La libertad, palabra a palabra (Cambio 16 y Doblón, 1971-76)

Encontré esta charla, enterrada en mi sótano, que hoy podría interesar a quienes no vivieron la Transición:

Hace unos días, (en diciembre de 2007) presenté una ponencia en Almería sobre la conquista de la libertad, palabra a palabra, durante el final de la Dictadura (1971-1976).

Portada de Doblón. 1975
Portada de Doblón. 1975

Fue en el Congreso sobre “Los medios de comunicación en la Transición”, organizado por la Universidad de Almería. Entre los asistentes había muchos jóvenes historiadores y estudiantes de Historia interesados en casos concretos de choques entre la prensa y la censura. Tuve que hacer memoria y conté algunos ejemplos.

Se corrió la voz y algunos compañeros me han pedido ahora que les envíe el texto de la charla.

Puesto que la llevaba escrita, me resulta más cómodo y fácil copiarla y pegarla en el blog, con la advertencia previa (especialmente destinada a los lectores más confiados o despistados) de que es muy larga (más de 20 minutos) y de que va destinada a los interesados en la historia de la prensa al final de la Dictadura de Franco.

El que avisa no es traidor.

Ahí va:

Conquistando la libertad palabra a palabra (1971-1976)

Cambio 16, Doblón e Historia Internacional

José A. Martínez Soler

Director General de 20 minutos

Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Almería

No hay comida gratis, no hay sexo gratis y tampoco hay palabra gratis. Las palabras no son inocuas. Tienen coste y precio, dejan beneficio o pérdida, según las circunstancias. Perdón por empezar con asuntos tan económicos. (Lo del sexo lo utilizo sólo para despertar a los heroicos asistentes a esta ponencia en la hora difícil de la siesta.).

Hablo del coste, precio, beneficio o pérdida correspondiente a las palabras para advertirles de que, aunque fui fundador y director de la revista mensual “Historia Internacional” (1974-1976), adoro la historia y envidio a los historiadores, pero soy completamente ajeno a esta disciplina tan hermosa como escurridiza.

Portada de Doblón. 1 de noviembre 1975
Portada de Doblón. 1 de noviembre 1975

Fundé y dirigí esa revista de historia para poder informar sobre los problemas de la actualidad en la España de mediados de los años 70, situándolos en otro lugar y en otra época. Cuando escribíamos sobre la tiranía del rey felón no nos referíamos precisamente a Fernando VII sino, indirectamente, a Franco. Cuando publicábamos algo sobre la dictadura de los coroneles en Grecia estábamos hablando, naturalmente, de Franco.

La historia y el área internacional fueron nuestros refugios oportunos para describir la realidad española del momento, pero situándola en otro tiempo histórico y en otro espacio geográfico. Por eso se llamó “Historia Internacional” que equivalía, en realidad, a “Actualidad Nacional”. La complicidad y la inteligencia de nuestros lectores ponían el resto.

Por tanto, ni he sido ni soy historiador. Ya me gustaría. Mi área de conocimiento es la Economía Aplicada y, quizás, algo también del Periodismo. Estoy aquí, ante ustedes, con el único título de amigo del profesor Rafael Quirosa y, quizás, como testigo personal y profesional de una época apasionante, aunque demasiado reciente (y aún caliente) para la investigación histórica.

No obstante, trataré de serles útil, relatando algunos hechos o acontecimientos en los que tomé parte directa, o en los que solamente fui testigo (a veces, involuntariamente), en lugar de ofrecerles una ponencia con análisis científicos y citas académicas que permitan explicar tales hechos.

Portada de Doblón, noviembre 1974
Portada de Doblón, 23 noviembre 1974

Con más anécdotas que categorías, intentaré describir una realidad concreta: el papel de la prensa (exactamente de tres medios: Cambio 16, Doblón e Historia Internacional), a través de la conquista de algunas palabras, en los últimos años de la Dictadura de Franco.

Cada vez que hablamos de conquistar la libertad “palabra a palabra”, suelo recordar una anécdota que me ocurrió en 1972 o 1973, siendo redactor-jefe y director en funciones del semanario de Economía y Sociedad “Cambio 16”, cargos que ejercí desde su fundación en 1971 hasta la primavera de 1974. Habíamos fundado el semanario el 22 de septiembre de 1971 –yo procedía del diario Arriba, donde trabajé en los últimos meses de la mili- y al principio no nos tomaron muy en serio.

Del número 1 de Cambio 16 imprimimos 2.000 ejemplares y vendimos 800. Todo un éxito. Solo teníamos permiso para escribir de economía, y nada de política. Pero los conflictos laborales ya emergentes tenían contenidos económicos.

Por eso, en una información sobre una huelga relevante y sonada (creo que fue la de Motor Ibérica, tras el despido de Marcelino Camacho), nos atrevimos a titular en las páginas del pliego central con la palabra “huelga”. Aquel osado ejemplar no pasó la censura. La policía secuestró la tirada completa y precintó las planchas en la imprenta Altamira. El Gobierno inició los trámites para un expediente contra mí, como responsable editorial máximo, y contra la empresa editora.

En cuanto tuve noticia del secuestro –algo bastante frecuente en aquellos años, casi uno al mes- telefoneé al director general de Prensa y jefe máximo de la censura franquista, Alejandro Fernández Sordo. Por cierto, Sordo -¡qué gran apellido para un censor!-, en cuanto se puso al teléfono, me echó una bronca, en tono paternalista, recordándome que la palabra “huelga” no se podía utilizar en la prensa española sencillamente porque en España no había huelgas, ya que estaban prohibidas por ley.

Le pregunté:

-¿Cómo le llamo entonces a lo que está ocurriendo esta semana en Motor Ibérica?,

El jefe de la censura me replicó:

“Cualquier cosa menos huelga”, “Llámale “paro”, como otras veces, o “cese temporal de producción” o mejor “paro técnico”.

No pude convencerle. La palabra “huelga” no pasó el filtro de la censura. Seguía en la lista de palabras tabú del Ministerio de Información. Y nosotros dimos un paso atrás. Tuve que retirar el pliego central, donde estaba aquella información, con una especie de “desencuadernadora manual” muy ingeniosa, y sustituirlo por otro pliego sin la palabra huelga. Solo así pudimos distribuir la revista con el retraso y el extra coste correspondiente.

Recuerdo muy bien esta anécdota porque unos años más tarde, muy poco después de la muerte del dictador, Fernández Sordo fue nombrado ministro de Sindicatos (creo que fue en el Gobierno Arias). Una de sus primeras declaraciones como ministro fue realzada por el diario Pueblo (propiedad del sindicato vertical franquista) con grandes caracteres tipográficos. Este fue el titular del diario Pueblo, casi a toda página, que me hizo sonreír:

Fernández Sordo: “A partir de ahora, a la huelga la llamaremos huelga”

Hubo palabras y expresiones que, una vez que superada la censura, pasaban a engrosar el diccionario legal de los periodistas. Se trataba de aplicar el procedimiento de “prueba y error” bastante aceptado en todo proceso científico.

También había personajes tabú. La sola mención del nombre de don Juan de Borbón (o solamente don Juan) era motivo de secuestro inmediato. Y con el príncipe Juan Carlos de Borbón, aunque era aspirante a suceder al dictador, a título de Rey, debíamos andarnos con suma cautela pues doña Carmen Polo de Franco estaba al acecho para degradarle y poner al marido de su nieta, Alfonso de Borbón, en su lugar.

A principios de octubre de 1972, –Cambio 16 tenía ya un año de vida-, recibí una comunicación de la Agencia Efe que me pareció rara. En ella advertía a todos sus abonados de que la noticia distribuida con el número tal había sido anulada y no podía ser publicada. Busqué la referencia y era una noticia anodina y aburrida sobre el viaje de los príncipes Juan Carlos Sofía Alemania. A simple vista, carecía de interés.

Llamé a Michael Vermehren, corresponsal de la televisión alemana ZDF en España, y le pregunté si había ocurrido algo especial que justificara la anulación de la noticia oficial de EFE. Me dijo que no y que había gustado mucho la entrevista que él mismo le había hecho al príncipe sobre España en el Mercado Común. Le interrumpí inmediatamente:

-“¿Cómo? ¿Qué el príncipe Juan Carlos habló de España en Europa en la televisión alemana? Por favor, busca el texto completo de la entrevista y espérame. Voy ahora mismo hacia tu casa.

En cuanto leí la traducción de la entrevista llamé a mi consejero delegado, Juan Tomás de Salas, para contárselo y para decirle que, si nos atrevíamos, era un tema arriesgado pero de portada. Estuvo de acuerdo.

Llamé al dibujante Ortuño y le pedí una caricatura urgente y a todo color (“nada cruel”, le dije) del príncipe Juan Carlos para portada. Alfonso Ortuño me tomó por loco. Jamás se había publicado en España algo así. Era un salto cualitativo en imagen. Pero lo más sorprendente era el contenido de una pregunta y su respuesta:

Televisión alemana:

-“Desea Vuestra Alteza Real que España entre en la CEE, aceptando las consecuencias políticas que esto implique?”

Juan Carlos de Borbón, príncipe de España:

-“Sí, lo deseo. Porque creo que conviene a España y a Europa. Ahora bien, el momento debe ser el apropiado, pues una integración demasiado rápida podría ser peligrosa para muchos”.

Con eso ya teníamos titular de portada: un globito que salía de la cabeza del príncipe con esta arriesgada afirmación:

“Europa, sí”

Desgraciadamente, el instinto no me falló. El gran censor, Fernández Sordo, me llamó en cuanto recibió en el Ministerio de Información los diez ejemplares obligatorios de Cambio 16 con la caricatura principesca gritando “Europa, sí”.

Portada de Cambio 16 del 9 octubre de 1972
Portada de Cambio 16 del 9 octubre de 1972

Europa”, debo recordar para los más jóvenes, era entonces simple y llanamente sinónimo de “democracia”. O sea, mentar la cuerda en casa del ahorcado.

El censor me llamó de todo y me dijo que era gravísimo y que iba a dar órdenes a la policía para que secuestrara todos los ejemplares antes de salir de la imprenta y precintara las planchas.

Y concluyó su bronca con esta pregunta, hecha en un tono sorprendentemente lastimoso:

-¿Por qué me haces esto?.

No se de donde saqué fuerzas. Creo que defendía mi exclusiva, más que el futuro europeo y democrático de España. Le repliqué:

-“Usted verá lo que hace, pero no creo que el príncipe haya hechos estas declaraciones por su cuenta y riesgo, sin pedir permiso a nadie. Además, si secuestra hoy las palabras del príncipe, ¿cómo se lo piensa usted explicar a él cuando sea Jefe del Estado con el título de Rey? Usted verá lo que hace.

La policía tardaba mucho en llegar a la imprenta y todos manteníamos los dedos cruzados. A las pocas horas, recibí la llamada de Fernandez Sordo que, muy cortésmente, casi versallesco, me dijo que se había esforzado mucho para que no me ocurriera nada y que había conseguido “personalmente” que Cambio 16 pudiera llegar a los quioscos.

Durante muchos meses, tanto la prensa inmovilista como la aperturista estuvieron hablando de este asunto al que se referían enigmáticamente como “la pregunta”. Creo que la caricatura original de Ortuño aún cuelga en alguna pared del despacho privado del Rey.

Aunque la Dictadura, plenamente vigente entonces, no estaba prohibida, la palabra que mejor podía definirla, “dictadura”, aplicada al régimen de Franco, estuvo en la lista negra hasta la muerte del dictador. Hicimos algunos intentos para colarla a la censura, pero todos fueron coronados por el fracaso.

Este fin de semana –con motivo de la celebración del Thanksgiving Day– he tenido el privilegio de tener unos días en mi casa a Gabriel Jackson, el historiador – a mi juicio- que mejor ha dado a conocer al mundo entero “La República Española y la guerra civil”. Comentamos juntos el motivo de esta charla en Almería y recordamos nuestra correspondencia en 1974 y 1975 en torno a un excelente artículo que yo le había pedido para el mensual “Historia Internacional” sobre un balance del franquismo después de la flebitis de Franco. No había que ser un lince para sospechar que la muerte rondaba ya al tirano.

En cuanto leí el manuscrito del profesor Jackson supe que no pasaría la censura. Experimentado como era yo, pese a mi juventud, en el arte de escribir entre líneas y de sortear con humor a la severa censura (es sabido que los censores carecen de humor propio) le propuse a Gabriel que probáramos a quitar algunos párrafos y a cambiar algunas palabras. El titulo de su artículo (“La dictadura”) presagiaba lo peor.

Confiando en el posibilismo de quienes crecimos en el exilio interior, le dije que “publicar algo suyo en España era mejor que nada”. Sin embargo, conociéndole un poco, presumía su respuesta.

-”El artículo –me respondió- debía publicarse integro ahora o esperar hasta que hubiera libertad en España para poder publicarlo”.

Imprimirlo así, sin someterlo a la censura previa (llamada “consulta voluntaria”), hubiera sido un suicido económico. Sobretodo porque no era un artículo para el pliego central –fácil de desencuadernar, para salvar el resto en caso de secuestro- sino para lucirlo a toda página en la portada de la revista. Decidí, pues, someterlo a censura previa para poder publicarlo sin riesgo de secuestro y/o expediente administrativo o procesamiento judicial.

Tal como me temía, no tuve éxito. El censor marcó con su lápiz fatal los párrafos y palabras que, a su juicio, eran “inconvenientes”. No le dije nada al profesor Jackson. Le escribí a La Joya para decirle que ojalá tuviéramos pronto libertad de expresión en España para poder ofrecer su artículo completo a nuestros lectores. Y metí en un cajón el manuscrito inédito.

Meses más tarde, recién muerto Franco, quiso el azar, y la perseverancia de uno de mis redactores, Fernando González, que Serrano Súñer, ex ministro de Asuntos Exteriores de Franco durante los tiempos más duros de la postguerra española y de la II Guerra Mundial, nos concediera una larga entrevista exclusiva en la que hacía balance del régimen de su cuñado. Nada sospechoso había en aquel viejo nazi para los censores de Franco, quienes seguían en activo pero ya buscaban el calorcillo del nuevo régimen del sucesor a título de Rey.

La primera vez que se aplicó al régimen la palabra Dictadura (Feb. 1976)
La primera vez que se aplicó al régimen la palabra Dictadura (Feb. 1976)

El caso es que, bajo la protección del “respetadísimo” nombre de Serrano Súñer, “Historia Internacional” fue la primera revista española que publicó un amplio reportaje titulado “La Dictadura”, tal como el entrevistado había definido, con sus propias palabras, al régimen franquista al que tanto había servido. Fue en el número de febrero de 1976, dos meses después de la muerte de Franco y bajo el Gobierno igualmente dictatorial de Arias Navarro.

La palabra “dictadura” había salido de la lista negra y había pasado a ser legal. Animados por este precedente, aprovechamos la ocasión para publicar en portada el artículo de Gabriel Jackson que conservaba en la nevera y con el mismo título que la entrevista de Serrano Súñer. Mano de santo. Nadie puso pegas a “La Dictadura”. De modo que, partir de entonces, a la dictadura la llamaríamos dictadura.

Les parecerán triunfos pequeños, casi ridículos, los de ganar trocitos de libertad palabra a palabra, (huelga, dictadura, etc.), pero les aseguro que no estaba el horno para bollos. Cada palabra ganada para la libertad de expresión era un paso de gigante en dirección a la ansiada democracia. “Democracia” (¡ay!), otra palabra “inconveniente” si no iba convenientemente adjetivada por la palabra “orgánica”; es decir, la que le salía al dictador de sus órganos.

Un año antes, el 8 de febrero de 1975, dimos uno de esos imprevisibles pasos de gigante en la crítica política al régimen franquista. Acertamos a colar una palabra clave en el semanario Doblón, que yo dirigí desde su fundación en 1974 hasta mi práctica huída a la Universidad de Harvard en el verano de 1976.

