Parece mentira (con lo lista que parece) que la señora Cifuentes, delegada de Rajoy en Madrid, haya prohibido la concentración en la Puerta del Sol solicitada por la JER (Junta Estatal Republicana) para pasado mañana.
Con la camiseta republicana del Mundial.
¿A qué tienen miedo? Comprendo que desautorice una marcha que pueda cruzarse, a la misma hora, con la comitiva del nuevo rey Felipe VI. Respetando la libertad de expresión y manifestación, conviene que evitar cruces, provocaciones y/o choques innecesarios entre los derechos de unos y de otros. No comprendo, en cambio, que prohiba una concentración republicana en la Puerta del Sol por donde no está prevista la procesión monárquica. A menos que la señora Cifuentes sea republicana y, con esta prohibición, quiera hacer un favor a nuestra causa.
Yo diré como el grandísimo Joan Manuel Serrat. Las autoridades franquistas le prohibieron cantar en catalán en un concurso intenacional (no recuerdo si fue Eurovisón u otro del estilo). Serrat canta igual de bien en castellano y en catalán. Cuando le preguntaron en qué lengua le gustaba más cantar, respodió sabiamente:
«Me gusta más cantar en la lengua que me prohiben».
Yo digo lo mismo que Serrat:
«Me gusta más ir a las manifestaciones que me prohiben. Por eso, el jueves iré a la Puerta del Sol con mi camiseta del Mundial. Claro que si, al final, el Gobierno permite la concentración republicana, a lo mejor me quedo en casa. ¿A qué tienen tanto miedo?»
Como decía J.F. Kennedy, citando F.D. Roossevelt:
«Solo hay que tener miedo al miedo mismo».
Aprendí esa anécdota mi profesor Samuel Beer, tutor de mi tesina en la Universidad de Harvard. Un día preguntó en clase a quien atribuíamos la famosa frase anterior sobre «el miedo al miedo mismo». Unos señalaron a Kennedy y otros a Roosevelt.
«Ninguno de los dos fue el autor original de tal frase. Y se lo que digo porque fui yo mismo quien la introdujo en aquel celebre dircurso del presidente Roosevelt».
Pues eso: «Solo debemos tener miedo al miedo mismo. ¡El jueves vamos a Sol!».
Concentración republicana en la Puerta del Sol, sin incidentes, el dia de la abdicación del rey Juan Carlos.
En vísperas de su coronación, incapaz de atisbar la fragilidad de su inminente empleo, el futuro rey Felipe VI ya empieza a cometer errores garrafales. El principal es, sin duda, aceptar el cargo, ante Las Cortes civiles, vistiendo uniforme de gala de capitán general de los Ejércitos. Cuando los seres vivos (o las instituciones) cambian de piel es cuando más se nota su fragilidad.
Entendí que su padre vistiera de militar ante Las Cortes de Franco, en 1975 . Con el miedo que todos teníamos en el cuerpo, hasta lo celebré y lo aplaudí. Aquel Ejército de Franco tenía, entonces, la imagen de sostén de la Dictadura y, por tanto, de enemigo del pueblo. Sin embargo, al cabo de casi 40 años de democracia, el Ejército se ha ganado el afecto de los españoles. En las encuestas aparece como una de las instituciones más valoradas por los ciudadanos, por encima de los partidos políticos y de la propia monarquía. Ya no hay que temer a nuestro Ejército ni, por tanto, hacerle la pelota con uniformes de gala y condecoraciones propias de actos militares y no de actos civiles.
¿A qué viene, entonces, este gesto castrense tan inoportuno como innecesario e inamistoso?
¿Quiere el próximo rey chupar rueda de la popularidad que goza el Ejército o bien decir «aquí estoy yo» que soy útil por si hay otro golpe de Estado militar como el del 23-F?
¿Acaso no tiene el aún príncipe de Asturias quien le aconseje gestos sabios y prudentes, alejados del origen franquista-militar de la corona de su padre? ¿Quien le obliga a presentarse ante la soberanía popular vestido de capitán general? Su padre, que parece más pillo que él, debería aconsejarle que se presentara de civil ante Las Cortes. Para no asustar con malos recuerdos…
Con la camiseta repúblicana del Mundial.
