Aunque no está mal escrito, no me gusta recomendar veneno a mis lectores. Ni siquiera en pequeñas dosis. Por eso, para el caso de que alguien lo lea por mi culpa, copio y pego aquí lo que respondí a mi amigo:
«Pedro Jeta es más falso que los duros sevillanos. Lo único que busca – con malvado talento, eso sí- es reescribir su historia para que pensemos que lo echó Rajoy (así quedaría como un héroe de la libertad de expresión) y no la ruina a la que llevó a El Mundo (por su mala cabeza y su megalomanía).
El pobre Rajoy no tiene ni huevos ni inteligencia para tocar un pelo a Pedro Jeta. ¡Qué más quisiera Pedro Jeta, lameculos del poder!
Lo siento por Casimiro, mejor persona aunque lobezno de la misma camada.
Gracias por enviarme el link. No me gasto ni un céntimo en comprar El Inmundo. ¡Que poco les queda -de seguir así- a los diarios y a los partidos de la «casta».
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Puesto a reescribir su historia, el ex director del El Mundo y de Diario 16 (de ambos salió dejándolos en la ruina) podría caer en la tentación de decir que quien le echó de Diario 16 no fue la empresa editora sino el mismísimo Felipe González o su «beautiful people» a quienes tanto aduló.
Para refrescar su memoria y evitarle otro ridículo, le recordaré algunas de sus frases dedicadas al Poder, en su Carta del Director del 17 de julio de 1988 titulada «Mariano Rubio».
Dice así:
«Felipe González ha tenido la suerte de contar entre sus colaboradores con el trío Boyer-Solchaga-Rubio y también el mérito de confiar indesmayablemente en ellos a despecho del pujante periodismo de peluquería que con lucrativa tabarra ha organizado con lo de la «beautiful people». (…)
Ni en el Ministerio de Economía ni en el Banco de España ha habido durante estos años la menor concesión al pasteleo». Firmado: Pedro J. Ramínez.
Como se recordará, el entonces ministro de Economía, Miguel Boyer Salvador, firmaba con el apellido de su padre en la política y en el BOE y con el de su madre (Miguel B. Salvador) en las pecaminosas y fradudentas cuentas de Ibercorp y Sistemas Financieros. Lo mismo hacía el Gobernador del Banco de España, Mariano Rubio Jiménez, quien firmaba los billetes como el apellido paterno (Mariano Rubio) y las cuentas de Ibercorp y Sistemas Financieros con el de su madre (Mariano R. Jiménez) antes de ingresar en la cárcel. Ambos eran políticos por parte de padre y delincuentes por parte de madre. Ambos han fallecido y no pueden defenderse. Pero todo todo esto lo publiqué (¿periodismo de peluquería?) cuando estaban vivos, tenían mucho poder y eran ensalzados hasta el sonrojo por su amigo Pedro Jeta. Y me costó caro. Pero eso son gajes del oficio que no vienen a cuento.
La hemeroteca es pertinaz y traicionera. Y Pedro Jeta, el compañero de padel de José Maria Aznar, anda en campaña para cambiar su historia en España y parte del extranjero. (¿Qué pasa en la prensa española?) Pero ya no cuela.
España está, no solo geográficamente, entre Marruecos y Francia. Tenemos una democracia treintañera, joven y débil si nos comparamos con los vecinos del Norte; madura y fuerte, si lo hacemos con los vecinos de Sur. No nos conviene perder la perspectiva. Y estamos infinitamente mejor, en todos los aspectos de la vida, que hace 40 años.
Desde que murió en la cama el ominoso dictador Francisco Franco, en 1975, hemos ido ido avanzando y ascendiendo. Azaña diría que «adelantabamos la civilización en España». Con mucho miedo y algo de concordia, convertimos la Dictadura en Democracia. Sin embargo, ahora tengo la impresión, quizás por la edad, de que vamos hacia atrás, como los cangrejos, y hacia abajo, como los perdedores.