(El 2 de marzo de ese año fui secuestrado a punta de metralletas, torturado y sometido a un fusilamiento simulado por un artículo sobre las purgas de mandos moderados en la Guardia Civil, lo que aceleró mi salida de España).

Pusimos de moda la palabra "bunker", en febrero de 1975, con Franco vivo.
Pusimos de moda la palabra «bunker», en febrero de 1975, con Franco vivo.

Sin prever su enorme éxito, publicamos en vida de Franco una información sobre el Consejo Nacional del Movimiento con el título “Síntomas de bunker”, que pareció bastante inofensivo para la censura.

Bunker” fue una gran palabra ganada por Doblón para la democracia y que funcionó de maravilla, gracias al boca a boca. Pronto se convirtió en sinónimo de los restos más decrépitos de la dictadura, “bunkerizados” en torno al dictador, como ocurrió con el Tercer Reich en los últimos días de su aliado Adolf Hitler. “Bunker” olía ya a derrota inminente, a final de una época.

Los demás medios de comunicación asumieron inmediatamente “bunker” como una palabra mágica, sinónimo de los residuos más asustadizos y/o recalcitrantes de la dictadura. Decir el “bunker” equivalía, pues, a decir la “dictadura” sin riesgo de secuestro. Y todo el mundo lo entendía. La idea de aplicarlo al régimen nos vino después de haber jugado en Doblón con otra información de la sección de Economía titulada “El Bunker Español de Crédito”. El humor tenía que sustituir muchas veces a la falta de datos o a la prohibición de publicarlos.

Portada de Doblón (5-07-75)
Portada de Doblón (5-07-75)

El ambiente laboral era ya muy conflictivo y Comisiones Obreras ya había colocado a muchos de sus militantes dentro del sindicato vertical. Los fascistas Blas Piñar Girón denunciaron la presencia de “enanos infiltrados” en las instituciones del régimen.

En Doblón hicimos entonces una portada histórica, por arriesgada: dimos la victoria a los “enlaces sindicales” rupturistas (o sea, de izquierdas) y a los verticalistas aperturistas. Ambos habían derrotado a los verticalistas inmovilistas (o sea, fascistas). Pusimos en portada a unos enanitos de Blancanieves pintando de rojo el edificio del sindicato fascista. El título de portada era:

Elecciones sindicales:

Ha ganao el equipo colorao

En una ocasión, tuvimos datos muy fiables, de fuente muy solvente ya que procedían de un estadístico del INE, que luego fue un gran político, sobre los parados en España.

Secuestros y expedientes contra Doblón
Secuestros y expedientes contra Doblón

El título del reportaje era “Un millón de parados”.

En plena crisis del petróleo, no reconocida oficialmente, la revista Doblón del 13 de septiembre de 1975 fue secuestrada y yo fui expedientado “por faltar a la verdad”.

Dos semanas más tarde, el 27 de septiembre de 1975, eran ejecutados cinco terroristas, tras ser condenados a muerte en unos consejos de guerra típicamente franquistas, o sea, sin garantías de juicio justo. Desde mi casa oí los disparos del pelotón de fusilamiento. Un año antes, tres semanas después del espíritu aperturista del 12 de febrero de 1974, hubo otras dos ejecuciones, éstas a garrote vil.

El régimen se movía, materia de prensa, en un zigzag imprevisible, según actuaran los inmovilistas o los aperturistas. Tan pronto mostraba manga ancha en unos temas, lo que alimentaba nuestro atrevimiento, como daba cerrojazo y marcha atrás. En esos movimientos espasmódicos de tira y afloja, era muy peligroso caminar contra corriente.

Había un sistema de control, como la Inquisición, con apariencia de legalidad, que disponía de gran variedad de instrumentos: licencias de editor, carné de periodista, consulta voluntaria, secuestro de publicaciones impresas, expedientes administrativos, tribunales especiales como el de Orden Público, de Honor, consejos de Guerra, tribunales ordinarios, etc. Yo pasé por todos ellos varias veces. Pero lo que más miedo e inseguridad nos causaba eran las actuaciones arbitrarias, que se saltaban a la torera las propias normas dictatoriales establecidas.

Primera foto de Felipe Gonzalez publicada en España (31 Mayo 1975) en vida de Franco.
Primera foto de Felipe Gonzalez publicada en España (31 Mayo 1975) en vida de Franco.

No sólo de palabras vivía la censura. También se zampaba imágenes “inconvenientes” con glotonería. La primera vez que se publicó en España una foto de Felipe González, conocido entonces en la clandestinidad como “Isidoro”, en vida de Franco, fue en Doblón poco después del Congreso del PSOE de Suresnes. Fue el 31 de mayo de 1975 y en tamaño sello, a una columna. La noticia que ilustraba aquella foto exclusiva era que el líder del PSOE, procesado en España por dirigir un partido ilegal, había sido invitado a almorzar en Francia por François Mitterrand y en Alemania por Willy Brandt.

La siguiente conquista consistió en publicar la misma foto de Felipe González en la portada del semanario, dentro de una pantalla ficticia de televisión, pero con los ojos cubiertos por una banda rectangular negra, pretendiendo evitar su identificación. Esa foto se convirtió en un icono de la futura democracia española. Parece que la estoy viendo.

A medida que nosotros experimentábamos la escritura ingeniosa entre líneas y metáforas, los censores de la dictadura también aprendieron, a la par que nosotros, a leer entre líneas y a descifrar enigmas poco sutiles.

No sólo perseguían a los medios de comunicación “aperturistas”, poco fervorosos en el aplauso al dictador, sino a los periodistas desafectos al régimen, que no seguían fielmente sus consignas, y a los políticos de la oposición clandestina, disfrazados de periodistas y confundidos con ellos.

La confusión –casi compadreo o chalaneo- entre periodistas y políticos fue, desde luego, muy eficaz en la lucha contra la dictadura. Sin embargo, tuvo un alto precio, sobretodo para quienes elegimos el periodismo en libertad en lugar de dedicarnos profesionalmente a la política. Esta confusión de papeles pasó más tarde factura a la prensa, en términos de credibilidad, durante la democracia. No obstante, creo que, a pesar del alto precio, valió la pena.

El bunker quedó como sinónimo de franquismo.
El bunker quedó como sinónimo de franquismo.

Una de las palabras que pudo haberme costado un juicio bajo la acusación grave de “apología del magnicidio” fue “tirano”.

Hurgando en mi sótano, en busca de tesoros para la historia de la prensa en la transición, no he podido encontrar aún el ejemplar de Historia Internacional de noviembre de 1975, con Franco ya enfermo. Fue secuestrado por un artículo sobre Pablo Iglesias y provocó la citada acusación del fiscal contra mí ante el Tribunal de Orden Público.

El presunto delito consistía en haber publicado unos textos de Pablo Iglesias, fundador del PSOE, entre los que se podía leer la afirmación de que “el tirano merece la muerte”. Tras el magnicidio de Carrero Blanco y la enfermedad del dictador, el fiscal y el ministerio de Informaciónpensaron, con exceso de celo, que nos estábamos refiriendo a Franco. Sin embargo, en la revista se decía claramente que esa frase fue pronunciada por Pablo Iglesias en 1904, tras el asesinato de Pelve, ministro del zar de Rusia.

En mis declaraciones ante el juez del Tribunal de Orden Público, en las Salesas, donde hoy está el Tribunal Supremo, recurrí a la muy socorrida doctrina tridentina de la Iglesia. El Concilio de Trento admitió que el tirano merecía la muerte. Por eso dije que, por un lado, yo seguía las enseñanzas de la “Santa Madre Iglesia” y que, por otro lado, Pablo Iglesias se refería obviamente, en 1904, a aquel ministro del zar de Rusia y a nadie más.

Tras un largo y minucioso interrogatorio, no exento de cierta socarronería, el juez –creo que se llamaba Villanueva o algo así- decidió archivar la causa por “apología del magnicidio” sin llegar a juicio y, en lugar de mandarme a la cárcel, me mandó ir a casa. Cuando me disponía a salir de la sala, a punto de cruzar el umbral de la puerta, oí que el juez comentaba a alguien, en voz tan alta que yo pude oír claramente, algo que me dejó estupefacto. Al dar carpetazo al asunto, dijo:

“El que se pica ajos come”.

Para mi fue un signo claro de los nuevos tiempos. Unas semanas mas tarde, el 20 de noviembre de 1975, a las 5:25 de la mañana, murió el tirano en su cama del Hospital de La Paz.

El número extra de Doblón con esta gran noticia fue secuestrado y yo fui expedientado. La portada era el sello de Correos de dos pesetas de Franco, en color rojo-anaranjado, con un titular escueto:

Ha muerto

Portada con el sello de 2 pesetas (22 nov. 1975)
Portada con el sello de 2 pesetas (22 nov. 1975)

El problema no fue Franco sino sus herederos, por un artículo, titulado “La familia”, firmado por Margarita Sánchez y por Luisa Cortés, hoy dueña de la tienda “Hierbaluisa” de Almería. Decían en él que doña Carmen Polo de Franco era “una mujer inteligente y despierta para los negocios”.

Me contaron que el dirigente fascista García Carrés andaba gritando en Las Cortes:

-“¡Han ofendido a la señora, han ofendido a la señora!”

Después de muchas horas de gestiones desesperadas, salvamos el número extra de milagro. Fue gracias a la intervención indirecta del Rey, de una de sus hermanas (que le llevó personalmente mi respetuoso escrito pidiendo S.OS. y del sobrino del dictador, Nicolás Franco Pascual de PobilFranco estaba aún de cuerpo presente en el Palacio de Oriente que, como se sabe, está situado en el Occidente de Madrid.

Salvar y distribuir ese número especial de Doblón, con la noticia más esperada del siglo, fue también otra buena señal de los nuevos tiempos.

—-

Pero esos nuevos tiempos iban a traerme sorpresas muy desagradables (que antes mencioné de pasada) por un asunto que, debido a su gravedad y trascendencia, entre el ruido constante de sables, andaba yo entonces investigando personalmente.

Portada del 14 de feb. 1975 que motivó mi secuestro.
Portada del 14 de feb. 1975 que motivó mi secuestro.

Se trataba de comprobar en los boletines oficiales del Ejército las filtraciones que iba recibiendo por teléfono de una fuente anónima sobre los traslados de generales, jefes y oficiales de la Guardia Civil, conocidos por sus posiciones moderadas y no comprometidos con el “bunker” franquista.

Como se sabe, la Guardia Civil era un Cuerpo militar en permanente estado de alerta y movilización, sin necesidad de que el Gobierno declarara el estado de guerra o de excepción. El Ejército no se podía mover sin un decreto del Gobierno, pero la Guardia Civil, por su doble naturaleza policial y militar (como se vio mas tarde en el Golpe del 23-7 de 1981), no precisaba tal decreto para movilizarse. Solo la orden de su director general. Nosotros seguíamos muy de cerca todos los nombramientos militares y eclesiásticos: los generales Díez Alegría Vega Rodríguez y el cardenal Tarancón, en un lado, los generales Campano García Rebull y monseñor Guerra Campos, en el otro. Recuerden que eran los tiempos en que los fachas gritaban de “Tarancón, al paredón”

Hoy parecería una información poco interesante pero, en los estertores de la dictadura, la estimábamos como algo clave para descifrar nuestro futuro. Por eso, valoramos extraordinariamente la sustitución repentina del general Vega Rodríguez por el general Campano López, al frente de la Guardia Civil, en el primer Consejo de Ministros que se reunió sin la presencia de Franco, ya enfermo.

Pude confirmar que eran ciertas las filtraciones, recibidas por teléfono de una fuente no identificada, y decidí publicar el reportaje el 11 de febrero, a los dos meses y pico de la muerte de Franco y en medio de un permanente ruido de sables que amenazaba con mantener al “bunker” en el poder.

Foto de las torturas publicada en la prensa inglesa
Foto de las torturas publicada en la prensa inglesa

Hace 30 años, en el otoño de 1976, conté por primera vez en público el secuestro, torturas y fusilamiento simulado que sufrí por la publicación en el semanario Doblón de ese artículo mío sobre traslados de altos mandos en la Guardia Civil. Aquel artículo descubrió y frenó parcialmente la purga de militares demócratas iniciada por los franquistas tras la muerte del dictador Francisco Franco.

Todo eso lo conté entonces en la Senior Common Room de la Kirkland House de Harvard, a la que estaba afiliado. Trataba de explicar entonces a mis colegas de la Universidad de Harvard (EE UU), aún con la piel dañada por las quemaduras de mis torturadores, por qué el periodismo era entonces la segunda profesión más peligrosa de España. (Después, naturalmente, de la del torero)

Han pasado 30 años y, aunque tenía el recuerdo grabado en mi mente, jamás había escrito una sola línea sobre aquellos sucesos de terrorismo paramilitar o terrorismo de Estado hasta que mi familia me animó hacerlo el año pasado. Lo escribí para el Nieman Report de la Universidad de Harvard y luego me envalentoné y lo amplié en mi propio blog personal (http://blogs.20minutos.es/martinezsoler) con algunas fotos inéditas tomadas en el hospital

http://blogs.20minutos.es/martinezsoler/post/2006/04/13/mi-secuestro-hace-30-anos

A partir de ese acontecimiento, trato ahora de reflexionar aquí sobre las causas y consecuencias del ejercicio del periodismo, sometido a censura oficial o en tiempos difíciles para la libertad de expresión. El caso de España, en la transición de la dictadura a la democracia, es, desde luego, paradigmático.

Afortunadamente, el lector puede ser inculto pero no es estúpido. Sabe que la fuente suprema de información en una dictadura es el dictador. Por tanto, desconfía de la prensa oficial y cree muy poco de lo que publican los periodistas sometidos a censura y a amenazas. Es una actitud saludable que le ayuda a descubrir hechos y opiniones escritos entre líneas.

Los periodistas somos también seres racionales –por mucho que cueste creerlo- y establecemos un hilo de plata con nuestros lectores, a través de guiños cómplices, sutilezas, humor y escritura figurada entre líneas, que frecuentemente resulta invisible para los censores de la dictadura que no pueden controlarlo todo.

Las dictaduras carecen de corazón pero sobretodo carecen de sentido del humor. Se desarrolla así una nueva cultura subterránea de comunicación, con una técnica refinada y enriquecida por eufemismos y parábolas, que, como digo, permite sortear parcialmente el control oficial y transmitir mensajes entre periodistas y lectores con el menor riesgo posible,.

Así fuimos conquistando la libertad de expresión, palabra a palabra, bajo la larga dictadura del general Franco.

Con la democracia, el diccionario de la Lengua Española volvió a entrar en vigor, sin que su uso acarreara serios peligros para el periodista.

En una ocasión, la policía nos permitió distribuir el semanario Doblón, una vez que corté varios párrafos censurados sobre la minas de fosfatos en el Sahara (entonces español) y rellené los huecos con trozos de fotos repetidas de Fosbucraa. Un desastre de diseño. Otras veces el corte no era tan fácil y el lector debía imaginar lo que se había censurado para hacer tan incomprensible el artículo. La imaginación del lector solía ir más allá de lo que decía texto original.

Pero la dictadura aprendió a leer entre líneas.

Fui procesado docenas de veces por llamados “delitos de prensa” o “de opinión”, por tribunales “de honor” y militares. Las multicopistas y las reuniones eran perseguidas por igual. Por el artículo sobre la Guardia Civil fui procesado por la Justicia militar, pese a ser civil, acusado de sedición.

Recordé a Clemenceau:

“La Justicia Militar es a la Justicia lo que la Música Militar es a la Música”.

No fui juzgado en Consejo de Guerra, gracias a la intervención directa del capitán general de MadridVega Rodríguez, que incluyó mi caso en la amnistía para delitos de prensa, decretada oportunamente por el rey Juan Carlos en 1976, y a la intervención indirecta de la Universidad de Harvard al galardonarme con la Nieman Fellowship. El telegrama del presidente de la Nieman Foundation de Harvard fue mano de santo para obtener el sobreseimiento de mi procesamiento por sedición y que, por tratarse de un “delito militar”, no estaba amparado por la amnistía del Rey.