Ya no estamos en el 6 de diciembre de 1978. Entre dictadura militar o monarquía parlamentaria, los españoles elegimos entonces esta última. «A la fuerza ahorcan…» dicen en mi pueblo. Era como elegir entre susto o muerte. Y, sabia y prudentemente, con la libertad recién estrenada, elegimos susto. Y, la verdad, es que no nos ha ido tan mal en los casi 40 años que van desde la muerte del dictador. Gracias, eso sí, al espíritu de la Transición y a la complicidad y el empuje de la mayoría de los españoles.
No tengo confirmación (solo rumores) de que la IglesiaCatólica quiera también meter la pata ahora en la coronación del futuro Felipe VI con alguna misa, te deum, o cualquier otro «hocus pocus» o abracadabra mágico-religioso o poniendo, quizás, un crucifijo junto al texto de nuestra Carta Magna. Sería el colmo. En un Estado aconfesional como el nuestro, veríamos otra vez, el altar y el trono, juntos, llevándonos hacia atrás en el túnel del tiempo… ¿Qué pintan militares y curas en actos tan puramente civiles como es la jura del futuro monarca ante la Constitución y los representantes del pueblo español?
Estos errores inciales, por muy insignificantes que parezcan, no harán más que acelerar la llegada de la Tercera República. Si el futuro rey Felipe VI propiciara una reforma constitucional en toda regla y un referendum legal sobre monarquía o república lo ganaría con holgura. Estoy convencido de ello. Y tendría, a partir de entonces, toda la legitimidad que ahora le falta por el pecado franquista-original de su padre.
El día de la abdicación de Juan Carlos I, la Puerta del Sol estuvo llena de jóvenes con banderas repúblicanas.
Cada año que pase, manteniéndose el status quo de desprestigio de la clase política, enquistada en el reino de la corrupción y la impunidad, el empleo del nuevo rey se irá haciendo más y más frágil. Y las esperanzas de cambio de los jóvenes se irán depositanto, sin prisa pero sin pausa, en los ideales siempre vivos de la Tercera República.
«El referéndum del 6 de diciembre de 1978 fue un acto de liquidación de las Leyes Fundamentales, pero no de legitimación de la Monarquía. Conllevaba la incorporación de la Monarquía a la fórmula de Gobierno que la Constitución establecía, pero no era esa incorporación lo que había sido objeto del debate constituyente y lo que específicamente se sometía a referéndum.
Esta es la razón por la que la Monarquía tiene una posición tan frágil en nuestro sistema político, como la reacción de pánico ante la abdicación del Rey ha puesto de manifiesto. Un órgano constitucional que no dispone de una legitimación democrática inequívoca está permanentemente amenazado de extinción. Y a una magistratura hereditaria, a estas alturas de la historia, la legitimación democrática solo puede proporcionársela un referéndum. La Transición como instancia legitimadora ha tenido una vigencia de 40 años, que no son pocos. Ya no da más de sí.»
Estoy de acuerdo con casi todo lo que dice. Pero no estoy de acuerdo con la afirmación de que la Transición ya no da más de sí. La Transición sigue viva y dará mucho más de sí porque está basada en el espíritu de diálogo, de consenso y de paz entre los españoles que tanta falta nos hizo durante siglos.
Nunca olvidaré el proyecto fabuloso del presidente Aldolfo Suárez cuando tenía que dar agua y, a la vez, cambiar las cañerías del Estado. Se resumía en esta frase, ya histórica: «De la Ley a la Ley, pasando por la Ley».
«De acuerdo con la Constitución española, el jefe del Estado puede destituir al jefe del Gobierno, disolver el Parlamento, convocar elecciones, nombrar un nuevo presidente del Gobierno, así como a los ministros que este proponga, presidir personalmente las reuniones del Consejo de Ministros, expedir los decretos gubernamentales, promulgar las leyes y, de acuerdo con el jefe del Gobierno nombrado por él, convocar referéndums sobre decisiones políticas de especial importancia. Se espera en general que el jefe del Estado use estas capacidades de acuerdo con los resultados electorales. Pero en una situación de emergencia —como sin duda es la española—, los poderes del jefe del Estado están para usarlos —como en el caso italiano— de acuerdo con la letra del texto legal.»
Lindos colores 14 de abril.
