Con un homenaje entrañable, el “Colectivo Juan de Mairena” celebró ayer en Barcelona la vida y la obra del historiador Gabriel Jackson, el sabio bueno, íntegro y generoso que nos reconcilió con nuestra historia. Ha sido la primera señal de gratitud de un grupo de españoles hacia el hombre que tanto nos dio durante sus 98 años de vida, 25 de los cuales los pasó en España.
No nos extrañó que ni la prensa española ni las instituciones públicas se hicieran eco del homenaje, tan merecido, para quien tanto hizo por limpiar de mitos falsos nuestra historia reciente, desvirtuada por los palmeros franquistas. Excepto un diputados socialista (del PSC), ningún otro representante del pueblo acudió al homenaje. Nadie del Ayuntamiento de Barcelona (donde se jubiló y vivió 25 años) ni de la Generalitat de Cataluña. Gabriel Jackson aún no tiene una calle con su nombre el la ciudad condal, su ciudad de adopción.
Excepto el diario El Pais, donde Jackson divulgaba sus análisis, que publicó obituarios de sus discípulos, los demás medios apenas dieron la noticia de su muerte hace tres meses. Sin embargo, en las redes sociales hubo un aluvión de muestras de gratitud personal hacia Jackson por aquellos que , en su juventud, habíamos leído su libro, ya clásico, sobre «La República Española y la guerra civil».
Él fue el precursor que nos abrió los ojos, nos descubrió otra España y, en la oscuridad de la Dictadura, nos permitió sentirnos orgullosos de ser españoles. Quienes leímos su libro, no superado ni desmentido por los más de 5.500 publicados después sobre la II República, estaremos siempre en deuda con él.
Esa gratitud y esa deuda fueron destacadas en el escenario por personajes notables como, por ejemplo, Angel Viñas, Francesc Carreras, Gonzalo Pontón o Carmen Negrín, nieta del que fue presidente del Gobierno en la II República. Eso reconocieron también, en sus cartas de adhesión, discípulos tan distinguidos como José Álvarez Junco o Juan Pablo Fusi.
El acto, que duró tres horas y media, se me hizo corto. Constaba de tres partes: la persona, el académico y el activista. Y estuvo animado por cortes de video de entrevistas grabada a Jackson. Fue emocionante ver al maestro, al amigo, defendiendo sus verdades, «la verdad de cada uno». Contrario a ciertas «equidistancias injustificables», Gabriel Jackson, «Gabe» para los amigos, decía lo que pensaba. Por eso, intelectuales de alquiler huían de él como del diablo. Miembro de una familia judía del Este de Europa se fue a Estados Unidos y se salvó del Holocausto nazi, Gabe criticó abiertamente los nacionalismos. «No tienen razón de ser», nos decía. Luchaba contra los falsos mitos:
-«Los vascos y los catalanes son privilegiados, no víctimas».
Era un intelectual entero, austero, sencillo y humilde, comprometido siempre con causas nobles. Nadie le callaba. Quizás, por eso, cuando Jordi Pujol, el ex honorable y presunto delincuente, le llamó a su despacho de presidente de la Generalitat, no se mordió la lengua. El golfo de Pujol le cortó en seco y le despidió con descortesía. Le dijo:
-«Márchese. No le he llamado para escuchar su versión de Cataluña sino para contarle yo la mía».
Como hombre de izquierdas, tampoco ocultó su decepción cuando observó a socialistas catalanes arrimándose a ciertas tesis de los nacionalistas de las que él discrepaba abiertamente.
Gracias a sus investigaciones, libros, artículos y conferencias, Gabriel nos deja un legado inmenso de enorme impacto para nosotros y para las generaciones venideras. Pero, sobre todo, nos deja una vida ejemplar digna de ser imitada. Los interrogatorios y amenazas del FBI para que denunciara a sus colegas izquierdistas durante la guerra fría no le doblegaron. Gabriel Jackson, como nuestra Mariana Pineda, se negó a declarar y sufrió la consiguiente persecución y castigo del macartismo norteamericano.
Celebró nuestra transición pacífica de la Dictadura a la Democracia. Le vi contento con lo que el llamó una «cambio positivo». El 9 de abril de 1977, el mismo día que el presidente Adolfo Suárez había ordenado la legalización del Partido Comunista, se emocionó de tal modo que decidió jubilarse y vivir en España. En 1995, el Gobierno de Zapatero le concedió la nacionalidad española. Le vi emocionado.
Fue un científico social notable, un historiador honesto, una persona alegre, optimista, cabal, cordial , sencilla, pero rica en matices y, en el sentido machadiano, fue un hombre bueno.
¡Qué suerte y qué honor haberle conocido!