Sabíamos que cada palabra y cada imagen impresa contra la voluntad del dictador cobraban nueva vida en la sociedad española. Todos esos vocablos e imágenes reconquistados iban formando una escala que nos llevaba, palabra a palabra, hacia la libertad. Era un camino sin retorno hacia la democracia. Y esa convicción ética y política nos daba fuerza para resistir y avanzar.

Manifestación de periodistas contra mi secuestro y torturas.
Manifestación de periodistas contra mi secuestro y torturas.

No éramos valientes ni temerarios sino coherentes con nuestros principios. El valor principal de los periodistas, que luchábamos por escribir algún día en libertad, no era la valentía o el coraje sino la integridad para defender nuestros principios democráticos y nuestra voluntad de ser libres y dueños de nuestro futuro. Por eso merecía la pena asumir algunos riesgos. Pero no demasiados.

Éramos bastante prudentes. En algunos momentos, estábamos cagados de miedo. También éramos virtuosos del disimulo. Nos movíamos –y aún nos movemos- como un péndulo que busca el equilibrio entre la pasión por la verdad y el instinto de supervivencia (yo tengo tres hijos).

En realidad, no creo que los periodistas tengamos más méritos, al luchar por la libertad de expresión contra una dictadura, que los médicos o los abogados o los ingenieros que tratan de hacer bien su trabajo.

La diferencia está en que nosotros trabajamos con un material altamente inflamable o explosivo: las palabras que dan forma a las ideas y a las noticias. Y lo hacemos, además, en el escaparate que da a la calle.

Queríamos simplemente hacer bien nuestro trabajo, aún con herramientas escasas y muy caras. Y los riesgos debían ser asumidos como gajes del oficio. La vocación del periodista en la transición implicaba asumir, casi instintivamente, esos riesgos.

Procesado por "El último reducto del Opus"
Procesado por «El último reducto del Opus»

Por otra parte, la recompensa, si conseguías publicar lo que querías, era inmediata e intensa. No tenía precio. No sabría decir cuantas veces nos arriesgamos por conseguir y publicar una noticia peligrosa movidos por el coraje personal, por la vanidad o por la satisfacción de la obra bien hecha más que por la propia lucha política.

¿Tiene más valentía un periodista que asume riesgos para conseguir y publicar una noticia que un bombero que se juega la vida por hacer bien su trabajo? Hablamos de los mismos valores de todo ser humano.

Mi experiencia como periodista en dictadura y en democracia me confirma que el ser humano –sea o no periodista- busca siempre la libertad lo mismo que el agua busca la cuesta abajo. No hay muro que detenga esta voluntad de hablar y de escribir como si fuéramos libres. Ese esfuerzo no tiene mérito porque el premio es enorme: la satisfacción, casi zoológica, de nuestro instinto de supervivencia.

La dictadura franquista fracasó persistentemente con sus técnicas de censura. Controlaba las grandes placas tectónicas de la sociedad española, pero algunos podíamos comunicarnos con los demás a través de los intersticios incontrolados que había entre esas placas.

El ministro de Información de Franco, por ejemplo, prohibió tajantemente informar de la devaluación de la peseta en 1971. Por alguna razón, quería retrasar la noticia a toda costa. El telediario de Televisión Española, controlada por el Gobierno, prohibió mencionar bajo ningún concepto la caída del valor de la moneda española.

Las autoridades de la dictadura respiraron aliviadas cuando concluyó el telediario y salió en la pantalla el hombre del tiempo.

La dictadura no podía estar en todo y nadie le había advertido al inofensivo hombre del tiempo de la prohibición oficial (“viene de El Pardo”, nos decían) de hablar sobre la pérdida de valor de la peseta. Por tanto, nuestro hombre del tiempo inició su parlamento frente al mapa de isobaras diciendo que las temperaturas habían caída mucho en el norte de España pero no tanto como había caído la peseta, recién devaluada”.

Es difícil controlar todo y siempre. Hasta en las más siniestras mazmorras hay un lugar –por pequeño que sea- para la libertad. Y en ese resquicio siempre podremos aplicar la palanca liberadora.

Muchas gracias.

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¿Trump? Salgo huyendo pa España

No lo pude remediar. Tras la victoria de Trump, necesitaba un desahogo. Y salir huyendo inmediatamente pa España. Ahí va:

Opinión para La Voz de Almería

EE.UU.

La ira vence a la esperanza

José A. Martínez Soler

Un péndulo fatal ha golpeado a los Estados Unidos de América y, de paso, al mundo entero. La ira de los enfurecidos blancos, racistas y machistas venidos a menos, ha vencido a la esperanza que los negros, latinos, asiáticos, inmigrantes, mujeres, gays, discapacitados y desvalidos habían puesto en Barak Obama y en su candidata demócrata, Hillary Clinton. La avaricia de Trump ha vencido a la compasión de Obama y Clinton. El péndulo que marca los ciclos ha pasado de la distribución a la acumulación. No queríamos verlo.

Con el cartel de Hillary., en nuestra puerta.
Con el cartel de Hillary., en nuestra puerta.

¡Uff! Elecciones apasionantes. Temibles. Sucias. Hasta el último minuto, más de la mitad de los estadounidenses -¡y de medio mundo!- mantuvimos anoche los dedos cruzados temiendo la victoria, que nadie salvo los suyos quería ver, del millonario Donald Trump. El racista, machista, acosador, mentiroso, tramposo, enemigo de las minorías, el bufón Trump, del que nos reíamos, confundiendo deseos con realidad, es hoy el 45 presidente de los Estados Unidos de América. ¡Que dios nos pille confesados!

El problema no es Trump que se ha puesto, con su cirio oportunista, a la cabeza de la procesión de indignados por la pérdida de una América totalmente blanca e inmensamente rica que nunca existió. El problema son esos millones de blancos enfurecidos que han aupado a un idiota narcisista tan siniestro como Trump a la candidatura del partido conservador. Los 15 aspirantes conservadores vencidos por Trump en las primarias habían huido de él como del diablo. Ningún ex presidente le ha votado. Ni siquiera George W. Bush, el que nos metió con mentiras en la guerra de Irak.

Es difícil encontrar un presidente peor en la historia de este país. Lo sabemos antes de que tome el poder en enero. Le hemos conocido bien y no hemos querido ver la realidad. La semana pasada, cuando el jefe republicano del FBI hizo una zancadilla imperdonable a la candidata demócrata, Trump se puso a la par con Hillary Clinton en las encuestas. Tuvieron que salir el mismísimo Obama y su esposa Michelle -¡qué gran presidenta sería esta señora!- al rescate de la primera mujer que podría suceder al primer presidente negro.

¿Tump? ¡Qué horror!
¿Tump? ¡Qué horror!

Finalmente, ayer, las tripas del hombre blanco y su rabia contra las élites gobernantes se impusieron al cerebro y al corazón. Populismo de extrema derecha. ¡Qué horror!

Como corresponsal de prensa y televisión, he cubierto varias elecciones presidenciales norteamericanas en los últimos treinta años. Es la primera vez que asisto a un proceso electoral como observador, desde fuera, lejos de la algarabía de la campaña y la presión de los colegas y de los medios competidores. ¡Qué distintos se ven los toros desde la barrera! Hoy, felizmente jubilado, opinando y no informando, no tengo por qué ser imparcial. Puedo decir lo que pienso.

Esta vez, he seguido los debates presidenciales con familiares y amigos, en bares de Boston, Los Ángeles y Santa Fe. La polarización del electorado nunca fue, a mi juicio, tan extrema. A voces, con amenazas, sin puños a la vista. Solo comparables, quizás, a los debates que siguieron al “espíritu del 68” (Vietnam, hippies, etc.) cuando los viejos se enfrentaron a los jóvenes.

Hasta el grito de Munch...
Hasta el grito de Munch…

Hoy, muchos blancos de la clase media, empobrecidos por la crisis económica y/o fanatizados por su religión, se enfrentan a las minorías que ellos consideran sus enemigos. Los seguidores del racista Trump quieren que les devuelvan su América, según ellos, perdida: blanca, rica, poderosa, cristiana, homogénea. Como si todos ellos, salvo los nativos indígenas, no fueran inmigrantes…

Las teorías conspiratorias más absurdas han abundado en esta campaña. Empezaron por decir que Obama no había nacido en Estados Unidos, que era un musulmán en la intimidad, que tenía poco menos que tratos con el diablo. El Ku Klux Klan quemó una iglesia de negros y pidió el voto para Trump. Que Hillary Clinton era una delincuente, que debía ir al cárcel, que era la causante de las muertes por el atentado de Bengasi en Libia. Sin fundamento, la acusaron de ocultar información oficial y desvelar secretos de Estado. Todo vale.

En fin, las acusaciones más inverosímiles contra Barak Obama y Hillary Clinton han circulado por internet, sin ninguna prueba, animadas por el propio Donald Trump, infatigable activista a través su twitts de madrugada. Sus comentarios sobre hechos inventados (“he oído”, “se dice por ahí”, etc.) le han convertido en un auténtico y peligroso troll que ha infectado las redes sociales y ha enfermado a no pocos norteamericanos que no podían dar crédito a tanta infamia cargada de rencor.

La Libertad se esconde.
La Libertad se esconde.

El país ha quedado roto prácticamente por la mitad. Las heridas tardarán en cicatrizar. Trump ha captado votos entre los indignados y enfurecidos que han perdido prestigio social y poder adquisitivo. Ha acusado de corruptos a su oponente, a los políticos en general y a los medios de comunicación. Hasta el último día, Trump ha puesto en duda la limpieza del recuento electoral. Ha minado los pilares de la democracia.

Hoy mismo, toda la clase política tendrá que tender puentes entre las dos Américas que se han enfrentado como nunca en las últimas décadas. El rencor ha vencido a la esperanza. Y el rescoldo de odio y avaricia aún perdurará por no sabemos cuanto tiempo. Esperemos que el vengativo Trump no resucite el Comité de Actividades Antiamericanas, la Inquisición del senador McCarthy.

Me ha sorprendido comprobar personalmente la democracia en acción. Algo que, desgraciadamente, no se ve en España. En vísperas de la votación, voluntarios y empresas de marketing han llamado muchas veces por teléfono y han visitado la casa donde hoy vivo en Notinghan, New Hampshire, un Estado que Trump ha ganado por unas docenas de votos. Ayer mismo, tres voluntarios de distintas edades llamaron a nuestra puerta para ofrecer a los eventuales votantes transporte privado hasta el colegio electoral. Ida y vuelta.

Las orillas de las calles y carreteras están plagadas de carteles con los nombres de Trump o Clinton. También los coches. Los conductores suenan el claxon y gritan al cruzarse con alguien de su mismo color político. He visto una gran movilización ciudadana para decidir quien ocupará el sillón más poderoso del mundo. Aquí no hay jornada de reflexión. Eso queda para los ciudadanos de la vieja Europa tratados como menores de edad. A una distancia prudencial, muy cerca de las urnas, los partidarios de cada candidato hacen campaña activa hasta el cierre del colegio electoral.

Ha sido más fácil tener un presidente negro antes que una mujer. Lástima. Los norteamericanos han elegido, a mi juicio, la peor opción. El peor presidente va a suceder a uno de los mejores. Esperemos que la democracia aguante las embestidas de Trump que tiene todo el poder ejecutivo, legislativo y judicial en sus manos. Ya no bromean quienes piden asilo en Canadá. Hitler ganó las elecciones y acabó con la democracia. Que no se repita lo mismo en el país más poderoso del mundo.

Michael Moore nos lo advirtió. No le creímos. El brexit del Medio Oeste contra el libre comercio (más proteccionismo, guerra comercial y, quien sabe, más guerra militar), hombres blancos enfadados y groseros contra una mujer, el poco entusiasmo que despierta Hillary, el voto deprimido de los izquierdistas de Sanders y, además, el voto suicida de los que quieren dar una lección a las élites para que se enteren de que pueden hacerlo. Los pueblos, incluido el norteamericano, también se suicidan y votan contra sus propios intereses. Decía Moore: “Incendio mi casa para que mamá y papá se enteren de lo soy capaz de hacer”.

Los norteamericanos blancos furibundos, racistas y machistas, le han dado un patada a Hillary Clinton en nuestro culo. Espero que la democracia norteamericana aguante los cuatro años del rencoroso Trump, un imbécil ignorante y miserable, sin desmoronarse. Ojalá.

Página de la Voz de Almería 9-11-16
Página de la Voz de Almería 9-11-16

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¡Vivan Almería y Tomatito en Los Ángeles!

http://bit.ly/2eDV0PV

¡Vivan Almería y Tomatito! en Los Ángeles

José A. Martínez Soler

Fotos: Ismael Corpas

No lo pude evitar. A más 9.000 kilómetros de mi tierra, entre los aplausos del público californiano, totalmente entregado a nuestro Tomatito y a su hijo José, grité ¡Viva Almería! por todo lo alto. Algunos corearon el viva y, desde el escenario, nuestro paisano se echó a reír. A la salida, nos fundimos en un abrazo. La sonrisa fresca y noble de José Fernández Torres no dejaba lugar a dudas. Estaba feliz con su éxito apoteósico.

Con Tomatito en Los Angeles
Con Tomatito en Los Angeles

El público, en pie, aplaudió durante varios minutos hasta que el mayor genio vivo de la guitarra flamenca nos regaló un bis. Fue una actuación espectacular. Anoche no cabía un alma en el gran teatro Wilshire Abell de Los Ángeles.

Me acompañaban mi hijo Erik, antiguo redactor de La Voz y hoy productor en Hollywood, su amigo Ismael Corpas, fotógrafo de la FOX, una brillante auditora ukraniana y una bostoniana que se casó conmigo hace 48 años. El mundo entero parecía estar representado en el patio de butacas y en los palcos, ambos a rebosar: gringos, coreanos, latinos, chinos, españoles, japoneses, blancos y negros, viejos y jóvenes unidos por su amor al flamenco y su lealtad a Tomatito. Aquello parecía la ONU rendida ante el más grande de los almerienses.

Alegrías, bulerías, tangos, rumbas y –cómo no- una enorme soleá cautivaron a los angelinos aficionados al flamenco en su Festival Internacional. Acompañaron a Tomatito su hijo José del Tomate como segunda guitarra, el Piraña en la percusión, los cantaores Cortiñas y Morenito y el bailaor José Maya.

Hubo mucha complicidad entre todos ellos bajo la batuta del maestro. Especialmente tierna y emotiva fue la sonrisa entre padre e hijo sobre el escenario. Y la cara de satisfacción innegable de Tomatito cuando nos presentó a José del Tomate como “su Benjamín”.

En el programa oficial destacaron la contribución de Tomatito, “una leyenda viva”, al Nuevo Flamenco y a la fusión musical de varias culturas: el tango, la rumba, el jazz… “pero siempre desde el flamenco”. También celebraron sus 5 premios Grammy. Y una de sus frases: «La divina huella de Camarón de la Isla es algo que llevo dentro a lo largo de mi vida. No puede ser de otra manera. El no es solo una influencia sino una luz que me guía y, de alguna forma, mi razón de ser.”

Por eso, el público se volcó, nos volcamos, en olés, bravos y palmas cuando, a este lado del Pacífico, se arrancó con la mítica “Leyenda del Tiempo”: “El sueño va sobre el tiempo/ Flotando como un velero/ Nadie puede abrir semillas/ En el corazón del sueño”.

“El flamenco”, dijo Tomatito, “es auténtico cuando es sincero y sale del corazón». A la salida del teatro, le esperaba un cola de aficionados de todas las razas armados de guitarras. El genio almeriense las fue firmando una a una. Una noche inolvidable. Gracias,  Tomatito.

Fotos: Ismael Corpas

 

¿Somos malos y buenos o enfermos y sanos?