¿Desde cuando se está debilitando la democracia en España? O bien, como diría Zabaleta, si saliera de la excelente novela «Conversación en la catedral» de Vargas Llosa:
¿Cuando se jodió la Democracia en España?
El día de la abdicación o claudicación de Juan Carlos I, escuché a miles de jóvenes cantar, a grito pelado, en la Puerta del Sol. Uno de los estribillos más repetidos era éste:
«¡Lo llaman Democracia y no lo es. No lo es!»
Al escuchar anteayer a Felipe González defender tan ardientemente a Vicente del Bosque y a La Roja, tras la derrota humillante en Brasil, tuve la sensación de que el ex presidente hablaba de sí mismo y defendía su propia historia. Está en su derecho.
El líder del PSOE, con los platos que le cocinaba Alfonso Guerra, llevó a España a las más altas cimas de la modernidad y de la democracia. Un ejemplo mundial. Pero perdió la gracia… y el poder. Y salió corriendo, como gato escaldado, por la gatera del Palacio de la Moncloa… y de la historia.
En 1996, Felipe González, seleccionador de un partido centenario,fue derrotado no por Holanda -gran selección, subcampeona del mundo- sino nada menos que por José María Aznar, ese «hombrecillo insufrible» (como le llama Manolo Saco).
¿Se puede caer más bajo?
Me puse a hacer memoria, esa traicionera. Felipe González levantó la copa de su Mundial en el glorioso año 1992 (Juegos Olímpicos de Barcelona, Expo de Sevilla). Como en la comunión de la niña, tiramos la casa por la ventana, en plena crisis. El cava del 92 perdió las burbujas y nos dejó una resaca espantosa.
A Mariano Rubio, aquel que firmaba los billetes del Banco de España, se lo llevaron los guardias a la cárcel por llevarse los billetes a casa. Y Luis Roldán, el jefe de los guardias, también se llevó los billetes … ¡de los huerfanos! La jefa del Boletín Oficial del Estado, robaba el papel. MiguelBoyer Salvador, fue ministro de Hacienda por parte de padre y delincuente financiero por parte de madre. En la cuentas pecaminosas de Ibercorp y Sistemas Financieros aparecía como Miguel B. Salvador y en los decretos del BOE lo hacia como Miguel Boyer.
Estos pequeños detalles eran la punta del iceberg de la corrupción rampante que se extendía también por ayuntamientos y comunidades autónomas gobernadas por el PSOE, el partido de mis padres y en el que yo había depositado tantos votos y tantos sueños…
La financiación ilegal, el trueque de favores por licencias, el nepotismo/enchufismo, las recalificaciones urbanísticas opacas y/o delictivas, el engreimiento/soberbia de las élites, el alejamiento de los ciudadanos, la pérdida de los valores éticos del socialismo solidario, el triunfo del capitalismo de hojalata y del «pelotazo», de Mario Conde, de los Albertos, la descomunal crisis bancaria, la crisis económica de efectos retrasados por los fastos del 92… Desde luego, no hubo una sola causa ni tampoco una fecha exacta.
En las elecciones generales del 93, me tocó hacer las entrevistas a los canditados presidenciales en Televisión Española. Felipe aún parecía imbatible. Se juntó con el juez Baltasar Garzón -mister Proper, le llamabamos- porque prometía limpiar la mierda acumulada en la vida política. Ese año fue la última vez que le voté, tapándome la nariz. Fue un error.
Si hubiera perdido en el 93, Felipe González aún habría salido por la puerta grande de la historia y a hombros. ¿Quien sabe? Sin embargo, siguió arrastrándose tres años más por el fango político. En las elecciones generales del 96, la carroza de oro de Felipe ya se había convertido en calabaza. Aznar, el «hombrecillo insufrible», le tumbó.
La derecha tenía hambre de balón. Mucha hambre. Desde la muerte de su admirado dictador había estado agazapada y temerosa, mientras el centro democrático de Adolfo Suárez desmontaba el franquismo y, a la vez, construía los cimientos de nuestra democracia.
