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El día que me enamoré de las piedras

Miércoles, 16 de septiembre de 2020

De niño, coleccionaba piedras raras. ¿Quién no? Pequeñas y medianas. Las grandes rompían mis bolsillos, convertidos en museos del reino mineral. Las recogía en las orillas del mar o en las ramblas secas por donde debía pasar el agua cuando saliera el río. Eran cantos rodados de un solo color o de muchos colores, lisos y con vetas. Cuando las mojaba, pulimentadas por el arrastre, lucían un brillo espectacular. Luego, me pasé a coleccionar monedas del mundo y abandoné las piedras. Hasta hoy.

Sentado en la terraza del Bar Pepe Botella (en honor irónico de un rey abstemio), en la plaza del 2 de mayo de Madrid (justo detrás de la Escuela de Arte La Palma), me he reencontrado hoy con las piedras. Sandra Krysiak, mi maestra en tallasmadera.com, me había prestado un libro gordo, con fotos y gráficos, titulado “Escultura en piedra”, de Cami y Santamera (Parramón Ediciones).

La curiosidad mató al gato. Para matar el tiempo (¡qué paradoja!, pero si es el tiempo el que nos mata a nosotros), me puse a leerlo. Y me enganchó. Me devolvió a mis paseos infantiles por el rompeolas de las playas de la Rumina (mi casa en Mojacar, Almería) y, en ese momento, lamenté haber perdido mi colección de piedras. Ahora, con este libro, casi enciclopédico, podría identificarlas. Incluso, ponerles nombre. Su nombre auténtico, científico. Darles otra vida. Las piedras sin nombre no son nada. Son del montón, como si no existieran. Sin embargo, como los seres humanos, no hay dos piedras iguales.

Aquí están su nombres y apellidos:

Silicatos: sílices (granito, cuarcitas, arenisca) y feldespatos (basalto, grabo)

Carbonatos: cristalizados (diamante, grafito), amorfos (de organismos vivos) y petrificados (caliza, alabastro, mármol, travertino).

También se identifican por sus orígenes como ígneas, sedimentarias o metamórficas o bien por su peso específico, su dureza, su tenacidad y su labrabilidad. Ya me estoy aficionando al mármol, sobre todo al blanco de Macael (Almería). La dinastía nazarí lo utilizó en la Alhambra. Y yo, en el suelo de mi casa.

Desde el primer día de mi jubilación, estoy apuntado a las clases de talla en madera. Voy progresando adecuadamente. Me gusta. La madera, con sus vetas y sus anillos, te habla. El nudo te grita. Por muy dura y noble que sea, la madera es dócil a la gubia, al formón y a la maza. Puedes hacer maravillas con ella. Pero ¿la piedra?

“Menos da una piedra”, me decía mi abuela Dolores. En cambio, el banquero Alfonso Escámez, que empezó de botones, me enseñó una forma de doblegar a las piedras. “Dádivas quebrantan piedras”, me decía, muy socarrón. Veo que, según este libro, también se quebrantan, se dominan, con cincel, gradina y maza. ¿Sería yo capaz de hincar el diente a la piedra, materia tan rebelde y dura, con los conocimientos y técnicas adquiridos en las clases de talla en madera?

Curiosamente, como si de una premonición se tratara, las primeras líneas de este libro pertenecen a san Juan de la Cruz, mi poeta favorito:

“Y luego a las subidas

cavernas de la piedra nos iremos,

que están escondidas;

y allí nos entraremos

y el mosto de granada gustaremos”.

Tras esta cita del mayor místico del mundo, ¿cómo no seguir leyendo?  Cobarde, como soy, el índice del tomo me asustó: talla directa, plantillas, cuadrícula, puntódromo, tres compases… ¡Madre mía! Luego leí nombres de escultores que han dejado su huella pétrea en la historia del hombre: Miguel Ángel, Bernini, Rodin, Brancusi o Moore. Me reanimé.

