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Monárquicos conversos: militantes pero no creyentes

gil calvo articuloCuando alguien empieza diciendo «yo soy republicano, porque así me lo dicta la razón, pero…» ya sabemos lo que viene detrás.

En desacuerdo con nuestros intelectuales monárquicos conversos, yo prefiero una república laica como la de Francia antes que una monarquía islámica aluita como la de Marruecos.

España, no lo olvidemos, está entre Francia y Marruecos. Por eso, a la hora de copiar, prefiero mirar a nuestros vecinos más próximos. No tenemos que irnos a Suecia o Arabia Saudita, para buscar monarquías, ni a Siria o Latinoamérica, para repúblicas.

La verdad es que ya no se hacia donde mirar ni a que maestro agarrarme.  ¿Tendré que irme a China, como Papini, para orientarme un poco?

Portada autocensurada de El Jueves
Portada autocensurada de El Jueves

Acabo de leer, no sin estupor, en la página de Opinión (antes llamada «noble«) de El Pais, el artículo de Enrique Gil Calvo titulado Sobreactuación republicana. Llevo años leyéndole no sin cierta admiración. Pero hoy se me cayeron los palos del sombrajo. Mirad lo que, tras caerse del caballo, se atreve a decirnos hoy este profesor demagogo por no decir frívolo:

«Las democracias de más elevada calidad (como las nórdicas) son monarquías mientras que las de peor calidad, que tienden al autoritarismo (como las latinoamericanas), son repúblicas».

¿Pero qué me dice usted? Yo no soy nórdico ni lationamericano. Semejante profundidad no podía habérsele ocurrido a él solo.  Hace dos semanas, el gran Javier Cercás (otro de mis admirados intelectuales) se anticipó con este mismo argumento, tan simplista como  indigno de él:

«Prefiero mil veces vivir en una monarquía como la sueca que en una república como la siria»

Esto fue lo que escribió Cercas (sí, Cercas) el 2 de junio en El País  en su articulo  Sin el Rey no habría democracia. Me dan ganas de responderle:

!Anda! Y yo, ¿no te jodes? ¿Me tomas por gilipollas? Yo no soy ni sueco ni sirio. En todo caso, medio francés y medio marroquí». 

Sin llegar a Siria ni a Suecia, me ha dolido más aún el recurso localista, pegado al terruño, del mismísimo Javier Marías (otro santo laico que se me cae del pedestal). En su artículo Ecuanimidad o histerismo (el título ya lo dice todo) escribió en El País Semanal del pasado 22 de junio:

«Me parece mucho más deseable que la Jefatura del Estado recaiga en alguien en verdad apolítico (que no pertenezca a “la casta”, como dicen ahora copiando el viejísimo apodo italiano), que en cualquier individuo severo, poseído de su verdad y proclive al sermoneo y la riña, se llame Anguita o Rouco Varela».

Sobractuación policial. Nunca vi la Puerta del Sol tomada por tanta policía como el día de la coronación.
Sobractuación policial. Nunca vi la Puerta del Sol tomada por tanta policía como el día de la coronación.

Ahí va otro que tal baila… ¿Anguita o Rouco Varela? ¡Válgame dios!  Podría haber elegido para presidente de la III República a algún político del estilo de Adolfo Suarez o a un clérigo del talante del cardenal Tarancón. Digo yo. Aunque no tendría nada que decir si fueran Zapatero o Aznar presidentes de la República. Si no lo hacen bien, podriamos cambiarlos tranquilamente en las siguientes elecciones presidenciales, lo que nunca podrá ocurrir con un rey vitalicio e inviolable salvo por su abdicación voluntaria cuando le plazca.

El historiador Santos Julíá se ha trabajado un poco más su servicio al nuevo monarca y ha hurgado en las raíces marxistas prerepublicanas del PSOE. Nos recuerda en El País (19 de Junio,  Una tradición inventada) que Julián Zugazagoitia llegó a decir que «un socialista solo podía ver la idea de la República “con indiferencia” por la muy sencilla razón de que a quien se había educado en las convicciones marxistas “le tiene perfectamente sin cuidado el trastueque que se opera en un país al pasar de la Monarquía a la República”.