Gracias a Martín Alonso y a todo el Colectivo Juan de Mairena. También yo estaré siempre en deuda con él. Y con vosotros, por este cariñoso, conmovedor y generoso homenaje a mi maestro, a mi amigo.
Gabriel Jackson, el historiador, maestro y amigo, que ha influido a tantos españoles y nos ha ayudado a reconciliarnos con nuestra historia, ha muerto a los 98 años cerca de su hija Kate en Oregon (EE.UU.) Escribo estas líneas, no sin dolor, en la “Sala Gabriel”, la habitación que ocupaba mi historiador favorito en sus frecuentes visitas a nuestra casa. En ella lucimos sus grandes obras (La República Española y la Guerra Civil, Civilización y Barbarie, Juan Negrín, La España medieval, Mozart, A pesar de los pesares, Historia de un historiador…).
Hace dos años nos cruzamos la última carta. Había perdido la visión, y el Alzheimer le privaba de muchos recuerdos. Yo los mantengo muy vivos. Conocer a Gabriel, en los últimos años del franquismo, fue un privilegio y un gran honor para quienes hacíamos el semanario Doblón y el mensual “Historia Internacional”. Allí publicó su primer análisis sobre “La era de Franco”, recién muerto el dictador. Fue la primera vez que imprimimos en España las palabras “Dictadura” y “bunker” para describir aquel régimen moribundo. Hasta entonces, la censura nos había prohibido publicar su artículo.
Su obra monumental “La República Española
y la Guerra Civil”, que podíamos comprar fuera de España o, a escondidas, en la
librería Fuentetaja de Madrid, nos cambió la visión de nuestro país a muchos
jóvenes. Nos iluminó la noche oscura de la guerra y de la postguerra y nos
ayudó a entender mejor a nuestros padres, a los vencedores y a los vencidos.
Con sus investigaciones rigurosas, sus
lecciones de tolerancia política y religiosa y su buen hacer, dejó con el culo
al aire a quienes falsificaron la historia buscando el aplauso del dictador. Gracias
a él, pudimos sentirnos orgullosos de nuestra historia reciente, escamoteada y
falseada por la censura y por los palmeros de Franco. Como historiador, Jackson
era partidario de no ocultar sus preferencias políticas republicanas y de
izquierdas. Consideraba más honesto darlas a conocer y que juzgara el lector.
Aún le imagino dormitando en mi sofá, con
la voz de María Callas de fondo. Había sido un buen profesor de música, de
enorme sensibilidad, y tocaba la flauta de maravilla hasta que sus dedos se lo
impidieron. De niño, Gabriel caminaba a su escuela silbando por la calle. Los
vecinos le preguntaban por qué silbaba siempre música tan triste. Así definían ellos
la música clásica que tanto le gustaba.
En su última visita, con 95 años, almorzamos con amigos comunes (Ángel Viñas, David Trueba, Ángel Berenguer, Juan Pablo Fusi, etc.). En Segovia, se zampó media de cordero y media de cochinillo que no se las saltaba un galgo. Gozaba de buen apetito, caminaba con buen paso y tenía muchas ganar de reír y de vivir. Era una buena persona, un hombre cabal, un intelectual entero, un historiador íntegro, insobornable, y un demócrata auténtico como he conocido pocos. Quizás por eso, el macartismo le persiguió, le incluyó en su caza de brujas y le dejó sin trabajos docentes en Estados Unidos por negarse a denunciar ante el FBI a otros colegas sospechosos de ser izquierdistas.
Era firme en sus principios y lealtades.
Y era, sobre todo, muy generoso y honesto a la hora de compartir sus
conocimientos y reflexiones, que hemos seguido regularmente en las páginas
nobles de El País. Le gustaba mucho participar en lo que Giner de los Ríos
llamaba “el santo sacramento de la conversación”. Le escuchábamos con la boca abierta.
Como renacentista moderno, nada del mundo actual le resultaba ajeno. Era, lo
que se dice, un sabio; un sabio enamorado de España, desde muy joven, y de
Barcelona, donde vivió muchos años y ha tenido grandes amigos.
Cuando alguien joven, que no sufrió la
Dictadura, se siente decepcionado con la Democracia, yo suelo citar con
frecuencia una frase suya que conservo en mi memoria:
“La democracia es muy aburrida. Requiere
escuchar tanto a los mediocres como a los brillantes”.
Mientras viva, estaré en deuda con él. Con su ejemplo de integridad moral e intelectual, ha ejercido una enorme influencia en gran parte de mi generación. Le vamos a echar mucho de menos. Gabriel Jackson, nuestro querido Gabe, vivirá siempre en nuestro recuerdo. Gracias, maestro.