Atribuyen a Buonaroti haber dicho que su Moisés estaba oculto dentro del bloque de mármol de Carrara que había elegido en la propia cantera. Lo único que había que hacer era quitar el material sobrante para que su Moisés emergiera a la luz. O sea, “quitar para construir”. Amaestrar la piedra. ¿Obedece la piedra las órdenes del escultor o se resiste, con frecuencia, fiel a su propia ley natural, marcada durante milenios por su orden de nacimiento y crecimiento? ¿Quién se atreve a contrariar a las piedras? Los artistas, capaces, como Dios, de crear algo desde la nada. ¿Quién si no?

El escultor Cami dice que la memoria del mundo está en las piedras. Y éstas se ríen de las modas. Ahí están los dólmenes, menhires y obeliscos para recordarnos el instinto territorial, ancestral, del ser humano. Y ahí están, ¿por qué no?, las esculturas, ligadas al poder municipal, que adornan hoy las rotondas, tan de moda. Estatuas de los poderosos, arcos del triunfo, columnas como la de Trajano, tablas de la ley, bustos o amuletos de piedra, pirámides, monumentos funerarios… Obras labradas y pulidas en piedra para vencer al olvido, no a la muerte.

Llegó la maestra. Le devolví el libro. Le di las gracias.

«Chica con coleta» me enseñó humildad. Falta me hacía.

Hay maderas preciosas y maderas puñeteras. La de «ukola» reúne las dos cualidades: belleza y veneno. Es una madera noble, de color rojizo, semejante a la caoba, y fácil de tallar. Da gusto.

Desbaste del tablón de ukola con formón y maza en la clase de tallasmadera.com

Sin embargo, al pasar de las gubias a las lijas, desprende un polvo tóxico que provoca mocos, estornudos, picor en los ojos, nariz y garganta, tanto en el escultor como en los compañeros de taller, incluida la maestra Sandra Krysiak.

No prevengo el coronavirus, sino el polvo tóxico de ukola. Mientras lijaba mi «Chica con coleta» nadie podría entrar en mi sótano.

Durante varias sesiones de muchas horas, con canto gregoriano de música de fondo, me apliqué con las lijas Abranet de 40, 80, 120, 240 y 360 granos. Las mascarillas estaban agotadas en todas la farmacias de Madrid. Menos mal que mi yerno, el padre de Leo, me dio una de las suyas. Quedé aislado y, finalmente, satisfecho. Con esas lijas, buscaba la perfección. Ningún fallo. Sufrí un ataque de soberbia. Ni rastro de las marcas de gubia. Todo perfectamente liso… Hasta que cubrí mi talla con el tapaporos.

¡Madre mía! El tapaporos resultó ser un chivato terrible. En cuestión de minutos, denunció todos mis fallos. Cualquier muesca, por microscópica que fuera, saltaba a la vista.

Con el tapaporos, la madera de ukola cambió de color (del rojizo al nazareno) y mostró cantidad de fallos. La maestra Krysiak me mandó volver a lijar todo «hasta que los dedos huelan a ajo»

¡Qué gran lección de humildad me dio el tapaporos! Aprendí que la perfección no existe. Es inalcanzable, salvo para los creyentes en divinidades todopoderosas. Para mí, la perfección solo es una tendencia. Maravillosa, sí, pero solo tendencia. Recordé el «Camino de perfección» de santa Teresa y el de Pio Baroja. Claro que una cosas es escribir y otra, lijar madera de ukola. Allí donde yo había visto perfección, encontré infinidad de fallos. Digno castigo a mi actitud soberbia, ufana y pretenciosa. Volví a lijar. ¡Qué remedio! Horas de mascarilla, polvillo tóxico y Abranet.

Los restos del tapaporos blanco no dejaban lugar a dudas. Mi ego, casi argentino, cayó por los suelos. Vuelta a empezar.

Convencido ya de que la perfección era inalcanzable, en vísperas del día de San Valentín, no sin temor al fracaso, volví a dar tapaporos a la madera de ukola. Solo los tiquismiquis podrían descubrir las muescas diminutas que delataba el segundo tapaporos.