Mas fino y ponderado, como es él, también le echa un cable a Felipe VI, el prestigioso y querido historiador Juan Pablo Fusi, en su artículo De la democracia en España (El País, 10 de junio):

«Para la democracia, la Monarquía fue en España, en 1931, el problema; y en 1975, la solución. El historiador Hobsbawm pudo decir con razón en 2011 que la Monarquía había sido un marco solvente para el liberalismo y la democracia en lugares como Holanda, Bélgica, Gran Bretaña y, añadía, como España. Por eso que reabrir la cuestión Monarquía-República parezca, ante todo, un error. Peor aún: un error innecesario.»

mafalda monarquiaPuedo estar de acuerdo con Fusi si nos referimos a la primera mitad del reinado de Juan Carlos I. Agradezco los servicios que prestó a la democracia aunque ello no me ata a Juan Carlos de Borbón para el resto de mi vida. En la segunda mitad, por la corrupción y la mala cabeza del Rey, la monarquía volvió a ser más problema que solución para la consolidación de la democracia en España.

Mafalda lo resumen muy requetebien. En 1978 la mayoría de los españoles votamos a favor de la Constitución. Yo mismo puse la bandera constitucional en la puerta de mi casa y guardé temporalmente la republicana. La elección era entonces muy clara entre futuro y pasado, entre democracia en forma de monarquía parlamentaria o dictadura militar. Eran lentejas. A la fuerza ahorcan.

«¿Cómo se puede sostener que la forma de Estado es un problema urgente?», se pregunta E. Gil Calvo en su articulo citado «Sobreactuación republicana».

 

Recorte de El País. La policia tiene orden de retirar la tricolor de los balcones.
Recorte de El País. La policia tiene orden de retirar la tricolor de los balcones.

Pasado el miedo generalizado del final de la Dictadura, emerge, cada día con más claridad, la necesidad de legitimar, de una vez, la monarquía parlamentaria en la próxima reforma de la Constitución. Sin prisas pero sin pausa. Ahora mismo, estoy casi seguro de que Felipe VI tendría el aprobado mayoritario. Pero el tiempo juega en su contra. Sobre todo si los intelectuales republicanos, recién convertidos en fervientes monárquicos, siguen dandole coba a discreción a Felipe VI.

Sobreactuación monarquica del Banco Santander: "Te quiero Felipe". Vamos anda.
Sobreactuación monarquica del Banco Santander: «Te quiero Felipe». Vamos anda.

No hubo tal cosa como «sobreactuación republicana» sino todo lo contrario. Hubo sobreactuación policial pro monárquica.  Y tal abuso antidemocrático pasará factura al joven Rey. La Policía no puede subir a un piso, sin orden del juez, a pedir que retiren una bandera republicana del balcón.  Tampoco puede impedir el paso a una joven por llevar un pin tricolor en la solapa. Sencillamente, es intolerable. pero nadie ha dimitido aún por esta sobreactuación policial. Y sobre esto me gustaría saber la opinión de mis intelectuales favoritos, esos que muestran tanto fervor en el aplauso al nuevo Rey y tan escaso en la defensa de la libertad pisoteada.

Para compensar el exceso de coba que están dado al nuevo Rey por doquier, recominedo la lectura refrescante de este artículo publicado por Rafael Reig en eldiario.es:

Al Rey Nuestro Señor

Exactamente, ¿para que está tan preparado?

Rafael Reig 

23/06/2014 – 20:49h

«Felipe, no sé por qué narices me tuteas, pero ya que te empeñas, me tomaré las mismas confianzas. Habrás oído que en la barra de los bares te llaman el Preparao. A veces, con la tercera ronda, el Súper-preparao o el Proto-preparao. Si fueras astronauta, opositor a Notarías o actor porno, se entendería a la primera de qué va esa espectacular preparación. En tu caso resulta un enigma. Sobre todo porque, si no estuvieras preparado, si fueras (un suponer) corto de luces y escaso de estudios, también serías rey igual, ¿verdad? ¿No es ese precisamente todo el busilis de la monarquía? A un rey no se le exige gran cosa, sólo tiene que ser el primer hijo varón (de momento) de un señor. ¿Alguien duda que no tengas esa preparación?