Gabriel Jackson reconciled us with
our own history
He
influenced many lives
José
A. Martínez Soler
Gabriel
Jackson, historian, maestro, and friend, who influenced so many Spaniards and
who helped us reconcile ourselves with our history, has died at the age of 98
close to his daughter Kate in Oregon (USA). I write these lines, not without
pain, in “Sala Gabriel,” Gabriel´s Room, the room that my favorite historian
occupied on his frequent visits to our home. In this room his great works (The
Spanish Republic and the Civil War, Civilization and Barbarism, Juan Negrin,
Medieval Spain, Mozart, In the Folded and Quiet Yesterdays, History of a
Historian…) are prominently displayed.
Two years
ago we exchanged our last letter. He had lost vision, and Alzheimer’s had
robbed him of many memories. I keep
these memories very much alive. Meeting
Gabriel in the last years of Francoism, was a privilege and a great honor for those of us who were working in the weekly
magazine Doblón and the monthly International History. It was there that he
published his first analysis about “The Era of Franco,” soon after the death of
the dictator. It was the first time that we could print in Spain the words
“Dictator” and “bunker” to describe that dying regime. Up until then,
censorship had banned publishing his article.
His other
monumental work, “The Spanish Republic and the Civil War,” that we could buy
outside Spain, or, hidden in the bookstore Fuentetaja of Madrid, changed our
vision of our country for many young people.
He shed light on the dark night of the war and post war and helped us
better understand our parents, the winners and the vanquished. Thanks to him, we could feel proud of our
recent history, retracted and falsified by censorship and by the adulators of
Franco.
I can still
imagine him sleeping on our sofa-bed, with the voice of María Callas in the
background. He was a good teacher of
music, of great sensitivity, and played the flute marvellously well until his
fingers failed him. As a boy, Gabriel walked to school whistling down the
street. Neighbors would ask him why he was whistling such sad
music. That is how they defined the classic
music that he loved so much.
In his last
visit, at age 95, we had lunch with some common friends (Angel Viñas, David
Trueba, Angel Berenguer, etc.). In
Segovia, he devoured half a serving of lamb, and another of suckling pig. He had a great appetite and loved laughing and
living. He was a good person, a thorough man, a total intellectual, an integral
historian, honest, and an authentic democrat of whom there are few. Perhaps for this reason, McCarthyism pursued
him, and included him on their black list and left him without work as a
professor in the United States for refusing to denounce other colleagues who
were suspicious as being communists. He was
steadfast in his principles and loyalties. And, above all, very generous and
honest in sharing his knowledge and reflections, which we followed regularly in
the noble opinion pages of El País. He loved to participate in what Giner de
los Ríos called “the sacred sacrament of conversation.» We listened with our mouths open. As a modern
Renaissance man, nothing in this world was foreign to him. He was, what we
would call a wise man; a wise man in love with Spain, since the days when he
was a young man in Barcelona, where he lived many years and maintained great
friendships.
When some
young person, who did not suffer living under the Dictatorship, feels disappoionted
with Democracy, I usually quote frequently a phrase of Gabriel that I conserve
in my memory:
“Democracy
is very boring. It requires listening to
both mediocre people as well as to brilliant people.”
For as long as I live, I remain in debt with him. His example of moral and intellectual integrity, has had an enormous influence in a great part of my generation. We will miss him. Gabriel Jackson, our dear Gabe, will live on forever in our memories. Thank you, Maestro.
Ahí va mi última carta a Gabriel Jackson.
Villanueva de la Cañada, Madrid,
12 de Noviembre de 2017
Querido Gabriel,
Como cada año, a finales de noviembre, se
acerca la fecha de cocinar un pavo gigante para “Thanksgiven” y compartirlo en
nuestra casa con los amigos más queridos que mantienen alguna relación con las
tradiciones de los Estados Unidos. Hace varios años que no te sientas a nuestra
mesa. Por eso, yo me como tu ración de pavo y de tartas. Nunca te olvidamos.
Con tu ración de pavo me como también, y saboreo, los recuerdos de los ratos
tan hermosos que hemos compartido juntos desde el fin de la Dictadura de Franco
hasta tu última visita a nuestra casa hace tres o cuatro años. Por cierto, he
instalado mi ordenador en tu habitación, que todo el mundo llama “la Sala
Gabriel”, donde están tus obras que tanto he disfrutado. Hoy te escribo, pues,
en la “Sala Gabriel” rodeado de libros y de música.
