Abrimos El País por sus páginas. ¡Cómo no! Y allí están, frente a frente: El Roto, en la par, y Forges, en la impar. El primero nos hiere, a latigazos, sobre nuestra conciencia. Los males de España nos pueden hacer masoquistas. El segundo -como una madre- nos mima y nos cura, con su bálsamo de Fierabrás. Juan Carlos Ortega definió a Forges como el humorista de la «buena leche». Es tan bondadoso y tierno, tan poco ácido en sus críticas, que no parece español sino de otro planeta.
¿Qué habría sido de nosotros, en el último medio siglo, sin Antonio Fraguas, el Forges?
Una amiga de Pontevedra suele decir que compra El País porque aún lleva dentro a Forges y El Roto. Y no le falta razón. Yo también me acuso de comprar El Mundo porque allí escriben Antonio Gala y Enric González.
Con Forges sobrellevábamos, así así, la dictadura. Desde luego, nada corroe tanto al tirano como el humor. Con Forges conllevamos, mal que bien, esta democracia, por imperfecta que nos parezca.
Al conocer hoy que Antonio Fraguas lleva 50 años publicando sus viñetas y libros, me ha dado un ataque de nostalgia pero también de agradecimiento hacía él. Algún día, deberíamos salir a la calle gritando «¡Forges, Forges, Forges!». «¡Gensanta!», medio siglo haciéndonos sonreir no es para menos.
Si estuviera en mi casa, en Madrid, podría presumir reproduciendo aquí el primer dibujo que me hizo Forges, en otoño de 1968, para acompañar a un artículo mío sobre la fuga de capitales en la España de Franco, publicado, no sin cierto temor, en el semanario Don Quijote.
Con trazo grueso -más grueso que el que utiliza ahora- Forges dibujó un furgón blindado que circulaba sobre adoquines y era conducido por un severo chófer uniformado. En el lateral del furgón podía leerse el reclamo de la empresa: LA EVADIDORA, S.A. Debajo ponía: Madrid-Berna.
¡En 1968, en plena dictadura! Luis Bárcenas sería entonces un niño… pero tuvo buena escuela.
A la orilla del Mediterráneo, sin periódicos de papel ni posibilidad de pescar (¡la madre que parió al Levante!) no me resisto a entrar en Wikipedia para leer la vida y milagros de nuestro genial Forges durante el último medio siglo. Y me encuentro, de pronto, con los personajes forgianos que tanto nos han hecho sonreir y aliviar las penas.
Son inolvidables. Los copio y pego aquí como regalo de cumpleños al grandísimo Antonio Fraguas:
- Mariano, un burgués frustrado casado con una gordísima mujer llamada Concha, que representa a la represiva conciencia.
- Los náufragos en una isla aburrida que tienen que combatir la soledad con una hipertrofia de la fantasía.
- Los Blasillos que representan la España rural y eterna.
- Las viejas que conjugan informática y paletez.
- Los oficinistas cabreados.
- El matrimonio sepultado en una cama inmensa.
- El jefe potentado y gilipollas.
- El yuppi americanizado e idiota.
- El niñato pijo e imbécil.
- El alienado por el fútbol.
- El oficinista cabreado y subversivo.
- El descolgado que cierra bares.
- El pretensor de ventanilla.
- El enclaustrado en el búnker.
- El funcionario profundo.
- El político corrupto.
- El potentado reaccionario.
Y sigue inventando. Como dice el gran Quino, el padre de Mafalda, en El País Semanal de hoy: «Forges se renueva siempre». «No solo le admiro por su discurso –dice Quino-, no solo por su tipo de dibujo, sino también porque todo el humor que tiene es una novedad, y la renueva dia a dia, es increíble. Todos repetimos ciertos mecanismos, pero es que él se renueva siempre». Palabra de Quino. Nada menos.
En un país tan ingrato como el nuestro, hay días en que no hay más remedio que dar las gracias a alguien. Hoy es uno de esos días. Gracias, Antonio. Y enhorabuena. No pares.
Así, por mal que lo pasemos, siempre nos quedará Forges.
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