Pues el caso es que sí, porque parece que por ahí anda alguna demanda de paternidad, supongo que lo habrás oído. Si esa demanda prosperara (otro suponer), entonces ya no estarías tan preparado. Pero despreocúpate, que por algo a tu padre le llaman en los bares el Aforado y, con la tercera ronda, el Aforado-a-toda-pastilla. En cuanto él esté blindado (igual incluso antes de que te llegue esta carta), tu preparación ya no se podrá poner en duda.

Lo curioso es que, como la monarquía no tiene más cimiento que el ADN y la primogenitura, si tuvieras un hermano mayor, sólo por eso, ya estaría más preparado que tú y tendría que ser el mejor de los reyes posibles. Porque, si nos pusiéramos a elegir entre dos hermanos con algún otro criterio, a la monarquía se le caen los palos del sombrajo. Ya puestos a elegir al más capaz y prescindiendo del ADN o la fecha de nacimiento, pues para eso  mejor una república, ¿verdad?

Por otra parte, no te lo tomes a mal, pero ser licenciado en Derecho tampoco es una preparación tan supersónica. Ya sé que, para el nivel de estudios de tu familia, te parecerá la bomba, pero mira a tu alrededor: ¿tú sabes cuántos licenciados en Derecho están en la cola del paro? Seamos serios, ¿un título universitario, algún máster, idiomas, servicio militar cumplido, informática a nivel usuario y vehículo propio? Con ese currículum a muchos españoles les cuesta conseguir un empleo de cajera-reponedora o controlador de accesos (o sea portero de discoteca).

En resumen, puesto que cada vez que sale tu nombre al pedir unas cañas siempre hay alguien, el más timorato por lo general, que afirma con voz solemne que estás súper-preparado, tengo que hacerte una pregunta: exactamente, ¿para qué estás tan preparado, Felipe?»

 

 

 

 

 

 

 

Lo llaman Democracia y no lo es. ¡No lo es!

¿Cuando se jodió la Democracia en España?

España está, no solo geográficamente, entre Marruecos y FranciaTenemos una democracia treintañera, joven y débil si nos comparamos con los vecinos del Norte; madura y fuerte, si lo hacemos con los vecinos de Sur. No nos conviene perder la perspectiva. Y estamos infinitamente mejor, en todos los aspectos de la vida, que hace 40 años.

El príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, junto al dictador Francisco Franco
El príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, junto al dictador Francisco Franco

Desde que murió en la cama el ominoso dictador Francisco Franco, en 1975,  hemos ido ido avanzando y ascendiendo. Azaña diría que «adelantabamos la civilización en España».  Con mucho miedo y algo de concordia, convertimos la Dictadura en Democracia. Sin embargo, ahora tengo la impresión, quizás por la edad, de que vamos hacia atrás, como los cangrejos, y hacia abajo, como los perdedores. 

(Recomiendo vivamente el artículo que publica hoy Joaquín Estefanía en la página 33 de El País, «La debilidad de la democracia«)

¿Desde cuando se está debilitando la democracia en España? O bien, como diría Zabaleta, si saliera de la excelente novela «Conversación en la catedral» de Vargas Llosa:

¿Cuando se jodió la Democracia en España?

El día de la abdicación de Juan Carlos I, la Puerta del Sol estuvo llena de jóvenes con banderas repúblicanas.
El día de la abdicación de Juan Carlos I, la Puerta del Sol estuvo llena de jóvenes con banderas repúblicanas.

El día de la abdicación o claudicación de Juan Carlos I, escuché a miles de jóvenes cantar, a grito pelado, en la Puerta del Sol.  Uno de los estribillos más repetidos era éste:

«¡Lo llaman Democracia y no lo es. No lo es!»