Me dice Ana que, según tu hija, te falla
un poco la memoria. Te voy a refrescar algunos recuerdos compartidos antes de que
yo también los olvide. Tengo un iTunes con mi música favorita y lo conecto en
forma aleatoria. Acaba de terminar de sonar la trompeta de El Mesías de Haendel
(“And the trumpet shall sound”, ¡qué maravilla!), y, mira por dónde, ahora
suena la voz de María Callas. ¡Cómo olvidar tus siestecitas en mi sofá,
mientras escuchabas, absorto, mi colección de arias de la Callas! Hablando de música, cada vez que oigo a
alguien silbar una canción pienso inevitablemente en ti. Me imagino al niño
Gabriel Jackson que va silbando por la calle camino de la escuela. “¿Por qué
silbas música tan triste?”, te preguntaría algún vecino. Silbabas tu vocación secreta: música clásica.
Desde que te conocí, siempre he querido
imitarte en tantas cosas. Naturalmente, sin éxito. Cuando leí tu novela “A
pesar de los pesares”, envidié tus sensibilidades musicales y tus conocimientos
y habilidades con tu flauta travesera. Disfruté mucho de tu biografía de
“Mozart”. Para seguir tus pasos musicales, me apliqué con mis clases de
clarinete. Reconozco que mis prácticas eran una tortura para mis vecinos y para
mis gatos. Llegué a tocar en el auditorio de mi pueblo (“La casa del sol
naciente”) pero nunca me aceptaron en la banda municipal. Mis problemas con un
dedo resorte me obligaron de abandonar el clarinete que tantas alegrías me dio
a mi como pesares a mis vecinos. El día que regalé mi clarinete hubo fiesta en
mi barrio.
Tengo muy cerca de mí un librito precioso
tuyo (“La España Medieval”). Aunque yo era estudiante de ciencias, me abrió el
apetito por conocer la historia de la Edad Media. Con tu “Historia de un
historiador” me aficioné aún más a estudiar nuestro pasado. Y tu “Civilización
Barbarie” me inspiró para mi tesis doctoral. No digamos tu obra, ya clásica,
(“La República española y la guerra civil”), un libro de cabecera que nos ayudó
a salir de la noche oscura del franquismo. Soy pregonero apasionado de ese
libro que tanto me ayudó a comprender la historia de mi familia republicana y
de izquierdas. También me sirvió para escribir con los pre guiones de la serie
“España, siglo XX” de Televisión Española que firmaba (y cobraba) José María
Pemán.
A menudo me has recomendado que
escribiera recuerdos sobre mi paso por el periodismo, bajo censura, y sobre mi
experiencia personal en la transición de la Dictadura a la Democracia. Ocupado
como estaba con el día a día, y como persona de acción más que de reflexión,
nunca te hice caso. Sin embargo, desde tu última visita, mi jubilación como
responsable del diario 20 minutos me ha dejado algún tiempo libre que dedico al
tenis, al jardín y a la escultura en madera. Por otra parte, el nacimiento de Leo,
mi primer nieto, hijo de Andrea, me ha animado a escribir esas memorias para
que algún día él pueda saber de dónde viene y cómo era aquel mundo que nunca
conoció. Por ello, con tiempo libre y motivación, me puse a escribir recuerdos de
memoria (tan traicionera). Ya voy, con más de 800 páginas, por mi llegada a
Harvard en 1976, mientras me recuperaba física y síquicamente de mi secuestro y
de las torturas de la Guardia Civil. ¿Qué te parece? Al fin, te hice caso.
Nuestro amigo Ángel Viñas me animó a seguir desde el capítulo 1.
Como te puedes imaginar, mi infancia (“la
verdadera patria del hombre” según Rilke) y mi adolescencia están descritas sin
recurrir a ningún dato. Pura imaginación. Solo fotografías y cartas. A medida
que avanzaba, me di cuenta de que necesitaba algunas muletas para recordar
fechas y acontecimientos. El doctor Google no era suficiente. Me vi obligado a
abrir mis cajas viejas del sótano, algunas llenas de humedad y con revistas,
periódicos, correspondencia y otros documentos medio podridos. Salvé algunos
que tiene que ver con la enorme influencia que, con tu ejemplo de integridad
moral e intelectual, siempre has ejercido sobre mí. Tu recuerdo está por todas
partes. He recuperado cartas, artículos y ejemplares de Don Quijote, Cambio 16,
Doblón, El País, La Gaceta de los Negocios, El Sol, etc., que creía perdidos
después de tres mudanzas familiares a Estados Unidos.
Cuando alguien joven, que no sufrió la
Dictadura, se siente decepcionado con la Democracia, yo suelo citar con
frecuencia una frase que aprendí de un artículo tuyo y que conservo en mi
memoria. Naturalmente, para presumir de amigo y maestro, te cito como fuente.