Porque he tropezado y fracasado mucho, estoy acostumbrado a levantarme después de las caídas. No suelo rendirme fácilmente. Esta vez, sí. ¡Jodida ukola! Sin atender a las críticas de mi maestra, cerré los ojos, apliqué una lija de 1.000 granos al tapaporos y me lancé a cubrir de cera mi «Chica con coleta». Tras la cera, no hay macha atrás.

Ayer, antes de que llegaran los invitados a casa, para celebrar el cumpleaños de mi hijo Erik, le di una pasada de «muñequilla» a la cera. Por cierto, a mi hijo Erik, sin mucho mérito, le propiné una paliza al tenis esa misma mañana por su cumpleaños.

Claro que la noche anterior había regresado de Bogotá y entró en la pista muerto de sueño.

«El Grito», que tallé en duramen de nogal. Mi chica, Ana Westley, pintó la tulipa inspirándose en el cuadro de Munch

Le saqué todo el brillo que pude a mi escultura medio abstracta y medio figurativa. Hasta hace poco me consideraba un copista de obras famosas. Por ejemplo: «El Grito» de Munch, en nogal, o el «Duelo a garrotazos» de Goya, en sapeli.

«Fake news», relieve a medio hacer, que tallo en madera de sapeli, inspirado en «Duelo a garrotazos de Goya.

Mi primera obra original abstracta fue «La idea», en tilo, que dediqué a mi amiga Isabel Ruiz Curto.

«La idea», que tallé en madera de tilo de una sola pieza sobre base de acero.

Coloqué a mi «Chica con coleta» en un pedestal de granito que tengo en el sótano, uno de los pocos sitios que quedan libres en casa. Eso, con el permiso de mi chica, Ana Westley, que es una grandísima pintora, catalogada y premiada. Las paredes lucen (con razón) sus óleos espléndidos, unos tiernos y otros inquietantes.

La «Chica con coleta» en su pedestal de granito. No es mal sitio. De lejos, no se ve ningún fallo. Pero yo no me engaño. Los conozco.
Esta foto me salió torcida y no sé cómo quitarla de aquí. Así se queda. Sorry.

Cualquier obra, por mala que sea, parece algo especial si la pones en un pedestal. De lejos, no se aprecian los fallos. Todos me felicitaron. ¡Qué amables! Disimulé. Eso se me da bien. Yo sabía que, de cerca, mi obra tenía muchos fallos. Solo me felicité por haber aceptado la lección de humildad que me dio el tapaporos aplicado sobre la preciosa y puñetera madera de ukola. Desde luego, falta me hacía. No somos nadie.

¿Por qué me enganché a la talla y escultura en madera?

Elogio de la madera

 Sin más méritos que ser estudiante de Talla y Escultura en Madera en el taller de www.tallasmadera.com, Rocío Gilabert, licenciada en Bellas Artes y paisana de Almería, me invitó el pasado martes, 20-N, a su programa radiofónico “Perspectivas” de M21 (88,6 FM). Sin pensarlo dos veces, allí fui. Si te gusta la madera, y alguna vez has deseado convertir una tabla o un tronco en un obra de arte, por mala que sea, no te pierdas este programa (Perspectivas. Arte. 20 nov. 2018) de Rocío Gilabert.

https://www.m21radio.es/podcast/perspectivas/perspectivas-20112018?fbclid=IwAR0YmGTQmwiNnrpIpsXh7FqDNJQOhGNF9p-6pdih-E7kcfX_EkWaRscDmi8

Es buenísimo. Claro que no soy objetivo. ¡Salgo yo!

Cervantes, inspirado en el bastón de mi padre.

¿Acaso acepté la invitación, no sin cierta osadía, porque tenía mono de micrófono? No lo creo. Hace muchos años que no me enfrento a micros ni a cámaras de televisión. De hecho, no hablo en radio ni tele desde que José María Aznar me despidió de RTVE, tras la entrevista preelectoral que le hice en 1996.  No los echo de menos. La fama televisiva, tan efímera, es humo. Peligrosa, si te gusta en demasía.

