Cuando le conocí personalmente, el joven más rico del mundo no me disgustó. La filantropía, en un país como el nuestro, da qué pensar…
https://t.co/OmulhxSerN
Zuckerberg donará 42.000 millones de euros a obras filantrópicas
https://t.co/TmCYZeadQv vía @el_pais
El creador de Facebook no me pareció gilipollas
En octubre de 2008 conocí personalmente a Mark Zuckerberg, el creador de Facebook y (con 24 años) el multimillonario más joven del mundo. Almorzamos frente a frente en el comedor de la Fundación Rafael del Pino en Madrid.
Después de un par de horas de charla informal y de debate profesional, el joven Mark no me pareció tan gilipollas como le ponen en la película “La red social” que he visto este fin de semana.
No me pareció un tipo tan tímido, huraño, introvertido y soso como le muestran en el cine. Por el contrario, su charla fue animada y amena y sus reacciones a mis comentarios (algo burlones) fueron simpáticas y rápidas.
Dicen en mi pueblo que no hay ministro tonto ni torero cobarde. Tampoco hay -creo yo- multimillonario humilde. Por eso, quizás, lo que más me llamó la atención en Mark Zuckerberg fue su arrogancia, impropia en un chaval de la edad de mi hija Andrea, aunque haya pasado por la Universidad de Harvard (como yo) y por la Phillips Academy de Exeter (New Hampshire), frente a Riverwoods donde entonces vivía mi suegra, Geraldine Westley.
Uno de los compañeros de mesa y matel -otro emprendedor local- se ofreció a hacernos una foto con su móvil (de ahí la mala calidad de la imagen adjunta). Entonces le dije a Mark que esa fotografía le haría muy famoso en Almería.
“¿Por qué en Almería?”, me preguntó.
“Pues porque estarás a mi lado y porque yo nací en Almería, frente a Africa, donde presumo de ser gloria local desde que salí por la tele”, le respondí.
El joven multimillonario soltó una carcajada. En la foto aún se pueden apreciar los restos de aquella risa.
El almuerzo del fundador y presidente de Facebook con un grupo reducido de emprendedores españoles, con los que él quería compartir experiencias, fue organizado por la Fundación Rafael del Pino, en su sede de Madrid. No se trataba de una conferencia de prensa sino de un encuentro de caracter privado y, como yo era el único pediodista presente, me comprometí a no publicar el contenido del debate/tertulia para que todos pudieramos hablar como si fueramos libres. Así lo hice. Tampoco se dijo nada especialmente exclusivo ni relevante digno de un titular de prensa. Cada uno de nosotros le contamos nuestra aventura empresarial y él nos resumió la suya. Yo presumí, naturalmente, de haber creado la empresa editora de 20 minutos, un diario líder y una web tan gratuitos como Facebook, aunque con algunos menos usuarios (por el momento, claro).
Cuando comparamos notas sobre nuestras experiencias más o menos locas (yo le gano en fracasos, quizas por mi edad), me sorprendió que él hubiera vivido precisamente en la Kirkland House, un colegio mayor de la Universidad de Harvard (Mass., EE.UU.), la misma House (que sale en la peli) a la que yo estuve afiliado cuando pasé por Harvard en 1976-1977 como Nieman Fellow de Periodismo.
También fue casualidad que Mark hiciera el bachiller en la Phillips Academy de Exeter, que yo visitaba cada año cuando iba a ver a mi suegra. La Phillips Academy es un vivero de estudiantes pijos desde donde salen disparados hacia las universidades mas prestigiosas de la Ivy League (la Liga de la Hiedra, porque sus edificios bi o tricentenarios de ladrillo macizo suelen estar cubiertos de hiedra). Con tantas coincidencias personales, la conversación fue my animada y simpática durante el almuerzo. En el postre, pasamos al debate profesional off the record donde pudieron intervenir los demás compañeros de mesa entre los que destacaban jovenes empresarios/creadores de primera fila (que no quiero citar sin su permiso).
Pese a que el personaje de Mark Zuckerberg que se muestra en “La red social”, recién estrenada en España, no responde exactamente a la imagen que yo tenía de él, tras aquel breve encuentro de un par de horas en Madrid, la película me gustó y la recomiendo a todos los que estamos apuntados a Facebook e incluso a quienes tienen alergia a las redes sociales. Entre Facebook y Skype suman ya 1.000 millones de usuarios, lo que se dice pronto. En 2003, desde su habitación en la Kirkland House de Harvard, este chico inició una revolución auténtica en el modo de relacionarse de los seres humanos y merece crédito por ello.
No es, pues, de extrañar que sus colegas de universidad y sus primeros socios y amigos -que fueron quedando apartados en el camino del éxito- sintieran envidia, celos o deseos de venganza (o de sacar alguna pasta del pleito) contra quien triunfó utilizando parcialmente algunas ideas propias y otras prestadas.
Mark tuvo una idea y persiguió obsesivamente su realización hasta llegar al éxito. Y es que las ideas -sorry- son de quien las realiza y no del primero que las tiene pero es incapaz de llevarlas a cabo. Sus colegas ricos tuvieron una idea semejante, pero su obsesión estaba centrada en el campeonato de remo y no en la creación de la red social. Su mejor amigo discrepó de él, insistiendo en meter publicidad en Facebook, quizas demasiado pronto, y fue apartado de la empresa. Y su otro socio -el creador de Napster- fue despedido tras un escándalo de drogas.
La película es dura con Mark Zuckerberg. Es el resultado de un par de libros sesgados y de haber hablado principalmente con los perjudicados por la obsesión del creador de Facebook por llevar a cabo su invento a cualquier precio. Incluso al alto precio de perder el amor de su chica. Es una historia patética de éxito que vale pena ver en el cine, aunque en esta peli salgan mas molinos que gigantes… El gigante Zuckerberg no ha querido participar en la peli. No quiso hablar con los peliculeros y no es una versión autorizada por él. Creo que hizo bien. Aún es pronto. Tiene tan solo 26 años y preside una empresa valorada en 25.000 millones de dólares. Y, además, ya es famoso en Almería. ¿Qué más quiere?