Así, legalmente, con ese mismo espíritu de la Transición, vendrá la Tercera República si el próximo Rey no espabila y no acierta al propiciar las reformas que su reino (el actual reino de la impunidad) necesita con urgencia.
Aunque soy republicano, no me importaría que acertara.
Cartel anunciando la carrera de cerdos del domingo
La «Carrera de Cerdos» (Pig Racing) del próximo domingo es lo primero que ves en un cartel colocado en el pub-cantina-banco-oficina de correos-tienda para todo de Devonshire.
Llegamos con buen tiempo. En lugar de «nubes y claros», como dicen en España, aquí los meteorólogos hablan simplemente de «ratitos de sol«(«suny spells») . Los campos están«moteados por el sol» («sun dappled»). Entiendo por qué la carrera de cerdos se hace bajo techo. Para que la lluvia, tan amiga de estos lares, no estropee la diversión de los escasos pobladores que sobreviven, mal que bien, en la Inglaterra profunda.
Correos-banco-tienda-pub, etc. en Devonshire
Apenas hay montes entre Londres y Devonshire, al noroeste de Nothingham. Abundan los campos de colza. Mantos inmensos de flores amarillas a ambos lados de la M-1 North. Pasamos Leicester donde Ricardo III murió en batalla. Sus huesos reposan en un parking. Los pueblos de las Midlands lucen banderas nacionalistas de Inglaterra: blancas con la cruz roja de San Jorge. No se ven las del Reino Unido. Las casas son de piedra, musgo y ladrillo rojo.
Caballos con mantas frente a la «Vieja Casa del Vicario» de Wetton
Pese a saberlo de sobra, me sorprenden los nombres de las aldeas que coinciden con los que tantas veces vi en Nueva Inglaterra (EE.UU.). Claro que aquí no llevan la palabra «New» delante. También se que los ingleses conducen por la izquierda, al revés que en el continente europeo. Sin embargo, eso no impide que me asusten los coches y camiones que parecen acometernos sin piedad por la derecha. Voy de susto en susto.
El te de las cinco lo tomamos con «scone» (galleta con nata y mermelada) en «The Old Vicarage», la antigua casa del cura de Wetton, convertida en excelente pensión «Bed and Breakfast» (cama y desayuno). La cena, en «Ye Olde Royal Oak», con pintas de Ale, me permite descubrir que en la Inglaterra profunda hay gastronomía propia (y muy buena), distinta de la variada y riquísima cocina india-pakistaní-árabe-africana de Londres. Y no digamos nada de la cerverza Ale a temperatura ambiente… Un cartel del Pub nos advierte que «No se permiten jodidas blasfemias».
Mapa mundi de las cervezas Ale y Lager
Las caminatas por los senderos públicos que atraviesan los campos y los pueblos del duque son un atracón de verdes maravillosos, sorprendentes,
Arroyo en Davonsdale antes de la tormenta.
Para donde mires hay docenas de verdes distintos, color pastel, verde oliva, verde limón, albahaca… y muros milenarios de piedra serpenteando por los prados plagados de ovejas y vacas.
Muros milenarios en zig zag separan los rebaños.Verdes ingleses para todos los gustos. Musgo de siglos…No te puedes perder. Hay carteles por los senderos que te avisan: «Pub a media milla»Puerta de entrada a los jardines del duque.
El land lord del Pub «The Devonshire Arms» nos desea «bon apetit» y nos explica un poco de historia. Casi todo lo que han vistos nuestros ojos (casas, prados, rebaños) son propiedad del XII duque de Devonshire y marqués de Hartington («Cavendo tutus», reza su escudo de armas). Su mansión, que visitamos al día siguiente, sirvió de escenario a la serie «Orgullo y Prejuicio» de Jane Austen.
David White y yo sobre el puente de Chatsworth. Al fondo, la mansión del duque.
Naturalmente, me compré una gorra, copia de la que usó el XI duque de Devonshire, muy conveniente para mi calva en el clima lluvioso de la región.
Con la gorra de XI duque. Las caballerizas, al fondo.
El palacio de los duques (todo es cuidadosamente victoriano) se mantiene con lo que pagan los turistas que lo visitan, y con el alquiler que cobran para bodas, rodajes y todo tipo de reuniones y eventos.
A la entrada del palacio no puede faltar el «Agua para perros». Es gratis. La embotellada se compra en la caballerizas.