Cuando llegaron al poder, los populares se pusieron las botas. «Mientras dure…», debieron pensar. En cuestiones de corrupción política y económica, la derecha es mucho más hábil y sabia, por costumbre, y menos cutre, que la izquierda. Las veredas de la corrupción socialista ya estaban trazadas. Se ampliaron con Aznar, con Zapatero y con Rajoy.
Haceindo la cuenta de la vieja, la Democracia española lleva, más o menos, 20 años haciendo agua. Vamos hacia atrás y hacia abajo. Los jóvenes republicanos de la Puerta del Sol sabían muy bien lo que cantaban en día de la claudicación del Rey:
«¡Lo llaman Democracia y no lo es. No lo es!»
También cantaban, con la música de Guantanamera:
«¿Quién te ha votado/
Felipe, ¿Quién te ha votado?/
¿Quién te ha votado?»
Por si quedaba alguna duda de que, en efecto, lo llaman Democracia y no lo es, anteayer, esos jóvenes republicanos no pudieron cantar el mismo estribillo en la esquina de Montera con Sol, donde la Policía les mantenía «escoltados» para llevarlos a Tirso de Molina, más lejos de la procesión monáquica de Felipe VI. La razón: «Para evitar conflictos, como se separan a los hinchas del Real Madrid de los del Barça». Pero -¡oiga!- esto no es un partido de fútbol sino el nombramiento del jefe del Estado, de mi Estado, y tengo todo el derecho a opinar, a expresarme y a manifestarme a favor o en contra.
No les dejaron cantar. (Me recuerda mi juventud en tiempos de la Dictadura). Los jóvenes y los viejos se pusieron a silbar la música, tan pegadiza y popular, del Guantanamera. Todoso conocíamos la letra prohibida que yacía bajo los silbidos.
¿Quien te ha votado?
Felipe ¿Quien te ha votado?
¿Quien te ha votado?
Algunos polícias no pudieron evitar guardar la porra y echarse a reir. Debo reconocer -lo cortés no quita lo valiente- que la policía nacional que yo vi el día de la coronación de nuevo Rey se portó bien, dentro de lo que cabe, cumplió las órdenes de Rajoy con su mejor cara. La Policía se portó mejor que el Gobierno que la mandó reprimir la libertad de expresión.
Y la Policía, con la sonrisa en los labios, dejó silbar Guantamera a los republicanos. Silbaban con tanta emoción como si se tratara del mismísimo himno del Riego.
¿Quien se atreve a poner puertas al campo? No se enteran.
Algo muy grave. Acabo de escuchar en La Sexta a la delegada de Rajoy en Madrid, Cristina Cifuentes. Si no fuera por la mala fe y las intenciones políticas premeditadas del Gobierno de Rajoy, al prohibir los derechos constitucionales de expresión y manifestación, pensaría que esta señora es tonta de remate. Resultaba patétcio escuchar sus mentiras patentes, mientras veiamos a la policía prohibiendo el paso a una joven por llevar un pin republicano en la solapa.
Su lenguaje ha sido premeditamente guerracivilista y extremadamente peligroso. Habló de «evitar actitudes que persiguen la confrontación», » de no propiciar el enfrentamiento», «evitar el conflicto». Creo que la señora Cifuentes debería dimitir mañana mismo, sobre todo por haber ultrajado a la Policía, que sigue las órdenes del Gobierno. Ha dicho que la Policia actuó por su cuenta al pedir a los ciudadanos que retiraran «voluntariamente» las banderas republicanas de sus balcones.
Como pienso que los líderes del PP no son tontos de remate, debo admitir que lo que hecen es premeditado, para meter miedo en el cuerpo a los ciudadanos y dar la impresión -como trata Esperanza Aguirre- de que son los republicanos los violentos que pretenden «volver a las andadas». Afortunadamente, sus pervesas intenciones no han colado. Los que violentan la Constitución son los gobernantes del PP.