Mi primer troll para mi nieto Leo

¿Acepté por curiosidad, por vanidad o por petulancia, sabiendo que iba compartir tertulia radiofónica con escultores ya consagrados por sus grandes obras que exponen y venden? O sea: ¿un becario entre doctores?. Tampoco lo creo. Soy contrario a participar en tertulias de radio y TV con mis viejos colegas de la prensa. Se ven obligados a opinar de todo lo divino y lo humano, aunque tales asuntos estén muy lejos de su especialidad.

Relieve de Jayrán, emir de Almería, con mi nieto Leo y el «tío» Antonio.

Jayrán, Emir de Almería, promotor de las murallas y aljibes que llevan su nombre, tallado en cedro. En un ataque de vanidad, será mi primera obra con marco.

Conozco la técnica básica de la talla en madera pues he cursado Primero de Cuenco, Segundo de Relieve y Tercero de Bulto Redondo. También reconozco mis limitaciones y torpezas en el manejo de gubias, formones, escofinas, limas, raspines, rasquetas, etc. No siendo ningún experto en la escultura en madera, sino un estudiante apasionado por esta especialidad, ¿por qué entré en el Estudio de M21, exponiéndome a quedar en ridículo ante escultores como Agustín Sanz (de Rascafría), Marta Villamayor (“Espiral de virutas”, de Valdemorillo) y Pablo Redondo (”Odnoder”, de la Galería Espacio Primavera 9, de Lavapies, la única de España dedicada solo a escultura)?

Mi hija Andrea y mi nieto Leo, abrazados. Regalo para el Día de la Madre.

La verdad es que no lo sé. Es posible que solo quisiera predicar las excelencias de la talla en madera y compartir o, quizás, contagiar mi nueva afición con otros eventuales aficionados. Me sentí empujado por la fe del converso. Tuve el impulso que, quizás, deben sentir los predicadores de cualquier religión o credo. Pensé que mi breve experiencia con el mazo, la gubia y la madera es tan gratificante y balsámica que sería egoísta guardarla solo para mí. Además, recordé la máxima fundamental del espíritu universitario, que practiqué como profesor titular de Economía Aplicada: “Quien ha sido enseñado, debe enseñar”. En este programa quise contagiar a los oyentes mi pasión por la madera y, además, aprendí de mis contertulios.

Marta Villamayor (con su marca “Espiral de virutas”) nos ilustró sobre sus obras de joyería en madera y de utensilios útiles para la cocina (cucharas, platos, cuencos, etc.) Ella utiliza todo tipo de madera y recurre incluso, en plan sostenible, a recuperar desechos de la industria, de los lutiers o de la poda. Cualquier trozo de madera es susceptible de convertirse en arte.

Agustín Sanz, que hace obras (¡un respeto!) de hasta 4 metros de una sola pieza, celebra el bosque como su fuente de inspiración. Vive en Rascafría, Madrid, rodeado de montañas con árboles y disfruta con la textura, los colores, los aromas y la calidez de sus maderas, principalmente de enebro, sabina, abedul o tilo.

El escultor Pablo Redondo («Odnoder», compañero de taller en Primavera, 9 (Lavapies) con sus «ángeles».

Pablo Redondo (“Odnoder”), un arquitecto de éxito que ahora presume más como escultor, ha creado un estilo propio, original e impresionante. Casi perturbador, por lo que arriesga al adelgazar y estilizar partes de sus obras (“Los ángeles”, por ejemplo) hasta el límite de lo imposible. Ves su tirachinas gigantesco y te imaginas la esencia de los fusilamientos del 3 de mayo: el grito de Goya. Yo digo que Odnoder, pese a su nombre impronunciable, es un Giacometti al revés. Le conocí hace 4 años cuando entré en Primero de Cuenco en el taller que nuestra maestra, Sandra Krysiak, tiene en Bellas Artes Coronado. Ya le veía yo entonces con el título de doctor cum laude. Pronto echó a volar solo y, con su esposa, creó la primera galería dedicada solo a Escultura.