Escribías esto en El País:
“La democracia es muy aburrida. Requiere
escuchar tanto a los mediocres como a los brillantes”.
No te lo vas a creer. Hace poco encontré el
recorte de ese artículo tuyo, en papel amarillento, medio roto. Se titula
“Perspectivas para España, hoy” y fue publicado en la página de Opinión de El
País, el 1 de Junio de 1978, cinco meses antes de ser aprobada la Constitución
más democrática de nuestra historia. Te mando foto. Terminabas tu artículo
hablando de “la primera genuina convivencia de la historia española” y con este
párrafo final:
“Será la España soñada y por la que han
luchado, pero que nunca pudieron vivir, los Giner de los Ríos, los Azaña, los
Besteiro, los Prieto y (…) miles que…”
Ahí quedó roto el papel del periódico de
1978 que guardé milagrosamente durante tantos años. Encontré otro artículo tuyo
memorable (“Fe de errores”) publicado en El País en 24 de Junio de 1988. Ya sé
por qué lo guardé. No fue porque Francisco Franco Bahamonde “tuviera su propio
linaje de judío converso a través de sus antepasados maternos, los Bahamonde”,
sino por la primera gran frase de tu artículo, que también suelo citar
atribuyendo, como tú, su procedencia al mismísimo Voltaire:
“La historia es un paquete de mentiras
adjudicadas a los muertos”.
Y ahora, para presumir y para refrescar
tu memoria (en ese orden), voy a hablar de mi tema favorito que, como sabes,
soy yo, “la contradicción a 100 Km. por hora”, tal como me has definido más de
una vez. Con toda razón. Se trata de una carta tuya manuscrita, fechada el 7 de
noviembre de 1983 y enviada a El País. Dice así:
“Querido amigo José Antonio-
¡Qué bien tus artículos explicando la
cosa de Rumasa! Me acuerdo de Samuel Insoll y el “Holding Co. Empire” en
Chicago antes del New Deal, y las reformas de la Bolsa, exigiendo más “margin”
antes de comprar “stocks”, etc. En cuantos sentidos la España socialdemócrata
del PSOE pasa por los mismos apuros en 1983 que EE.UU. en 1933.
Un abrazo fuerte,
Gabriel”
También encontré una conferencia que di
hace años en la Universidad, a petición del profesor Quirosa, un historiador de
mi tierra que nunca olvida la paella que compartió contigo en nuestra casa de
Almería a la orilla del Mediterráneo. Voy a cortar y pegar algunos párrafos que
se refieren a tu artículo sobre “La era de Franco”, publicado en la revista
“Historia Internacional” que yo fundé antes de la muerte del dictador.
Jackson:
“La era de Franco
A
la Dictadura la llamamos Dictadura
“Con más anécdotas que categorías, intenté describir una realidad
concreta: el papel de la prensa (exactamente de tres medios: Cambio 16, Doblón e Historia Internacional),
a través de la conquista de algunas palabras, en los últimos años de la Dictadura de Franco.
La palabra que mejor podía definir
al Régimen del “generalísimo” Franco era, obviamente, “dictadura”. Imposible ponerla en letra impresa. Estuvo en la lista
negra de vocablos prohibidos hasta la muerte del dictador. Hicimos algunos
intentos para colársela a la censura. Todos fueron coronados por el fracaso.
Unas semanas antes de dar esta
charla, tuve el privilegio de convivir varios días en mi casa con mi amigo Gabriel Jackson, el historiador –a mi
juicio- que mejor ha dado a conocer al mundo entero “La República Española y la guerra civil”, un libro imprescindible. Recordamos
nuestra correspondencia en 1974 y 1975 en torno a un artículo que yo le había
pedido para el mensual “Historia
Internacional” sobre un balance del franquismo después de la tromboflebitis
de Franco. No había que ser un
lince para sospechar que la muerte rondaba ya al tirano.
En cuanto leí el manuscrito del
profesor Jackson, uno de
los intelectuales norteamericanos perseguidos por el “macartismo” durante su
“caza de brujas” en los años 50, supe que no pasaría la censura. Experimentado
como era yo, pese a mi juventud, en el arte de escribir entre líneas y de
sortear con humor a la severa censura (es sabido que los censores carecen de
humor propio) le propuse a Gabriel que
probáramos a quitar algunos párrafos y a cambiar algunas palabras. El título de
su artículo (“La dictadura”)
presagiaba lo peor.
Confiando en el posibilismo de
quienes crecimos en el exilio interior, le dije que “publicar algo suyo en España era mejor que nada”.Sin
embargo, conociéndole un poco, presumía su respuesta.
-“El artículo –me respondió- debía publicarse íntegro
ahora o esperar hasta que hubiera libertad en España para poder publicarlo”.