La aristocracia inglesa ya no es lo que era, pero aún se respira por doquier el clasismo que penetra sutilmente en todas las manifestaciones de la vida en esta Inglaterra profunda. Pobres abajo y ricos arriba. Como hace tantos siglos. Comprendo que los habitantes de estos pueblos, perdidos entre prados verdes y rebaños sin esquilar, emigren a las ciudades. Y yo, que procedo de los desiertos de Almería, sin duda volveré a este «verde que te quiero verde…»
Josep Ramón Bosch no tiene ocho apellidos catalanes sino dieciseis. Los separatistas le temen más que a un nublado y le atacan (escraches incluidos) sin comtemplaciones. Quizás lo hacen porque es más catalan que la mayoría de ellos.
«Mi abuela tiene 97 años, habla catalán y no habla castellano pero ella dice es española», nos cuenta Bosch.
Josep Ramón Bosch, presidente de la Societat Civil Catalana.
Este directivo de una famacéutica -gran vendedor- es el presidente de la recién nacida SCC (Societat Civil Catalana). Se define como de centro derecha y convive en la SCC con 12.000 asociados de todos los colores políticos.
He compartido con él mesa y mantel en la ADT (Asociación para la Defensa de la Transición). Y me ha sorprendido que hablara con tanta claridad y sin apenas miedo a los secesionistas de su tierra. A mi el nacionalismo, sobre todo cuando se engaña creyéndose de izquierdas -nunca lo es-, me da bastante miedo.
Nos habló del plan separatista: «referendum consultivo tramposo, sin legitimidad democrática, con dinero público, sin base jurídica, manipulando nuestra propia historia y mintiendo sobre los costes de la separación y sobre nuestra salida automática de la Unión Europea».
Bosch quiere convencer a los que «sentimentalmente no se sienten españoles» debido al discurso de los secesionistas basado en tres pilares falsos:
1.- «España nos roba». Atribuyen a Madrid los recortes que les ha impuesto la crisis económica: «Madrid nos quita nuestro dinero para dárselo a los andaluces y extremeños».
2.- «España nos ataca y nos humilla».
3.- «España contra Cataluña». La guerra de sucesión (y no de secesión, como dicen) de 1714 no fue entre España y Cataluña sino entre los partidarios de los borbones y los de los austrias que se disputaban la corona de España. Los secesionistas plantean el tricentenario del 11 de septiembre de 1714 falseando la historia.
La Societat Civil Catalana acaba de enviar un memorandum a las embajadas con su versión sobre la situación actual en Cataluña, tan distinta de la «propaganda» de la Generalitat. Según ellos, la mayoría de los catalanes son contrarios al separatismo pero carecen de cauces para expresarse: «Somos una nación cutural catalana y una nación política española en cuya fundación participó también Cataluña. La lengua catalana es una lengua española y la bandera catalana dio origen a la española. Los separatista le han puesto la estrella del odio y nos han dejado nuestra bandera cuatribarrada a los demás catalanes que no queremos la secesión».
Bosch critica la actuación del Gobierno de Rajoy, desaparecido, porque no hace nada: «El único ministro que habla del problema catalán es Margallo, ¡el de Asuntos Exteriores!. Y no habrá ningún choque de trenes porque frente al de Artur Mas no hay ningún tren que lo frene: nos van a atropellar. El próximo rey Felipe VI se enfrenta a un gran problema. Cataluña será su 23-F».
Hay un pequeño debate soterrado entre legitimistas monárquicos y expertos en casas reales sobre el nombre que debería elegir el próximo rey de España. Casi todo el mundo da por hecho que el principe de Asturias, Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, jurará su cargo como Felipe VI. Pero aún no hemos oído la opinión del candidato a rey sobre este asunto.
Acabo de regar mis geranios y, antes del tenis, voy a enredar un poco y añadir confusión a este asunto, algo más que anecdótico, que ocupó ayer un espacio en nuestra tertulia almeriense.
En el Reino Unido los reyes pueden cambiarse de nombre. De hecho, el padre de la reina Isabel II (el tartamudo) adoptó el nombre de Jorge y enterró el suyo de toda la vida. Los papas se cambian de nombre al acceder al trono. Incluso muchos frailes y monjas cambian de nombre con sus votos. Por tanto, si el príncipe de Asturias quisiera adoptar la tradición de su tío abuelo, el rey Jorge del Reino Unido, podría reinar con el nombre que le diera la gana.