El protagonista de Narragoniem («El país de los locos»), un alto cargo del franquismo, dialoga con locos, tullidos, bobos y tarados, sacados de lienzos clásicos, sobre el bien y el mal, sobre la racionalidad y la locura.

El viernes, 7 de octubre, a las 19.30, me toca presentar «Narragoniem, El sueño de la razón…», un libro de Chema Sánchez Alcón, en la Casa del Libro, Fuencarral, 119 (Madrid). Copio y pego aquí mismo la invitación que el autor hace extensiva a los lectores de este blog.  Para quienes no puedan acudir, ofrezco a continuación el Prólogo que he escrito para esta obra original y provocadora sobre la locura y el Poder en la cloacas del Estado.

Invitación Presentación libro de Chema 7-10-16
Invitación Presentación libro de Chema 7-10-16

 

 

 

 

 

Narragoniem. El sueño dela razón…
Prólogo

Un abogado gris, normal y corriente, asciende a casi ministro de la Dictadura de Franco y consigue esconder sus presuntos crímenes, cometidos al amparo y con los medios de las cloacas del Estado.

La originalidad, surrealista y excéntrica, de este relato de José María Sánchez Alcón reside en que el protagonista, un letrado asesino, dialoga sobre el bien y el mal, sobre la racionalidad y la locura, con locos, necios, tarados, enanos, putas, tullidos y bobos que aparecen en los cuadros celebres de Velázquez, Goya, Gutiérrez Solana, Sorolla, de Kooning, El Bosco, etc.

Su título no engaña a nadie pues “Narragoniem” es, según he comprobado en Google, “el país de los locos”. El alto funcionario va hurgando en las historias truculentas de todos ellos pero se resiste a confesarles sus propias matanzas.

Después del “Elogio de la locura” de Erasmo de Rotterdam y de “la razón de la sinrazón” de Cervantes, los ilustrados enfrentaron la razón a la locura. Un avance notable si lo comparamos con la simpleza dogmática del bien frente al mal de los eclesiásticos medievales. Con el adelanto de la ciencia, llegamos a confundir buenos y malos con sanos y enfermos. Galdós, utiliza a Maxi, su loco en “Fortunata y Jacinta”, para recomendarnos no ser muy tajantes, a la hora de separar lo sano de lo enfermo, si queremos entender algo de la naturaleza humana.

Así llegamos, con el desarrollo de esta novela, casi negra, nada menos que al meollo de la obra, polémica y devastadora, “Eichmann en Jerusalem. Un informe sobre la banalidad del mal”, de Hannah Arendt. Para la filósofa judía alemana, el criminal nazi no era “un monstruo” ni “un pozo de maldad” sino un burócrata, una persona normal, que cumplía órdenes con celo y eficiencia. No había en él un sentimiento de “bien” o “mal” en sus actos. Salvando las distancia, así retrata Sánchez Alcón, más o menos, al protagonista de su relato.

El título completo de “Narragoniem” incluye, menos mal, “El sueño de la razón…” de Goya. Con ello, el autor nos da una pista sobre los monstruos que la razón nos crea a poco que nos descuidemos.  Sánchez Alcón se adentra, con cierta erudición histórica y literaria, y algún alarde filosófico, en “lo monstruoso racional”.

Se agradece el mimo con que trata nuestra lengua, lo que hace más atractiva la lectura. Ese cuidado exquisito se aprecia en la forma de contarnos los diálogos absurdos de este miembro distinguido del engranaje de las fuerzas de Seguridad de Estado con toda una galería de “monstruos” sacados de lienzos célebres que pertenecen la Historia del Arte.

Para Sánchez Alcón, el verdadero “monstruo” es el personaje principal. Para la España oficial aparece como un modelo de perfección, un triunfador. Sin embargo, ante sus interlocutores, salidos de los pinceles más famosos, se muestra como un ser sin escrúpulos, surgido de la clase dirigente del Estado franquista, capaz de cometer un crimen abominable.

Su obra comienza, naturalmente, con el descubrimiento, clásico en la historia de la novela, de una caja de documentos inéditos, espeluznantes, que el casi ministro de Franco entrega a un sargento de Inteligencia y éste a su sobrino. El relato es un juego ingenioso, entre divertido e inquietante, con las piezas de ese “ponzoñoso legado”.

La investigación y la documentación cuidadosas de Sánchez Alcón nos acercan, con interés creciente, a las distintas épocas de los inocentes, los bobos que se masturban en las “risas pascualis”, las antimisas de los bufones, los enajenados que matan por nada y que sueñan con viajar a Narragoniem.

El secretario de Estado de la Dictadura no se atreve a confesar sus atrocidades a sus tarados interlocutores, encerrados en los museos. La intriga del crimen o crímenes a distancia del protagonista añade un toque policíaco, de novela negra, que aumenta la curiosidad del lector por llegar hasta el final del relato.

Los locos hablan, a veces, como cuerdos: “Los finos y bien pensantes mortales han sido la peor de las calañas bajo el disfraz de la aparente normalidad” o “En la cohorte de subordinados están todos los males”. El arte del disimulo (la “taqiyya”, práctica recomendada por los ulemas a los musulmanes en tierras cristianas) toma aquí la forma de “hacerse el tonto”. Los necios tratan de sobrevivir en un mundo en el que “la bondad y la maldad son caras de la misma moneda”, según le dice Jovellanos, en un diálogo que roza el surrealismo, al tonto de Abundio.

El protagonista de la historia, un triunfador del Régimen, un sicópata narcisista con piel de cordero, apenas tiene una posibilidad de redención a través de un resquicio minúsculo pero esperanzador: el amor imposible de una joven virgen de su pueblo.

“¿Cuándo se empieza a dar uno cuenta de que es un miserable?”, se pregunta el presunto asesino. Para este letrado cínico, “mitad monstruo, mitad humano”, que asciende a las más altas cotas del Poder, “el mal y el bien siguen siendo inventos de esa humanidad debilitada por los afectos”. Desaprovecha el cable de salvación que, como doña Inés a don Juan, le echa el amor sin mácula de la joven Mercedes. El poder le corrompe. A través de varios simulacros, el autor nos acerca al poder real, al de verdad, o sea, al poder arbitrario que no conoce límites.

Se dice “eres más tonto que Abundio”. No es el caso del Abundio que dialoga con Jovellanos, allá por 1815, sobre al alma partida de los afrancesados: “Ninguno de nosotros es inocente”. Los ilustrados españoles se ven obligados a echar a las tropas invasoras de Napoleón, pese a estar de acuerdo con los ideales de la Revolución Francesa, y abren la puerta al absolutismo del Rey Felón. Paradoja cruel.

Los tontos, necios, bobos y tarados como Calabacillas, Abundio, Lindin, Riviere, madame Sontag, Maitetes o el Pájaro, etc. (hasta 12, como los Apóstoles), encerrados en asilos o manicomios, sueñan con “viajar hacia el ignoto territorio de Narragoniem”, el país de los locos. Al llegar al final de esa obra, verán que Narragoniem “no era una quimera de un grupo de dementes medievales sino un estado del alma”.

No creo en las supersticiones. Traen mala suerte. Tampoco en las casualidades. Sin embargo, en ocasiones, fruto de mi ignorancia o de mi temeridad, me siento gobernado por ellas. Por eso, escribo estas líneas. A principios del siglo pasado, el matemático francés Henri Poincaré se atrevió a decir que “el azar no es más que la medida de la ignorancia del hombre”.

Seguramente por azar, el 2 de marzo pasado, 40 aniversario de mi secuestro, torturas y ejecución simulada, realizados por miembros de la Seguridad del Estado, con armas pagadas con nuestros impuestos, recibí inesperadamente en mi casa, por el antiguo correo postal, el texto de “Narragoniem. El sueño de la razón…” de José María López Alcón a quien no tenía el gusto de conocer personalmente.

El autor me atacó por mi lado más débil: la vanidad. Una oferta diabólica: “Le he elegido a usted como mi primer lector, si lo tiene a bien, porque le considero inspirador de este relato”. ¡Ay, la vanidad!, el flanco favorito del diablo. El halago debilita a cualquiera.

Y aquí estoy, animándole a leer, después de mi, este relato original, inquietante y algo excéntrico que no le decepcionará.

Cuando comencé a leer esta obra, me vino inmediatamente a la mente “No matarían ni una mosca”, de Slavenka Draculic, un minucioso reportaje, bastante perturbador, sobre los juicios de La Haya a los criminales de la guerra de los Balcanes. “Ninguno de nosotros estamos libres de caer en la maldad”, escribió la autora croata, “pues los criminales de guerra no son distintos de nosotros”.

Ese libro fue para mi el verdadero prólogo, terrorífico por cierto, de la obra “Narragoniem” que acababa de recibir por correo postal. La leí, pues, con el recuerdo fresco de los criminales de guerra, gente normal y corriente, de la ex Yugoslavia.

¿Somos piezas de un engranaje perverso bien engrasado? Para los presos del manicomio, que sueñan con viajar en “La nave de los locos”,  de Sebastián Brand (siglo XV), “todos, absolutamente todos, son cómplices”.

Un aliciente adicional para leer con gusto y prologar esta obra fue que, de la mano del bobo de Coria, el relato me trasladó a su pueblo natal, Caminomorisco, en el corazón de las Hurdes, donde pasé mi viaje de novios. Otra casualidad.

A la luz, o quizás a la sombra, de dichos diálogos delirantes, alguno se preguntará, no sin razón: ¿Quién está más loco don Quijote o Sancho? ¿El médico o el enfermo? ¿El paciente del cuadro de El Bosco, a quien le van a extraer la piedra de la locura, o el cirujano que lleva un embudo en la cabeza? ¿No fue, acaso, el propio Alonso Quijano quien, a sabiendas, se hizo el loco?

La obra, que roza el surrealismo, es atractiva por inquietante. Al final, el jerarca de la Dictadura, ensalzado por la sociedad de su tiempo, acaba confesando sus secretos solo a esos seres inferiores, tarados, bobos, locos, deformes, a los que siempre despreció. Pasa a la Historia como un gran hombre.

En cambio, los marginados en asilos y manicomios, humillados, torturados, perseguidos y maltratados por sus conciudadanos, y que han sido retratados como locos, resurgen con otra luz en este relato. El lector puede sentirse tentado a comprender y compadecer la mala suerte de quienes, por azar más que por libre albedrío, soñaron con llegar a Narragoniem. Ya es algo.

Villanueva de la Cañada, Madrid, 18 de julio de 2016

José A. Martínez Soler

Periodista

martinezsoler.com

 

Stanley Meisler se quedó sin guerra civil

Su logotipo
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Los demócratas españoles estamos en deuda con el periodista Stanley Meisler. Este hombretón, riguroso y guasón, que tanto hizo por informar al mundo del milagro de nuestra transición pacifica, murió el domingo 26 de Junio en Washington a los 85 años. Nos conocimos en Madrid, hace 40 años, recién muerto el dictador Francisco Franco. Fue el primer corresponsal de Los Ángeles Times en España y yo era aún director del semanario Doblón.

El ruido de sables, los odios y resentimientos soterrados de las dos España y la tensión social creciente auguraban, para los grandes diarios del mundo, una segunda guerra civil española. Bandadas de periodistas volaron entonces hacia Madrid para cubrir tan sangrienta como previsible catástrofe. Stanley abrió su oficina junto a la de su colega James Markham, del New York Times, a dos pasos del Congreso de los Diputados.

Fue el primero y el último corresponsal de Los Angeles Times en España. Al cabo de cinco o seis años, sus crónicas, clarividentes y de finísima agudeza, convencieron a sus jefes de que nuestro país estaba entrando, con buen pie, por la senda democrática. El fracasado golpe de Estado del 23-F de 1981 fue el descabello a las ansias golpistas de los residuos franquistas. Con aquella vacuna contra golpistas, mi amigo (y maestro) Stanley Meisler cerró la oficina de Los Ángeles Times y se fue con su música a otra parte que ofreciera mayor dramatismo, o sea, más noticias de primera página.

Durante más de 30 años ha sido un corresponsal y un viajero incansable, cubriendo conflictos por medio mundo, pero nunca perdió su amor por España. Lo se. Nos visitaba con frecuencia en Madrid o en Almería. Cada año conocía mejor nuestra cultura, nuestro arte –en el que llegó a ser un experto-, nuestra gastronomía –era un comilón exquisito- y nuestra historia. ¡Cómo le gustaba la España de las tres culturas! Jocoso, como era, una vez publicó que yo mantenía esas “tres mitades”: judía, mora y cristiana.

Muchas veces coincidimos en viajes durante mis tres mudanzas a Estados Unidos (Harvard, Grupo Prisa, RTVE). Pasamos una semana espléndida con el pool de corresponsales que cubríamos la visita de Ronald Reagan a Mijail Gorvachov en Moscú. Conocía los mejores restaurantes y recetas rusas. Tenía un grandísimo sentido del humor. Sus carcajadas ruidosas son inolvidables. Gozaba de una finísima ironía, tierna no hiriente. Pero, si se trataba de defender principios, su cinismo podía llegar a ser durísimo, lacerante. Valoraba la amistad y, en una profesión tan difícil y competitiva, practicaba la lealtad con sus amigos aunque fueran colegas. Era un hombre cabal y, como Machado, en el buen sentido de la palabra, bueno. Su cara y su mirada franca y noble confirmaban su bonhomía.

Stanley Meisler
Stanley Meisler

Desde que nos conocimos no pasó ningún año sin que nos intercambiáramos mensajes, notas familiares, felicitaciones del año judío o del cristiano. Insistía: “Jose, dame un lead para que me envíen a España a escribir una historia”. Cuando Erik, mi hijo mayor, estudiaba en la Universidad de Maryland, la casa del tío Stanley y de la tía Elisabeth en Washington fue su refugio habitual.

El joven Stan Meisler acompañó a Martin Luther King en la marcha sobre Washington. Siempre mantuvo vivo su sueño. De mayor, vio caer el muro de Berlín. Su instinto de gran reportero le llevó a estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Mucho me enseñó sobre nuestro oficio el grandísimo Stanley. Ya le echo de menos.

Recuerdo el berrinche que se llevó cuando fui despedido como corresponsal en Nueva York de la Televisión Española del presidente José María Aznar, tras haber hecho yo, como otras veces, las entrevistas a los candidatos presidenciales. En esa etapa él era corresponsal de L.A. Times en la ONU y compartíamos muchas comilonas y tertulias en la Gran Manzana. Tenía crédito para escribir del caso y lo hizo bordeando los límites de la imparcialidad.

http://articles.latimes.com/1996-07-21/opinion/op-26437_1_aznar-s-popular-party

Así era Stanley Meisler: implacable, si estaba en juego la libertad de expresión, base de la democracia.

Sus abuelos maternos huyeron a tiempo de los progroms de la Rusia imperial contra los judíos. Su padre huyó del Este de Polonia. Gran parte de su familia murió en los campos de concentración nazis y en los hornos del Holocausto. La tragedia del pueblo judío marcó su vida. ¿Y a quien no en semejantes circunstancias? Stanley nació en el seno de una familia modesta del Bronx. Estudió en Nueva York y en Berkeley (California) y fue profesor en Columbia University. Fue un autodidacta en arte. Escribió magistralmente de Miro, de Picasso, de Chagall y de otros artistas europeos.

Se jubiló en LA Times pero nunca dejó de escribir y publicar en numerosas revistas de prestigio. Miles de reportajes y más de una docena de libros. De hecho, su último reportaje fue publicado por su diario de toda la vida el mismo domingo de su muerte. Murió, como vivió, con las botas puestas. “Una parada cardiaca”, ha dicho Elisabeth Fox, su viuda. A ella, a sus hijos y nietos enviamos desde aquí nuestro más sentido pésame a memorial@stanleymeisler.com.

Descanse en paz.