Como buen arquitecto, Pablo Redondo dibuja sus bocetos. Como buen escultor, elige sus maderas. Pero, como creador, reconoce que la obra final difiere de sus bocetos. Pablo Redondo nos dice que la madera, una materia viva, le obliga a cambiar sobre la marcha. Sus curvas y nudos le piden cambios, le marcan un camino distinto y le llevan a transformar la idea original. «Ya sea con abstracción geométrica o con arte figurativo, la madera manda», nos dice. Ya lo creo. Contra mi costumbre, boquiabierto, dejé hablar a mis contertulios. Tomé nota de sus palabras, de sus emociones, y compartí lo que decían. Nos unía el amor al arte a través de la madera.

Rocío Gilabert, con sus contertulios radiofónicos sobre talla y escultura en madera.

Rocío Gilabert, pintora y gestora cultural entusiasta, incluyó en su programa una entrevista grabada previamente con nuestra maestra, Sandra Krysiak, licenciada en Bellas Artes y discípula del maestro Medina Ayllón. Como si estuviera impartiendo sus clases, (suave como el tilo, firme como el nogal), siempre en voz baja, al oído de cada uno de nosotros, la maestra dijo que sentía pasión por la madera y que (¡ojo!) “quería dedicar el resto de su vida a la madera”. ¡Ahí queda eso! Luego se lanzó a vender sus cursos en tallasmadera.com y a explicar su contenido. Nos habló del manejo adecuado de las herramientas básicas (gubia, formón y maza) para poder “controlar la veta” y del disfrute de dominar las maderas nobles y semipreciosas (castaño, cedro, nogal, caoba, ébano, etc.) para conseguir formas tridimensionales con la expresión propia del artista.

Con mi maestra, Sandra Krysiak, y el grandísimo pintor y escultor Antonio López, en Bellas Artes Coronado.

“Al concluir una obra, mis alumnos”, confiesa Sandra Krysiak, se sorprenden y se sienten impactados al comprobar lo que son capaces de hacer con un trozo de madera, descubriendo las capacidades que llevan dentro”. También dice nuestra maestra que “en la madera, un material vivo, fuerte y frágil a la vez, que te trasmite aromas, texturas y colores, puedes volcar sentimientos y pensamientos hasta convertir un tronco o una tabla en una obra de arte imperecedera”.  Sus clases incluyen ejercicio físico, pero también sicológico.

Portada del semanario Doblón (14-II-1976), que provocó mi secuestro y torturas (2-III-1976), y mi primer relieve sobre tablón de cerezo (Arco de Averroes, Cordoba).

Doy fe de ello. A través de la experiencia con mis compañeros de taller y por mí mismo, he descubierto que todo ser humano lleva un artista dentro que le empuja a su realización personal. En ocasiones, el artista permanece dormido o reprimido durante años. A mí me pasó. Sin embargo, tarde o temprano,  el impulso creativo resulta, a veces, irrefrenable. Siempre pensé que la risa y la creación artística nos hacen humanos. No sé en qué orden, pero sí sé que ambas nacen de una fuente maravillosa que es la libertad: libertad de pensar, de hablar, de reír y -¡cómo no- de crear. Creedme. Cuando creas algo desde la nada, te sientes como Dios. Excelente sensación. Experiencia balsámica y gratificante.

Mi «Grito», en duramen de nogal, homenaje a Munch. Ana Westley pintó la tulipa.

El Grito, a medio acabar, en el taller de Primavera, 9, Lavapies.

Además, hacer una pieza original e irrepetible con las manos, a golpes, sin máquinas, transformando un pedazo informe de madera en algo distinto, decorativo o práctico, te entronca casi con nuestra prehistoria. Tallar es una técnica primitiva que te engancha porque, quizás, la llevamos en nuestros genes (esto me lo estoy inventando). Es un impulso parecido al de nuestros ancestros: los recolectores de frutos del bosque. Cuando empiezas, no puedes parar.