Imprimirlo así, sin someterlo a la
censura previa (llamada “consulta
voluntaria”), hubiera sido un suicido económico. Sobre todo, porque no
era un artículo para el pliego central –fácil de desencuadernar, para salvar el
resto en caso de secuestro policial- sino para lucirlo a toda página en la
portada de la revista. Decidí, pues, someterlo a censura previa para poder
publicarlo sin riesgo de secuestro y/o expediente administrativo o
procesamiento judicial.
Tal como me temía, no tuve éxito.
El censor marcó con su lápiz fatal los párrafos y palabras que, a su juicio,
eran “inconvenientes”. No le
dije nada al profesor Jackson.
Le escribí a La Joya (California) para
decirle que ojalá tuviéramos pronto libertad de expresión en España para poder ofrecer su artículo
completo a nuestros lectores. No sin dolor, metí el manuscrito inédito en un
cajón.
Meses más tarde, recién
muerto Franco, quiso el
azar, y la perseverancia de uno de mis redactores, Fernando González, que Serrano
Suñer, ex ministro de Asuntos
Exteriores de Franco durante
los tiempos más duros de la postguerra española y de la II Guerra Mundial, nos concediera una larga entrevista exclusiva.
El amigo de Hitler y Goebbels hizo
un minucioso balance del régimen de su cuñado. Nada sospechoso había en aquel
viejo nazi para los censores de Franco.
Yo les conocía bien. Seguían en activo, sí, pero censuraban de otra manera. Buscaban
el calorcillo del eventual nuevo régimen pre democrático del sucesor del
dictador a título de Rey. En
vida de Franco, los censores tardaban varias horas en dar el visto bueno o en
rechazar los artículos sometidos a censura previa. Muerto el dictador,
despachaban las consultas en cuestión de minutos.
El caso es que, bajo la protección
del nombre de Serrano Suñer, nada
dudoso de su inquebrantable lealtad al Caudillo, “Historia Internacional” fue la primera revista española que
publicó un amplio reportaje titulado “La
Dictadura”. Así había definido el entrevistado, con sus propias
palabras, al régimen franquista al que tanto había servido. Fue en el número de
febrero de 1976, dos meses después de la muerte de Franco y bajo el Gobierno igualmente
dictatorial de Arias Navarro.
De pronto, para nuestra sorpresa, la
palabra “dictadura” había salido
de la lista negra y había pasado a ser legal. Animados por este precedente,
aprovechamos la ocasión para publicar en portada el artículo de Gabriel Jackson(“La era de Franco”)
que conservaba en la nevera y en el que hablaba de la dictadura con todas sus
letras.
Nuestra entrevista con Serrano Suñer había sido mano de
santo. Nadie puso pegas a “La Dictadura”
ni a “La era de Franco”. La portada de Historia Internacional de febrero de
1976 ya no era de Fernando VII, el rey felón, sino del mismísimo dictador, en
plano medio, con uniforme inconfundible de fascista: camisa azul y boina roja. De
modo que, partir de entonces, a la dictadura la llamaríamos dictadura.”
¡Qué recuerdos, querido Gabriel!
Entre Ana y yo hemos encontrado
fotografías de tu paso por nuestra casa, no solo del pavo de Thanksgiven sino
también de las paellas multitudinarias y de nuestros paseos por las trincheras
de la Batalla de Brunete que descubrimos, gracias a ti, cerca de nuestra casa.
Te las adjunto.
Hoy es domingo y me toca cocinar y
sacar la ropa de la secadora antes de que regrese Ana. Más delante te escribiré
más poniendo pie a nuestras fotos.
Me despido copiándote la última
carta que he recibido de ti y que tanta emoción me causó:
25 de Marzo
de 2014
Hola Jose!
camarada JAMS, just passed a delightful hour reading your various messages
concerning retirement, reminding me of your TV days before Aznar fired you,
interpretation of the fates of your journalist colleagues, your tributes to the
working years with the Norwegian owners, memories of the reestablishment of
Spanish-Israeli good relations after centuries of silence, Ole.
Looking
forward happily to a visit with you in a couple of months! Muchos abrazos,
Gabe”
¡Que gran visita! Disfruté mucho contigo.
¿Recuerdas el cochinillo y el cordero de Segovia, la visita al trono de los
Reyes Católicos, el almuerzo con David Trueba, la tarde que pasamos en El País
con mi compadre Joaquín Estefanía, la cena con Ángel Viñas y tantos otros
recados que hicimos juntos. Fue un viaje muy bien aprovechado y, para mí,
inolvidable.
Cuando vayamos a visitar a Erik a
Hollywood intentaremos pasar a verte. No te librarás fácilmente de nosotros.