 

Votar es fácil… con los ojos cerrados

Publicado en La Voz de Almería (14/6/2016)
Publicado en La Voz de Almería (14/6/2016)

Votar es fácil… con los ojos cerrados

 La vida es dura. Ya lo creo. Lo vimos en la película “Vivir es fácil…” que hizo David Trueba, tras las huellas de John Lennon, en Almería. Dura, aunque llena de ternura.

La democracia, también. Ambas tienen la ventaja de que son mejores que su alternativa: muerte o dictadura. Por eso, celebramos la dulzura de vivir y la responsabilidad de votar. Que cada uno viva y vote como quiera o como pueda. Pero que sepa, eso sí, que no hay vida ni voto gratis. Lo queramos o no, todo tiene su precio.

Lo que no vale es vivir ni votar con los ojos cerrados para quejarse luego de las consecuencias de tal idiotez. Votar con los ojos abiertos no es fácil. Todo lo contrario. Nos obliga a sopesar lo que producirá mayor beneficio o menor daño a nuestros principios e intereses.

Dilucidar cuánto hay de cerebro, de corazón o de tripas en nuestro voto. Cuánto de miedo o de audacia, de pensamiento o de sentimiento, de sentido común o de temeridad.
También cuenta, a veces, el placer dar una patada al otro, con tal de que no nos salga el tiro por la culata y resulte ser una patada en nuestro culo.

Votar con los ojos abiertos exige informarse bien, pensar y decidir para que no nos den gato por liebre. Y no es fácil.

En vísperas del 20-D, en un almuerzo presidido por el teniente general Casinello, pregunté a Rubalcaba si debía votar al PSOE, tapándome la nariz, o a otro, tapándome los ojos. Rápido e ingenioso, como de costumbre, Rubalcaba me respondió:

-“Puestos a elegir, yo preferiría perder el olfato antes que la vista”.

Le hice caso. Después de haber votado antes contra el bipartidismo, que tanto me había decepcionado, decidí volver a mis orígenes y, tapándome la nariz, el 20-D voté a la nueva generación del PSOE.

Visto lo visto, no me arrepiento. Por responsabilidad y, por qué no decirlo, por miedo a los extremos del PP y de Podemos (ambos con piel de cordero), volveré a votar al PSOE.
¡Bendito voto del miedo! El miedo es fantástico. Nos abre los ojos, nos avisa y nos protege de muchos peligros.

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Hablo como si fuera libre…

Creo que es la primera vez, felizmente jubilado, que hablo como si fuera libre. ¡Qué sensación! Como si los malos ya no pudieran hacerme ningún daño.

Contraportada del diario La Voz de Almería
Contraportada del diario La Voz de Almería

Un joven paisano de La Voz de Almería me ha preguntado por mi vida y milagros. Primero pensé ¿a quien le puede interesar lo que diga un abuelo jubilado si ya no tengo na que dar?  Luego asomó esa pizca de vanidad, siempre al acecho, que nos hace perder la cabeza por un halago.

Desde que dejé mi último empleo, mi teléfono no  suena como antes. Tampoco lo añoro. Me hablo con la familia, los colegas del tenis, de la talla de madera y con algún vecino que pasea consigo mismo. A la chita callando, voy entrando en «el tiempo amarillo», feliz expresión biográfica de Fernando Fernán Gómez, genio entre los genios.

Me pasé la vida preguntando a todo quisqui lo que me vino en gana. A veces, insensato, con el riesgo de perder mi empleo. No me arrepiento. Los jóvenes periodistas que siguen mi camino tienen el mismo derecho que yo tuve a preguntar lo que les plazca. Además, quizás sea ésta la última vez que alguien se interese por mis respuestas. Antes salía en la prensa, en la tele o en la radio, a nivel nacional. Si me apuran, hasta en la BBC y el New York Times. Ahora solo se acuerdan de mi los de mi tierra almeriense. Y gracias. No puedo negarme el placer de ver mi nombre impreso en un diario de papel. Antes de que desaparezcan.

Y decidí responder a todas las preguntas de Alberto Gutiérrez… como si fuera libre. Merecí nada menos que la contraportada del diario La Voz de Almería. Para no engañar a nadie, debo reconocer que mantengo vieja amistad con el director del primer periódico de mi tierra, Pedro Manuel de la Cruz, y hasta con el dueño, José Luis Martínez. Será por eso. Este ha sido el resultado que comparto aquí con los lectores de mi blog personal, tan en declive inexorable como un servidor.

«Si pierdo, aprendo; si gano, enseño»

Entrevista a José Antonio Martínez Soler

José Antonio Martínez Soler.   La Voz.

Pregunta.-Te has marchado del periodismo tras tu última etapa como Consejero Delegado de 20 minutos. ¿Cómo asistes a todo lo que está pasando: continuos cambios de directores de periódicos, inquietud en los medios…?
Respuesta.- Esta pregunta da para una tesis doctoral. Pero te diré que el inmovilismo y la seguridad total corresponden a las dictaduras, ya sean fascistas o comunistas. En democracia tenemos que acostumbrarnos al cambio, a la movilidad y a la inquietud permanentes. Yo trato de caminar con naturalidad sobre la incertidumbre. En el fondo, lo que está pasando no es muy diferente que lo que pasó en décadas anteriores. Los viejos creen que cualquier tiempo pasado fue mejor, en la arcadia feliz. Pero eso suele ser falso para todos menos para los viejos que entonces eran jóvenes. Lo mejor está por venir…

P.-Hace unos años decías que el papel de los periódicos no desaparecería y que los medios se tendrían que adaptar. ¿Podrían llegar a ser gratuitos, como apuntabas?
R.- Las noticias sobre la muerte del diario impreso son, como dijo Mark Twain sobre su funeral, extraordinariamente prematuras. El papel no morirá. Las palabras y las imágenes se las lleva el aire. La confirmación tipográfica mantiene la fuerza de la escritura. La libertad es escrita. Y la escritura, que permanece en el papel, subirá y bajará pero no morirá. Como dijo Darwin de las especies, solo sobrevivirán aquellos medios de información que se adapten con flexibilidad a los cambios. Habrá de todo pero no hay nada gratis. Ni comida gratis ni sexo gratis ni noticias gratis. Hay televisión de pago y televisión en abierto, que no es lo mismo que gratis. El oyente, el telespectador y el lector de un diario que no se vende pagan a sus emisoras, cadenas o diarios con su atención. No pagan con dinero sino en especie. Los medios de comunicación, ya sean de pago o en abierto, reciben esa atención (oro puro) y la convierten en ingresos por impactos publicitarios. Es un intercambio de favores compensatorios.

P.-Trabajaste en TVE en una época imagino que apasionante. Una televisión cuyo mensaje y presencia eran más poderosos que hoy. ¿Cómo era la relación de los periodistas con el poder?
R.- Esa relación era y debe ser mala por naturaleza. El poder, sobre todo el arbitrario (que es el poder de verdad), siempre quiere emitir su mensaje sin limitaciones. Quiere eliminar a cualquier contrapoder que le ponga límites. El poder manipulaba entonces, manipula hoy y seguirá manipulando en el futuro. Así es el animal. El público sintoniza su conciencia con su emisora. Puede ser inculto pero no es gilipollas. Antes que cambiar la mente de un lector o un espectador, éste cambia de periódico o de emisora. La manipulación no siempre cuela.

P.-Unos meses después de la muerte de Franco sufriste un secuestro y llegaron a hacerte una ejecución simulada. Aquello no te calló, ¡todo lo contrario!
R.- Lamento contradecirte: me apagó durante algún tiempo. Ya lo creo. Le cogí miedo al toro. Luego, con el tiempo, ese miedo se me fue pasando. De hecho, tras el secuestro, con las heridas aún frescas, salí huyendo de España y me refugié un año en la Universidad de Harvard como Nieman Fellow. Las torturas siempre dejan huella. Y el miedo es fantástico. Nos protege. Yo no soy ningún valiente. Si hubiera sabido las consecuencias de mi artículo, sobre las purgas franquistas contra los moderados en la Guardia Civil, no lo habría publicado.

P.- ¿Te tropezaste alguna vez con tus secuestradores, tiempo después?
R.- No. Aunque me dijeron que mi secuestro estaba en sus hojas de servicios, nunca tuve interés en conocerles. Hace unos años, un ex militar de la UMD, relacionado con mis fuentes de información, me dijo que, al conocer la orden del secuestro, trataron de avisarme pero no consiguieron localizarme a tiempo. (En aquella época no había móviles.)

P.- ¿El franquismo siguió teniendo presencia en muchos ámbitos?
R.- Por supuesto. Y sigue profundamente enraizado en nuestros comportamientos. Sobre todo en la derecha. Pero no solo. Claro que, cada año que pasa, Franco tiene menos culpa de lo que hacemos. Y hemos progresado bastante. La TVE de Aznar me despidió como corresponsal de TVE en EE.UU, en 1996, tras hacer las entrevistas preelectorales a los candidatos presidenciales. El Financial Times lo resumió así en su editorial “Costumbres españolas”: “Cuando José A. Martínez Soler criticaba al poder en la dictadura lo secuestraban y torturaban. Cuando lo hace en la democracia solo lo despiden. Eso es progreso”. La libertad de información no la entendieron ni la derecha ni la izquierda. Unos amigos de izquierdas me dijeron: “¿qué esperabas tras esta entrevista?”. Si despides al que hace preguntas incómodas, ¿qué periodista hará la siguiente pregunta? De hecho, no hubo más entrevistas a candidatos presidenciales hasta pasar muchos años. El plasma de Rajoy… ¡Vaya progreso! Los vestigios de la dictadura calan en la derecha y en la izquierda durante más de una generación.

P.-Alguien, no recuerdo quién, decía que el periodista que no es crítico con el poder se convierte en relaciones públicas. ¿Estamos viviendo un resurgimiento de periodistas con garra?
R.- No más que antes. Hay mucha falsa garra. En ocasiones, hacemos preguntas de apariencia crítica, por las formas, pero, en el fondo, hacemos la pelota al entrevistado. Claro que a muchos falsos críticos se les ve el plumero. El público no es tonto.

P.-¿Sin periodistas no hay democracia?
R.- Desde luego, sin libertad de expresión, un derecho de los ciudadanos y no solo de los periodistas, no hay democracia. Opino como Thomas Jefferson: “Antes que gobierno sin periódicos, prefiero periódicos sin gobierno”. Claro que él lo dijo antes de ser presidente de EE.UU. No se lo que opinaría después.

P–Las nuevas tecnologías están brindando a muchas personas la capacidad de ser periodistas –algunos lo llaman “periodismo ciudadano”-. Pero parafraseando a Ortega, “no es esto, no esto”, ¿verdad?
R.- Todos los ciudadanos tienen derecho a ser periodistas. Pueden aprender nuestro oficio, el 2º más viejo y el más hermoso del mundo. Pero deben someterse a filtros de calidad y respetar los principios básicos de la profesión: el rigor en la contrastación de la información con más de una fuente, la buena fe, la búsqueda de la veracidad, la objetividad, la independencia y la neutralidad, aunque sabemos que son metas inalcanzables para el ser humano. Si algún colega nos dice que es veraz, objetivo, independiente y neutral ya sabemos, al instante, que nos está mintiendo. Mucho ojo. Nos la quiere dar con queso. No hay noticia gratis. Todas tienen un precio, aunque se pague en especies. Lo que se publica y lo que no se publica es la resultante de un intercambio de favores compensatorios. Escribí 500 páginas sobre “El mercado de la prensa y la compra-venta de noticias”.

P.-Fuiste director y fundador del diario El Sol, un fracaso, según tus palabras, pero que te ayudaría en el futuro a levantar 20 minutos, el diario más leído de España. ¿Qué supusieron estos dos proyectos para ti?
R.- Apliqué los mismos principios e idéntico esfuerzo y pasión en ambos proyectos. Aprendí del “If” de Rudyard Kipling que “debemos tratar al éxito y al fracaso, a ambos impostores, con la misma indiferencia”. No lo conseguí. Aún me estoy lamiendo las heridas de El Sol. Claro que el éxito de 20 minutos, el primer diario que no se vende, y de 20minutos.es, fue balsámico. ¡Qué alivio! No me arrepiento de mis muchos fracasos ni de mis pocos éxitos. Si pierdo, aprendo. Si gano, enseño.

P.-Eres también profesor de Economía de la UAL. ¿Qué tenemos que hacer en España para situar nuestras universidades en la cabeza del mundo?
R.- Lo primero: pagar mejor y exigir más a los docentes e investigadores. Me encanta la docencia y fui feliz en la UAL. Sin embargo, tal como está hoy, de la universidad española no se puede esperar nada bueno. Espanta a los más valiosos. Y es una pena. Hay una corrupción estructural, casi medieval.

P.-Tienes mucha relación con EEUU, pues tu mujer es estadounidense. ¿Por qué crees que Donald Trump está llegando tan lejos?
R.- Nadie pudo prever su ascenso, subido en la ola del populismo y la demagogia. Ahora vemos quien le apoya: una clase media y obrera en declive, cabreada, indignada, más inculta, racista y pobre que la de antes, amoratada por la crisis y los viejos del Tea Party que el Partido Republicano han criado y nutrido.

P.-¿El mundo debería preocuparse si este señor llega a ser presidente de la primera potencia?
R.-No se lo que preocupará al mundo. Pero mi mujer está tan asustada que piensa ir a su pueblo para a votar en persona contra Trump. Conocí a Trump cuando fui corresponsal en EE.UU. y nunca pude imaginarlo como candidato a la Casa Blanca. Es imprevisible e impulsivo. No escucha a nadie. Como él dice, solo acepta consejos de sus tripas. Me da pánico imaginar a ese populista, casi fascista, con un dedo sobre el botón nuclear…

P.-¿Qué te parece el Tratado de Libre Comercio entre EEUU y Europa? ¿El oscurantismo de su redacción es un motivo de alarma?
R.- Como todo libre mercado, a corto plazo, beneficiará a los fuertes y perjudicará a los débiles. Como socialdemócrata, pienso que, a largo plazo, con los límites que el Estado debe imponer al mercado, para salvarlo de sus propios fallos, será beneficioso para todos. Entiendo el miedo de muchos a un mercado más libre, a suprimir barreras y a perder protección arancelaria. Sin embargo, la tendencia mundial contra las fronteras del proteccionismo (y del nacionalismo, cuya guerra comercial suele preceder a la guerra militar) me parece irreversible. No se pueden poner puertas al campo, pero sí cauces a los ríos.

P.-¿Qué es lo mejor de los americanos y lo mejor de los españoles? Lo puedes decir mejor que nadie, claro.
R.- En EE.UU, veo más flexibilidad, eficacia y búsqueda de la excelencia. Más espíritu práctico que aquí. Pero es un país muy duro. No es bueno para débiles. Mi mujer dice que lo mejor de España son los españoles.

P.-Te has jubilado pero se te ve muy activo en las redes sociales. No has perdido la ilusión…
R.-Estoy tan feliz que, de haberlo sabido, me habría jubilado antes. He dedicado 50 años al periodismo. Tengo muchos proyectos y me falta tiempo. Claro que uno de esos proyectos es, precisamente, perder el tiempo. A conciencia. Con mis hobbies: tenis, talla de madera, huerta, jardín, agitación en las redes sociales y en mi blog martinezsoler.com y, sobre todo, mi nieto Leo. Para Leo, mis hijos y amigos más próximos estoy escribiendo mis memorias de infancia en Almería. Me divierte.

P.-¿Se te quedó alguna espinita clavada? ¿Algo de lo que te arrepientes?
R.- Después de fundar 20 minutos, el diario más barato de España, me hubiera gustado fundar también el diario más caro de España. Fundé el semanario Doblón a 50 pesetas. Los demás costaban 25. Pero ya no me queda tiempo para eso. Como decía el maestro Sampedro: “nuestras vidas son los ríos… y ya noto la sal”. Mi suegro me dijo que “nadie, en su lecho de muerte, se había arrepentido de no haber dedicado más tiempo a su trabajo”. Yo me arrepiento de no haber dedicado más tiempo a mis tres hijos. Ahora trato de compensarlo con mi nieto Leo.