Su padre, Juan Carlos I, ya sentó un precedente. Cuando los españoles votamos mayoritariamente (yo entre ellos) entre la Constitución del 78, que incluía la monarquía parlamentaria, y la dictadura militar de la que veníamos, el entonces príncipe de España (nombrado así por Franco) eligió el nombre de Juan Carlos I y no el de Juan III (nombre que los monárquicos daban extraoficialmente a su padre, el conde de Barcelona) o Juan IV si hubiera querido respetar, por cortesía filial, el orden de su padre que nunca reinó.
Los franquistas y neodemócratas insistieron en que no se trataba de una «restauración» de la monarquía tradicional (como ocurrió con Alfonso XII) sino de una «instauración» de una nueva monarquía que nacía por voluntad de su caudillo Franco. Otros jugaron con la palabra «reinstauración». (Por cierto, en estos días de alabanzas a al rey saliente, no he visto en ningún medio de impreso foto alguna de Juan Carlos con su mentor el dictador Francisco Franco).
El príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, junto al dictador Francisco Franco
Quizás, por eso, el príncipe de España eligió (o le impusieron) el nombre de Juan Carlos I. primer rey de España con nombre compuesto que yo recuerde. Así, con el I, comenzaba una nueva dinastía, sin necesidad de contar con el órden dinástico que daba a su padre, don Juan (o Juan III) la corona de España.
Pero hay una razón histórica más para enredar en este debate de nombres reales. Los catalanes y los aragoneses no tuvieron ningún Felipe I. El marido de Juana I de Castilla y padre de Carlos I de España y V de Alemania, era rey de Castilla pero nunca fue rey de Aragón. Ese título lo conservó y ejereció su suegro, Fernando el Católico. Por tanto, para el reino de Aragón que incluye el condado de Barcelona, el Felipe II de Escorial sería su Felipe I (ya rey de Aragón por ser bisnieto de Fernando el Católico. O sea, que para Aragón y Cataluña, el orden dinástico impondría al próximo rey el nombre de Felipe V aunque para el resto de España podría ser Felipe VI.
Pero el nombre de Felipe V, de Anjou, el primer Borbón, tiene malos recuerdos para algunos catalanes. Recuerdo que, cuando yo vivía en Barcelona, algunos le llamaban «Felipe V» al retrete. Por tanto, por razones más que olorosas, queda descartado el nombre de Felipe V de Aragón.
Hay quien se aventura a decir que todos los españoles quedarían contentos con que el principe de Asturias decidiera llamarse Felipe Juan I.
Ahí queda eso.
Alguno me dirá que ¡vaya tontería! Y no le faltará razón. Pero yo le recordaría que Metternich, el cochero de Europa, afirmaba que valía la pena «morir por el protocolo».
El nombre del futuro rey de España lo sabremos muy pronto. Quizás el mismo día 24 de Junio, festividad de San Juan, santo del primer nombre de pila de su padre y de su segundo nombre de pila.
En todo caso, como buen republicano, le deseo mucha suerte. Por nuestro bien. Hasta que, por mayoría, reformemos la Constitución del 78 para elegir entre monarquía o república. En el 78 elegimos entre monarquía parlamentaria o dictadura militar. Lo tuvimos bastante claro.
Acabo de brindar por el fin de la Transición. Y ya me arrepiento. La Transición de la Dictadura a la Democracia no ha concluido. Solo lo ha hecho el Primer Acto. Hoy comienza, cargado de esperanza, el día 1 del Segundo Acto.
Esta placa sustituye desde hace un par de años a una foto del Rey con mi hija Andrea.
Agradezco a Juan Carlos I los servicios prestados a la Democracia, en especial en el 23-F. Sin él y sin Adolfo Suarez la Transición hubiera sido más complicada o, quizás, imposible.. Suárez ha muerto y el Rey ha abdicado. Pero aún nos quedan el espíritu y los valores de la Transición: diálogo, consenso, generosidad y respeto al imperio de la Ley. Suárez nos legó una experiencia singular y única en la histora de España: «De la Ley a la Ley pasando por la Ley»
Juan Carlos gozó del apoyo y el afecto de muchos republicanos (como yo mismo) puesto que, pese a haber heredado los poderes del Dictador, apoyó los ideales democráticos de la República. Por eso merece mi gratitud sincera y, por eso, le perdonamos su pecado original como heredero del ominoso general Franco. La historia seguramente le dará un balance positivo. Sin embargo, en los últimos años, por los escándalos de corrupción que le rodean y por su mala cabeza, el Rey ha ido agotando el crédito que le dimos.