El escriba del Faraón, en el sobrante de un pilar de olmo. No le dejé manco de milagro.

Mientras hacía mi primer cuenco (llegué a perforarlo -¡cómo no!- por exceso de confianza), pensé que estaba creando, a mi modo, el primer utensilio artístico y práctico que el ser humano hizo sobre la Tierra. ¿Acaso no precisó el hombre o la mujer de las cuevas de Altamira, ya fuera cromañón o neandertal, de un cuenco donde preparar y transportar las pinturas que sirvieron para asombrar al mundo en los siglos venideros? O, mejor aún, un primer cuenco útil y necesario para beber y/o comer.

Taller de tallasmadera.com en Villaba. El bizcocho y el café lo pone la maestra Sandra Krysisak.

Luchando contra la veta o a favor de ella, veta maravillosa o veta puñetera, cuando tallas madera te olvidas de todos los problemas cotidianos, incluso de la muerte, se producen interacciones fantásticas con tus compañeros de taller, vengan de donde vengan, con buena química, y liberas emociones porque te sientes libre y relajado. Creando… ¡como Dios!. La talla y escultura en madera es pura vida. Lo descubrí tarde, el día de mi jubilación, pero más vale tarde que nunca.

En Primero de Cuenco, recién jubilado como CEO del diario 20 minutos.

Estoy seguro de que mi nieto Leo y los nietos, bisnietos o tataranietos que pudieran venir en el futuro no leerán ninguno de los miles de reportajes, artículos o entrevistas que publiqué en la prensa, ninguno de mis libros (rollos insoportables sobre de Economía) ni verán ninguno de los cientos de programas de radio y televisión que hice a lo largo de medio siglo de ejercicio del Periodismo.

Con el presidente de la AEPE (Asociación Española de Pintores y Escultores)

También estoy seguro de que ninguno de ellos se atreverá a quemar en la chimenea o a arrumbar en el sótano las esculturas o los relieves de madera, únicos e irrepetibles, que hizo, a mano, su abuelo, bisabuelo o tatarabuelo. Aunque las consideren feas o defectuosas.  Esa sensación íntima, inconfesable, trasciende más allá de nuestro paso por este mundo y traza una línea finísima con la inmortalidad.  La obra vive más que su autor. ¿Qué más se puede pedir a la vida?

¡Viva la talla y viva la madera!

….

P.S. Nueva etapa. Obras en marcha.

Relieve sobre cerezo, copia de la «Quema de libros por la Inquisición» de Juan de Juni (Museo de León)

Dibujo en el socorrido papel cebolla y boceto fotográfico para tallar sobre sapeli rameado el «Duelo a ideas», inspirado el «Duelo a garrotazos» de Goya. Los garrotes son hoy periódicos.

Alfajores argentinos en el taller de Bellas Artes Coronado. Inspiración para nuevas obras…. Miguel Aranguren (primero por la izquierda, solo física) y Pablo Redondo (penúltimo, junto a la maestra Sandra Krysiak) ya vuelan solos, exponen y venden. Adelaida Gordillo (entre Luis de Carre y yo) hace maravillas y también vende.

Taller de talla en Primavera,9, Lavapies (Madrid), junto a la galería de escultura Espacio_Primavera, 9. Un sótano centenario, de ladrillo mudéjar, muy inspirador.

«Duelo a ideas» o «Compra venta de noticias», a medio tallar

Sello de 15 céntimos de mi paisano Nicolas Salmerón, presidente de la República

Sello Nicolas Salmerón tallado en doussier.

Epitafio en el mausoleo de Salmerón (cementerio civil de Madrid) y sello de la República.

El sello de mi paisano Salmerón, presidente de la I República, que tallé en «doussier», ya está colocado en lugar de honor. O sea, sobre la tele y junto al óleo de la Westley catalogado en el 85 Salón de Otoño. ¿Que más puedo pedir?