P.-¿Qué adjetivo consideras que te ha acompañado siempre?
R.- Dicen que soy hiperactivo. Quizás, por eso, paso por esta vida como Santa Teresa: de fundación en fundación.

P.-Creo que eres un almeriense muy activo fuera de la tierra. De vez en cuando quedáis a comer con conocidos paisanos allí en Madrid…
R.- ¿De vez en cuando? Cada semana. Lo pasamos bomba. Dijo Rilke que “la infancia es la verdadera patria del hombre”. Pues eso. Cada semana, nos revolcamos en nuestra patria almeriense. Todo el mundo parece estar feliz con el azar que le dio su inteligencia y su lugar de nacimiento. Yo no. Conozco a muchos más inteligentes que yo. En cambio, si pudiera elegir libremente mi lugar de nacimiento, elegiría la calle Juan del Olmo, de Almería, entre el Quemadero y la Plaza Toros.

FIN

PS. Por si olvido algo, ahí está la Wikipedia. Y la nueva prensa digital. Y el baúl de los recuerdos: cuando fui despedido de TVE tras mi entrevista a Aznar.

 

 

Mi despido de TVE tras mi entrevista a Aznar

Aznar vuelve… a primera página. Décimo aniversario de su victoria (y de mi despido)

Editorial de The New York Times:

Comentario editorial del Financial Times:

Primera página del International Herald Tribune

(Reactualizado, con un añadido final, a las 2:15 h.)

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Actualizado a las 21:30 h., justo a tiempo para irme al cine a ver Syriana.

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Encontré algunas perlas en mi sótano: comentario editorial del Financial Times(“Costumbres españolas”), que no es precisamente un periódico de izquierdas, editorial del New York Times (“Un escalofrío en España”), algo más liberal, primera página delInternational Herald Tribune (“Ecos de Franco mientras España despide a veteranos periodistas de TV”) y copia de la carta del presidente de la Fundación Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard, Bill Kovach, dirigida al Rey, con copia al presidente Aznar.

Estos documentos -que me han traído tan terribles recuerdos, diez años después- los pegaré al final del post para que queden archivados. No me gusta hacer leña del árbol caído.

Ya se que no soy imparcial en lo que atañe a mi experiencia personal, aunque no guardo ningún rencor. Esa palabra no está en mi diccionario. Me cabreé y mucho en su momento, pero ya no tengo nada que perdonar. Son gajes del oficio en una democracia aún frágil. Lo publico en mi blog personal, al cabo de 10 años, porque no me gustaría que se perdieran estas anécdotas de la era Aznar. Así, mis hijos y otros jóvenes demócratas pueden tener datos para saber con quien se juegan los cuartos.

Desde luego, la letra impresa no perdona. Incluyo la traducción del Financial Times y del New York Times. No me quiero perder el pricipio de la película (ni las palomitas).

3 de marzo de 2006: décimo aniversario de la segunda victoria democrática de la derecha española, desde el triunfo de la República, el 14 de abril de 1931.

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Tengo un rato libre para hacer memoria. Advierto que voy a escribir sin límite de espacio… y tengo un par de horas libres por delante.

El jefe de www.20minutos.es me ha advertido de que en Internet el espacio es ilimitado, pero no es ilimitada la paciencia de los internautas. Por eso, recomiendo abstenerse a quienes no tengan paciencia ilimitada. Y me disculpo por la extensión de este post. Es un desahogo personal.

En fecha tan señalada, lo que sigue es, simple y llanamente, mi opinión sobre algunos acontecimientos que considero relevantes, en la reciente historia de España, mezclados con interferencias personales y familiares, que resultarán insignificantes para quien no las haya sufrido. Ahí va:

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Derrota electoral en Febrero del 36 y golpe de Estado en Julio

El primer gobierno democrático de la derecha desde 1931 acabó cuando triunfó la izquierda, en las elecciones del 16 de febrero de 1936. Quizás por falta de costumbre, los derechistas no aceptaron, en aquella ocasión, su derrota en las urnas.

Simplificando: a los cinco meses, el 18 de julio, la derecha rebelde dio un golpe de Estado y recuperó el poder, el 1 de abril de 1939, tras vencer a los leales a la II República, en una guerra civil que costó alrededor de un millón de muertos.

Durante casi 40 años, varios millones de derrotados fueron perseguidos y represaliados por disentir ideológicamente de la Dictadura fascista impuesta por el general Franco.

Desde que perdió el poder legítimo que dan los votos -y no las botas-, la derecha gobernó ilegítimamente, por la fuerza de las armas, hasta que, muerto el dictador, el pueblo español votó la Constitución del 6 de diciembre de 1978.

La derecha española asistió muy dividida, entre asustada y generosa, a la transición de la dictadura la democracia. La izquierda, también asustada y generosa, hizo un esfuerzo descomunal por perdonar –aunque no por olvidar- los crímenes de la Dictadura.

La alianza providencial del centro derecha de Suárez-Abril con el centro-izquierda deGonzález-Guerra, y con otros partidos democráticos minoritarios, y apoyada por el Rey–que mantenía embridada a la derecha franquista, de la que había heredado sus poderes no democráticos- permitió una transición ejemplar.

Los más impacientes de la derecha nacionalista española sacaron de nuevo los tanques a la calle, el 23 de febrero de 1981, y repitieron, esta vez sin éxito, el golpe de Estado del 36. Hicieron el ridículo, porque ya no éramos la España del 36.

Curiosa coincidencia: Franco invocó el asesinato del líder conservador Calvo Sotelo(José) al proclamar su rebelión contra la República.

El general Milans del Bosh, el teniente coronel Tejero y todos sus secuaces franquistas dieron el golpe del 81 contra otro Calvo Sotelo, de la Unión de Centro Democrático (UCD), en el momento en que el pueblo soberano iba a nombrarle presidente del Gobierno.

El mundo al revés. Sin querer, los golpistas vacunaron a la democracia contra futuras traiciones a la Constitución del 78.

El Parque Jurásico, en el que se había refugiado durante la transición una buena parte de la derecha franquista, quedó cerrado por reformas, al menos durante una década.

Muchos líderes políticos tuvieron que taparse la nariz, la boca o las orejas, según las ocasiones, para no volver a las andadas de las dos Españas de Goya, a garrotazo limpio.

La transición se hizo casi en paz

Fue –¡creedme!- muy emocionante.

Y se consolidó con la primera alternancia: al año siguiente del fracasado golpe militar, la izquierda volvió a ganar, por segunda vez en la historia de España, el 28 de octubre de 1982. Dos victorias en casi un siglo: en 1936 y en 1982.

No hubo venganza contra los vencedores de la guerra civil, entre los que abundaban personas de buena fe así como asesinos y torturadores, amparados por el régimen de terror impuesto por Franco con la ayuda –¡que no se olvide nunca, por favor, para no repetir el crimen!-, primero, de Hitler y Mussolini y, luego, de Eisenhower.

Entre 1982 y 1993, la derecha española consolidó su poder económico –que nunca perdió- y fue tomando la medida a la izquierda reformista. Recuérdese que el todopoderoso superministro de Economía de Felipe González era el entonces socialistaMiguel Boyer Salvador, y, desde hace muchos años, muy próximo a José María Aznar.

La derecha española no se contentó con el poder económico de toda la vida. También quería –y estaba en su derecho- el poder político.

En las elecciones generales de junio de 1993, lo rozaron con la punta de los dedos, pero se les fue de las manos por un puñado de votos. Desesperados, intentaron deslegitimar aquélla victoria pírrica de Felipe González, como están haciendo ahora con la victoria por los pelos de Zapatero. Tienen costumbre.

Con la distancia, pienso que hubiera sido mejor que la derecha hubiera triunfado en 1993 y no en 1996. Las elecciones del 93, en plena crisis económica europea, ofrecieron una ocasión espléndida para que el regreso pacífico y democrático de la derecha al poder (por segunda desde 1931) hubiera servido para moderar a sus líderes más voraces. Desgraciadamente, no fue así.

El pueblo confió de nuevo en el PSOE. Victoria pírrica, digo, porque sirvió para alargar la agonía política de Felipe González –ya en caída libre- y para envalentonar a los nuevos e impacientes jóvenes cachorros de Alianza Popular. Convertida en Partido Popular y liderada por José María Aznar, la derecha hizo una oposición inmisericorde de tierra quemada.

¿Recuerdan cuando Aznar soltó al “doberman”?

Un gran honor con mucho peligro

Los partidos políticos, que compitieron en aquellas generales, se pusieron de acuerdo para recomendar que fuera yo el encargado por TVE para hacer las entrevistas oficiales a los seis candidatos presidenciales. Eso me dijeron.

Ya es ridículo que los partidos políticos puedan influir en quién hace las entrevistas preelectorales de la televisión del Estado. Y es una muestra más de la falta de independencia de la TV pública.

En todo caso, honrado por el encargo, ya que procedía de la representación popular en el Congreso, hice aquellas entrevistas preelectorales lo mejor que pude o supe. Con total libertad –jamás he aceptado preguntas de encargo- pero también con la moderación, neutralidad y respeto que exige una ocasión institucional tan solemne.

Después, pasé de dirigir las noticias de las 9 en la Segunda Cadena de TVE –“Informe del día”– a dirigir el Telediario de las 3 de la tarde en la Primera, que presentaban los inigualables Ana Blanco y Matías Prat.

En el TD-1 pasé dos años maravillosos, desde el punto de vista profesional y personal: tenía el mejor equipo del mundo y éramos líderes indiscutibles de audiencia, como ahora en 20 minutos.

También pasé allí los dos años más angustiosos que yo recuerdo, desde el punto de vista político y, si se quiere, patriótico. La lucha por el poder entre el PP y el PSOE no podía ser más degradante y sucia.

Cuando fui destinado a Nueva York, como corresponsal de TVE (en el verano de 1995) sentí un enorme alivio por salir de aquella España, otra vez prebélica.

Desgraciadamente, tuve que regresar en febrero de 1996 para realizar, como en 1993, las entrevistas a los candidatos presidenciales en las elecciones generales de hace 10 años.

Los representantes de los seis principales partidos políticos decidieron que el entrevistador fuera el mismo de las elecciones anteriores. Eso me dijeron. ¿Cómo pueden tener voto y veto los políticos sobre quién es el más neutral, a su juicio, para hacer estas entrevistas?

Vine a España, doblemente honrado por su renovada confianza. (Se ve que ninguno de ellos quedó descontento con las entrevsitas que hice en las elecciones del 93, o bien que no podían alcanzar la unanimidad con ningún otro nombre). Debía ser el menos malo para lo seis partidos que representaban entonces a la casi totalidad de los españoles.

Aterricé en Madrid muy inquieto –y algo asustado- por la tensión preelectoral que se vivía en España.

Hice las seis entrevistas, como la vez anterior, lo mejor que supe y o pude, con los mismos criterios de integridad profesional que aplico siempre.

Tuve muy mala suerte

Felipe González iba ya de perdedor. Le encontré relajado, casi con ganas de salir de aquel infierno en el que se había convertido el Palacio de la Moncloa.

No tenía mucho que perder, en aquella entrevista que le hice en la víspera de la jornada de reflexión. Le hice las preguntas de rigor profesional (corrupción política, terrorismo, GAL, crisis, etc.) y se creció en el ataque. El todavía presidente González estuvo hábil y muy simpático.

En algún momento, dio la impresión de que éramos viejos amigos, ya que mencionó indirectamente a mis hijos. Viejo zorro.

Le tengo afecto personal –incluso le conservo cierta admiración, por su primera etapa de Gobierno con Alfonso Guerra– y, desde luego, las cámaras no mienten. Son gajes del oficio.

El día anterior me había tocado entrevistar a José María Aznar, el penúltimo candidato. Le encontré muy inquieto, tenso y algo nervioso. Se jugaba mucho en aquel estudio deTVE en Prado del Rey. Se le veía con hambre de balón, pero temeroso y, quizás, un pelín desconfiado.

También le hice a Aznar las preguntas de rigor profesional (¿Sería capaz de controlar a la extrema derecha que algunos llaman “Parque Jurásico”?, ¿Mantendría a la peseta en la misma cesta monetaria que el marco alemán, tal como había acordado Felipe González con su amigo Helmut Khol?, etc.).

Aznar no se lució mucho en aquella entrevista. En algún momento, mientras yo le hacía -en cámara- una pregunta que consideré normal, casi anodina, y que no contestó, le vi poner muy mala cara. Los espectadores no vieron su cara, ya que estaban viendo la mía. Pero yo sí. Y, fugazmente, temí por mi empleo.

Efectivamente, tuve mala suerte.

Hace ahora 10 años, el día 3 de marzo de 1996, tres días después de que aquella entrevista, José María Aznar ganó las elecciones generales, seguramente por menos de lo que él deseaba.

Al fin, la derecha española recuperaba el Poder, por vía pacifica y democrática, por segunda vez desde la caída del rey Alfonso XIII.

Participé en su victoria ya que, en aquella ocasión, no voté a Felipe González ni, naturalmente, a Aznar.

Me alegré de la primera victoria de Aznar

Debo reconocer que –inconsciente de mí- me alegré de la victoria de la derecha. La alternancia siempre consolida la democracia y el PSOE –por su mala cabeza, el desgaste inevitable de 14 años de gobierno y la durísima oposición de la derecha- estaba ya quemado para muchos años.

Digo inconsciente de mí porque, al poco tiempo, formado el primer Gobierno Aznar y nombrados los nuevos cargos de Partido Popular en mi empresa (TVE), recibí una llamada telefónica del flamante director de los Servicios Informativos de AznarErnesto Saéz de Buruaga– comunicándome que, “por razones económicas y profesionales”yo era despedido (no trasladado, como era la costumbre) de la empresa. Yo no tenía cargo político sino un contrato laboral por dos años que terminaba al año siguiente.

Bastaba con que hubieran honrado el contrato laboral o, simplemente, que hubieran dejado de emitir mis crónicas para que yo hubiera dimitido, por vergüenza torera, y me hubiera ido a casa sin ruido.

Tuve la impresión de que los cachorros de la nueva derecha recién llegados al poder -o, quizás, algún mindundi o pelotas de turno que quería complacer al jefe Aznar– tenian cierta urgencia por hacer primera sangre y rápida: me aplicaron el despido fulminante, la pena capital laboral, sin haber hecho los más elementales deberes democráticos ni jurídicos.

Así pues, una de las primeras órdenes de la TVE de Aznar, después de ganar las elecciones, fue ponerme de patitas en la calle.

José María Aznar al Palacio de la Moncloa y yo a la calle. Por primera vez en la historia,TVE despidió a un corresponsal en activo y no lo readmitió, después de que éste (o sea, yo mismo) ganara el juicio. Lo nunca visto. El despido en EE.UU supuso la pérdida automática del visado y la salida inmediata del país.

Pedí consejo a Adolfo Suárez

Sorprendido y desorientado, y antes de iniciar acciones legales contra la TVE de Aznar, pedí información, consejo y auxilio a mi presidente Adolfo Suárez. Me sumé a sus tareas de gobierno con entusiasmo (dejando El País) y estuve un par de años a las órdenes de Fernando Abril Martorell y de José Luis Leal en Castellana, 3. (Fue extraordinaria y reconfortante mi experiencia como ayundante de última fila del Gobierno Suárez-Abril, el único para el que he trabajado).

Después de hablar con José María Aznar, mi admirado Adolfo Suárez me telefoneó a mi casa de Nueva York (sin atender al cambio horario, pues me despertó a las cuatro de la madrugada) para decirme que mi despido no tenía arreglo, pues el presidente le había replicado que tenía todo el derecho a decidir “qué caras quería ver en la pantalla”.

En eso –abstrayéndonos del daño causado a la libertad de expresión de los futuros entrevistadores y de todos los ciudadanos libres- no le faltaba razón. Pero su reacción tendría un coste político y ético.