Le deseo suerte y salud para disfrutar de su jubilación. No le deseo el exilio ni a él ni a su familia. Le recomiendo la jardinería. A mi me va de maravilla. Mirad qué flores tengo en mi jardín:
Lindos colores «14 de abril».
Su jubilación nos abre una camino de esperanza para renovar el material obsoleto de nuestras instituciones: la Constitución, los partidos políticos, la justicia…
El 14 de abril del año pasado decidí descolgar la foto del Rey dedicada a mi hija Andrea y la bajé al sótano.
Foto del Rey dedicada a mi hija Andrea (que llevo a hombros)
Estas fueron las razones que me llevaron alquel día a salir del armario republicano-juancarlista y abrazar, abiertamente y sin disimulo, los ideales de la República, que siempre llevé en mi corazón y que aprendí de mis padres. Creo que la deuda que muchos democratas teníamos con el Rey, por haber cedido al pueblo los poderes heredados de Franco, ha quedado suficientemente saldada. Se abre ahora una nueva etapa cargada de emoción y de posibilidades imensas para las generaciones venideras. No las desaprovechemos.
A fuerza de mirar hacia arriba, a los elefantes, al rey Juan Carlos se le puede caer la corona. Por su mala cabeza y la de su familia. Menos mal que el juez Castro imputó a la infanta Cristina. ¿Qué es peor: ser cómplice o tonta de remate?
El rey Juan Carlos posando ante un alefante abatido en Africa
Y Manuel Vicent dedica su columna dominical de El País al 14 de abril de 1931, el sueño republicano. Un artículo excelente que copio y pego a continuación:
14 de abril
El grave problema político que atraviesa la monarquía consiste en que no teniendo el rey ninguna responsabilidad política, tiene la obligación moral de no permitirse la más mínima quiebra
Manuel Vicent
(El País, 14 de abril de 2013)
“La corrupción de lo mejor es la peor, decían los latinos. Corruptio optimi pessima. Si se da por supuesto que lo mejor en el orden social es un rey, un príncipe, una infanta, los yernos y demás parentela, se entenderá por qué en la opinión pública causa tanta alarma, no exenta de morbo, cualquier escándalo que se derive de la Casa Real. En nuestra monarquía parlamentaria el rey no tiene ningún poder político. Solo ejerce el papel simbólico de cohesionar la unidad del Estado cuya jefatura ostenta. Precisamente por ser un símbolo, el rey no tiene otra responsabilidad que la de ser ejemplar, la de moverse dentro de una esfera platónica, limpia y transparente, que dé un sentido mágico a ese residuo histórico e irracional que es la monarquía. Los reyes están ligados al propio azar ovárico-seminal.
Dentro de esa granja dorada de reproducción en la que viven estos privilegiados individuos, la primera labor de un monarca consiste en engendrar un príncipe y sucesivos vástagos que aseguren el futuro de la dinastía a capricho de la genética. El grave problema político que atraviesa la monarquía en este país consiste en que no teniendo el rey ninguna responsabilidad política, tiene la obligación moral de no permitirse oficialmente la más mínima quiebra, puesto que una esfera, si no es perfecta, deja de ser esfera.
Cuando esta figura platónica, que simboliza el Estado, se corrompe, la ficción política se convierte en una farsa y todo el tinglado del teatro se derrumba. En nuestro caso existe otro peligro añadido. En medio de los escándalos de la Casa Real se eleva un fantasma luminoso, que se aparece cada año en primavera, como una flor de acacia.