Cuando alguien empieza diciendo «yo soy republicano, porque así me lo dicta la razón, pero…» ya sabemos lo que viene detrás.
En desacuerdo con nuestros intelectuales monárquicos conversos, yo prefiero una república laica como la de Francia antes que una monarquía islámica aluita como la de Marruecos.
España, no lo olvidemos, está entre Francia y Marruecos. Por eso, a la hora de copiar, prefiero mirar a nuestros vecinos más próximos. No tenemos que irnos a Suecia o Arabia Saudita, para buscar monarquías, ni a Siria o Latinoamérica, para repúblicas.
La verdad es que ya no se hacia donde mirar ni a que maestro agarrarme. ¿Tendré que irme a China, como Papini, para orientarme un poco?
Acabo de leer, no sin estupor, en la página de Opinión (antes llamada «noble«) de El Pais, el artículo de Enrique Gil Calvo tituladoSobreactuación republicana. Llevo años leyéndole no sin cierta admiración. Pero hoy se me cayeron los palos del sombrajo. Mirad lo que, tras caerse del caballo, se atreve a decirnos hoy este profesor demagogo por no decir frívolo:
«Las democracias de más elevada calidad (como las nórdicas) son monarquías mientras que las de peor calidad, que tienden al autoritarismo (como las latinoamericanas), son repúblicas».
¿Pero qué me dice usted? Yo no soy nórdico ni lationamericano. Semejante profundidad no podía habérsele ocurrido a él solo. Hace dos semanas, el gran Javier Cercás (otro de mis admirados intelectuales) se anticipó con este mismo argumento, tan simplista como indigno de él:
«Prefiero mil veces vivir en una monarquía como la sueca que en una república como la siria»
Esto fue lo que escribió Cercas (sí, Cercas) el 2 de junio en El País en su articulo Sin el Rey no habría democracia. Me dan ganas de responderle:
!Anda! Y yo, ¿no te jodes? ¿Me tomas por gilipollas? Yo no soy ni sueco ni sirio. En todo caso, medio francés y medio marroquí».
Sin llegar a Siria ni a Suecia, me ha dolido más aún el recurso localista, pegado al terruño, del mismísimo Javier Marías (otro santo laico que se me cae del pedestal). En su artículo Ecuanimidad o histerismo (el título ya lo dice todo) escribió en El País Semanal del pasado 22 de junio:
«Me parece mucho más deseable que la Jefatura del Estado recaiga en alguien en verdad apolítico (que no pertenezca a “la casta”, como dicen ahora copiando el viejísimo apodo italiano), que en cualquier individuo severo, poseído de su verdad y proclive al sermoneo y la riña, se llame Anguita o Rouco Varela».
Ahí va otro que tal baila… ¿Anguita o Rouco Varela? ¡Válgame dios! Podría haber elegido para presidente de la III República a algún político del estilo de Adolfo Suarez o a un clérigo del talante del cardenal Tarancón. Digo yo. Aunque no tendría nada que decir si fueran Zapatero o Aznar presidentes de la República. Si no lo hacen bien, podriamos cambiarlos tranquilamente en las siguientes elecciones presidenciales, lo que nunca podrá ocurrir con un rey vitalicio e inviolable salvo por su abdicación voluntaria cuando le plazca.
El historiador Santos Julíá se ha trabajado un poco más su servicio al nuevo monarca y ha hurgado en las raíces marxistas prerepublicanas del PSOE. Nos recuerda en El País (19 de Junio, Una tradición inventada) que Julián Zugazagoitia llegó a decir que «un socialista solo podía ver la idea de la República “con indiferencia” por la muy sencilla razón de que a quien se había educado en las convicciones marxistas “le tiene perfectamente sin cuidado el trastueque que se opera en un país al pasar de la Monarquía a la República”.
Mas fino y ponderado, como es él, también le echa un cable a Felipe VI, el prestigioso y querido historiador Juan Pablo Fusi, en su artículoDe la democracia en España (El País, 10 de junio):
«Para la democracia, la Monarquía fue en España, en 1931, el problema; y en 1975, la solución. El historiador Hobsbawm pudo decir con razón en 2011 que la Monarquía había sido un marco solvente para el liberalismo y la democracia en lugares como Holanda, Bélgica, Gran Bretaña y, añadía, como España. Por eso que reabrir la cuestión Monarquía-República parezca, ante todo, un error. Peor aún: un error innecesario.»
Puedo estar de acuerdo con Fusi si nos referimos a la primera mitad del reinado de Juan Carlos I. Agradezco los servicios que prestó a la democracia aunque ello no me ata a Juan Carlosde Borbón para el resto de mi vida. En la segunda mitad, por la corrupción y la mala cabeza del Rey, la monarquía volvió a ser más problema que solución para la consolidación de la democracia en España.