Al escuchar anteayer a Felipe González defender tan ardientemente a Vicente del Bosque y a La Roja, tras la derrota humillante en Brasil, tuve la sensación de que el ex presidente hablaba de sí mismo y defendía su propia historia. Está en su derecho.

El líder del PSOE, con los platos que le cocinaba Alfonso Guerra, llevó a España a las más altas cimas de la modernidad y de la democracia. Un ejemplo mundial.  Pero perdió la gracia… y el poder. Y salió corriendo, como gato escaldado, por la gatera del Palacio de la Moncloa… y de la historia.

En 1996, Felipe González, seleccionador de un partido centenario, fue derrotado no por Holanda -gran selección, subcampeona del mundo- sino nada menos que por José María Aznar, ese «hombrecillo insufrible» (como le llama Manolo Saco).

¿Se puede caer más bajo?

Me puse a hacer memoria, esa traicionera. Felipe González levantó la copa de su Mundial en el glorioso año 1992 (Juegos Olímpicos de Barcelona, Expo de Sevilla). Como en la comunión de la niña, tiramos la casa por la ventana, en plena crisis. El cava del 92 perdió las burbujas y nos dejó una resaca espantosa.

Mariano Rubio, aquel que firmaba los billetes del Banco de España, se lo llevaron los guardias a la cárcel por llevarse los billetes a casa. Y Luis Roldán, el jefe de los guardias, también se llevó los billetes … ¡de los huerfanos! La jefa del Boletín Oficial del Estado, robaba el papel. Miguel Boyer Salvador, fue ministro de Hacienda por parte de padre y delincuente financiero por parte de madre. En la cuentas pecaminosas de Ibercorp y Sistemas Financieros aparecía como Miguel B. Salvador y en los decretos del BOE lo hacia como Miguel Boyer.

Estos pequeños detalles eran la punta del iceberg de la corrupción rampante que se extendía también por ayuntamientos y comunidades autónomas gobernadas por el PSOE, el partido de mis padres y en el que yo había depositado tantos votos y tantos sueños…

La financiación ilegal, el trueque de favores por licencias, el nepotismo/enchufismo, las recalificaciones urbanísticas opacas y/o delictivas, el engreimiento/soberbia de las élites, el alejamiento de los ciudadanos, la pérdida de los valores éticos del socialismo solidario, el triunfo del capitalismo de hojalata y del «pelotazo», de Mario Conde, de los Albertos, la descomunal crisis bancaria, la crisis económica de efectos retrasados por los fastos del 92… Desde luego, no hubo una sola causa ni tampoco una fecha exacta.

En las elecciones generales del 93, me tocó hacer las entrevistas a los canditados presidenciales en Televisión Española. Felipe aún parecía imbatible. Se juntó con el juez Baltasar Garzón -mister Proper, le llamabamos- porque prometía limpiar la mierda acumulada en la vida política. Ese año fue la última vez que le voté, tapándome la nariz. Fue un error.

Felipe González, rendido ante la princesa.
Felipe González, rendido ante la princesa.

Si hubiera perdido en el 93, Felipe González aún habría salido por la puerta grande de la historia y a hombros.  ¿Quien sabe? Sin embargo, siguió arrastrándose tres años más por el fango político. En las elecciones generales del 96, la carroza de oro de Felipe ya se había convertido en calabaza. Aznar, el «hombrecillo insufrible», le tumbó.

La derecha tenía hambre de balón. Mucha hambre. Desde la muerte de su admirado dictador había estado agazapada y temerosa, mientras el centro democrático de Adolfo Suárez desmontaba el franquismo y, a la vez, construía los cimientos de nuestra democracia.

Cuando llegaron al poder, los populares se pusieron las botas. «Mientras dure…», debieron pensar. En cuestiones de corrupción política y económica, la derecha es mucho más hábil y sabia, por costumbre, y menos cutre, que la izquierda. Las veredas de la corrupción socialista ya estaban trazadas. Se ampliaron con Aznar, con Zapatero y con Rajoy.