Saludo al rey en el Patio de los Leones con mi hija Andrea a cuestas (1986)
Hoy es 14 de abril. Puede que la Segunda República, ahogada desde el principio por sus enemigos, fuera un desastre, pero todavía hoy constituye un paradigma de racionalidad, modernidad y regeneración idealista cuya fuerza estriba en que muchos ciudadanos sin haberla vivido la han convertido en un sueño. Monarquía o república no es todavía el dilema.Antes de cambiar de caballo en mitad del río turbulento de la crisis la opinión pública exige primero que se limpien las caballerizas del monarca para que la esfera del Estado sea un espejo en el que los ciudadanos se reflejen sin avergonzarse.” (FIN)
——
Foto por foto. Con todas las emociones familiares (e históricas) contenidas en la fecha de hoy (“Salud y República“), debo reconocer que, por miedo o agradecimiento, me apunté en la lista de juancarlistas el 23 de febrero de 1981, cuando el rey utilizó su uniforme castrense para abortar el Golpe de Estado militar que amenazó con regresarnos a las cavernas de nuestra historia.
En aquel momento, hice un acto de fe en favor de esta monarquía parlamentaria. (Ya sabemos que recurrimos a la fe para creernos todo aquello que sabemos que no es verdad).
Pensamientos y petunias. (14 de abril de 2013).
Contra todo razonamiento, he procurado defender emocionalmente a esta monarquía hereditaria (“La razón de la sinrazón…”) que facilitó la transición liderada por Adolfo Suárez desde la Dictadura a laDemocracia y frenó el 23-F.
A medida que iba conociendo los escándalos de la realeza, el crédito emocional que yo había concedido al rey Juan Carlos se fue esfumando poco a poco. La razón, implacable, me pasó factura.
Hace hoy justamente un año -el 14 de abril de 2012- vi esta foto del cazador de elefantes y me di de baja de la lista de juancarlistas.
Ese día descolgué de la pared de mi casa una simpática foto que tenía con el rey y con mi hija Andrea en La Alhambra y la bajé al sótano.
En su lugar, voy a colgar esta foto tricolor, recién florecida, de mis “pensamientos”: “llevas sangre , llevas oro y, por tu penas, morada.”
Recién empezada su jubilación, el pasado febrero, la agenda de JAMS se ha llenado de aficiones y familia. Y en ella un espacio especial para Almería, donde nunca ha dejado de trabajar para la promoción de una tierra llena de recuerdos del pasado y posibilidades de futuro. Aquí reflexiona sobre las elecciones del pasado domingo.
“Estoy ocupadísimo y encantado de la vida: tenis, talla de madera, pesca, huerta, blog…” “Espero que PP y PSOE entiendan que hay otra forma, más limpia, de hacer política”
Le ‘pillo’ en la Rambla de Almería, en un descanso “entre gestión y gestión”, con tan sólo tiempo para sentarse en la terraza de la Cafetería Colombia. Pero no duda a la hora de proponer otros sitios donde se podría haber realizado la entrevista: “El otro día probé la “marraná de pulpo” en el bar del Hotel Catedral y el “lomo al ajo” en el viejo Montenegro, en la Plaza Granero. Creo que allí ya no te dan vino de misa, como antes. Se lo servían al obispo”, recuerda, y evoca otros sabores de su niñez en la capital.
José A. Martínez Soler se toma una cerveza en el Café Colombia de Almeria.
EL ALMERIENSE hace un descanso de “gestiones” en la Cafetería Colombia.
“El aroma que me embriaga cuando paso por la Puerta Purchena procede del recuerdo de “Los Claveles”, en la esquina de las Casa de las Mariposas. El sabor intenso de aquella jibia a la plancha, camino de mi casa, es inolvidable. La segunda parada, de joven, era en el Negresco de la Rambla Alfareros”. Ahora, confiesa, pasa más tiempo en Cuevas. “Allí frecuento las tapas del Mesón Pepa, en Terreros, (cordero al horno con patatas para chuparte los dedos, como el que hacía mi madre) y el bar “La Frontera” en el Pozo del Esparto, a la orilla del mar. Allí no te pierdas la jibia a la plancha con alioli y perejil”, apunta y demuestra su conocimiento de la provincia, a pesar de llevar tantos años viviendo fuera de ella, pero manteniendo su romance que le hacen implicarse en proyectos como la promoción del Parque Natural, de cuya Junta rectora ha sido presidente los últimos cuatro años. También del Milenio de Almería. En la mesa de la cafetería Colombia muestra un cenicero con la inscripción “Jayrán Research” y un dibujo a mano alzada de una fortaleza musulmana. “Es el nombre que puse hace muchísimos años a mi empresa; y es cierto que hace falta difundir la historia de Almería. Yo ya propuse en su día que la biblioteca de la UAL se llamara Maimónides y Averroes”. El cenicero es regalo para la Asociación de Amigos del Milenio, de la que JAMS (como es conocido) forma parte desde Madrid; de nuevo implicado en la actividad de su tierra, que ocupa un destacado espacio en su agenda de ‘jubilado’, copada desde el pasado 14 de febrero. “Estoy ocupadísimo y encantado de la vida. No doy abasto: Tenis, talla de madera, pesca, huerta, mi blog www.martinezsoler.com, otro blog con paisanos www.poralmeria.com, notas sobre memorias de Almería, viajes, tertulias, nuevos proyectos… Como ves, no paro”, ríe.
