la ola más grande, vimos un rosario de melones de invierno. Cargamos las espuertas con los que estaban en mejor estado y tuvimos postre dulce para el resto del verano. «Todo aprovecha para el convento», decía mi abuela, tan dicharachera. 

Placa del Barrio de la Caridad, construido con donaciones por suscripción pública promovida por la Prensa de Madrid. Está entre la calle Juan del Olmo (donde yo nací) y la Rambla donde murieron la madre y sus dos hijos.
Placa del Barrio de la Caridad, construido con donaciones por suscripción pública promovida por la Prensa de Madrid. Está entre la calle Juan del Olmo (donde yo nací) y la Rambla donde murieron la madre y sus dos hijos.
La imagen idílica de los patos en el río Nacimiento contrasta con la rabiosa tromba de agua que lo arrasaba todo cuando llovía en la sierra, al pie de la Alpujarra almeriense.
La imagen idílica de los patos en el río Nacimiento contrasta con la rabiosa tromba de agua que lo arrasaba todo cuando llovía en la sierra, al pie de la Alpujarra almeriense.