A los pocos días de mi despido fulminante, daba yo una conferencia –que no podía anular- en la Universidad de Harvard, de la que soy antiguo alumno como Nieman Fellow. Y lo pasé muy mal.

Mis colegas y profesores de Harvard no entendieron cómo es posible que, en una democracia, el Gobierno vencedor de unas elecciones pueda despedir al periodista que hizo las entrevistas preelectorales a los candidatos.

Bastante escandaloso e incomprensible resulta ya para cualquier demócrata que los responsables máximos de la TV pública sean nombrados por el Gobierno de turno. Estos (María Antonia Iglesias, Sáez de Buruaga, Urdaci, etc.) tienen asumido su cese automático al cambiar el Gobierno que los nombró.

Pero no así un periodista con un contrato laboral y, menos aún si es el que ha hecho las entrevistas a los candidatos presidenciales. Además de tratarse de un despido ilegal (como más tarde estableció el juez) quedó bastante feo.

¿Cómo se iba a enfrentar el próximo entrevistador a los candidatos presidenciales en las siguientes elecciones generales?

¿Debería hacerse antes un seguro contra despidos improcedentes?

Luego vimos que cualquiera que fuera mi sucesor, en tarea tan arriesgada, no se enfrentaría a los futuros candidatos de ninguna manera. El Gobierno Aznar simplemente prohibió las entrevistas de TVE a los candidatos presidenciales.

Las mías fueron, por tanto, las últimas en la historia de Televisión Española. Menos mal que están las TV privadas para recoger la antorcha. En la 3, la 5, la 4 y la Sexta nadie puede despedirte directamente desde el Gobierno, preguntes lo que preguntes al candidato que resulte vencedor.

Editorial de The New York Times:

Traducción:

Un escalofrío en España

“José María Aznar ganó las elecciones como nuevo Primer Ministro de España el pasado mes de marzo, en parte por convencer a los votantes de que había modernizado completamente su partido de centro derecha, Partido Popular, limpiándolo de toda nostalgia por las prácticas anti-democráticas de la dictadura de Franco. Ahora tendrá que volver a convencerles tras el despido con mano dura del jefe de la corresponsalía de Televisión Española en Nueva York, José Martínez-Soler, y otros cuatro corresponsales.

El Gobierno Aznar dice que despidió al Sr. Martínez-Soler para ahorrar dinero. Pero más bien parece una represalia por una entrevista de la campaña en febrero en la cual el Sr. Martínez-Soler le sacó los colores al Sr. Aznar con una referencia puntual a la vmás duro que a los demás.ieja guardia de la derecha del Partido Popular. Si la impresión de represalia perdura, tendrá un efecto escalofriante sobre otros periodistas que trabajan para la televisión estatal española.

El tema que el Sr. Martínez-Soler abordó era legítimo, por muy incómodo que fuera para el Sr. Aznar. Muchos que sirvieron al dictador mantuvieron posiciones de influencia en los mandos del partido conservador hasta bastante recientemente. Tampoco estaba el Sr. Martínez-Soler discriminando al candidato conservador dándole un tratamiento más duro que a los demás. Hizo preguntas igualmente incómodos a los rivales socialistas.

El Sr. Aznar tiene el derecho de hacer sus propios nombramientos para los más altos cargos de la política de emisión. Pero a los periodistas profesionales, si sus informes han de ser creíbles, necesitan estar libres de la presión política. Las libertades democráticas de España son demasiado preciosas, y ganadas demasiado recientemente, para ser tan pisoteadas y tan descuidadamente. El Sr. Aznar debe moverse rápidamente para deshacer el daño”.

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Comentario editorial del Financial Times:

Traducción:

Costumbres españolas

“El nuevo gobierno del Partido Popular de España puede estar moviéndose hacia una economía más abierta, pero no está haciendo mucho por la tolerancia política. Los cambios de plantilla en organismo estatales no se están limitando solo a los puestos mas altos. En la autoridad emisora RTVE, por ejemplo, llegan muy abajo dentro de la organización.

El Primer Ministro José María Aznar evidentemente no ha perdonado una entrevista de TVE que tuvo durante la campaña electoral en febrero.

Los partidos entonces tenían dificultades para llegar a un acuerdo sobre un entrevistador para los candidatos principales, pero finalmente acordaron quedarse con José Antonio Martínez Soler, un periodista presentador muy conocido, que acababa de ser enviado a Nueva York como corresponsal jefe en EE.UU. de la televisión estatal española.

Martínez Soler, 49 años, puede estar ahora dándose patadas por un lapsus de tacto durante la entrevista con Aznar, cuando se refirió a la vieja guardia del Partido Popular como “Parque Jurásico.”

Veterano miembro del programa prestigioso de la Fundación Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard, también habia chocado con la anterior administración socialista. Antes de ello, poco después de la muerte de General Franco, como un jóven director de una revista, fue secuestrado, torturado y sujeto a una ejecución simulada, tras escribir un artículo sobre la paramilitar Guardia Civil. Esta vez solamente le han despedido de su trabajo como corresponsal.

Esto es progreso.”

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Primera página del International Herald Tribune

——-

Si han llegado hasta aquí, comprenderán algunos de mis lectores por qué hoy, 10 años después de la victoria de Aznar y de mi persecución o discriminación profesional, me da un cierto “yu–yu” ver de nuevo a este hombre, martillo de la libertad de expresión, saliendo del Parque Jurásico -le veo, eso sí, con el gesto algo trastornado- y cabalgando, otra vez, por las primeras páginas de los periódicos.

Ya ven por qué hay cincunstancias en las que no puedo (ni me apetece) ser neutral. Le tengo miedo.

¡Rajoy, por favor, no le dejes volver!

Actualizado a las 02:15 h. (después del cine y consiguiente tertulia)

Acabo de leer un comentario de un tal “Anónimo”. Ya saben que no me gusta contestar a desconocidos o dialogar con quienes llevan la cara cubierta con pasamontañas. Me trae malos recuerdos. Y estoy en contra todo ventajismo.

No obstante, a veces, contesto a lectores que firman con seudónimo porque puedo identificarlos por otras vías (mensajes previos con dirección de correo o de blog, alias familiares, etc.)

También agradezco las correcciones y sugerencias constructivas, aunque sean en contra.

Este tal “Anónimo” -a quien no conozco de nada- me pide que cuente por qué me apoyaron editoralmente esos diarios que he pegado arriba.

Esa pregunta me ha recordado, de pronto, una omisión importante. Por despiste, y por las prisas para llegar a la sesión de las 22:00 h. cité la carta de la Universidad de Harvard al rey Juan Carlos -doctor “honoris causa” por Harvard– y luego olvidé incluirla.

Agradezco al tal “Anónimo” el recuerdo, porque esa carta -de la que se hicieron muchas copias, una de las cuales llegó, por ejemplo, al director del New York Times– explica precisamente muchas reacciones que, contra mi despido ilegal, se publicaron en docenas, quizás cientos, de diarios de todo el mundo y en numerosas lenguas que no comprendo. En mi sótano, tengo una caja llena de recortes.

Ahí va, por tanto la carta que anticipé al principio de mi larga crónica y que, distribuida en cadena a todos los miembros de la influyente y prestigiosa Fundación Nieman de Periodismo de Harvard, provocó una auténtica oleda de protestas en favor no de mi empleo perdido -algo insignificante y que no merecería ni una sola línea impresa- sino de la lucha por la libertad de expresión, cuya conquista tanto nos costó, y que mis colegas de la “Nieman” vieron peligrar en la España de Aznar.

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Este fue el comentario editorial del diario ABC:

Traducción de la carta de Kovach (curator de la Nieman Foundation for Journalism de Harvard al Rey Juan Carlos:

Al Rey Juan Carlos

Madrid, España

Su Excelencia:

Le estoy escribiendo urgentemente para llamar su atención sobre un asunto grave de interferencia con la libertad de prensa y libertad de expresión que acaba de llegar a mi conocimiento. La decisión del nuevo gobierno del Primer Ministro José María Aznar de despedir a José Martínez-Soler como corresponsal de TVE es un golpe grave a la imagen de una sociedad civil que nutre los derechos de sus ciudadanos.

Periodistas por el mundo están bien familiarizados con el coraje y la integridad de José Martínez-Soler. Sabemos el precio que tuvo que pagar una vez por su devoción a los valores de los derechos humanos. Todos quedamos anonadados (pasmados, aturdidos) al oír las noticias de la decisión de despedirle de su trabajo como corresponsal en EE.UU. En solamente ocho meses había demostrado una rara habilidad para comunicar los sucesos en Estados Unidos a su audiencia en casa. Igualmente importante, nos ha ayudado conocer una nueva y emergente España. Un seminario que dirigió con otros “Fellows” de la Fundación Nieman de Harvard, anteriormente este año, fue de los más interesantes e inspiradores que hemos tenido en todo el año. La promoción entera de los “Fellows” Nieman se une a mí al expresar nuestra consternación por el comportamiento de la nueva dirección de TVE.

Este episodio lastimoso es especialmente desalentador en un momento de una mayor esperanza engendrado por el desarrollo de una Europa más integrada y unida a favor de los principios de los derechos humanos.

Respetuosamente pido que utilice su influencia para deshacer la decisión de silenciar la voz valiosa de José A. Martínez-Soler y establecer un precedente que guiará a los que respetan el valor del derecho de un pueblo a la voz y expresión libre mientras nos acercamos a otro milenio.

Respetuosamente suyo,

Hill Kovach

Curator (director o presidente)

Copia: Primer Ministro José María Aznar

Jorge Sanchez Gallo, TVE

—-

El Gobierno de Aznar, y los aduladores de turno de la prensa adicta, que le ofreció adhesión inquebrantable, no pudieron o no quisieron comprender las razones de aquella cascada inteminable de críticas, que arruinó la escasa imagen democrática de nuestro flamante presidente en el exterior. El nombre de Aznar está marcado en muchas hemerotecas del mundo como perseguidor de periodistas y poco amante de las libertades. Tampoco hizo ningún esfuerzo por remediar su pobre imagen.

El fuego cruzado contra la purga de TVE fue una acción en cadena muy interesante, con ciertos rasgos corporativos de “periodista-apoya-a-periodista”, sí, pero guiados sobretodo por un fuerte compromiso con la libertad de expresión.

Yo mismo he formado parte, en otras ocasiones, de esas cadenas de solidaridad en favor de periodistas represaliados, perseguidos por sus ideas, presos, torturados y, en algunos casos, asesinados por “fuerzas incontroladas”.

Recuerdo que El Mundo de Pedro J. Ramirez, al servicio del nuevo poder, fue el encargado de responder, casi en exclusiva, desde sus páginas a informaciones de los más prestigiosos diarios de Oriente y Occidente que, por miedo o por pereza, apenas se conocieron en España.

El diario conservador ABC, que dirigía entonces Luis María Anson, publicó un editorial que le agradeceré siempre(“Pluralismo y Tolerancia”, el 29-06-96) en la línea del New York Times y del Financial Times. Luis María Anson, con quien discrepo políticamente en tantas cosas, me ha demostrado gran coherencia en la defensa pública de la libertad. También escribió un comentario editorial en Gaceta Ilustrada atacando a mis torturadores después de mi secuestro tras la muerte de Franco.

El diario El País, en cambio, donde trabajé mucos años y de donde me despedí varias veces, dio muy poca información y no publicó ni una sola línea de opinión sobre el caso. Nunca comprendí su silencio en un asunto tan sensible para su propia supervivencia, como luego se demostró en la guerra digital que casi llevó a la cárcel a Polanco y a Cebrián.

Con su pertinaz política de adulación destructiva, El Mundo se quedó sólo haciendo el ridículo ante los periodistas más presitigiosos que habían pasado por Harvard, y que funcionan como una piña cuando peligra la libertad de expresión en cualquier lugar del mundo.

Pocos entendieron entonces en El Mundo el sentido de la protesta y me dieron una importancia y una capacidad para manipular al mundo entero que aún me hace sonrojar. ¡Qué más quisiera!

¿Acaso tengo yo -o mi mujer- poder para dictar o influir en un comentario editorial nada menos que del New York Times, por el que se pelean docenas de gobiernos y cientos de grandes corporaciones de todo el mundo?

Los conspiradores son muy proclives a creer en la simplista teoría de la conspiración. La suelen aplicar alegremente a todos los fenómenos complejos que no comprenden.

La teoría conspiratoria es muy buena para embaucar a mentes simples, o a creyentes facilones dispuestos a todo, porque tiene una ventaja: resulta muy verosímil. Pero tiene un grave inconveniente: que casi siempre es falsa.

La razón de mi gran poder para manipular a mi antojo a toda la prensa mundial residía -según El Mundo– en que mi mujer, Ana Westley, había sido corresponsal en España de muchos diarios extranjeros, entre ellos The New York Times, The Wall Street Journal,Boston Globe, etc..

Sin embargo, nunca trabajó para el Financial Times, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Monde, el Corriere della Sera o los grandes diarios japoneses que también alertaron sobre los riesgos de pérdida de libertad en la frágil democracia española, si la TV del Gobierno podía despedir impunemente a un periodista que hacía las entrevistas preelectorales.

Mi mujer vale mucho, desde luego, pero no da para tanta manipulación de la prensa mundial.

¿Acaso cree Pero J. Ramírez que los editoriales del New York Times, del Financial Times o la primera página del Internacional Herald Tribune (que he pegado más arriba) son tan fáciles de manipular, a nuestro antojo, como pueden serlo los editoriales y la primera página de El Mundo?

Qué sabio refrán:

“Cree el ladrón que todos son de su condición”

¡Jo! Qué tarde…

  • Mi vida (y milagros) en Periodista Digital. ¡Qué peligro!
  • Mi último día como Consejero en 20 minutos
  • Pedro J. anda suelto… Miedo me da
  • El SUT, embrión (con perdón) de la Transición

Emocionante homenaje póstumo a mi hermana Isabel

El 6 de mayo de 2016 se inauguró esta biblioteca con el nombre de mi hermana.
El 6 de mayo de 2016 se inauguró esta biblioteca con el nombre de mi hermana.

Comprobar que mi hermana, pionera de la Red de bibliotecas escolares, era tan querida y valorada por sus pares fue un autentico alivio para el dolor que aún nos causa su perdida. No cabía un alma más en la «Biblioteca Isabel Martínez Soler», inaugurada ayer (6 de mayo de 2016) en el Centro de Profesores (CEP) de Almería.

En un país como el nuestro, tan tacaño en reconocer públicamente los valores y la generosidad de sus mejores compatriotas, el acto tan simbólico de ayer tuvo para mi un efecto ciertamente balsámico.

Curtido en mil actos públicos, ante micrófonos y cámaras por medio mundo, apenas pude controlar ayer mis emociones. Con unos tragos de agua, me quité los nudos de  la garganta. Menos mal que llevé algo escrito, como base de mi intervención. No se cómo como pude evitar que me saltaran las lágrimas mientras hablaba. En cambio, algunos  amigos, maestros y discípulos de mi hermana no pudieron evitarlas.

La delegada de Educación de la Junta de Andalucía, Francisca Fernández, inauguró oficialmente la biblioteca, el director del CEP, Sebastián López Ojeda, nos presentó el proyecto y sus planes de futuro, el profesor Juan Mata, de la Universidad de Granada, nos ilustró de maravilla sobre la relación entre educación y lectura («son sinónimos: la educación es lectura o no es»), María José Eguiagaray nos descubrió el felicísimo discurso de Federico García Lorca en la inauguración de la biblioteca de su pueblo, y Catalina Barragán (¡Ay, Cati!) nos hizo un cariñoso perfil personal y profesional de mi hermana. Fue su amiga, su jefa y su compañera de proyectos en el CEP de Almería.