Corazón ‘partío’ De la sesión de tapas, el periodista se marcha a una reunión sobre el parque. Dejará la presidencia en verano, “porque fui nombrado para cuatro años y se acaban” y dice que se marcha “con el corazón partío”: “Contento por lo que hemos hecho en conservación y limpieza”; y destaca sobre todo “el Plan de Movilidad Sostenible, un auténtico Plan de Salvamento del Parque, que aprobamos en la última Junta Rectora”.
Pero en el otro lado de la balanza, “tristeza por haber fracasado en el segundo pilar de mi programa: menos ladrillo y más cultura. A pesar de los grupos de trabajo, de multitud de reuniones e informes, el Castillo de San Pedro sigue cayéndose a trozos. Menos mal que, en el último minuto de mi mandato, hemos conseguido un acuerdo de las tres partes (Ayuntamiento de Níjar, Junta de Andalucía y propietarios privados) para negociar el salvamento del Cortijo del Fraile. Ya están trabajando en ese acuerdo y espero y deseo que se concluya en este año. Me llevaría una gran alegría”.
Por último, una pregunta sobre las elecciones europeas, en las que declaró públicamente no haber votado al PSOE: “Celebro que los dos grandes partidos PP y PSOE se hayan dado este merecido batacazo para ver si espabilan y entienden que hay otra forma posible, y más limpia, de hacer política. En efecto, no he votado a ninguno de los dos. Fui más a la izquierda. Pero no me cambié de chaqueta. Esta vez, solo la llevé a lavar. Como simpatizante, yo sigo vistiendo la chaqueta de los ideales socialistas. Y si aciertan a limpiarlo de corrupción y de malas prácticas y a ilusionar al pueblo, estaré encantado de volver a votar al PSOE. Si no lo hacen, serán irrelevantes para el futuro de España”.
José A. Martínez Soler en la ultima página de La Voz de Almería del 1 de junio de 2014.
«Podemos» celebrando su victoria. El líder, Pablo Iglesias, tiene un nombre que imprime carácter.Frente Nacional celebra su victoria en Francia. Su líder, Marine Le Pen, me da miedo.
Llevo años criticando, por pueril, la existencia de la Jornada de Reflexión, previa a las elecciones. Sin embargo, esta vez me ha servido. Y estoy dispuesto a rectificar.
La suspensión de la campaña electoral en la Jornada de Reflexión siempre me pareció una medida paternalista, que trataba a los potenciales votantes como menores de edad y les protegía de las influencias “malignas” de última hora. También pretendía ahuyentar posibles brotes violentos entre votantes contrarios a pie de urna.
Por todo eso, estuve en contra de tal Jornada. Muchos países democráticos no la tienen. Pero, mira por donde, en esta ocasión me ha servido para estudiar, analizar y reflexionar sobre el sentido del voto que había decidido hace un par de días y anunciado precipitadamente -ahora lo veo más claro- por Facebook.
Mantengo mi decisión, largamente meditada y sufrida, de votar contra el bipartidismo. Ni el PP ni el PSOE tendrán mi voto por ahora. Pero, en plena Jornada de Reflexión, he decidido no votar lo que anuncié hace un par de días y, por tanto, mañana cambiaré el sentido de mi voto. Así pues, “donde dije digo digo Diego”. Y lamento los daños colaterales de mi decisión.
Mantendré mi voto secreto de izquierdas hasta que las actuaciones (no las palabras) delPSOE me convenzan de volver a votarles como hice durante casi toda mi vida.