Haceindo la cuenta de la vieja, la Democracia española lleva, más o menos, 20 años haciendo agua. Vamos hacia atrás y hacia abajo. Los jóvenes republicanos de la Puerta del Sol sabían muy bien lo que cantaban en día de la claudicación del Rey:

«¡Lo llaman Democracia y no lo es. No lo es!»

También cantaban, con la música de Guantanamera:

«¿Quién te ha votado/

Felipe, ¿Quién te ha votado?/

¿Quién te ha votado?»

La Policía "escolta" a los republicanos de Montera a Tirso de Molina.
La Policía «escolta» a los republicanos de Montera a Tirso de Molina.

Por si quedaba alguna duda de que, en efecto, lo llaman Democracia y no lo es, anteayer, esos jóvenes republicanos no pudieron cantar el mismo estribillo en la esquina de Montera con Sol, donde la Policía les mantenía «escoltados» para llevarlos a Tirso de Molina, más lejos de la procesión monáquica de Felipe VI.  La razón: «Para evitar conflictos, como se separan a los hinchas del Real Madrid de los del Barça». Pero -¡oiga!- esto no es un partido de fútbol sino el nombramiento del jefe del Estado, de mi Estado, y tengo todo el derecho a opinar, a expresarme y a manifestarme a favor o en contra.

No les dejaron cantar. (Me recuerda mi juventud en tiempos de la Dictadura). Los jóvenes y los viejos se pusieron a silbar la música, tan pegadiza y popular, del Guantanamera. Todoso conocíamos la letra prohibida que yacía bajo los silbidos.

¿Quien te ha votado?

Felipe ¿Quien te ha votado?

¿Quien te ha votado?

Algunos polícias no pudieron evitar guardar la porra y echarse a reir. Debo reconocer -lo cortés no quita lo valiente- que la policía nacional que yo vi el día de la coronación de nuevo Rey se portó bien, dentro de lo que cabe, cumplió las órdenes de Rajoy con su mejor cara. La Policía se portó mejor que el Gobierno que la mandó reprimir la libertad de expresión.

Y la Policía, con la sonrisa en los labios,  dejó silbar Guantamera a los republicanos. Silbaban con tanta emoción como si se tratara del mismísimo himno del Riego.

¿Quien se atreve a poner puertas al campo? No se enteran.

A mi me gusta más escribir con las plumas que me prohiben...
Esta es mi colección de plumas…

Como a Joan Manuel Serrat (que le gusta más cantar en la lengua que le prohiben), a mi me gusta más escribir con las plumas que me prohiben. ¿Y silbar Guantamera? ¡No digamos!

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Algo muy grave. Acabo de escuchar en La Sexta a la delegada de Rajoy en Madrid, Cristina Cifuentes.  Si no fuera por la mala fe y las intenciones políticas premeditadas del Gobierno de Rajoy, al prohibir los derechos constitucionales de expresión y manifestación, pensaría que esta señora es tonta de remate. Resultaba patétcio escuchar sus mentiras patentes, mientras veiamos a la policía prohibiendo el paso a una joven por llevar un pin republicano en la solapa.

Su lenguaje ha sido premeditamente guerracivilista y extremadamente peligroso. Habló de «evitar actitudes que persiguen la confrontación», » de no propiciar el enfrentamiento», «evitar el conflicto». Creo que la señora Cifuentes debería dimitir mañana mismo, sobre todo por haber ultrajado a la Policía, que sigue las órdenes del Gobierno. Ha dicho que la Policia actuó por su cuenta al pedir a los ciudadanos que retiraran «voluntariamente» las banderas republicanas de sus balcones.

Como pienso que los líderes del PP no son tontos de remate, debo admitir que lo que hecen es premeditado, para meter miedo en el cuerpo a los ciudadanos y dar la impresión -como trata Esperanza Aguirre-  de que son los republicanos los violentos que pretenden «volver a las andadas». Afortunadamente, sus pervesas intenciones no han colado.   Los que violentan la Constitución son los gobernantes del PP.