Imagen de Isabel Martínez Soler, proyectada en una gran pantalla durante el acto de inauguración de la Biblioteca del CEP de Almeria.
Imagen de Isabel Martínez Soler, proyectada en una gran pantalla durante el acto de inauguración de la Biblioteca del CEP de Almeria.

Entre discursos y poemas, Andreu Marco, violoncelista de la Orquesta Ciudad de Almería, interpretó piezas emocionantes. Como inculto musical que soy, solo reconocí «El cant dels ocells» (El canto de los pájaros), compuesta por el gran Pau Casals, una de las favoritas de mi hermana. De hecho, sus notas me llevaron volando al triple funeral de diciembre de 2007. Allí tocó el profesor Nono Quevedo esa misma pieza al violoncelo. Las mismas notas, idénticas lágrimas.

Y, en eso, me tocó a mi hablar de mi hermana y de su relación con el fomento de la lectura. Estas notas, que copio y pego a continuación, fueron la base de mi intervención:

Biblioteca Isabel Martínez Soler

Muchas gracias a quienes habéis contribuido a poner el nombre de mi hermana a la biblioteca de este Centro de Profesores. Y gracias, también, a quienes nos acompañáis en este acto. Es un acto de justicia. Creo, como vosotros, que mi hermana se lo merece.

Como sabéis muy bien, su verdadera vocación, desde que llegó a este Centro de Profesores, fue propagar la afición a la lectura entre sus alumnos y sus colegas. Me consta que lo hizo con todo el cariño y la gracia de que ella era capaz.

Marca páginas con el Quijote que dibujó mi hijo David en el mantel de papel del Hospital de Torrecárdenas.
Marca páginas con el Quijote que dibujó mi hijo David en el mantel de papel del Hospital de Torrecárdenas.

Tengo marca libros de cada uno de los muchos Encuentros de Lectura, coloquios, conferencias y seminarios que ella ayudaba a organizar cada mes de mayo, por estas fechas. Contagiaba su amor por la lectura a quienes la rodeaban.

Guardo uno de esos marca libros con especial emoción. Mi hijo menor, David, de doce o trece años, dibujó sobre el mantel de papel de la cafetería del Hospital de Torrecárdenas, mientras visitábamos a mi madre, una imagen garabateada de don Quijote. Mi hermana recortó el trozo arrugado y pintarrajeado del mantel de papel y se lo guardó en su bolso.

Ante mi sorpresa, me dijo: “Podría servirnos para ilustrar algo del Ciclo de Conferencias sobre el IV Centenario de la Publicación del El Quijote que preparamos para el año que viene. Además, sin pagar derechos de autor”.

Como era una bromista de tomo y lomo, no me lo creí. Pero Isabel no daba una puntada sin hilo. En efecto, al año siguiente, el marca libros de aquellos actos cervantinos llevó el dibujo de su sobrino más pequeño.

Cuando mi hermana, mi cuñado y mi sobrina murieron en trágico accidente, yo heredé sus libros. Los leo, los acaricio, los guardo como oro en paño. Por esas páginas pasó mi hermana Isabel sus ojos, tan ávidos de conocimientos y emociones. Releo varias veces lo que ella marcaba o comentaba en los márgenes de la página. Al igual que yo hablo a la flores de mi jardín, Isabel hablaba con sus libros.

Recuerdo una visita que nos hizo cuando yo trabajaba como corresponsal de prensa en Estados Unidos. Le impresionó ver que el edificio principal de cada pueblo o aldea era la biblioteca pública.

La biblioteca iguala las oportunidades de lectura entre todos los vecinos, entre todos los profesores, entre todos los estudiantes. En casa de los pobres, no hay libros. Además, el presupuesto familiar de una familia sin medios, en paro, o con sueldo mínimo, no da para comprar libros de 20 euros.

Una biblioteca escolar o una biblioteca pública intenta nivelar las oportunidades de lectura. La maestra puede fomentar el amor a la lectura pero si no hay libros al alcance de los niños, ese amor puede convertirse en frustración.

Desgraciadamente, nuestra historia nos enseña que la lectura, durante siglos, ha sido sospechosa de herejía, pues nos provocaba el deseo de ser libres y pensar por nosotros mismos. No en vano el deporte favorito de la Santa Inquisición en España era la quema de libros. Recuerdo esta frase del Museo del Holocausto de Washington: “Se empieza quemando libros y se acaba quemando personas”.

En efecto, la lectura nos hace más libres, nos hace más críticos, nos abre la razón y el corazón a conocimientos y emociones insospechados. Mi hermana Isabel creía, como la vieja canción mágica de la tele, que “todo, todo, todo está en los libros”. Me dice Google que esa letra es de Luis Eduardo Aute. Copio y pego, en su honor, esta estrofa:

Los campos de Soria, la pampa,

la isla del tesoro, el Grial,

Romeo y Julieta, Alejandro,

Sócrates, Don Quijote, Bagdad,

lo que el viento se llevó, Granada,
Buda, Lanzarote, lord Jim,
infiernos, cielos, paraísos,
Carmen, Angélica, Beatriz,
todo está en los libros,
todo está en los libros,
todo está en los libros.

Durante unos años fui profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad de Almería. Mi hermana me acogió entonces en su casa de Castell del Rey. Allí pude comprobar su vocación, su pasión por propagar el amor a la lectura. “Es difícil engañar a un pueblo que lee”, me decía.

A veces, Isabel y yo leíamos juntos. Nos leíamos párrafos enteros, el uno al otro. Ahora me toca a mi: mira lo que dice Keynes. No, no, es mi turno: escucha a Margarita Yourcenar. Nos intercambiábamos libros. Gracias a ellos, nos fuimos conociendo mejor. Como solo se ama lo que se conoce, también, de adultos, nos fuimos queriendo más.

En nuestra casa de la calle Juan del Olmo, muy cerca de aquí, mi hermana y yo habíamos mamado los principios éticos de nuestros padres: la lucha contra la injusticia y la lucha contra la ignorancia. Con mayor o menor éxito, nos acompañarían siempre.

Me consta que una de las injusticias que más la motivaron fue la desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. En esa batalla, noble y compleja, por la igualdad de género, puso también toda su pasión. Sus méritos fueron reconocidos, incluso oficialmente, por el Gobierno andaluz.

Un año y pico antes de su muerte, la Junta de Andalucía, publicó en el BOJA una Resolución, de 24 de febrero de 2006, por la que otorgaba el “Premio Meridiana” a la maestra y socióloga Isabel Martínez Soler en reconocimiento a sus “iniciativas en favor de programas educativos, de sensibilización social y de cooperación al desarrollo”.

Este galardón, que recibió mi hermana de manos del presidente Chaves, tiene como finalidad “otorgar reconocimiento público a la labor desarrollada por personas, colectivos, entidades o instituciones que hayan contribuido y destacado en la defensa de la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres”.

A título póstumo, mi hermana Isabel recibió otro reconocimiento oficial. Con motivo de la celebración del 28 de febrero, la Junta de Andalucía la distinguió con la “Insignia de Andalucía”. El diploma que acompañó a la Insignia recogía así los motivos de tal premio:

“Por su entusiasmo y firme convicción en todo aquello en lo que se embarcaba, como fue su lucha por la Igualdad de Oportunidades desde la Educación y el fomento de la lectura, ayudando a que el andaluz sea un pueblo más culto y más preparado. Por todos sus valores, que la hicieron una persona y una profesional insustituible e inolvidable”.

Estos dos premios del Gobierno andaluz le venían a mi hermana como anillo al dedo: uno, por luchar contra esa grave injusticia que es la desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, y dos, por luchar contra la ignorancia mediante el fomento de la lectura.

Sin embargo, el de hoy, el premio de hoy, poniendo su nombre a la biblioteca del Centro de Profesores de Almería, es el mejor de todos los premios porque se lo concede, precisamente, un jurado único y espléndido: el de sus compañeros de trabajo.

“Biblioteca Isabel Martínez Soler”. ¡Qué bien me suena! Aquí soñó ella con promover y fomentar el amor a la lectura, algo a lo que dedicó buena parte de su vida.

En los tiempos que corren, no hay mejor inversión que la que un país hace en mimar y mejorar a sus maestros de escuela. A ellos confiamos nuestros mayores tesoros (nuestros hijos y nietos) y luego … si te he visto no me acuerdo.

Cuando Isabel entró a trabajar en el CEP, mi padre, bastante bromista, me dijo: “tu hermana es ahora maestra de maestros”. Aquí pudo desarrollar ella su vocación: el fomento de la lectura infantil y de las bibliotecas escolares. Las librerías están muy bien pero las bibliotecas públicas, sobre todo en las escuelas, están mucho mejor. Sin ellas no hay igualdad de oportunidades para la lectura.

Mi hermana Isabel creía firmemente en el papel fundamental que la educación ejerce en la vertebración y el progreso de Andalucía. Disfrutaba poniendo a los niños almerienses en el mapa del sistema educativo andaluz, y en los valores de la Educación para la Ciudadanía, con todo el fervor de sus convicciones que no era poco. Por eso, el mejor título que podemos darle a ella es el de ¡maestra!

Como socióloga, Isabel pudo haber elegido el camino de la investigación o de la docencia universitaria. Sin embargo, tenía personalidad y vocación de maestra de escuela. Le gustaba enseñar a los niños y niñas en los colegios de los pueblos donde fue destinada o en el Goya o, como directora, en el Caravaca de la capital.

En la Universidad de Almería heredé algunos de sus alumnos. Me dijeron que mi hermana les había cambiado la vida. No me sorprendió. Su huella, generosa y entusiasta, quedó grabada en el recuerdo que tienen de ella miles de niñas y niños almerienses. Isabel creía en la bondad del magisterio y lo vivía con pasión.

Era amiga de sus alumnos. Era, como sabéis, muy graciosa y les hacía reír. Enseñaba con amor y con humor. Lo compruebo al repasar las cartas, postales y trabajos escolares, escritos con pulso infantil o adolescente, y llenos de amor, ternura y reconocimiento hacia ella. También ella guardó esos queridos documentos con sumo cariño hasta su muerte.

Un día me contó, emocionada, la reacción de una de sus alumnas, la más triste y desesperanzada de su clase, cargada de problemas personales y familiares, cuando le copió a mano y le dio a leer un poema de Antonio Machado.

La niña lo leyó a solas, en su casa. Lo leyó tantas veces, entre lágrimas, que se lo aprendió de memoria. Al día siguiente, aquella alumna, habitualmente triste, le regaló a mi hermana una sonrisa. Así le dio las gracias a su “seño”. La lectura de aquellos versos le había abierto un nuevo horizonte de esperanza.

No puedo evitar recordar aquí, para terminar, la primera y la última estrofa del poema de don Antonio Machado que obró aquel milagro:

A un olmo seco

“Al olmo viejo, hendido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo

algunas hojas verdes le han salido.

 

¡El olmo centenario en la colina

que lame el Duero! Un musgo amarillento

le mancha la corteza blanquecina

al tronco carcomido y polvoriento.

(…)

antes que te descuaje un torbellino

y tronche el soplo de las sierras blancas;

antes que el río hasta la mar te empuje

por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

 

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera”.

Que esta Biblioteca, que desde hoy lleva el nombre de la maestra Isabel Martínez Soler, pueda seguir obrando el milagro de la esperanza. Que sus libros ayuden a profesores y alumnos a construir un mundo mejor, con menos injusticias y menos ignorancia.

Muchas gracias.

Luego me entregaron los marca libros de los Encuentros de Lectura que organizó mi hermana así como su disco duro. Rompiendo viejas tradiciones alcohólicas, no hubo típico vino español sino galletas, dulces y bombones.

Al salir, pregunté por el bar del CEP, donde tantas veces coincidí con mi hermana y sus colegas para tomas unas cañas. Me dijeron que, al remodelar toda la planta del CEP para hacer sitio a la Biblioteca Isabel Martínez Soler, habían tenido que suprimir el bar. En el CEP de Almería han cerrado el bar para abrir una biblioteca. Otro milagro de mi hermana. O de la nueva primavera que nos espera si a nuestros hijos y nietos les da por leer…

No pude evitar una sonrisa al recordar entonces un fandango que cantaba (y muy bien) mi madre, la Morena Clara de nuestro barrio:

«Ay, Málaga la bravía

con mas de mil tabernas

y una sola librería».

….——….

 

14 LaVozdeAlmería 7.5.2016 Almería

El CEP rinde un cálido homenaje a

la profesora Isabel Martínez Soler

Educación La biblioteca del Centro ha sido rebautizada con su nombre tras fallecer en un accidente

PIONERA. La delegada de Educación, Francisca Fdz. remar- có su afán por fomentar la lectura en Almería.

PALABRAS DE CARIÑO. Todos los que intervinieron en el acto le dedicaron unas sentidas y profundas palabras de cariño a Isabel Martínez Soler, y el primero de ellos fue Sebastían López, director del CEP Almería. FOTOS: GONZALO GÁLVEZ

PALABRAS EXPERTAS. Juan Mata, íntimo amigo y defensor de las letras, también estuvo presente en el acto homenaje.

CARIÑO Y AMISTAD. Muchos fueron los que la conocían y quisieron acercarse hasta el CEP a mostrarle su cariño.

BAUTIZADA. Sobre la puerta de la biblioteca se encuentra una placa con su nombre.

LA FAMILIA. Su hermano, José Antonio Martínez Soler, agradeció el acto brindado por todos los amigos y compañeros.

GONZALO GÁLVEZ

Almería

El Centro de Profesorado de Almería (CEP) reunió ayer por la tarde en sus instala- ciones a un gran número de profesores que se dieron ci- ta para honrar la memoria de Isabel Martínez Soler, una de sus compañeras, que trágicamente falleció en un accidente hace unos años.

Una persona muy querida e implicada con la lectura, su difusión y las bibliotecas que estuvo en el CEP hasta

el año 2007, momento en el que pasó a ocupar otro puesto en la Delegación de Educa- ción como coordinadora de bibliotecas escolares. En este sentido, dado que el CEP de Almería tenía en mente un proyecto para realizar una bi- blioteca en el Centro, abierta a la ciudadanía en general y a la comunidad educativa, “pensamos que lo mejor era que tuviera un nombre pro- pio y cuando empezamos a valorar qué nombre le podía- mos poner, pues no dudamos que el más adecuado era el de

ella”, comentaba Sebastián López, director del Centro de Profesorado de Almería.

Un homenaje que no quiso perderse ninguno de sus ami- gos, familiares y personas que la conocían y es que “segura- mente es muy di cil volver a repetir una reunión donde ha- ya tantas personas relaciona- das con la educación del pre- sente y del pasado”, añadía el director del CEP. Afirmación que quedaba demostrada por las más de cincuenta personas presentes, entre las que se en- contraban dos ex delegados

provinciales de educación, Francisco Maldonado e Isabel Arévalo, y la delegada actual, Francisca Fernández Ortega.

Una muestra irrefutable del cariño que se le tenía, y tie- ne, a Isabel Martínez Soler y su memoria en el que compa- ñeros del CEP de Almería, De- legación y otros CEPs de la provincia no quisieron per- derse la inauguración de la bi- blioteca que a partir de ahora llevará su nombre, aunque ya funcionaba con anterioridad.

Un acto “breve y sencillo”, pero cargado de mucha emo-

Isabel Martínez puso en marcha acciones para dinamizar y fomentar la lectura en la provincia

ción y sentimientos, donde se le dedicaron unas palabras a modo de homenaje; y en el que estuvo presente su her- mano, José Antonio Martínez Soler, que vino desde Madrid para presenciar este home- naje con el que, al conocer el gesto que le iban a rendir, se sintió muy emocionado.

Y es que, tal y como comen- taba la delegada Francisca Fernández durante su inter- vención, “fue una pionera de la red de bibliotecas escolares en la provincia”, un mérito digno de reconocer, como hi- cieron ayer.

La Voz de Almería, 7 de mayo 2016
La Voz de Almería, 7 de mayo 2016
Marca páginas de los Encuentros de Lectura
Marca páginas de los Encuentros de Lectura

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