Mafalda lo resumen muy requetebien. En 1978 la mayoría de los españoles votamos a favor de la Constitución. Yo mismo puse la bandera constitucional en la puerta de mi casa y guardé temporalmente la republicana. La elección era entonces muy clara entre futuro y pasado, entre democracia en forma de monarquía parlamentaria o dictadura militar. Eran lentejas. A la fuerza ahorcan.
«¿Cómo se puede sostener que la forma de Estado es un problema urgente?», se pregunta E. Gil Calvo en su articulo citado «Sobreactuación republicana».
Pasado el miedo generalizado del final de la Dictadura, emerge, cada día con más claridad, la necesidad de legitimar, de una vez, la monarquía parlamentaria en la próxima reforma de la Constitución. Sin prisas pero sin pausa. Ahora mismo, estoy casi seguro de que Felipe VI tendría el aprobado mayoritario. Pero el tiempo juega en su contra. Sobre todo si los intelectuales republicanos, recién convertidos en fervientes monárquicos, siguen dandole coba a discreción a Felipe VI.
No hubo tal cosa como «sobreactuación republicana» sino todo lo contrario. Hubo sobreactuación policial pro monárquica. Y tal abuso antidemocrático pasará factura al joven Rey. La Policía no puede subir a un piso, sin orden del juez, a pedir que retiren una bandera republicana del balcón. Tampoco puede impedir el paso a una joven por llevar un pin tricolor en la solapa. Sencillamente, es intolerable. pero nadie ha dimitido aún por esta sobreactuación policial. Y sobre esto me gustaría saber la opinión de mis intelectuales favoritos, esos que muestran tanto fervor en el aplauso al nuevo Rey y tan escaso en la defensa de la libertad pisoteada.
Para compensar el exceso de coba que están dado al nuevo Rey por doquier, recominedo la lectura refrescante de este artículo publicado por Rafael Reig en eldiario.es:
«Felipe, no sé por qué narices me tuteas, pero ya que te empeñas, me tomaré las mismas confianzas. Habrás oído que en la barra de los bares te llaman el Preparao. A veces, con la tercera ronda, el Súper-preparao o el Proto-preparao. Si fueras astronauta, opositor a Notarías o actor porno, se entendería a la primera de qué va esa espectacular preparación. En tu caso resulta un enigma. Sobre todo porque, si no estuvieras preparado, si fueras (un suponer) corto de luces y escaso de estudios, también serías rey igual, ¿verdad? ¿No es ese precisamente todo el busilis de la monarquía? A un rey no se le exige gran cosa, sólo tiene que ser el primer hijo varón (de momento) de un señor. ¿Alguien duda que no tengas esa preparación?
Pues el caso es que sí, porque parece que por ahí anda alguna demanda de paternidad, supongo que lo habrás oído. Si esa demanda prosperara (otro suponer), entonces ya no estarías tan preparado. Pero despreocúpate, que por algo a tu padre le llaman en los bares el Aforado y, con la tercera ronda, el Aforado-a-toda-pastilla. En cuanto él esté blindado (igual incluso antes de que te llegue esta carta), tu preparación ya no se podrá poner en duda.
Lo curioso es que, como la monarquía no tiene más cimiento que el ADN y la primogenitura, si tuvieras un hermano mayor, sólo por eso, ya estaría más preparado que tú y tendría que ser el mejor de los reyes posibles. Porque, si nos pusiéramos a elegir entre dos hermanos con algún otro criterio, a la monarquía se le caen los palos del sombrajo. Ya puestos a elegir al más capaz y prescindiendo del ADN o la fecha de nacimiento, pues para eso mejor una república, ¿verdad?
Por otra parte, no te lo tomes a mal, pero ser licenciado en Derecho tampoco es una preparación tan supersónica. Ya sé que, para el nivel de estudios de tu familia, te parecerá la bomba, pero mira a tu alrededor: ¿tú sabes cuántos licenciados en Derecho están en la cola del paro? Seamos serios, ¿un título universitario, algún máster, idiomas, servicio militar cumplido, informática a nivel usuario y vehículo propio? Con ese currículum a muchos españoles les cuesta conseguir un empleo de cajera-reponedora o controlador de accesos (o sea portero de discoteca).
En resumen, puesto que cada vez que sale tu nombre al pedir unas cañas siempre hay alguien, el más timorato por lo general, que afirma con voz solemne que estás súper-preparado, tengo que hacerte una pregunta: exactamente, ¿para qué estás tan preparado, Felipe?»